La muerte de Simone Veil fue la ocasión para celebrar el recorrido de una
mujer libre y decidida de la que se sabe que no es ajena a su historia
atravesada por el nazismo. Detenida a la edad de 16 años en Niza, donde
vivía con su familia y luego deportada al campo de Auschwitz-Birkenau
con su madre y su hermana (su padre y su hermano siguieron otra ruta),
saldrá viva, pero definitivamente marcada en su carne. Simone Veil, que
pasó por varias guerras y que conoció el holocausto más severo en la
historia de la humanidad, encarna en efecto una de las figuras más
carismáticas de este siglo. Ella hizo del significado de la vida y de su
propio valor un tema permanente – la lucha de su vida. Resuena con su
experiencia en los campos y su relación con la ley. Fue como magistrada
que se dio cuenta de los problemas relacionados con el aborto y que
luchó contra las actitudes reaccionarias del mundo médico, de la
justicia, por no mencionar las religiones, todas hostiles al aborto. Sin
embargo, encontró un apoyo inesperado cuando, promovida como Ministra
de la Salud por el presidente Giscard d’Estaing quien quería en
particular legalizar el aborto, le confió la defensa de este explosivo
expediente ante el Parlamento.
Una lucha contra el oscurantismo
Sin concesión sobre el Holocausto – no podía soportar
ninguna comparación con otros genocidios – llevó con igual determinación
su lucha por la interrupción voluntaria del embarazo (aborto). No era
fácil en la década de 1970 oponerse al poder médico, generalmente
masculino, identificado con el orden moral del ambiente, así como con el
poder religioso -que hoy todavía mantiene su desacuerdo con la ley
Veil. Según las religiones monoteístas, la vida sería sagrada desde el
principio mismo de la concepción y el sacrificio de sí mismo, la
elevación del alma. Cualquier ataque contra el embrión, en tanto que ser
vivo, sería un asesinato. Sin embargo, no fue a ese nivel de filosofía,
ni siquiera político y ético, que se celebró el debate porque el hecho
de querer abortar no es una decisión colectiva, sino una decisión
individual.
« Quedar embarazada” (como dice con tanta razón la
expresión popular) a veces se experimenta bajo el modo del evento
inesperado insoportable, y el aborto entonces requerido como la única
respuesta al rechazo experimentado por este objeto que, al inicio del
embarazo, no es todavía un feto, sino un embrión. Así para algunas
mujeres, antes de la promulgación de la Ley Veil en 1975, no había otra
opción que pasar por el aborto clandestino, que muy rara vez era
practicado por los médicos, sino la mayoría de las veces por mujeres con
diversas motivaciones. Es posible que las generaciones actuales no
sepan que estas mujeres eran llamadas « hacedores de ángeles ». Como la
denuncia era siempre posible y este acto era castigado con fuertes penas
de prisión, estas últimas, a riesgo de su libertad, practicaban en
habitaciones improvisadas, en condiciones miserables y sobre todo sin
reglas asépticas – de ahí la alta taza de mortalidad de las mujeres como
resultado de estos abortos. A veces las mujeres usaban sus propios
medios, agujas de tejer, caída voluntaria desde lo alto de las
escaleras, ingestión de productos tóxicos, etc., sin mencionar el
suicidio, solución definitiva para resolver a la vez tanto el embarazo
como la culpa.
La ley religiosa y la ley de la República
Al final de su discurso ante la Asamblea Nacional (1) en
1974, Simone Veil explica: « Si la ley es general y, por tanto,
abstracta, esta hecha para aplicarse a situaciones individuales a menudo
angustiosas; … si ya no prohíbe, no crea ningún derecho al aborto, y
[…] como decía Montesquieu: « La naturaleza de las leyes humanas debe
estar sujeta a todos los accidentes que ocurren y deben variar a medida
que las voluntades de los hombres cambian. Por el contrario, la
naturaleza de las leyes de la religión es de no variar nunca. Las leyes
humanas gobiernan sobre el bien, la religión sobre lo mejor. »
¿Cómo decir mejor en efecto esta ruptura entre la ley de
los hombres y aquella que quiere ser dictada por un Dios Todopoderoso,
entre la primera que protege de lo peor y la segunda que no quiere saber
nada?
La cuestión de la vida y de la muerte fue gobernada por
mucho tiempo en Francia por la religión católica. Con esta ley sobre el
aborto, la República asume el discurso religioso e impone hacer frente a
ese real que Simone Veil llama « el drama del aborto”, drama arraigado
en el cuerpo de la mujer y, que amerita a menudo como tal, ser
calificado como un evento traumático.
Si uno hace del deseo de tener un hijo la manifestación
de una elección decidida, la cuestión del aborto no se plantea en
términos de deseo, sino de la aceptación o no de procrear. En este
sentido, la clínica nos enseña cómo el niño, en tanto objeto real, es
elevado a un destino que pone « el wanted o el unwanted de su nacimiento » (2) en el centro de su existencia.
Sentido común: un elogio minimalista
En el sitio web de Sentido común1, leemos un tweet que
rinde un extraño homenaje a Simone Veil, extrayendo esta pequeña frase
de su discurso en la Asamblea Nacional: « Nadie ha protestado nunca, y el
Ministro de Salud mas que nadie, sabe que el aborto es un fracaso
cuando no es un drama « . Aislada del resto del discurso, esta frase
podría ser interpretada como un pensamiento pesimista de Simone Veil,
indicando que consideraba el aborto como un acto destinado a fracasar y
reconocido como un drama. Basta con separar el significante abortodel significante mujer para
desviar el significado de la frase: « Pero ya no podemos cerrar mas los
ojos a los 300.000 abortos que cada año, mutilan a las mujeres de este
país, que violan nuestras leyes y humillan o traumatizan a quienes
recurren a ellas ».
Simone Veil no hizo una apoligía del aborto, pero tomó en
cuenta el hecho de que en la vergüenza y la angustia, estar embarazada
podría resultar ser un drama, y el aborto, en el silencio de la
clandestinidad, una muerte anunciada. Ella hizo del aborto un problema
de salud pública porque, de hecho, el procedimiento médico permite
evitar que se convierta en un drama – siempre y cuando se practique en
buenas condiciones sanitarias.
En esto es necesario. Considerar el aborto como un
asesinato es una opinión, una interpretación en nombre de una verdad
religiosa que, como tal, puede ser verdadera para algunos, pero en
ningún caso para todos.
El cuento de la criada: una serie exitosa
En nuestra televisión, una serie americana, The handmaid’s tale, inspirada en el libro de Margaret Atwood, el cuento de la criada escrita
hace unos treinta años y recientemente reeditada por Robert Laffont,
tuvo un éxito enorme (3). Su resonancia con la cuestión de la libertad
de las mujeres para dar a luz cuando quieran si ellas lo quieren probablemente
no es una coincidencia. La ficción del libro dio lugar primero a una
película epónima de Volker Schlöndorff lanzada en 1990. Su repetición,
firmada por Bruce Miller con Elisabeth Moss en el papel de la sirviente,
reactualiza la cuestión de la religión, su poder de someter a las
mujeres a sus funciones gestadoras al servicio de los hombres. Es un
retorno a un oscurantismo con olores desagradables donde las mujeres son
utilizadas como úteros, para hacer niños para el goce de los demás. Sus
cuerpos no les pertenecen mas; el niño que podrían traer al mundo
tampoco. Este tema de la procreación obligatoria no es sin eco con la
ideología de glorificar la maternidad cualesquiera que sean las
condiciones que la rodean, rebajando a las mujeres a puros objetos al
servicio de la reproducción. El éxito de esta serie nos recuerda lo
mucho que la lucha liderada por Simone Veil sigue siendo más que nunca
de actualidad. El 28 de septiembre próximo, Día Internacional del
Derecho al Aborto, se hará un llamamiento a una marcha mundial y a una
movilización para una armonización europea del derecho de las mujeres al
aborto en toda Europa, con el Colectivo « Aborto: las mujeres deciden! »,
se celebrará a Simone Veil quien fue capaz de hablar sobre el aborto,
legalizarlo y así darle a cada mujer el derecho de elegir cuando quiere
ser madre o no.
Notas
1: Cf. Discurso de Simone Veil sobre el aborto, ante la
Asamblea Nacional, 26 de noviembre de 1974. Se encuentra aquí
2: J. Lacan, « Nota sobre el informe de Daniel Lagache », Escritos, Seuil, 1966, p. 682.
3: El cuento de la criada ganó los premios Emmy 2017 por la mejor serie de dramática este domingo.
Traducción: Magda Gómez
Nota del traductor 1. En francés Sens commun, es un movimiento político francés de derecha creado en 2013 a partir de la « Manif pour tous » (protesta para todos). |