No es la primera vez que el eminente investigador e
historiador Rafael Huertas dice compartir con los Alienistas del
Pisuerga la interacción existente entre historia y clínica. De hecho, la
monografía publicada en 2012 por la editorial Los libros de la catarata
que lleva por título Historia cultural de la psiquiatría, fue su
anterior contribución a la apuesta de La Otra psiquiatría. La relación
de Rafael Huertas con esa otra clínica que estudia y trata la condición
humana data de 1997, que es cuando empezó a participar en los encuentros
de La Otra psiquiatría. Los trabajos presentados y discutidos en dichas
jornadas –y algunos más– los ha reunidos bajo el título Otra historia
para otra psiquiatría. Editado bajo el sello de Xoroi Edicions, este
libro es el tercero de los publicados en su colección La Otra
psiquiatría. Recordemos que los dos anteriores títulos fueron Estudios
sobre la psicosis, de José María Álvarez y Las voces de la locura*, de José María Álvarez y Fernando Colina.
Esa
otra historia que nos presenta R. Huertas –cito al autor– no es «una historia
positivista, descriptiva, acumulativa, complaciente con el pasado y acrítica
con el presente, sino otra historia analítica, hermenéutica y crítica,
que interpele al pasado para pensar el presente y para actuar o propiciar
actuaciones suficientemente fundadas. (…) En definitiva, otra historia
comprometida con otra psiquiatría, la que considera necesario cambios
epistemológicos profundos sobre la naturaleza del trastorno mental y sobre el
papel del experto (psiquiatra, psicólogo, psicoanalista, etc.) y del propio
paciente –cuyo empoderamiento debe ser una prioridad absoluta–» en la clínica
de las sintomatologías psíquicas.
La
psique y su pathos no puede considerarse patrimonio de un único
saber, pues desde la filosofía a la literatura muchas son las ramas del
inacabable árbol de la sabiduría sobre la condición humana. «Es esta condición
híbrida la que puede explicar las importantes diferencias epistemológicas que
se producen en el ámbito de las disciplinas psi: cuerpo y alma; cerebro
y mente; materia y pensamiento; neurotransmisor y significante; representan
modelos antitéticos desde los que tradicionalmente se han elaborado los
acercamientos a “lo mental”». A su vez, estos dos enfoques han producido una
historiografía tradicional y otra crítica. La primera se caracteriza por
«historias que pretenden mostrar esa evolución “lineal” de la psiquiatría,
desde unos incipientes inicios hasta un presente de “máximo progreso”, que se
tiende a asimilar con los avances de la biomedicina». En este polo
historiográfico se han hecho fuertes las espaldas plateadas de la psiquiatría y
la psicología que practican el pensamiento único.
En
el otro polo historiográfico R. Huertas nos habla de esa otra historia de la
locura, la que va más allá de la historia de la psiquiatría. Otra historia,
crítica con el saber que devine en poder sobre el paciente y con las
instituciones que se ponen al servicio del control social. Otra historiografía que
tiene en cuenta los textos surgidos en el contexto de los años sesenta y
setenta del siglo XX: Michel Foucault, Erving Goffman, Franco Bassaglia, Thomas
Szasz; así como las actualizaciones de esos discursos en los años ochenta,
noventa del pasado siglo y primera década del actual, con los trabajos de
Robert Castel, la historiadora estadounidense Jan Goldstein, el filósofo de la
ciencia canadiense Ian Hacking y el historiador británico Roy Porter, quien nos
propone una historia desde el punto de vista del paciente: de sus dichos y sus
escritos. «Una historia desde abajo». Sobre este aspecto R. Huertas nos dice:
«El punto de vista del paciente nos da claves para valorar que lo bio en
salud mental no es solo lo biológico, sino también lo biográfico»,
así como para «comprender la violencia del diagnóstico y del estigma. (…) La
actualización de los discursos de la historia crítica de la psiquiatría, está
proporcionando una solidez teórica y empírica a este ámbito de conocimiento,
que camina hacia una historia cultural de la subjetividad como opción
historiográfica (…) en la que el sujeto (mediatizado por el lenguaje) prima
sobre la enfermedad, en la se presta la máxima atención a la subjetividad de la
persona y en la que el pathos y el ethos se conjugan en el núcleo
mismo del pensamiento psicopatológico».
A
destacar, de los estudios que componen este libro, la aportación
historiográfica de su autor al actual debate sobre la psicosis única y lo
múltiple de sus formas, y sobre la continuidad y discontinuidad; sobre la
semiología de la subjetividad, inherente al nacimiento del alienismo; sobre el
concepto de perversión sexual en la medicina positivista y la construcción de
un modelo médico sobre la delincuencia; así como el antes y después que supuso
la publicación de El poder psiquiátrico de Foucault, en la historia de
la psiquiatría y, sobre todo, en la historia de la locura.
Y
porque la historia no es Una, R. Huertas nos trae a colación La
filosofía de la locura, del precursor del tratamiento moral y del movimiento
alienista Joseph Daquin, quien fue ninguneado por Philippe Pinel en su famoso Tratado
médico-filosófico sobre la alienación mental. Y eso que el texto de Daquin
fue publicado una década antes que el tratado de Pinel.
Juzgue
el lector la actualidad de Daquin con esta cita que se reproduce en el libro de
R. Huertas: «Quiero que el médico se acerque con parsimonia instruida y
reflexionada, que no recete en la primera visita medicamentos enérgicos y
demoledores incluso antes de que la enfermedad se haya desarrollado y, sobre
todo, que no ofrezca, con la cabeza baja, remedios nuevos, cuyo mérito consiste
en anunciarse en los papeles públicos y cuya eficacia estriba en dar dinero a
esos voceros y falsos que se llaman inventores».
R.
Huertas considera que «la historia de
los trastornos mentales no puede ser una mera enumeración positivista de
términos y conceptos, sino que es preciso contextualizarlos con esmero desde el
punto de vista científico, social y cultural, con el fin de ayudarnos a pensar
la locura –y la clínica– más allá del dato esquemático recogido y catalogado en
la guía diagnóstica de turno».
En
los manuales oficiales y académicos es observable la utilización torticera de
la historia. Como por ejemplo, en el intento de sustituir la neurosis obsesiva
de la psicopatología clásica por el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) de la invidencia
científica, como si fuera una evolución histórica natural, lineal y
progresiva hacia el saber definitivo. «Un
intento –dice R. Huertas– que es, cuando menos engañoso porque, en realidad, lo
que hay entre una concepción y otra es una ruptura (de paradigma), pues las
obsesiones y las compulsiones han transitado en las últimas décadas desde
interpretaciones más dinámicas hacia orientaciones que son claramente biológicas.
(…) Todo lo cual ha ido desplazando, cuando no anulando, el interés y las
investigaciones sobre aspectos biográficos y culturales, en la génesis de los
síntomas obsesivos y compulsivos».
Sobre esta cuestión R. Huertas nos ofrece un riguroso análisis de los textos
clínicos sobre las obsesiones en el seno del movimiento alienista francés; esto
es, desde el nacimiento de la clínica hasta las últimas décadas del siglo XIX;
así como del ruido de fondo o el espíritu de la época –como se le
quiera decir al contexto social, político y económico– que interactúa en la
construcción de los textos clínicos. «Para el caso francés, parece evidente que
la medicalización de las obsesiones, mediante su asimilación al modelo de la
monomanía, surge en el momento en el que en la Francia posrevolucionaria tiene
lugar el afianzamiento definitivo del poder burgués y el modo de producción
capitalista».
Con
Freud hay cambios y hay continuidad. «La obra de Freud supone un
cuestionamiento del positivismo y el organicismo psiquiátrico», y la neurosis
obsesiva es interpretada desde una concepción dinámica. «A partir de la obra de
Freud se abre, pues, un camino diferente y fuertemente innovador desde el punto
de vista nosográfico, pero también psicopatológico e historiográfico. (…) El
concepto dinámico de neurosis obsesiva se afianzó a lo largo del siglo XX para
ser sustituido en el último tercio del mismo por categorías más acordes con las
realidades socioeconómicas y con el pensamiento hoy día hegemónico en el ámbito
psi; esto es, una psiquiatría biológica, una psicología conductista y
una psicopatología estadística».
Resumiendo
la importancia de esta novedad editorial que se presenta, y en el decir del
autor: «Sirvan estas páginas como propuesta epistemológica en torno a la necesidad
de pensar históricamente determinadas cuestiones psicopatológicas que nos
permitan valorar el peso innegable tanto de la clínica clásica, como de los
elementos sociales y culturales que, en muy buena medida, contribuyen a
elaborar (o construir) las categorías diagnósticas. (…) La existencia de un
clínica de la subjetividad ya desde los mismos orígenes de la semiología
psiquiátrica me parece incuestionable».