Estimados,
Quiero empezar agradeciendo la confianza que los miembros de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis han depositado en mí mediante su voto. Vamos a empezar un nuevo periodo en nuestra Escuela. Esto me lleva a plantearme qué se puede añadir a lo bueno que se ha conseguido hasta ahora, tras un recorrido ya largo desde su fundación, hace ahora dieciséis años y medio en esta misma ciudad, Madrid.
Quiero agradecer también al anterior Consejo y a Santiago Castellanos, Presidente de la ELP, que hayan llevado a cabo una oportuna modificación de los estatutos de la FCPOL, convirtiéndola en un útil manejable y del que vamos a poder hacer un buen uso. Como otras cuestiones de reglamentos y estatutos en nuestra Escuela, no es un asunto burocrático. Se trata de un elemento para una política, política del psicoanálisis que hay que adecuar constantemente a las transformaciones del horizonte de la época.
La FCPOL no es la Escuela, pero tiene con ella una relación fuerte, como se refleja en la composición de su patronato. Y, por otra parte, está bien que no sea la Escuela, porque esta debe mantener en su corazón el lugar vacío donde se aloja el real que le concierne. Real que, como bien dijo recientemente Miquel Bassols, Presidente de la AMP, es la inexistencia de El psicoanalista, frente a la cual no cabe más que una elaboración de saber y un debate constantes, propios de una Escuela que se reconoce en la orientación lacaniana.
Por eso la Escuela es ante todo la escuela del pase, en la que la respuesta a la pregunta por el deseo del psicoanalista se produce siempre uno por uno. En esto tienen un lugar eminente las enseñanzas del pase, que es la investigación de punta propia del psicoanálisis. Y también la experiencia del análisis de cada uno, el control y la dilucidación de los puntos candentes de la doctrina. Fundamentar de este modo la especificidad del psicoanálisis le permite a la Escuela asegurar la posición a partir de la cual puede dotarse de invenciones para responder, de las formas más adecuadas, a las demandas que se le dirigen desde distintos ámbitos en tiempos de profunda desorientación y de desazón.
En efecto, el psicoanálisis de orientación lacaniana ha generado y sigue generando transferencia, más aún desde que cierto discurso totalitario –alianza entre cierto cognitivismo y las burocracias estatales– se ampara en una falsa ciencia para llevar a cabo una política de clasificación, segregación y aplastamiento de la singularidad. Por eso, cada vez más, el saber del psicoanálisis es convocado para poder hacer frente a todo lo relacionado con las formas específicas del malestar en la civilización en este momento histórico.
El psicoanálisis no es indiferente a la demanda que surge de dicho malestar. No lo fue Freud cuando impulsó la creación del Instituto de Berlín, surgido en respuesta a la profunda crisis social y cultural posterior a la Primera Guerra Mundial. En esta línea inscribimos en su día la creación en su día de la FCPOL y también su actual reforma estatutaria.
La Escuela debe asumir su función de nudo entre las formas diversas de lo que Freud llamó el « múltiple interés del psicoanálisis ». Le corresponde, en esta multiplicidad, asegurar lo Uno de la causa analítica. Sostenerla exige que la Escuela misma encarne una comunidad de transferencia con el psicoanálisis. Y para que ésta pueda constituirse y pervivir, es preciso que la tendencia a lo local, propio de la institución del sujeto supuesto saber, sea contrariada por un deseo más fuerte. Por una transferencia con un no saber, paradójicamente. No el no saber de la ignorancia, sino el que consiste en asumir que no hay Otro y que eso le hace a uno plenamente responsable, conclusión a la que cada cual puede llegar en su análisis y que permite que la transferencia con la Escuela tome el relevo.
La ELP se alimenta de lo vivo de las comunidades que forman parte de ella. Pero debemos hacer un esfuerzo constante para que lo Uno de la Escuela siga creando una corriente capaz de contrariar la tendencia de la libido a encontrar destinos más cercanos y cotidianos. Entre todos podemos inventar modos de que la Escuela como tal esté aún más presente en la vida de todas sus sedes y comunidades, que todos los miembros se sientan más inmediatamente concernidos por lo que ocurre en todas ellas. El automatón tiende siempre a lo contrario, sólo nuestra invención constante puede reintroducir la dimensión instituyente afín a la causa analítica, para repensar en cada momento, por ejemplo, cómo orientar las enseñanzas de y en la Escuela. Esa es una tarea fundamental del Consejo, pero en ella debe participar de un modo muy cercano el Directorio Ampliado, pues de él depende también que las orientaciones puedan traducirse en funcionamientos acordes con ellas.
Esto concierne a las enseñazas del pase, en primer lugar, pero también a todos los espacios de debate en los que tratamos de responder a la pregunta que nos formuló ya hace un tiempo Jacques-Alain Miller, cuando nos invitó a decir qué sería el psicoanálisis del Siglo XXI. La ELP puede convertir la respuesta a esta pregunta en una tarea común. Como también lo deberá ser la participación en el próximo Congreso de la AMP, que se celebrará en Barcelona en 2018, pero por el que toda la Escuela debe sentirse concernirá desde ahora.
A estas tareas apasionantes estamos todos convocados.
Gracias.
Enric Berenguer
Presidente de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis