El infanticidio: una locura materna
Una familia para todos…, la crónica de Helene Bonnaud
El drama del infanticidio hace enigma. Hay una imposibilidad para comprender aquello que empuja a una madre a matar a su hijo, y en efecto, es del registro de lo impensable. Se trata de un real, algo que no tiene sentido, es « sin ley », como lo indica Lacan. Es porque el juicio de un tal crimen es siempre la ocasión de entender como una falta tal es evaluada y castigada. La investigación de la locura esta siempre por ser determinada, puesto que asesinar a su propio hijo es un acto que marca un disfuncionamiento, una patología relevante más frecuente en una psicosis.
La pena máxima
acaba de ser juzgada y condenada a veinte años de reclusión cuando el
abogado general no había solicitado sino dieciocho años, no hace sino
demostrar que, una vez más, la imposibilidad de aportar luz sobre un
acto tal, su motivación, permanece fuera de sentido. En todo caso es lo
que se destaca de los artículos de prensa que le han sido consagrados.
muy inteligente (« QI de 135 », ¡nos dicen!), estudiante de filosofía, y
su personalidad es descrita como fuera de lo normal. Parecería que sus
palabras y sus explicaciones han angustiado tanto a los jurados como a
los abogados.
uno se acerca están tomadas por el temor en tanto que sus propósitos son
fríos, sus mensajes múltiples. La describen como quebradiza,
autoritaria y tabuladora. Para el abogado general, Luc Fremiot,
« Fabienne Labou es un caso psicoanalítico, y no psiquiátrico »(1). Dicho
de otra manera, la acusada no está loca, ella es responsable de su
acto, precisa Le Monde, igual si ella se ha beneficiado del
articulo L 122-1 del Código penal, que indica que si la alteración del
discernimiento es reconocida, la pena acordada se reduce en un tercio.
En el caso de un crimen sujeto a reclusión perpetua, el máximo
comprendido es de treinta años. Los veinte años que le han sido
infligidos indican que ella a obtenido la pena máxima, lo cual Le Monde
comenta así: « Por la severidad de la pena pronunciada contra ella, la
corte y el jurado de Pas-de-Calais han hecho hacer pagar a Fabienne
Kabou, esta parte de la falta de todos aquellos, la prensa incluida, que
han querido ver a la acusada más bella de lo que ella era »(2).
señalamiento nos deja perplejos. « Querer ver a la acusada más bella de
lo que es », ¡parece salida de una noción ligera para calificar a una madre
infanticida! No se trata de ni de destruirla ni de verla más bella o
no, digna o indigna, buena o mala, sino de preguntarse lo qué ha podido
suceder en su cabeza para llegar a abandonar su niño en la mar. Este
significante mar, que es equivoco con madre, resuena particularmente en
este caso, como si ella le confió a la mar, la única capaz de poder
acogerlo sin un acto violento contra ella. La mar se la traga. La mar
mata en su movimiento propio y sin dejar rastro. Uno parte con ella. Uno
desaparece bajo su fuerza imperiosa. Es una cosa indecible.
hecho, el caso de Fabienne Kabou estudiado por la psiquiatría, puede ser
auxiliado por el psicoanálisis para comprender mejor su locura.
podría ser una lectura psicoanalítica del caso? Contrariamente a los
expertos que buscan saber si su discernimiento estaba alterado en el
momento del acto porque esto determinaría la duración de la pena, nos
gustaría tomar el lugar que ocupo esa pequeña niña, llamada Adelaida, en
la cabeza de su madre.
puede orientarnos. Para eso, nos podemos ayudar con lo que dice Lacan
acerca de la presencia de un cuerpo en desarrollo para una mujer en
cinta: « En el útero de la mujer, el niño es parásito, y eso ubica, para
llegar a comprender el hecho de que algo pueda andar mal entre ese parásito y el vientre. »(3)
bien o muy mal. Puesto que nada está escrito por adelantado concerniente
al hecho de que una mujer pueda caer en la locura con la maternidad. Si
el niño es sentido como un parásito por la mujer, es decir, como un
cuerpo extraño empujando en su carne, resultara un niño marcado por esta
simbolización imposible. El será resto de real, objeto desecho, objeto
que escoge su cuerpo y que él no puede asumir como otro. En el caso de
Fabienne Kabou, esta pequeña niña ha sido privada del reconocimiento
simbólico que la inscribiría en la palabra y en el deseo del Otro. Para
Lacan, este fenómeno abre a la posición de objeto a para la madre.
También, en su « Nota sobre el niño », nos explica que el niño realiza la
presencia de lo que Lacan designa como el objeto a en el fantasma »(4). De allí, el niño es objeto de la madre, sin la mediación asegurada luego por el padre.
conducir a lo peor. De tanto completar a la madre, de hacer tapón a
todo otro deseo, el objeto-niño satura su deseo, y puede elegir como
desecho. Esta es una experiencia encontrada en la clínica. Que haya
habido un crimen viene a demostrar cuanto el niño como objeto a puede
venir a ocupar ese lugar de real en el fantasma materno, este lugar y
esta función estática de un objeto incómodo. En el caso de Fabienne
Kabou, el delirio no deja dudas. También dice ella haber : « enviado »(5)
al niño a la madre del Norte, indicando la elección de la ciudad de
Berck por la sonoridad de la palabra… empujada por « una fuerza sin
nombre », persuadida como lo estaba de no « estar sola en su cabeza ».
¿Quién hablaba en ella?, habría sido necesario preguntarle. ¿Cuál era la
voz que le hablaba? ¿Qué le dijo ella?
ironía, en que la encontramos y que luego le será reprochada por el
abogado general dibujando de ella un retrato de madre fría, son
justamente los signos de la psicosis, el sujeto aparece como separado de
el mismo, encerrado como esta en un desierto con la voz que le habla,
hace irrupción y comanda su destino, sobre un fondo de silencio, aquel
de la inexistencia del Otro. La ironía muestra esta anulación del Otro.
Este trazo es muy revelador de la psicosis, y señala su estructura.
hecho, la razón por la cual ella programo y puso en acto la muerte de
la pequeña niña indica la determinación de acabar con este objeto que
era para ella, su niña. Así, el hecho que no haya realizado ningún
intento de reconocimiento plantea la pregunta acerca de una dificultad
para simbolizar la existencia de su hija.
punto es particularmente interesante. En efecto, Fabienne Kabou no ha
deseado ni acoger una maternidad, ni declarar la llegada al mundo de su
niño. Ella no ha recibido ninguno de los beneficios del centro de
atención a la mujer. No ha hablado de su embarazo a su madre. Ella ha
denegado la venida al mundo de su niña. De hecho, la niña no existió
jamás para el Otro social, antes de su muerte. No se trata solo de un
detalle, sino más bien de la razón por la cual el niño no ha existido en
el lazo con el Otro puesto que no existió verdaderamente en el vínculo
con la madre. Su abogado lo dijo muy bien: « Fabienne Kabou se borró de
lo real: en el 2011, no tenía seguridad social, ni cuenta bancaria, no
asistía a la universidad en la que asistía a clases de filosofía ».
Fabienne Kabou se anula, antes de hablar « de una mujer fantasma
acompañada de su hijo fantasma »(6).
muestra, en el caso de Fabienne Kabou, el proceso de des-inscripción
del mundo, de « desconexión »(7) del Otro – termino inventado por J.-A.
Miller en 1997. El hecho de ser inteligente no tiene ningún impacto a
nivel de la estructura. Por el contrario, eso abre al sujeto las
estrategias lógicas que explican la frialdad y la determinación en la
puesta en acto de su crimen. Aquello que aparece como cálculo, indica
por lo tanto el atrapamiento en la voz que la posee. Y si ella apela a
la brujería, es sin duda que la brujería provee una creencia que
introduce la maldad en el centro del discurso. Para explicar su acto,
Fabienne Kabou no tiene a menos hacer una referencia. La brujería
muestra la existencia de un Otro omnipotente, al cual está sometida. Es
así que ella ha podido explicar el fenómeno de la alucinación verbal.
que hacemos entre los padres y las madres que asesinan a sus hijos. Ella
pone el acento sobre el padre, inmediatamente considerado como « un
loco » por la sociedad y « encerrado hasta el fin de los tiempos », y la
madre a la que intentamos excusar de su crimen. Ella sitúa esta
diferencia en la mirada de nuestra sociedad que desea proteger la
relación madre-niño puesto que esta constituiría « el marco que garantiza
la reproducción »(8). Según ella, « infundimos en la conciencia
colectiva una duda, una suposición que hace imposible que el orden
familiar actual continúe funcionando como lo hace ».
contrario, lo que sorprende a todos, es la razón por la que el niño, ese
pequeño ser dependiente, sin recursos, ¿puede ser un objeto que no
deseemos, que se quiera suprimir, que se desee perder? Eso es lo más
extraño de la locura materna, una cosa sin sentido, que nos horroriza.
Sin duda es porque la maternidad es la sublimación más natural de la
feminidad y la más idealizada hoy, en nuestras sociedades, pero, cada
vez que eso anda mal entre la madre y el niño, « la mueca de lo real »(9)
hace ruptura y recuerda lo ilimitado del goce femenino, cuando ella
encuentra su decisión funesta.
Traducción de Amilcar Gómez
Notas:
1: http://www.lemonde.fr/societe/article/2016/24/fabienne-kabou-condamne-a-vingt-ans-de-prison_4957605_3224.html
2: Ibid.
3
: Lacan J., Seminario, Libro XXIV, « l’insu que sait de l’une-bévue
s’aile a mourre », lección del 16 de noviembre de 1976, inédito.
4 : Lacan J. « Notas acerca del niñ0 », Otros escritos, Paris, Seuil,2001, p.373.
5 : http://www.liberation.fr/france/2016/06/24/veinte-años-de-reclusion-para-fabienne-kabou_1461828
6 : Ibid.
7
: Miller J.-A., « Obertura », en La Conversación de Arcachon. Casos
raros: los inclasificables de la clínica. Agalma-Le Seuil, 1997, p.
1963.
8 : http://www.liberation.fr/debats/2016/07/01/reflux-de-maternite_1463391
9 : Lacan J., « Televisión », Otros escritos, op. cit., p.512.
Instituciones como el constructor de un reconocimiento mutuo entre las
escuelas analíticas.
La participación activa de Horacio Etchegoyen en los movimientos nacionales conocidos como la Reforma Universitaria, durantes sus estudios de Medicina en La Plata, habrían sido otros tantos combates por la democratización de la enseñanza y la lucha contra cualquier forma de poder en el saber. Ya había forjado en esta época, convicciones éticas.
Sin embargo, Etchegoyen no se convirtió en un psicoanalista ecléctico. Siguió siendo kleiniano, menos por su análisis con Donald Meltzer, o de su formación en Londres con Esther Bick y Betty Joseph, menos aún por adhesión a una doctrina en plena expansión cultural, que por la necesidad de despejar la coherencia técnica por la cual pretendía estructurar su escucha de los pacientes.
Desde los años ’70, con la llegada a Río de la Plata de las ideas de Lacan, se interesó por aquél a quien calificaba como gran pensador freudiano del psicoanálisis, y deseó introducir su enseñanza en la formación oficial de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires que él cofundó, y de la que fue el primer presidente.
No dudó, en 1981, en invitar a Jacques-Alain Miller, de visita en Buenos Aires, a dar allí unas conferencias. En ese año de transición, de refundición de las escuelas lacanianas, no se pudo aceptar la invitación, pero dio comienzo a una amistad personal que se desarrolló en el respeto y el interés recíproco por los compromisos profesionales respectivos en la Causa común del psicoanálisis.
El Tratado de Etchegoyen sobre los Fundamentos de la técnica psicoanalítica, publicado en su primera edición en 1986, y traducido a varias lenguas (al inglés en 1991, y al francés en 2005) es un fiel reflejo de la preocupación ejemplar, sino única, del autor de conectar con los otros para intercambiar con cortesía, libertad y rigor -tres pilares de su existencia- y captar así lo más cercanamente posible, las bases teóricas que sostienen la práctica y la ética de los psicoanalistas. Su libro principal, extraordinariamente metódico y sutil en el análisis, rinde homenaje sin distinciones partidarias, no solamente a las grandes figuras que sirven al psicoanálisis, sino que desvela -nos atrevemos a decirlo- con alegría, la unidad del psicoanálisis -su credo- y su especificidad epistemológica en la multiplicidad de sus paradigmas.
Horacio Etchegoyen fue el primer presidente latinoamericano de la International Psychoanalytic Association (IPA) entre 1993 y 1997. La finalidad principal de su presidencia fue proclamar la disolución del « Comité de los siete anillos », considerando que a partir de entonces la organización internacional era distinta de aquélla que había tenido la necesidad -adecuada- de crear tal comité en 1912-1913
Por iniciativa de Vertex, la principal revista de Psiquiatría en Argentina, dirigida por Juan Carlos Stagnaro y Dominique Wintrebert, Horacio Etchegoyen y Jacques-Alain Miller, por entonces presidente de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) aceptaron dialogar. Las dos conversaciones tuvieron lugar en Buenos Aires, en español, los 23 y 30 de julio de 1996. Se publicaron con el título Silence brisé (editorial Agalma, difusión de Seuil) en referencia al hecho de que, desde 1963, no había podido tener lugar ningún encuentro entre las dos corrientes a ese nivel de responsabilidad institucional.
¿Etchegoyen un gran político? Es obligado reconocerle además su talento, pero más por sus efectos que por las intenciones de sus actos. Este psicoanalista responsable y sabio estaba persuadido sencillamente de que la defensa obstinada de las ideas recibidas tiene más que ver con la ignorancia que con el entusiasmo. Y de este valor antropológico, hasta el último suspiro en julio pasado, parecía ser todavía el poseedor más generoso.
Traducción: Fe Lacruz