¿De qué se trata en la Dirección de la cura y los principios de su poder »?
Para
empezar, podemos decir que se trata de la acción analítica, entendida
como la acción del psicoanalista. Ese texto es el testimonio de un
analista que trata de pensar lo que hace en su práctica, sin prejuicios,
en su autenticidad. Y eso implica primero, para un analista, reconocer
que se queda una parte oscura, de misterio, para él mismo, en los
efectos que produce. Puede ser en los mejores casos lo que estimula a
los analistas a pensar y a repensar de manera interminable el
psicoanálisis. Uno se puede burlar de los analistas, es una de las
cosas más fáciles en el mundo —sus analizantes se burlan del analista,
¿cómo no?—; se puede burlar de los analistas en grupo, que repiten de
manera interminable las referencias de Freud y de Lacan, again and again,
buscando una verdad que escapa en esa repetición. Pero se puede también
tener respeto por esa repetición que a veces traduce el sentimiento que
se queda para ellos mismos, en su propia acción, en los propios efectos
que produce, algo que los traspasa. Y eso es también lo específico de
lo que llamamos el inconsciente gracias a Freud y a Lacan, porque
después de Freud se había olvidado el concepto mismo de inconsciente.
Parecía un concepto arcaico de Freud y en la psicología del yo era muy
poco utilizado y descartado. Lo que llamamos inconsciente es algo con lo
cual no hay una buena comprensión, no tiene, el analista tampoco,
manera de entenderse bien con el inconsciente, no es un amigo leal, un
compañero al lado del cual uno puede sentirse cómodo; al lado del
Dr. Mansur me siento muy cómodo, pero al lado de su propio inconsciente
uno no se siente muy cómodo. Freud ha presentado el inconsciente como
algo que siempre traiciona al sujeto; el lapsus, el acto fallido, son manifestaciones de traición. El inconsciente es traidor y cada uno desconfía del suyo.
Esto
hace también a la dificultad de improvisar charlas en el ámbito del
psicoanálisis: la audiencia no perdona al conferencista, psicoanalista,
sus eventuales lapsus, lo que hace de eso cada vez una partida
con su propio inconsciente. Además, cuando es en otra lengua que la
lengua materna, tiene también su dificultad. Pueden referirse al texto
de Lacan, cap. IV. « encontrar la comprehensión, en contra de entender »,
para desvalorizar el hecho de entender, y eso es un tema fundamental por
cuanto, finalmente, uno no entiende el inconsciente. Se repiten cosas
pero eso no constituye una comprehensión. Entonces, en este texto, Lacan
siempre presenta proposiciones asertivas, pero hay que captar también
el patetismo de su búsqueda, aunque no lo pone él mismo en evidencia.
¿Qué
hace exactamente el analista? Ésa es su pregunta a él mismo. ¿Qué debe
hacer para obrar conforme a la esencia del psicoanálisis? Hay cierta
paradoja al centrar la pregunta sobre la acción del analista, porque si
hay en el mundo un personaje que no parece hacer mucho, es el analista, a
tal punto que hay como un aspecto, un aura de pereza alrededor del
analista; no parece trabajar. Incluso, muchos años después de este
texto, Lacan dirá: bien, evidentemente el paciente trabaja, el analista
hace el acto analítico, pero el trabajo analítico lo hace el paciente,
el analista en cierto modo lo pone a trabajar. Cuando vemos un
cirujano o un trapecista, trabaja; el analista es más complicado, nos
obliga a repensar lo que es el trabajo. En cierta medida el analista no
hace nada y pueden encontrar, en las primeras páginas de ese texto
también, la teoría que retoma Lacan del no hacer del analista. Lacan
mismo en textos anteriores ha teorizado el no hacer del analista, que
para lograr mantenerse en el no hacer y, eventualmente, en el no decir,
es necesaria una formación; porque la agitación corporal, la compasión,
ir a buscar al otro, dar un consejo, moverse, ver al otro, pegarle,
acariciarlo, todo eso produce cierto placer al ser humano; se puede
entender que hay una forma superior del no hacer que es como el colmo de
una formación, y que solamente a los ignorantes parece una pereza
común. Lacan busca referencias en las sabidurías orientales. Por
ejemplo, en su texto anterior que se llama « Variantes de la cura tipo »,
se refiere a la vía del analista, la vía es el tao, habla del parentesco
que hay entre el tao y la posición analítica del no-hacer. Pueden
encontrar en el cap. I de este texto, punto V, la comparación que hace
Lacan entre el análisis y el bridge y dice que el analista se apoya en lo que se llama en el bridge
« el muerto »; en textos anteriores Lacan compara al analista con el
muerto del juego, y habla de la caracterización de la posición del
analista. Pero en cierta medida en este texto Lacan habla contra esa
teoría del él mismo; es decir no se satisface con la idea de la posición
analítica como una posición de no hacer y, al contrario, elabora como
novedad una teoría de la acción analítica, más allá de la descripción de
la posición analítica como de un no hacer, con la idea de que el
analista, en su modo propio de no hacer, revela algo de la verdad de
cada acción humana. Ahora bien, este texto no es de teoría pura y en
realidad el analista no es un contemplativo; en eso por lo menos se
distingue del taoísta o del filósofo « al estilo de Platón » como
contemplativo. Y el analista no es un contemplativo, porque el
inconsciente no se contempla, porque ya no se queda inmóvil suficiente
tiempo para que uno lo pueda contemplar; se mueve, como el deseo: un
momento acá, otro momento allá. Y es difícil casarse con el deseo; uno
se casa con una persona del otro sexo, pero no se casa con el deseo, y a
veces confundir las dos cosas produce algunos problemas.
No es un
contemplativo y en este texto Lacan trata de elaborar la teoría de la
« praxis analítica », el término que vuelve también en el título del
capítulo IV del texto cuando se pregunta: « ¿Cómo actuar? », y responde:
« con su ser. » Pero « ¿cómo actuar? » es la pregunta del texto. Por
supuesto, trata de ubicar esa acción con referencia a una estructura muy
precisa que no aparece de manera evidente en el texto, que hay que
recomponer, cosa que haremos. La expresión « la acción analítica » se
encuentra varias veces en el texto. A veces hay que leer un poco a
Lacan como se leyeron los jeroglíficos, y también como Freud descifró el
inconsciente, es decir, estando atento a las repeticiones. « La
acción analítica » entonces es una preocupación, una expresión que vuelve
regularmente en este texto; por ejemplo, en el capítulo V, punto 16,
tercer y cuarto parágrafos, ahí, en la última parte del texto, Lacan
dice: « Es increíble que ciertos rasgos que sin embargo desde siempre han
saltado a los ojos de la acción del hombre como tal no hayan sido aquí
sacados a la luz por el análisis. » Y después describe cómo percibe la
acción humana a partir del punto de vista analítico: « Nos referimos a
aquello por lo cual esa acción del hombre es la gesta que toma apoyo en
su canción. Esa faceta de hazaña, de realización, de resultado
estrangulado por el símbolo […] aquello en fin por lo cual se habla de
un paso al acto, ese Rubicón cuyo deseo propio está siempre camuflado
en la historia en beneficio de su éxito, todo aquello a lo que la
experiencia de lo que el analista llama el acting-out le da un
acceso casi experimental, puesto que él domina todo su artificio, el
analista lo rebaja en el mejor de los casos a una recaída del sujeto, en
el peor a una falta del terapeuta. »
Se queda uno estupefacto ante
esa falsa vergüenza del analista ante la acción en la que se disimula
sin duda una verdadera —una verdadera vergüenza—, « la que tiene de una
acción, la suya —la acción analítica—, una de las más altas cuando
desciende a la abyección. » Resulta difícil seguirlo cuando se lo lee o
escucha por primera vez, estoy tratando de ver o de sentir si perciben
el sentido. Lo voy a tomar solamente como testimonio, que es realmente
lo que está en las últimas páginas del texto, nodal, un hilo conductor
en la lectura de ese texto de Lacan, la preocupación por la acción y el cómo
de la acción analítica, que parece un no-hacer, que devela algo de la
acción humana. Ese tema Lacan lo va a continuar muchos años después en
un seminario que se llama « El acto analítico » y ese seminario
complementa esta « Dirección de la cura… » La preocupación por la acción
humana es anterior en Lacan y, la ha estudiado en lo que llama « sofisma
de los tres prisioneros », en « El tiempo lógico y el aserto de
certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma. » Ese análisis del tiempo
lógico es sobre la estructura de la acción humana, porque demuestra,
mediante el sofisma, que si los personajes del cuento no actúan, nunca
van a poder descubrir la verdad. Deben actuar sin saber la verdad para
poder descubrirla; es decir, deben actuar, precipitar una conclusión
sin tener la conclusión lógica ya hecha. Por eso habla de tiempo lógico,
porque introduce un factor temporal en la búsqueda de la verdad. Hay
que anticipar con la acción la posesión de la verdad y después verificar
esa certeza en una precipitación. En ese texto de 1944, « El tiempo
lógico… », es decir, catorce años antes de « La dirección de la cura »,
Lacan escribe: « La verdad se manifiesta avanzando sola en el acto que
engendra su certidumbre. » La verdad depende de un acto, eso es lo que
trata de demostrar. « Inversamente el error, como confirmándose en su
inercia y engarzándose difícilmente para seguir la iniciativa
conquistadora de la verdad. » Una verdad que va conquistando, y más allá
del saber que detenta antes.
El texto « La dirección de la cura… »
de manera velada se poya en ese tiempo lógico, en esa doctrina de la
acción, del acto, que anticipa sobre el saber que uno detenta y que abre
el camino conquistador de la verdad. Uno no puede solamente someterse a
la realidad. La verdad es de un orden, un registro distinto y en
cierto modo superior a la realidad. »
Jacques-Alain Miller: Conferencias porteñas, tomo 2, Paidós, Buenos Aires, página 177.