Adriana, a partir del primer llanto, visto este como acontecimiento de cuerpo, nos introduce al misterio del cuerpo hablante y al traumatismo del malentendido del parlêtre. ¡Buena lectura!
Notas:
de la técnica “musical” de la escritura Joyciana, Ángel interroga la
operación que permite a Joyce hacer un ego de su síntoma, dando cuenta
de un goce que no proviene del sentido sino de la “polifonía de la
palabra”. Un aporte interesante para ubicar la manera en que el gozarse
del cuerpo hace un uso singular de la lengua. ¡Buena lectura!
Lacan, Joyce hizo un ego con su síntoma –la “imposición de las
palabras”- en una operación de escritura de la que no se sabe si se
trataba de librarse del parasitismo de las palabras o, al contrario, de
dejarse invadir por su puro fonematismo, por la polifonía de la palabra,
como dice Lacan. ¿De qué se trata aquí sino de la música de las
palabras?
especialistas reconocieron pronto las bases musicales de la escritura
de Joyce, su belleza rítmica y melódica. A Joyce hay que leerlo en voz
alta. El crítico canadiense Patrick Watson encuentra aquí el “secreto”,
sino de su inteligibilidad, al menos de su legibilidad: “Incluso si
articulas las palabras en silencio, de repente lo que parecía
incomprensible salta al sentido referencial, por su sonido, ya que
página tras página surgen alusiones a frases familiares, parábolas,
dichos de todo tipo”.
la música no sólo está en su técnica de escritura: toda su obra está
plagada de referencias musicales –que han dado pie ya a dos
compilaciones editadas por Sunphone Records. El propio Joyce era músico
aficionado y compuso una canción para Finnegans Wake: « The Ballad of
Persse O’Reilly » (http://www.james-joyce-music.com).
gran descifrador que era Freud, retrocedía ante la opacidad de la
música. En el “Moisés…” reconocía que su “disposición racionalista” le
impedía dejarse conmover por una obra de arte sin saber qué y por qué lo
conmovía. Siempre intentaba aprehender “a su modo”, o sea, reduciendo a
conceptos, el influjo que una obra ejercía sobre él, atrapar con
palabras aquello que lo cautivaba. Y es aquí donde encalla Freud: la
música es imposible de parafrasear, lo que ella expresa no se puede
traducir en conceptos (Marulanda). En la música no es posible asociar
sonido y sentido. Significante y significado, forma y contenido son en
ella indistinguibles. Su sentido es pura inmanencia, puro efecto de
goce.
entre lo poco que dijo al respecto, comentó al pasar: “Alguna vez –no
sé si tendré tiempo- habría que hablar de la música, al margen” (Aún).
Esa escueta referencia nos da, sin embargo, una clave: tratándose del
habla, la música es lo que está al margen, lo que se encuentra sólo al
sesgo.
la música es “un ruido al que se la ha dado forma según un código”
(Attali), la música sería un modo de extraer de ese ruido de fondo que
es lalengua una cierta forma expresiva. Cuando sentimos que la música
nos “dice algo”, nos “habla de algo”, tal vez sea porque hace ex-sistir
–en forma efímera, sólo mientras suena y siempre al margen- el enigma
de una presencia Otra. No tanto el enigma de lo que querría decir, como
el de lo que nos hace sentir (Freud).
Gabriela Urriolagoitia reflexiona acerca del estatuto del cuerpo hablante en la última enseñanza de Lacan, interrogando el desplazamiento que en su definición, como misterio, se produce entre el Seminario 20 y la clínica borromea. ¡Buena lectura!
En
“El Inconsciente y el Cuerpo Hablante” Miller(1) nos invita a trabajar
en el próximo congreso, el estatuto del cuerpo hablante, partiendo del
Seminario 20 donde Lacan dice que el cuerpo hablante es un misterio: “Lo
real, diré, es el misterio del cuerpo que habla, es el misterio del
Inconsciente”(2).
Propongo
pensar el misterio del cuerpo hablante a partir de dos momentos
distintos en la enseñanza de Lacan, desarrollados por Miller: El primer
momento es Aun donde si bien Lacan está en las puertas de su última
enseñanza, se trata de un real penetrado por lo simbólico(3) a partir
del cual lo real, el cuerpo y el inconsciente son equivalentes y son un
misterio porque constituyen el límite que lo simbólico ya no puede
aprehender. La última enseñanza de Lacan con la perspectiva borromea,
apunta a disolver el misterio del cuerpo hablante en la medida en que
opera una disyunción de lo simbólico, lo imaginario y lo real. No se
trata así, de un real abordado por lo simbólico, sino de un real sin
ley, al cual lo simbólico le es exterior. Real donde no hay relación de
nada con nada. Con la disyunción entre lo simbólico y lo real, el cuerpo
hablante y el inconsciente dejan de ser equivalentes. El cuerpo ya no
está en relación al síntoma como formación del inconsciente
transferencial, sino al acontecimiento del cuerpo y a lo irreductible
del sinthome. Así entiendo que Miller nos proponga sustituir el
inconsciente por el parletre.
Entonces:
Primero el cuerpo hablante en el Seminario 20 es un misterio porque lo
simbólico en su intento de abordar lo real, se encuentra con un límite.
Después Miller nos dice que la perspectiva borromea de la última
enseñanza de Lacan, apunta a disolver el misterio del cuerpo hablante(4). En 2014, nos dice que el misterio es el de la unión de la palabra
con el cuerpo, y que este hecho es del registro de lo real(5). Se trata
a mi entender de ese trozo de real del que no puede saberse nada, pero
que produce acontecimiento de cuerpo, traumatismo de lalengua frente al
cual el parletre debe inventar algo para arreglárselas con eso.
Este
breve recorrido es para mi, una posibilidad de acoger la invitación de
Miller a trabajaren la clínica del parletre y del psicoanálisis del
Siglo XXI.
Notas:
1 Miller, J.A. “El Inconsciente y el cuerpo hablante” Conferencia de
clausura del IX Congreso de la AMP, en Scilicet, Grama Ediciones, 2015
2 Lacan Jaques, Seminario 20 “Aun”, Editorial Paidós, 2014, pg. 158
3 Miller, J.A. “Piezas Sueltas”, Editorial Paidós, 2013, pg. 59
4 Idem, pg. 58
5 Idem 1, pg. 27
EL CAMINO DE UN ANÁLISIS, por Susana Dicker
Una
frase de J.-A. Miller en El ultimísimo Lacan, ofrece a Susana Dicker la
ocasión de interrogar el valor que toma la interpretación en el
contexto de una práctica analítica ordenada por la clínica del sinthome y
del parlêtre. ¡Buena Lectura!
Una expresión de J. A. Miller(1) llamó mi atención: “Porque el inconsciente es un discurso de los
otros, del Otro, de nuestra familia, es un principio de simpatía…”* Pone
a la misma en contrapunto con la apuesta de Lacan en su ultimísima
enseñanza, y la importancia que da al sinthome, alejado de cualquier
simpatía o lazo comunicacional.
Encuentro aquí una nueva
oportunidad de interrogar nuestra práctica. La recomendación de Miller
en este texto es la de una dirección que va desde “no conformarse con
ser hablado por su familia (…) librarse, después de haberlas recorrido,
de la escorias heredadas del discurso del Otro”. Separarse del Otro,
identificarse con su sinthome pero, para seguir a Lacan, “tomando sus
garantías y con una suerte de distancia”. Y se pregunta (2) si esto
significa “… saber desembrollar, manipular, su ser de sinthome”,
incluso desembrollarse de lo verdadero, de la imagen, puesto que acá el
cuerpo está metido en el asunto.
Se trata de un deslizamiento
desde el desciframiento al uso, como elección en la propuesta de Lacan
en los años ’70, el pasaje a “un modo operativo distinto al de la
interpretación”(3)
Sin embargo, sabemos que el recorrido de un
análisis no es sin la experiencia del sentido y su enunciación por parte
del parlêtre, no para quedarse allí sino como vía de acceso a ese real
respecto al cual desplegará sus modos singulares de arreglárselas. Del
sentido a lo excluido del sentido es el camino del análisis, desde el
“hacer verdadero” por la vía del semblante y la significación que
justifica las “equivocaciones” del inconsciente, que construye la
historia “a través de la hystoria (cuando) en realidad sólo hay azares”(4).
Interesa la conclusión del capítulo: si interpretación,
transferencia y saber están más cerca de la sugestión como efecto
natural del significante; y si, en el Seminario XXIV, Lacan reclama un
significante nuevo que no esté contaminado por el sueño sino que
desencadenaría un nuevo despertar… ese despertar ¿es posible? Si “de la
enfermedad mental que es el inconsciente no se despierta (…) si en ese
nivel (el del discurso del Otro) no hay despertar, ya que se anda de
sentido en sentido… quizás sea en el nivel del Uno, mediante la
identificación con el sinthome, donde el despertar podría, por así
decir, cesar de no inscribirse”.(5)
Entonces, ¿debemos renunciar a
la interpretación en el análisis del parlêtre? O se trata, más bien, de
pensar una que apunte al cuerpo hablante, “a producir un
acontecimiento, pues ya no se trata de la búsqueda de la verdad sino de
creer en un real sin sentido y sus efectos de goce.” (6)
Notas
Miller, J.-A, “Inconsciente y sinthome” en El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2013, p 138
*El subrayado es nuestro
2 Miller, J.-A, Ibídem, p 141
3 Miller, J.-A, Ibídem, p 141
4 Miller, J.-A, Ibídem, p 143
5 Miller, J.-A, Ibídem, p 1456 Dicker, Susana: “Lo que no miente es el goce” en Papers # 9, 2016
Con
este texto, Clara María Holguín nos invita a pensar la diferencia entre
lo que es del orden del hablar y del decir, planteando la pregunta que
da origen a su elaboración: ¿Cómo analizar ese cuerpo hablante?
Transformar el hablar en un decir exige del analista un saber hacer, con
la singularidad y con el cuerpo. ¡Buena lectura!
aproximarnos a la apuesta planteada por JAM “analizar el parlêtre”(2)
es necesario sostener el misterio. El cuerpo tomado como rehén por la
palabra, es decir, es atrapado por una palabra, deja al sujeto condenado
a una presencia corporal que no es posible borrar ni traducir:
“desgarro que la lalengua impone al viviente, recortándolo según las
tres dimensiones simbólico, imaginario y real”(3) .
diferencia del cuerpo hablado, que define el cuerpo histérico, donde se
habla el lenguaje del sueño, el cuerpo hablante, está en el límite del
sentido y del descifraje, algo se inscribe como un agujero, como un
blanco fundamental. Que no quiera decir nada, no significa que no tenga
efecto sobre el cuerpo.
palabra que toma el cuerpo es “Un decir que hace acontecimiento” en un
encuentro contingente –tyche-. Marca real, que hace que los
significantes devengan inolvidables para aquel que los recibe,
imprimiendo un modo de goce propio y singular, que da cuenta del cuerpo
en tanto que viviente. El cuerpo goza de lo que una palabra expresa por
medio de un síntoma(4). Es, señala Naveau(5), porque el cuerpo es
tomado por la palabra, que tiene su palabra para decir a través del
síntoma, haciendo resonar un mal-decir.
analizar este cuerpo?, ¿Cómo actuar sobre el misterio?. Si de lo que se
trata como hemos visto, es de la manera cómo un cuerpo es afectado y
tomado por una palabra, en la experiencia se trata, cómo señala H.
Bonnaud, de psicoanalizar ese dicho del cuerpo (dis-corps), esa
discordia entre el cuerpo y el ser hablante que habita ese cuerpo: decir
“eso” que habla, no tanto como sujeto, sino el cuerpo hablante…..decir
de ese goce oscuro, insoportable y extraño así mismo.(6)
ello, el analista deberá hacer parte del cuerpo hablante, hacer parte
del sistema inconsciente, es decir, atrapar la palabra del analizante,
que es también su cuerpo(7), lo que implica que los dichos ordinarios
del sujeto puedan ser transformados en “un decir”. Para afectar el
cuerpo viviente hay que poder causar una resonancia corporal. Hacer
sonar el cuerpo, el goce del sonido.
EL KOAN DE LA ESCUELA, por Miguel Gutiérrez Peláez
Apoyándose
en la tradición budista del kōan, Miguel Gutiérrez actualiza una
apuesta esencial de la enseñanza de Lacan: hacer de la pregunta ¿Qué es
un analista?, el vacío, el kōan de la Escuela. Cómo producir y sostener
esta pregunta, como posibilidad de formación, es el desafío… ¡Buena
lectura!
El
kōan es “una paradoja para ser meditada que es utilizada para entrenar a
los monjes budistas zen a abandonar la dependencia última en la razón y
forzarlos a alcanzar una iluminación intuitiva repentina”(1). Son
producciones verbales que apuntan a lo real(2), no tanto por su sentido
oculto, sino la pura dimensión traumática del lenguaje(3), que incluye
su fuerza percusiva, su sonoridad. El conocido “¿Cuál es el sonido de
una sola mano al aplaudir?” es solo una de sus formas. En la película
Samsara(4) del director Pan Nalin, Tiunhasi es confrontado por un kōan:
“¿Cómo evitar que una gota de agua se evapore?” Luego de un periplo
absolutamente distópico (su reclusión voluntaria por tres años en una
caverna y la tentadora seducción de Pema, pasando de las cavidades de la
montaña a las cavidades del cuerpo de una mujer), Tiunhasi se anima a
dar su respuesta: “Arrójala al mar”. Esa es su respuesta a la pregunta.
Se comprende que cada iniciante tendrá que recorrer el trayecto de su
vida, de su entrenamiento y su formación, para poder dar una respuesta
singular. Y, sin embargo, esa respuesta que tiene que ver con lo más
íntimo de Tiunhasi, con su “legítima rareza”, resuena extrañamente en
nosotros.
Es lo que sucede con los testimonios de los AE, que
hacen eco en nosotros precisamente porque resuenan en el vacío
estructural de la Escuela, esa que es condición de su inconsistencia;
son relatos absolutamente únicos que, sin embargo, como el arte,
retumban – y también disuenan – con la fábula de cada uno, sin hacer
serie con las historias vitales singulares. Es la sabiduría de la
audición de un significante nuevo, ese sublime momento en el que el
propio silencio cobra estatuto de palabra.
Propongo que la
pregunta: “¿Qué es un analista?” es el kōan de la Escuela. Es una
pregunta sobre cuyo vacío se construye la Escuela, siempre a condición
de que permanezca irresuelta(5). Cada analista, uno a uno, en la medida
en que su análisis alcanza un final, anima una respuesta.
Hay
una pregunta especialmente conmovedora de James Joyce en su Finnegans
Wake y que ahora entiendo en la lógica del kōan: “That letter selfpenned
to one’s other, that neverperfect everplanned?”(6). Es el kōan,
contenido en su propia obra, al que Joyce responde sus escritos y su
respuesta interpela al analista. Letter: la obra entera de Joyce es una
carta y una letra, sostén de su ego. Selfpenned, dice Joyce,
perteneciente al terreno de la escritura y dirigida a un otro,
precisamente a ese otro de sí (otro de mí)(7); he ahí toda la relación
con una obra que se escribe a sí misma más allá del sujeto.
Neverperfect, dando lugar a lo imprevisible, al equívoco, a lo
inconsistente, al Ereignis, al estado de excepción que rompe toda
legalidad. Por último, everplanned, transversal a la existencia, desde
los más precarios mordiscos de lalengua en la carne del parlêtre. Joyce
inventa significantes nuevos (casi se siente como si se los robara del
mismísimo pozo de las Danaides, letras que son parte del propio cuerpo),
forzando la lengua inglesa al extremo de sus límites – lengua de
carne/carne de la lengua – hasta hacerla hablar de lo innominable, de lo
indómito de su agujero. Leo a lo largo de la obra de Lacan la
emergencia de ese kōan, “¿Qué es un analista?” o, más extensamente,
“¿Qué es lo que eres cuando dices que eres un psicoanalista?”. Es un
enigma de Esfinge. ¿Cómo hacer que la Escuela sea la morada que haga
posible para cada analista una respuesta a esa pregunta?
Notas
1 http://www.merriam-webster.com/dictionary/kōan
2 Ramírez, M. E. (2014). Lacan, maestro zen. http://marioelkin.com/blog-lacan-maestro-zen/
3
Gutiérrez-Peláez, M. (2015), Ferenczi’s Anticipation of the Traumatic
Dimension of Language: A Meeting With Lacan, Contemporary
Psychoanalysis, 51(1): 137-154.
4 http://www.allmovie.com/movie/samsara-v267616
5 Miller, J. A. La Escuela de Lacan. Publicado en Elucidación de Lacan. http://www.wapol.org/es/las_escuelas/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=289&intIdiomaArticulo=1&intPublicacion=10#notas
6 Joyce, J. (1939). Finnegans Wake. New York, USA: Penguin Classics, p. 489
7
A ese lugar de extimidad que nos revela Agustín cuando encuentra lo más
distante (a saber, Dios) dentro de sí (lo más propio, interior).
El
texto de Jessica Jara destaca un aspecto central del psicoanálisis
orientado por la ultimísima enseñanza de Lacan: se trata de hacer con la
“lalengua”. Si entre el pathos y la pathosidad, el equívoco de la
lengua libera el sinthome; el “equivocar” implica un saber leer el
sinsentido, ese que resuena. ¡Buena lectura!
señala que en el lenguaje todo se produce en el parloteo, en el
balbuceo; y que, el nacimiento del lenguaje se da en la caverna, la
capilla que da forma al vacío con sus paredes.
Si bien Platón
inventó la caverna, Lacan la hará resonar. Será en sus muros en los que
resuena la propia voz y ¡es evidente que eso hace gozar! Se trata del
eco en el cuerpo por el hecho de que ex -iste un decir. Esto no es un
goce del dicho sino de la sola enunciación resonante.
Cuando el
goce del “laleo” pasa en el ser hablante a goce del blablablá, el
lenguaje se vuelve un cáncer que se nutre del sentido. El psicoanálisis
lacaniano no se guía por este último sino que va en dirección al hacer
con la “lalengua”. Así, Lacan en los 70’s mostró su propio ejercicio de
ensa/eñamiento con la lengua: sus resonantes neologismos gozosos,
inéditos trozos lenguajeros imposibles de traducir del todo.
Lalengua
agujerea la lengua. La letra itera en el significante reiterativo y
pulsa el cuerpo. Es el “vaveo egoísta” en el poema IX de “Trilce” de
Vallejo. Allí la letra está fuera de toda dialéctica o cálculo posible, y
vuelve al poema imposible de leer en voz alta. Solo entonces se trata
de leer y no de descifrar, goce tan caro a los académicos.
En la
práctica analítica pueden situarse las coordenadas del pathos: del
sufrimiento y la pasión del ser. La pathosidad como síntoma es efecto de
Un acontecimiento que impactó la carne. Trauma que es agujero y
agujerea aún cualquier esfuerzo de historyzación. Aquí será el equívoco
de la lengua el que libere el sinthome; siendo que, “equivocar” no es un
juego intelectualoide de palabras sino sinsentido que resuena en el
cuerpo (del) hablante.
Miller ha apuntado que “amuro” significa
también que es preciso atravesar cada vez el muro del lenguaje para
tratar de ceñirnos más a lo que hacemos en nuestra práctica analítica.
Y, como diría Lacan, entonces… es cada vez más logrado el acto fallido.