Lacan toma el soporte topológico de la teoría de nudos y en los años 70, período de importantes conceptualizaciones sobre la psicosis, se interesa en Joyce. Miller señala que “James Joyce inspiró a Lacan, Joyce en tanto que del síntoma ‘da el aparato, la esencia, la abstracción’”.
Así, interesado en Joyce, Lacan destaca que “resulta difícil no ver en el esfuerzo que hace desde sus primeros ensayos críticos, inmediatamente después en Retrato del artista, más tarde en Ulysses, para terminar en Finnegans Wake, en el progreso de alguna manera continuo que constituyó su arte, que cada vez se le impone más cierta relación con la palabra –a saber, destrozar, descomponer esa palabra que va a ser escrita- hasta tal punto que termina disolviendo el lenguaje mismo”. Esa disolución del lenguaje, la ruptura del sentido y el carácter homofónico de la palabra toman relevancia en el último Lacan.
De este modo, en su última enseñanza, la noción de lalengua se distingue del lenguaje: “a lalengua entendida fonéticamente se le resta (…) la gramática”, y “se burla tanto del léxico como de la sintaxis, se abre a lo que encantó a Lacan, es decir, a todos los equívocos”.
Es preciso señalar que Lacan considera sensato aquello que experimenta Primeau, a saber, que la palabra se le impone; y en ese punto introduce una articulación con Joyce afirmando que en la presentación clínica recordó al escritor irlandés y a su hija Lucía, dado que el señor P. destacaba que después de haber tenido la sensación de palabras que le eran impuestas, sintió que todos conocían sus pensamientos. Él se definía como un telépata emisor: otros conocían lo que él pensaba. Como bien precisa en la entrevista con Lacan, no se trataba de que él transmitiera un mensaje, sino de que determinados “telépatas receptores” oyeran sus pensamientos y aquello que más lo enloquecía era que supieran sus propias reflexiones, es decir, las respuestas que intentaba formular ante las palabras que se le imponían.
Así, a Lacan le interesa hablar de Lucia y de Joyce, quien defendía a su hija del diagnóstico de los médicos afirmando que era una telépata. La certeza de Joyce al atribuirle esta virtud a su hija revela algo que sitúa en la prolongación de su propio síntoma, a saber, que a él mismo la palabra se le imponía. Lacan establece entonces el mayor acercamiento entre el señor P. y Joyce: “resulta difícil no recordar a propósito del caso de Joyce a mi propio paciente, tal como la cosa había comenzado en él. No puede decirse que a Joyce no se le impusiera algo con respecto a la palabra”.
El encuentro contingente con Primeau, en el marco de las presentaciones de enfermos en Sainte Anne, le permite recortar un detalle que aloja una extracción de saber que se obtiene de la presentación.
Iniciado el diálogo con Primeau, Lacan no vacila en darle la palabra, enfatizando que es él, el señor P., quien sabe lo que le ocurre. Lacan pregunta una y otra vez, no comprende, y en ese marco Primeau, luego de indicar que está un poco desunido respecto del lenguaje, y de señalar la descomposición que había hecho con su nombre y cómo lo había “despedazado” para crear, nos enseña sobre las palabras impuestas.
Ante la pregunta precisa de Lacan, “a qué llama usted ‘la palabra’ impuesta », Primeau responde: “La palabra impuesta es una emergencia que se impone a mi intelecto y que no tiene ninguna significación corriente. Son frases que emergen, frases no reflexivas, que no son ya pensadas, sino que son como emergencias que expresan el inconsciente…”. Y continúa: “emergen como si yo fuese, no sé, manipulado » (…) “no sé cómo viene, se impone a mi cerebro. Llega de golpe: Usted ha matado al pájaro azul. Es un ‘anarchic system’ (…) frases que no tienen ninguna significación racional en el lenguaje banal y que se imponen en el cerebro, en el intelecto”. Primeau hace referencia a contracciones de palabras: “es un ‘assastinat’ político” es la contracción entre assssinat (asesinato) y assistanat (asistentado).
La entrevista con Primeau y su testimonio sobre las palabras impuestas, lo conducen a Lacan a preguntarse “¿cómo es que todos nosotros no percibimos que las palabras de las que dependemos nos son, de alguna manera, impuestas?”. Y avanza un paso más con su interrogación, a saber, por qué un hombre llamado normal no percibe que la palabra es un parásito, que es la forma de cáncer que aqueja al ser humano y cómo hay quienes sí llegan a sentirlo.
Ese capítulo, el sexto del Seminario 23, ha sido titulado “Joyce y las palabras impuestas”. Así, en el título mismo se hace presente el detalle clínico extraído de la presentación y recortado por un entrevistador en posición de analista. De esta manera, el testimonio del señor P. permite revelar el carácter parasitario de la palabra en el ser hablante. Ahora bien, hay que destacar que el saber hacer de Joyce respecto de la palabra que se impone marca una diferencia con Primeau y aún con su hija Lucía.
Si el inconsciente estructurado como un lenguaje se elabora a partir de la histeria y la historia, la teoría del inconsciente en el último Lacan se elabora más bien desde la psicosis. La posición de Lacan en la entrevista, marcada por la “sumisión a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo”, tal como había subrayado en el escrito De una cuestión preliminar… es la misma en los inicios de su enseñanza y a esta altura, en los años ’70.
Asistimos así, tal como lo había destacado Miller, a la “enseñanza de los enfermos en la presentación”. Una vez más se trata de los pacientes que nos enseñan con sus testimonios, y desde esta perspectiva el encuentro de Lacan con Primeau, en el marco de la presentación de enfermos, ha sido un lugar fecundo para ello, renovando la apuesta en una práctica que da cuenta de la ética del psicoanálisis.