Aniversario de la liberación del campo de Auschwitz-Birkenau, por las
tropas soviéticas. Este año, Alemania va a juzgar a Oskar Gröning, el “contador
de Auschwitz”. Este año, dos películas en lengua alemana evocan el horror nazi.
A su manera, cada uno de estos dos filmes pone en escena un tema que, frente a
lo real, intenta encontrar una solución, para decir lo innombrable.
Phoenix. 1945. Berlín. En los laberintos de
una ciudad en ruinas, Nelly, una joven mujer judía escapada de los campos,
reaparece, el rostro desfigurado, el cuerpo dislocado, en una Alemania que,
ocupada en sobrevivir, olvida su funesto pasado.
Nelly debe, ante todo, reponerse y
sufrir una serie de cirugías que cambiarán, para siempre, su rostro.
Inmediatamente, ella va a buscar a su marido, Johnny, del que aún está
enamorada. Ella querría encontrar a aquél que, antes de la guerra, la
acompañaba en el piano, cuando ella cantaba Kurt Weill. Pero, en ese país,
dirigido a su propia reconstrucción, Nelly es un espectro, donde nadie quiere
escuchar la historia. “Nadie te preguntará”, le dicen. Por otra parte, nadie le
creerá.
Termina por encontrar a Johnny, que
no la reconoce, pero le encuentra una perturbadora semejanza con la mujer que
él cree muerta en los campos. Nelly, poco a poco, va descubriendo que se trata
del hombre que ella amó y que la dejó librada en manos de los nazis. ¿Cuál es
el sitio a encontrar en esta Alemania, a la hora cero?
« Kein Rückkehr für uns »,
se oye decir: los sobrevivientes no deben esperar ningún retorno posible, en
este país. Johnny, empleado en un cabaret, El Phoenix, concluye en una vil
negociación: que ella se haga pasar por su mujer y así poder compartir la
herencia de su familia asesinada en los campos. El amor ciego, por este hombre,
la lleva a hacerse el objeto. Reducida al silencio, se pliega a la mascarada y
a la mentira, que él le propone.
Frente al silencio al cual ella se
ve forzada, Nelly terminará por esbozar una solución. A aquellos que nada
quieren saber, ella les hará llegar el horror que ha vivido en su carne.
A aquellos que se apresuran en dar
vuelta la hoja, ella les hará llegar su verdad, en una escena concluyente.
Delante de amigos de otros tiempos, que festejan el “retorno oficial” de la
salvada de los campos, Johnny se pone a tocar el piano, para acompañar a Nelly.
La voz, que al comienzo es vacilante y temblorosa termina por afirmarse y
encontrar su timbre. Una voz no se olvida: Johnny la reconoce.
De la sin voz y sin nombre que ella
devino, Nelly renacerá para cantar, como en otro tiempo Speak low. Una
voz renace sobre un mundo en cenizas.
El realizador, Christian Petzold, ha
dedicado su film a Fritz Bauer, el iniciador de los célebres procesos de
Auschwitz, a comienzos de 1963 y que permitieron, no sólo juzgar a una parte de
aquellos encargados de hacer funcionar la fábrica de muerte sino, también, de
hacer conocer a toda Alemania la magnitud del crimen. Con esta primera ola de
juicios, un país salió de su pasión de la ignorancia. Auschwitz deviene el
nombre del horror.
Im Labyrinth des Schweigens. 1958. Frankfort. Pasaron trece
años desde el final de la guerra. La Alemania de Adenauer ya está bien
instalada en su reconstrucción. Ya forma parte del concierto de las naciones.
Auschwitz parece, sin embargo, lejos de la memoria. Excepto aquellos que lo han
vivido ¿quién sabe qué es lo que allí pasó? ¿Quién sabe o quiere saber que ése
fue uno de los lugares de la barbarie nazi? ¿Cómo integrarlo a la memoria y al
relato histórico? El joven procurador Johann Radmann (que encarna la figura
histórica de Peter Kalb) nació con la guerra y, por eso, no puede ser
sospechoso de haber participado en el crimen. Por otro lado, del crimen, él
ignora todo.
La contingencia de un encuentro con
un sobreviviente de los campos lo llevará a querer saber más. Incitado por
Fritz Bauer, entonces, procurador general en Frankfort, se sumergirá en los
archivos guardados, meticulosamente, por los nazis. Él descubre allí el grado
de muerte, el horror de la masacre, el sadismo de los guardias de Auschwitz.
Sobre todo, combate “el no querer saber” de los alemanes. Para juzgar a los
criminales, que fueron los engranajes directos de la máquina de muerte y que,
sin embargo, pasan sus días apacibles en Alemania, sin inquietarse, es que
funda una base jurídica para los actos criminales. Escuchar a las víctimas,
desbrozar los archivos, guardados por los verdugos de Auschwitz, extraer de los
mismos las voces singulares de los sobrevivientes, encontrar a los autores de
los crímenes, buscar las pruebas. Desenmascarar a los verdugos con la palabra
de los sobrevivientes. Es, también, a su propio “nada quiero saber”, que el
joven Johann se confronta, cuando descubre que su propio padre fue, él también,
miembro del partido nazi.
En el embrollo de los archivos y en
el laberinto del silencio en que se convirtió su país, Radmann intenta
encontrar una solución para que el horror sea, al fin, conocido por todos.
Dar voz a los sobrevivientes, es
hacer justicia para inscribir en la historia la verdad de Auschwitz. Pero,
« der Riss ist zu gross », el desgarro es demasiado grande y, frente a
lo real insoportable, el joven procurador recurre a los semblantes y a lo
simbólico: recitar el Kaddish, en el campo, homenajear a los que quedan
y a los que han muerto, dar una sepultura simbólica a los cuerpos anónimos.
En ambas películas, un sujeto trata
de hacer con lo real, sin retroceder. Nelly, sobreviviente, encuentra su voz y
su nombre. Puede, nuevamente, cantar a viva voz.
Johann, hombre de derecho, restituye
la voz a los torturados y restablece una cuota de verdad. Frente al silencio,
se trata de hacer entender lo más singular de cada historia y de permitir el
surgimiento de un poco de poesía y de metáfora, ante lo insensato. La lengua
burocrática del Tercer Reich rebajó lo humano a una cosa y trató al sujeto como
un « Stück », como un “resto” a arrojar. Esta lengua que expulsaba toda
poesía, fue aquélla lengua de la muerte, metódicamente planificada.
Nelly, sola y Johann ayudado por
Fritz Bauer, luchan cada uno a su modo, contra el olvido y el silencio, contra
la pasión de la ignorancia y la voz asesinada. Ambos salen del silencio, en su
versión taceo ,entonces dejan entrever lo indecible y lo inexplicable.
Schweigen se origina en el antiguo alto
alemán swigen, “callarse”. Nelly, quien a través de su voz, ha podido
revivir a aquélla de otros tiempos, deja de callarse, abandona a Johnny y
vuelve la espalda al pasado. Es con un speak low que ella se va:
“Speak law/low, darling speak law/low […] Time is so old and love so brief”. Púdicamente, con los velos del arte,
ella subraya, con un susurro, lo que fue. El estilo de Johann Radmann es,
completamente, distinto: él quiere gritar el horror, en voz bien alta. Él tiene
sed de justicia y de verdad – « ¡Speak law, speak law! » sería su
canción.
Ambos intentan decir lo indecible:
con los resortes del lenguaje, se empeñan en cernir lo real, para develar el
punto de horror, y vestirse con los semblantes que el régimen nazi,
deliberadamente, sacrificó.
Traducción: Graciela J. Chester
* En el mercado español lleva como título: « La conspiración del silencio » (N.M)