psicoanalíticos que constituye la NLS guarda un saber sobre “la crisis” que
sería interesante poner en evidencia.
Considerando la crisis como uno de los
significantes-amo de nuestro tiempo, y como tal, un modo de nombrar un real, la
panoplia de los países que cubre nuestra Escuela puede enseñarnos sobre una
serie de modos de relación con lo real. Entre Israel, país sin cesar en crisis,
y Suiza, que parece evitar todas las crisis, Grecia e Irlanda devinieron los
signos de la crisis económica en Europa, Gran Bretaña y Canadá son los
precursores de la crisis del cientificismo y la tecnología, Bélgica es el lugar
de una crisis lingüística, Ucrania está escandida por las crisis de un Estado
con dificultades para imponerse como tal, y no sigo…
El significante “crisis” reenvía etimológicamente al
momento crítico en que las cosas dan un vuelco así como a un juicio alrededor
de una decisión a tomar. Este significante ha sido adoptado por la medicina
desde el tiempo de Hipócrates para designar una fase de la enfermedad donde los
síntomas se manifiestan de modo violento. Más tarde, el término “crisis”
encontró con naturalidad su sitio en psiquiatría, y se infiltró con facilidad
en las dimensiones del Otro que llamamos lo político, lo social, la economía,
la historia y la moral. Hoy este significante forma parte de la lengua común.
La crisis y el tiempo
La crisis tiene una relación con el tiempo. Hanna
Arendt habla de la crisis como el lugar de reunión conflictivo entra el pasado
y el futuro (1). Este punto no es el presente. Hay que comprenderlo más bien
como una brecha en el tiempo que surge cuando la tradición que enmarcaba hasta
entonces lo real se desvanece, y cuando las nuevas coordenadas simbólicas del
futuro todavía no son conocidas. El sujeto debe entonces jugar su partida
frente a lo real que se precipita en este vacío creado en el intervalo entre
dos sistemas simbólicos.
Pero la crisis no es un concepto psicoanalítico.
Debemos pues delimitar el uso que hacemos de él, preservando la libertad de
servirnos de todas las maneras en las que este significante aparece en la
cultura. Encontraremos nuestro primer punto de apoyo en una definición que
Jacques-Alain Miller dio en una entrevista concedida en 2008 a la revista Marianne
sobre la crisis económica. “Hay crisis en el sentido psicoanalítico cuando el
discurso, las palabras, las cifras, los ritos, la rutina, todo el aparato
simbólico, se revelan de repente impotentes para atemperar un real que de hecho
no está más que en su cabeza. Una crisis es lo real desencadenado e imposible
de dominar. El equivalente, en la civilización, de estos huracanes con los
cuales la naturaleza viene periódicamente a recordar a la especie humana su
precariedad, su debilidad fundamental” (2). Con el mismo espíritu, en su Introducción
a la erótica del tiempo, Jacques-Alain Miller cita la propuesta de Deleuze
según la cual “el tiempo pone la verdad en crisis” (3). Es decir, la verdad no
es eterna, se evapora con el tiempo. En esto se distingue de lo real sin ley,
que no obedece a nada, ni incluso al tiempo. Que el tiempo ponga en crisis la
verdad quiere decir que ésta se pone a vacilar en un momento dado cuando es
alcanzada por un real que no puede tratar ni dominar. La crisis aparece
entonces como un momento de ruptura en la línea del tiempo, un acontecimiento
que extrae al sujeto de su rutina y le ordena elaborar una nueva relación con
lo real. Es esta relación de la crisis con el tiempo la que nos hace hablar de
“momentos de crisis”.
La hipercrisis
La crisis que se presenta así como corte en la línea
del tiempo, pertenece al tiempo del Edipo. Después del Edipo este modelo simple
y dialéctico entre rutina y acontecimiento que hace crisis no nos es suficiente
ya para leer el fenómeno. Así es como los sociólogos abandonaron la nominación
“posmodernismo” en provecho de la hipermodernidad (4). En efecto, el
posmodernismo se limita a describir las primeras desilusiones relativas al
progreso y al humanismo de las Luces, que siguieron a la segunda guerra
mundial. Pero para describir la modificación cualitativa del hombre en el curso
de las tres últimas décadas, había que añadir el prefijo “hiper” a la palabra
“modernidad”. Éste transmite mejor la noción de exceso, de exacerbación y de
carrera de persecución sin medida que caracteriza la era de la subida al cenit
del objeto a como efecto del discurso capitalista.
¿Qué quiere decir esto? La precipitación de los
acontecimientos no se limita a una aceleración simple sobre una línea del
tiempo. Las tecnologías punta producen un tipo de contracción del tiempo y del
espacio. Con medios simples como Skype, o Facebook las distancias son abolidas
y la duración queda reducida a la inmediatez. Apenas aparece un acontecimiento,
el próximo asoma ya su nariz. El pattern rutina-crisis-rutina ha
sido reemplazado por la serie crisis-crisis-crisis que tiende al infinito. El
pasaje entre el instante de la mirada y el momento de concluir es a menudo
inmediato, cortocircuitando el tiempo para comprender.
En estas condiciones el mundo no sigue más la tesis
de Hanna Arendt. No se trata más de un conflicto entre el pasado y el futuro
cuyas presiones sufre el sujeto. La línea del tiempo se hace atrapar sin cesar
por un real en una sucesión de momentos de crisis sin treguas. Apenas instalado
un sistema simbólico, vacila para ceder sitio a otro. La primavera árabe ya nos
parece una vieja historia. Sin embargo, tiene sólo poco más de tres años. Este
alzamiento se propagó con la rapidez de un incendio en una serie de países, con
el apoyo de las redes sociales. En poco tiempo, vimos caer de su trono a
tiranos y ser sentados en el banquillo de los acusados, condenados con o sin
proceso, y todo ello transmitido por los medios en tiempo real en todo el
mundo. Desde entonces, todavía no hemos visto instalarse un nuevo orden en
estos países. Las crisis se suceden.
La crisis de la técnica
En el campo que nos concierne de la llamada “salud
mental”, comprobamos que las respuestas dadas al surgimiento de las crisis en
la cultura enloquecen. En un artículo bajo el título “La crisis post-DSM y el
psicoanálisis” (5), Éric Laurent retoma el concepto foucaltiano de biopolítica
para describir el movimiento que abole la clínica en provecho de la gestión
médica de las poblaciones. Este movimiento “viene para reemplazar el derecho de
los Estados a hacer morir que antaño permitía la gestión de las
identificaciones”. En 2011, el consejero regional dela OMS para la salud mental
nos lo confirmó en un mensaje dirigido a los participantes del primer congreso
europeo de psicoanálisis PIPOL 5 (6).
Hoy añoramos el tiempo en que este sueño de la
vigilancia social por la administración tomaba su apoyo en un saber médico. En
el siglo XX, la técnica vino a tomar el lugar del saber. Martillo sin amo,
está regido por un goce. La técnica no apunta a nada más que a desplegarse como
técnica. No es una práctica al servicio del amo y de su ideal, sino un goce
cuyo amo se hace su instrumento, lo sepa o no. Jean-Claude Milner fuerza las
cosas. Según él, las cámaras de gas no fueron el medio de ejecutar la ideología
nazi. Más bien, la ideología nazi fue para la técnica la ocasión de desplegarse
vía las cámaras de gas (7).
Teniendo en cuenta todas las diferencias y sin tener
la ferocidad de aquellas, el DSM es también una manifestación de la técnica.
Desde que su 3a edición se desembarazó de toda referencia al psicoanálisis, se
considera ateórico. Eso es tanto como decir que se anuncia con orgullo como
martillo sin cabeza. Su clasificación se funda en una medida estadística del
objeto más bien que en el saber. Nos hace creer que es el objeto mismo quien
habla. Pero, justamente, el objeto no habla (8).
Los trastornos anotados en el DSM, extraídos de esta
práctica de la cifra, no embragan sobre lo real. Son signos alrededor de los
cuales se organizan masas de cuerpos humanos. Permiten la uniformización de
diagnósticos clínicos a través del mundo, lo que abre a nuevos mercados de
psicotropos. Por otro lado, esta disyunción entre por una parte las categorías
nosográficas y, por otra, la clínica, facilita la expansión del número de
trastornos añadidos a cada nueva versión de DSM y la extensión de los límites
de cada trastorno. Así, con el fin de aplicarse a todos, la técnica se embala,
enloquece, clasifica y medica de modo maníaco, sin anclaje en lo real. La APA,
la Asociación Americana de Psiquiatría que publica el DSM, no es para la
técnica más que el instrumento de su aceleración.
Clínica de la crisis
El malestar en la cultura nos lo muestra, dijimos,
las crisis se suceden. ¿Cuáles son los ecos en el sujeto de estas crisis sin
tregua como fenómenos de civilización?
El ciudadano occidental es expuesto sin cesar a
informaciones catastróficas que provienen de todos los rincones del planeta, así
como es provocado por objetos hiperseductores excitando sus pulsiones perversas
polimorfas. Las sirenas de la pornografía son las primeras de la clase en la
materia. Angustias y exceso de consumo se entremezclan. La película Shame
de Steve McQueen describió bien esta galopada desenfrenada del goce, debida a
los desfallecimientos de lo simbólico y a la reducción del hombre a la miseria
de su cuerpo.
Este jogging permanente del sujeto, de crisis
en crisis, de contingencia en contingencia, lo pone en la posición de un ratón
en un laberinto, más bien objeto sumergido en lo real que sujeto, en una
carrera loca entre choque eléctrico y recompensa. Allí dónde antaño el discurso
del amo ordenaba “camina o revienta”, el discurso capitalista es más exigente e
impone un “corre o revienta”. El reverso de este movimiento de aceleración
infinita es la fragilización del lazo social y el desechamiento de todos los
que se esfuerzan en seguir este ritmo infernal. Así, más allá de las
estructuras psíquicas, esta duplicidad del sujeto que corre y del que revienta hace eco al binario clínico de la manía y la melancolía. La manía en
tanto huida hacia adelante que se paga con la aceleración del significante
no lastrada por el objeto. La melancolía, en los sujetos que, no pudiendo
seguir más esta carrera, abandonan todo y se ponen a encarnar el objeto caído
el Otro.
Se impone una investigación a nivel de las
estructuras clínicas. Me limitaré aquí a algunas sugerencias.
Para la psicosis sería sin duda interesante
interrogar la cuestión de la crisis a partir del trío desencadenamiento,
descompensación, desconexión. Los tres son modos de crisis, si se considera
que implican una vacilación de lo simbólico, un surgimiento de un real, y luego
una restauración de una nueva forma de simbólico. Pero hay sin duda que
distinguir entre un desencadenamiento en respuesta al encuentro con Un
padre, un desencadenamiento en respuesta a una disolución del registro
imaginario, una descompensación como retorno de un desencadenamiento que ha
tenido lugar, y la desconexión que está del lado del abandono del sujeto por el
Otro.
En la neurosis, lo simbólico no está nunca
completamente devastado. El desgarramiento del velo del fantasma es un momento
de crisis que puede conducir el sujeto al análisis. El sujeto no saca más
placer de su goce y está expuesto a la angustia debida a la irrupción del deseo
del Otro. Pero, luego, el análisis mismo toma el relevo y hace crisis para el
neurótico. En todas las encrucijadas, la interpretación, particularmente la que
perturba o desmonta la defensa, es susceptible de causar una crisis acompañada
de angustia. La luna de miel del principio de un análisis es rápidamente
sustituida por una rectificación subjetiva por parte del analista. La caída de
la posición fálica y de los ideales es seguida por una exacerbación de los
síntomas. La destitución subjetiva verdaderamente no es una fiesta, en todo
caso no en los primeros tiempos. La caída del sujeto supuesto saber, y el
atravesamiento del fantasma, pueden ser también vividas como una crisis.
Detengámonos particularmente sobre lo que hace crisis
en la perversión. Tuvimos la oportunidad de vivir una minicrisis descubriendo
la imagen del travesti austríaco Tom Neuwirth, apodado Conchita Wurst
que se llevó el primer premio de Eurovisión 2014. Han pasado dieciséis años
desde que lo ganó el transexual israelí Dana International pero parece
que un mundo separa a estos dos ganadores. Mientras que la imagen de Dana
International se inserta fácilmente en la categoría de las mujeres, nuestro
imaginario todavía no dispone del compartimiento que permite insertar una
imagen de mujer con barba como la de Conchita. Lo real de estos goces
singulares que reivindican una identificación y un reconocimiento nos alcanza
sin cesar para ponernos en crisis.
Conchita
no esconde el placer que él o ella saca de esta vacilación producida en el
Otro. Su espectáculo, las palabras de su canción, su comentario provocador y
desafiante una vez ganado el primer premio, son una afirmación de su modo de
goce y una contestación de las normas conformistas. En Austria, las opiniones
divergen entra una parte a las personas, particularmente de la extrema derecha,
que se ofenden de que tal imagen haya podido representar a su país, y por otra
parte, jóvenes impregnados de sentimiento de la vida que se tricotan barbas
artificiales en señal de apoyo y de identificación con Conchita. Algunos
políticos rusos no desaprovecharon la ocasión para denunciar la decadencia
europea. Sin duda una pica lanzada hacia los ucranianos fieles a Kiev: Ustedes
quieren ser europeos, bien, vean lo que es Europa en la figura (cara) de
Conchita Wurst. Lo comprobamos, si en la psicosis y en la neurosis la
crisis se sitúa del lado del sujeto, en la perversión es el Otro lo que se pone
en crisis.
El psicoanalista no juzga estas cuestiones. Conchita
será bienvenida a su consulta. Pero fuera de la consulta, el conflicto entre,
por una parte las fuerzas de represión que desean que nada se mueva y, por otra
parte, las reivindicaciones de nuevas identificaciones alrededor de nuevos
modos de goce, van a crecer sin duda. Esto se impone. Nos acostumbramos
bastante rápidamente a Dana International. Hoy forma parte de nuestro
mapa imaginario. Conchita también lo hará. Porque, si como dice Jacques-Alain
Miller una parte del mundo se feminiza, ésta se volverá cada vez más tolerante
hacia este género de soluciones que, primeramente se presentan como sinthomaticas para
algunos sujetos, y luego se vuelven una moda extendida.
Así la perversión pone en crisis nuestra rutina
conformista y hace avanzar al mundo en la vía del deseo hacia nuevas hazañas,
aunque necesariamente no consideramos las performances de Conchita como
una sublimación exitosa en un nivel cultural. Este conflicto entre el
conformismo cultural y la perversión es subrayado por Lacan al final de su Seminario
VI, cuando anuda la perversión a la sublimación: “Podemos plantear que lo
que se produce como perversión refleja, al nivel del sujeto lógico, la protesta
contra lo que el sujeto sufre al nivel de la identificación. (…) Por una parte,
el conformismo (…) y, por otra parte, la perversión, para que represente al
nivel del sujeto lógico la protesta que se eleva en la dimensión del deseo”
(9).
Así, se produce un vuelco. Allí dónde nuestra lectura
de la crisis se entendía como una profecía terrible que saca su estilo del antiguo
testamento, con la perversión encontramos la crisis en su dimensión amistosa
respecto al psicoanálisis. Si en ocasiones, la crisis es fuente de lágrimas y
de dolor, es también un pasaje obligado hacia la invención y lo nuevo. Es una
traducción posible de lo que dice Jacques-Alain Miller en la entrevista a la
revista Marianne mencionada más arriba. “El psicoanalista es amigo de la
crisis”.
La urgencia y el acto
La amistad entre el psicoanalista y la crisis no es
una simpatía simple hacia los efectos de crisis obtenidos por el contestatario
que quebranta el conformismo de las normas. Por otra parte, Lacan en su Analiticon,
al final del Seminario XVII, recomienda desconfiar del goce del
contestatario que compara el del soltero. “Tengan cuidado, dice, de que el
contestatario no se haga chocolate él mismo” (10). La proximidad entre el
psicoanálisis y la crisis tiene fundamentos sólidos que pasan por la dimensión
de la urgencia y la del acto, dos condiciones para que una creación sea
posible, para que haya modificación de posición en el sujeto, para que después
no sea más como antes.
El hecho de que habíamos partido de las crisis en el
mundo político no debe engañarnos. La crisis amiga del psicoanálisis así como
la urgencia del acto al cual ella apela no son a leer con el discurso del amo.
El psicoanalista no es ambulanciero, ni bombero. Ciertamente, debe reconocer
las situaciones que sobrepasan los poderes de la palabra con el fin de dirigir
al sujeto, cuando le hace falta, hacia otros discursos, particularmente la
medicina: crisis de pánico que no se templan, peligro suicida de un sujeto que
tiene la certeza inquebrantable del valor de desecho de su ser, boufée
delirante con tendencia al pasaje al acto sin ningún enganche al Otro, invasión
alucinatoria…
Entonces, si estos acontecimientos de la cura llaman
a una acción por parte del psicoanalista, las coordenadas de la urgencia
a la cual responde con su acto son otras. Hay que distinguir la acción,
que es del registro de lo posible, del acto que se produce sobre un fondo de
imposible (11).
Lacan calificó las urgencias en psicoanálisis de
subjetivas (12). Éstas se producen cuando el sujeto se topa con el trauma de la
lengua en tanto ésta se rehúsa al sentido. La urgencia de la que se trata está
del lado del sujeto, y es una urgencia de decir con el fin de superarse en su
verdad (13). Esta fórmula no es únicamente propicia para describir la entrada a
análisis. Corresponde también a cada momento de crisis que tiene lugar en una
cura ya empezada. El sujeto supuesto saber empuja al analizante a desplegar los
significantes que surgen de su inconsciente como verdades. Es lo que se llama
el inconsciente transferencial. Pero éste se hace atrapar en los momentos
encrucijada por el inconsciente real (14), un significante todo-solo “que no
tiene ningún alcance de sentido o de interpretación” (15), que no se conjuga
con ningún otro significante,y que resiste a la producción de la verdad”.
Estos momentos son seguidos de una manera o de otra
de un vuelco en la cura. El acto es convocado aquí al lugar donde ningún S2
puede responder para cubrir el surgimiento de lo real con un sentido. En estos
momentos, el analista debe jugar su partida con el fin de que el franqueamiento
de los límites autísticos del significante todo-solo permanezca en el interior
de la cura bajo la forma del bien-decir. A falta de ello, es el sujeto quien
tomará el acto a su cargo sea por un acting out que quedará anudado a la
palabra, un pasaje al acto que lo separará del Otro al precio de una salida de
la escena, o aún un desencadenamiento psicótico. Estos momentos delicados se
presentan a menudo como crisis transferenciales. Va de una agitación fuera de
sesión que es contraproductiva para la cura, hasta la ruptura con el
psicoanálisis simplemente, pasando por el surgimiento de una transferencia
negativa más o menos intensa, una ruptura con el analista para continuar el
análisis en otro lugar, etc. Pero cuando la cura prosigue, estos momentos
pueden también ser los más fecundos, con el horizonte en el final de la cura,
si el acto se concluye con el pasaje del analizante al analista.
Han comprendido. Para el congreso de la NLS de 2015,
propuse a nuestro nuevo presidente Yves Vanderveken el título siguiente:
“Momentos de crisis”. Traté de abrir algunas puertas que puedan eventualmente
ponernos al trabajo sobre este tema. Espero haber conseguido interesarles.
Notas
Entre el pasado y el futuro. Barcelona: Península, 1996.
vue par Jacques-Alain Miller”, en Marianne,10 octobre 2008. https://es-es.facebook.com/notes/margarita-%C3%A1lvarez-villanueva/momentos-de-crisis-por-gil-caroz/794633660573118http://www.departementpsychanalyse.com/documents.aspx?. Traducido al castellano: http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/radar/edicion/21/218/La-crisis-financiera-vista-por-Jacques-Alain-Miller
Buenos Aires, Tres Haches, 2001, p. 19.
L’individu hypermoderne, Toulouse, Eres, 2010.
crise post-DSM et la psychanalyse”,
“Message du Conseil le régional de l’OMS pour la Santé mentale – Région
Europe”, Mental, Revue internationale de Psychoanalyse, n° 27/28, septembre
2012.
Aires: Manantial.
Editores.
Séminaire livre VI, Le désir et son interprétation, Editions de la Martinière,
Le Champ freudien, 2013, pp. 569-570.
reverso del psicoanálisis. Barcelona: Paidós, 1992, p. 213.
del tiempo”, op. cit.
En: Escritos 2. México: Siglo XXI Editores, 1986, p. 226.
palabra y el lenguaje en psicoanálisis”. En: Escritos 1. México: Siglo XXI
Editores, p. 231: “Nada creado que no aparezca en la urgencia, nada en la
urgencia que no engendre su rebasamiento en la palabra”.
Miller, «L’inconscient réel », en Quarto, n° 88-89, décembre 2006.
Seminario XI”, en Otros escritos”. Buenos Aires, 2012, p.599.