Boletín Eva-Lilith (selección) 18, 19 y 20
Comentario a una cita de Lacan, por Susana Dicker
« …el masoquismo femenino es un fantasma masculino… En este fantasma, y en relación a la estructura masoquista imaginada en la mujer, es por procuración como el hombre hace que su goce se sostenga mediante algo que es su propia angustia. Es lo que recubre el objeto. En el hombre, el objeto es la condición del deseo. El goce depende de esta cuestión. Ahora bien, el deseo, por su parte, no hace más que cubrir la angustia.
Para la mujer, el deseo del Otro es el medio para que su goce tenga un objeto, si puedo expresarme, así, conveniente. Su angustia no es sino ante el deseo del Otro, del que ella no sabe bien, a fin de cuentas, qué es lo que cubre (…) en el reino del hombre siempre está presente algo de impostura. En el de la mujer, si hay algo que corresponda a esto, es la mascarada ».
Lacan, J, El Seminario, Libro 10,La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, pp 207-208
Esta referencia del seminario: « La Angustia », en la que Lacan pone en juego angustia, deseo y goce a partir de la originalidad de su afirmación: « el masoquismo femenino es un fantasma masculino », nos permite hacer el pasaje desde un Freud que en « El problema económico del masoquismo » ubica el dolor en el centro del ser de la mujer, a un Lacan que, interrogado por el goce femenino, irá más allá de la lógica freudiana.
En « la comedia de los sexos » que vela la « no-relación sexual », una mujer puede consentir en ocupar el lugar de objeto causa de deseo para un hombre, como un destino posible para la feminidad, aunque ese lugar al que es convocada sea el de partenaire « masoquista ».
Posición que nos acerca otro nombre para lo que en un momento fue « masoquismo femenino » y es el de « estrago », allí donde algunas mujeres consienten al fantasma de un hombre y -si se trata de asegurarse el goce del Otro- ponen el cuerpo en una conjunción de dolor y humillación, en una relación especial con un goce donde se pierde toda medida fálica.
Es lo que E. Laurent[1] define como « falsa solución del masoquismo femenino » cuando quiere asegurarse un lugar en el fantasma del hombre. Y dice falsa porque la salida femenina tendría que ir por el lado de « la mascarada », presentarse en su valor fálico pero sin adherirse a esa identificación imaginaria; es decir, no creer en el semblante mismo que ofrece. Se trata de « saber operar con nada », simbólicamente, para hacerse Otro para un hombre y, así, acceder a lo que Lacan define como « hacerse Otra para sí misma ».
1-. Laurent, E (1999): Posiciones femeninas del ser, p 86, Edit. Tres Haches, Bs As, Argentina.
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Eva-Lilith: En este momento de nuestra elaboración sobre la clínica psicoanalítica donde nombramos lo femenino como el pivote de la experiencia, ¿Cómo ubicar aquello que se afirmaba en Freud y en Lacan, sobre la primacía del falo?
Flory Kruger: Cuando Freud inventa el psicoanálisis, sostiene su teoría sobre dos ejes: sexualidad y muerte. Época victoriana caracterizada por la represión y la prohibición del sexo. El Edipo le sirvió como sostén de sus desarrollos y el falo como ordenador del destino sexual de los seres humanos, lo cual le valió a la mujer un lugar secundario respecto de esa primacía, en la medida en que sólo podía tenerlo recurriendo a una equivalencia simbólica: el hijo como representante del falo del cual estaba privada. La pregunta sobre la mujer fue su límite; Lacan avanzó mas allá de Freud, ya que aún conservando al falo como organizador, dio una respuesta desde los modos de gozar de cada uno, proponiendo un goce en más, del lado femenino, que es lo que nos permite superar la primacía fálica. Sus características de ilimitado, innombrable, intrasmisible, nos evocan los modos de goce que en nuestra clínica hoy, escuchamos a diario.
Eva-Lilith: El psicoanálisis, como dice en algún lugar Miller, ha inventado tal vez otro goce, el goce puro de la palabra, y recomienda que el analista esté alejado del goce que podría resultar para él mismo de esa posición. ¿Cómo se hace el giro desde ese otro goce puro de la palabra al goce donde el significante no comunica, sino que solo nombra?
Flory Kruger: Sería bueno tener la referencia de Miller a la cual te referís, pero supongo que se trata de ese goce puro de la palabra que nos queda del lado del sentido, precisamente, ese goce que, en la primera época de Lacan cuando define al inconsciente estructurado como un lenguaje, se alimenta con la producción de nuevas significaciones, época donde la interpretación busca revelar una verdad reprimida como modo de levantamiento del síntoma. Lo que luego comprueba Lacan es que lejos de disolverlo, el sentido engorda el síntoma. Es por eso que al final de su enseñanza jerarquiza este otro goce, goce que nombra y no comunica, goce que se encuentra al final de un análisis, goce que se obtiene a partir de una interpretación diferente, que en lugar de apuntar a la creación de nuevos sentidos, se orienta hacia la reducción de todos los sentidos, los modos de intervención que se proponen para lograrlo son el corte, la interpretación por el equívoco o bien, la famosa indicación de perturbar la defensa.
Eva-Lilith: ¿Podría hablarse de una « clínica de lo femenino » a partir de la puntualización del no tener, (no tener derecho, el ser excluido), de la mascarada, del hijo como sustituto; pero ello está en la lógica del falo. ¿Una « Clínica de lo femenino » del lado de lo real es la clínica del dolor psíquico que se enraíza en el cuerpo, de una cierta relación con el infinito, con el exceso y con el estrago, con realizarse en el no tener?
Flory Kruger: Cuando hablamos de una clínica de lo femenino desde Freud, nos encontramos con la mujer en falta, cuando hablamos del tema desde Lacan, nos encontramos a la mujer con un plus, son miradas que se sostienen de lugares diferentes, la freudiana, desde la lógica fálica del tener o no tener, la lacaniana, si bien conserva al falo, no lo hace desde el tener o no tener, sino que lo refiere a una posición respecto del goce, además plantea un goce que puede ir mas allá del falo. De todos modos, hoy tenemos que incluir en nuestras reflexiones una pregunta acerca de si esta división entre masculino-femenino, está vigente en el siglo XXI. El tema de la sexualidad y la definición del género, es una cuestión que está presente en nuestros diálogos cotidianos, en diarios y revistas, en internet y también en nuestros consultorios. Hace unos días, salió en uno de los diarios más leídos de Buenos Aires un artículo que comentaba una oferta por internet, de Facebook ofreciendo 50 opciones de género diferentes para que cada uno pueda identificarse al que mejor le convenga. Es el caso de dos pacientes que vienen a verme, ambos dicen no poder definir su género a pesar del sexo biológico, ni siquiera representa una preocupación para ellos, sostienen que pueden relacionarse con ambos sexos sin necesidad de definirse por ninguno de ellos. Es un tema que trataremos en nuestras próximas Jornadas Anuales, « Bordes de lo femenino. Sexualidades, maternidad, mujeres de hoy ». Allí tendremos ocasión de interrogarnos acerca de la clínica de lo femenino, cuando lo que está en la mira es el modo de gozar de cada uno, y eso excede el género en juego.
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Comentario a una cita de Lacan, por Clara Holguín
« El goce que se siente y del que nada se sabe ¿no es acaso lo que nos encamina hacia la ex-sistencia? ¿Y por qué no interpretar una faz del Otro, la faz de Dios, como lo que tiene de soporte al goce femenino ».
La cita extraída del Seminario Aun, establece de entrada una relación entre el goce femenino y Dios. Destacamos tres aspectos en el enunciado:
-El goce que se siente y del que nada se sabe.
-El goce como aquello que encamina hacia la ex-sistencia
-La interpretación de una faz del Otro, una faz de Dios, como lo que tiene de soporte al goce femenino.
El goce femenino no es del orden del saber. Se siente. « Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso si lo sabe »[1]. Compete al campo de la experiencia. Así como es imposible de articular por vía significante, no hay forma de apropiarse de él, ni a nivel del fantasma ni del yo.
Sin embargo, su experiencia, como los testimonian los místicos, suscita la creencia de otra cosa, un Dios especial. Un Dios que no se sostiene en la vía paterna, sino en la ex-sistencia de un goce Otro, en tanto que ex-siste a lo simbólico, es decir, está fuera de la palabra y no tiene por causa el objeto a. Goce que no es localizado y por tanto, podemos decir, que es hetero. « El Otro no es simplemente ese lugar donde la verdad balbucea. Merece representar aquello con lo que la mujer está intrínsecamente relacionada… Por ser en la relación sexual radicalmente Otra, en cuanto a lo que puede decirse del inconsciente, la mujer es lo que tiene relación con ese Otro »[2]
El Lacan de los años 70′ permite aproximar una respuesta a lo que es este goce, una respuesta que no es una sola, en la medida en que se trata cada vez de « una » mujer. Una por una, es lo que se pone en juego en la experiencia como tal,… la mujer no existe, existe una mujer. Experiencia entonces que va más allá de lo universal que enmarca la lógica del deseo, para apuntar a la experiencia de goce y de satisfacción de la que da cuenta el cuerpo. Solo se goza si hay cuerpo.
Es la experiencia que hace a una mujer Otra completamente de sí misma.
Y como no es sólo asunto de mujeres, de este goce suplementario testimonia M. A. Vieira: « Vivir la experiencia de la porción de vida que no cabe en ningún cuerpo »[3].
Notas:
1-. Lacan, J. Seminario, Libro 20 Aun, Buenos Aires, Paidós, p., 90
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- Raquel Cors Ulloa
- María Hortensia Cárdenas
- José Fernando Velásquez