Sobre la distinción entre el síntoma clínico y el síntoma no clínico, en tanto podría conjeturarse que anticipa algo que concierne al sinthome como manera de arreglárselas, de darse maña con lo real…¿por qué decir lo real y no el goce?¿no hay un saber arreglárselas con el goce?
Efectivamente, hay un saber arreglárselas con el goce, y hay un saber arreglárselas con lo real. ¿Es lo mismo? No lo creo. No advierto bien cómo se juntaría, por ejemplo, lo real con la satisfacción. En cambio, percibo bien como se aproximan el goce y la satisfacción, aunque siempre puedan hacerse distinciones. Creo que el goce es un nombre de lo real tal como éste se presenta en la experiencia analítica, y, como todo nombre, es una manera de semblantizar lo real. Si se toma lo real como lo imposible, el goce no es un buen nombre de lo real, porque la categoría de lo imposible no le va bien al goce., más bien le calza la de lo necesario, la de lo que no cesa, la de lo que se itera. Enlazar el goce con lo real en tanto que imposible desemboca en el goce que falta, en el goce de la relación sexual que no hay. Es el goce « en menos ». Enlazar el goce con lo necesario es aproximarlo a lo imposible de negativizar, al goce « en tanto tal », indiferente a la castración, como lo deslindó J.-A. Miller en su último curso. En fin, goce y real se aproximan y se alejan según la definición que demos de lo real y del goce. Por ejemplo, el goce fantasmático no es un goce real, Hasta donde pude investigar, Lacan no dijo que el goce es lo real, dijo que el síntoma es lo real, o, mejor dicho, que el síntoma es lo más real que tenemos -en el psicoanálisis, agrego. Otras prácticas encuentran su real de otra manera. Me oriento mejor pensando el síntoma como una manera de darse maña con lo real. Con lo imposible de lo real, con lo necesario de lo real y con lo contingente de lo real.
Recordás en tu texto que Lacan define la clínica psicoanalítica como « lo real en tanto es lo imposible de soportar »¿Uno de los aspectos de esa tensión que implica el soportar es el encuentro del analista, en el caso por caso, con la imposibilidad de clasificar?
Sigo en este punto la orientación de J.-A. Miller: el psicoanalista trata lo imposible de soportar de la experiencia analítica clasificando. Eso se ve muy bien en los controles. Lograr que el caso entre en la clase le quita lo que tiene de contingente, de azaroso, de irrepetible y de imprevisible. Si pudiéramos prever los efectos de nuestra acción, ésta sería sin duda más soportable, y menos real. Un real que responda al cálculo… Si eso rigiera para nuestra práctica, podríamos aspirar a tener como partenaire a la ciencia. Freud lo presagió, Lacan lo anheló. No fue su última palabra.
Sobre los nombres que conciernen al Hombre de las Ratas. Tu afirmación se acerca a lo que conocemos como nombre de goce?
El nombre propio, el nombre de goce, el nombre de sinthoma… Se podría hacer toda una clínica de la nominación. En efecto, recordamos mejor al Hombre de las ratas por su goce que por su nombre civil. ¿Pero cuál es ese goce del Hombre de las Ratas? ¿Su horror ante el relato del Capitán cruel?, ¿La imagen de su pene desnudo reflejada en el espejo? ¿La blasfemia? ¿Su muerte en el campo de batalla? ¿Qué nombra el nombre de goce? El problema del psicoanálisis no es poner nombres a las cosas. Ese es el problema de Dios. ¡El problema del psicoanálisis es qué hacer con lo que no tiene nombre!
Decís que « Soportar » hace surgir, en medio de la formalización imposible, la dimensión de la carga, del peso, incluso del sufrimiento. En síntesis, para soportar hace falta un cuerpo. Me pregunto si no es una paradoja Borgeana la idea de soportar lo imposible de soportar. No habría que pensar más bien en arreglos contingentes, que bien se pueden llamar pase, con los imposible de soportar? (intentando separar la idea de contingencia o mejor dicho de acontecimiento de la idea de efímero)(un acontecimiento puede durar un siglo…)(el acontecimiento Freud)
Sí, sí, sí. Arreglos contingentes con lo imposible de soportar. Esa es una buena manera de pensar el pase. ¿Cuánto dura ese arreglo? No una eternidad.
Rescatás del Prefacio a la edición inglesa del seminario XI el concepto de « dispersos descabalados » que Lacan aplica a la serie imposible del « para todos el pase ». Descabalado es lo impar por excelencia. Me preguntaba si toda la neurosis no es un rechazo de la disperso y descabalado originario.
La neurosis es una solución, una gran solución -no tan original como la psicosis-, pero una solución para que el mal encuentro singularísimo entre lalengua y el cuerpo ingrese en el campo del Otro. En el gran vientre del Otro, el neurótico hallará los nombres con los que tramará su hystoriia, con los que construirá sus identificaciones, con los que representará su fantasma, con los que erigirá su yo. Si Lacan pudo decir que el neurótico es un « sin nombre » es porque finalmente la del neurótico es una hystoria común, entretejida con significantes comunes, compartidos. ¿El final de análisis entonces es hacerse un nombre, a lo Joyce? Esa fue su solución, y sólo fue una solución para él debido a la naturaleza de la falla que debió reparar. Suponer que todo análisis desemboca en darse un nombre, pensar que ese es el patrón de medida del final de análisis, es la negación del estatuto de dispersos descabalados que fuimos y que somos, y que sólo olvidamos gracias a ese increíble invento que es la neurosis. El psicótico no lo olvida tan fácilmente.