ELP DEBATES
De la resistencia al psicoanálisis a la división constitutiva de la Escuela
Lección política de un trozo de real
Antoni Vicens
En las líneas que siguen intento resumir un acontecimiento que, si bien se puede considerar restringido al ámbito de Bélgica y a las resistencias hacia el psicoanálisis con las que han de tratar nuestros colegas belgas, afecta a todo el campo freudiano. El acontecimiento partía de una propuesta de legislación del Parlamento Belga sobre el tema de las psicoterapias y la salud mental que afecta al psicoanálisis. La cuestión, como sabemos, viene de lejos. No en vano nuestros colegas apelan al escrito de Freud de 1926 sobre el psicoanálisis llamado lego o profano, a la vez que nos recuerdan la obligación que tenemos de preparar nuestros argumentos para un porvenir no del todo conjeturable. A mi modo de ver, la lección política que se extrae de esta batalla que la mejor salida a un conflicto es no considerarlo en relación con ningún Otro maligno, algo así como un enemigo radical, sino incluyéndolo en la división subjetiva misma que configura la Escuela, tal como Jacques Lacan la propuso como novedad radical para asegurar un porvenir al psicoanálisis, tras el fracaso de las Sociedades existentes en su tiempo. Jacques-Alain Miller, en su « Teoría de Torino sobre el sujeto de la Escuela » (intervención en la SLP en 2000) propuso esta forma de entender la Escuela, como sujeto, sujeto dividido según una división interpretable. Esta propuesta la hacía después de haber distinguido claramente dos opciones políticas, ambas basadas en el carácter inevitable de un Ideal de grupo. La primera consistiría en construir ese ideal de Escuela sobre la oposición entre un Nosotros y un Ellos doblemente engañosa, en tanto que perpetúa una « alienación subjetiva al Ideal »; el grupo así cementado devendría doblemente alienado, incapaz de interpretar su propia deriva. En cambio, la solución lacaniana consiste en « enunciar interpretaciones », que tienen como efecto una disolución del grupo y una remisión de « cada uno de los miembros de la comunidad a su soledad, a la soledad de su relación con el Ideal ».
A mi modo de ver, si nuestros colegas belgas llevaron adelante su acción hasta este primer éxito, fue porque se situaron en la segunda opción y eligieron una estrategia consecuente: la que consiste en transformar un ataque en un debate interno. Esa estrategia construyó, por así decirlo, dos frentes. De un lado, evitar toda identificación con el adversario, es decir evitar llevar la cuestión a una lucha imaginaria del estilo nosotros/ellos; del otro, asumir el trozo de real al que apuntaba lo que, más que un ataque, había que considerar, a partir de ese momento, como una interpretación. Mala interpretación, añadimos, sesgada por toda clase de intereses, entre los cuales no faltaría el del « bien común », como suele suceder. El debate entonces debía apuntar, y así lo hicieron, hacia la rectificación de esa interpretación salvaje y su reescritura en los términos que hemos recibido de la enseñanza de Lacan.
Si el resultado de este episodio puede considerarse relativamente cerrado, el debate al que dio lugar debe proseguir, pues la diferenciación entre psicoanálisis y psicoterapia toca al punto de real constitutivo de una Escuela de psicoanálisis. Nombrémoslo para empezar como el deseo del psicoanalista, ligándolo al deseo de Freud, a la enseñanza de Lacan, a la transmisión de Jacques-Alain Miller y a los esfuerzos de todos ellos por dar alojamiento institucional a los practicantes de esta nuestra imposible profesión.
En octubre del año pasado (Lacan Quotidien, 348) nos enterábamos de que el Parlamento de Bélgica estaba elaborando un proyecto de ley de regulación de las profesiones de la llamada salud mental. En él no se mencionaba el psicoanálisis, pero todo hacía prever que, al definir el ámbito amplio de las prácticas y actos conocidos como psicoterapéuticos, la « orientación psicoanalítica » era reconocida entre ellas. Para sus fines, el proyecto incluía los criterios de formación y las instituciones encargadas de impartirla, a lo que se añadía la instauración de un Consejo Superior que tendría el poder de sancionar las prácticas psy. Los parlamentarios estaban divididos en lo concerniente a la inclusión del psicoanálisis; decimos divididos porque a veces se constataba que un mismo parlamentario sostenía dos opiniones contradictorias.
La base argumental del proyecto era: ninguna orientación psicoterapéutica vale por sí misma, sino en base a su pertenencia al campo de la salud. Toda la formación debe entonces seguir esta orientación; su evaluación debe hacerse en los términos de los valores universitarios, específicamente en créditos de los llamados ECTS (European Credit Training System), algo así como una moneda común académica que está en la base del reconocimiento europeo de toda formación universitaria. El proyecto de ley incluía entonces algo denominado « trabajo personal », eufemismo para designar la experiencia como analizante. Entre los evaluadores –elegidos entre médicos, psicólogos, profesionales de reconocido prestigio, etc.– los médicos detentarían la máxima autoridad. Y, por supuesto, la autorización emanada de esa ley exigiría el título de médico o de psicólogo.
Ante tal situación, todas las asociaciones, escuelas y sociedades de psicoanálisis de Bélgica se unieron para redactar un texto: Appel aux parlementaires de Belgique con una petición para que fueran las Escuelas y las Sociedades psicoanalíticas las que « quedaran habilitadas para velar por esa formación específica ». La firmaron casi 5.000 personas. Este texto está disponible en el número 348 de Lacan quotidien,
Más adelante, el 4 de noviembre de 2013, representantes de una docena de escuelas y sociedades psicoanalíticas belgas firmaban una « Carta a la atención de los Parlamentarios de la Comisión de Salud Pública, del Medio Ambiente y de la Renovación de la Sociedad » solicitando que fuera tomado en cuenta, bien en la exposición de motivos, bien en el cuerpo mismo de la ley, el comentario siguiente, extraído de los debates de los propios parlamentarios: « En las cuatro corrientes reconocidas actualmente, no se nombra al psicoanálisis. Lo que es nombrado son las ‘psicoterapias de orientación psicoanalítica’. Un psicoterapeuta psicoanalítico, para ejercer y para llevar este título, deberá haber obtenido la habilitación prevista a este efecto. El ejercicio del psicoanálisis y el uso del título de psicoanalista no es competencia de la presente ley. »
El Campo Freudiano añadió a esta acción un Foro de psicoanalistas, primero en formato de papel, con dos números publicados, y luego también en la escena pública, con intervenciones en directo.
El primero de los dos números de Forum des psychanalystes fue elaborado a partir de las intervenciones en el Foro « ¿Reglamentar la salud mental? ¡No hay consenso! » celebrado en Bruselas el 5 de octubre de 2013, por las asociaciones fracófonas y neerlandófonas del Campo Freudiano. Lieve Billiet manifiesta que »lo real escapa a las cifras y a las estadísticas, a las articulaciones significantes y a las leyes, a los sondeos y a los cuestionarios. Jamás se dejó domesticar por el amo, no se dejará gestionar por los científicos del cerebro y del comportamiento, ni por los spin doctors. » Y añade: « el psicoanálisis tiene en su punto de mira ese real, es en eso que se distingue de la psicoterapia. No apuesta por el significante amo, apuesta por la invención particular de cada parlêtre. ¿Podríamos tomar en consideración una política que toma en cuenta ese real? » Yves Vanderveken enumera algunas acciones políticas llevadas a cabo por la Escuela: organización de Jornadas y Congresos, publicaciones, encuentros con los representantes de la ciudad, confrontación con otras disciplinas, profundización de nuestras investigaciones clínicas y teóricas, trabajo de formación de los analistas, cursos, seminarios, control de nuestra práctica, y su validación y garantía. Para concluir con un: « Nosotros, los psicoanalistas… » nos ocupamos de nuestra causa. Alfredo Zenoni titula con gran claridad: « Los síntomas de lo humano están más allá de la filosofía y de la medicina ». Patricia Bosquin-Caroz insistr sobre el rigor de nuestra formación como psicoanalistas. La reducción (o el rapto) de la formación psicoanalítica por el discurso universitario es inaceptable. Muchas cosas del psicoanálisis pueden aprenderse en la Universidad, pero ahí nunca se aprenderá de qué modo el síntoma que tomamos en tratamiento no se erradica jamás; al contrario, confiamos en su creatividad, como forma singular de respuesta al malestar. No confiamos pues en ninguna psicoterapia autoritaria o reeducativa. Es por ello que la formación del psicoanalista nunca termina; es una tarea que compete principialmente a las Escuelas.
El profesor Yves Cartuyvels, catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Saint-Louis de Bruselas, enumera las paradojas del proyecto de ley. En primer lugar, el intento de garantía que la ley pretende dar apela a « un tipo de racionalidad científica, neutro y objetivo, separado de las relaciones sociales, independiente de las relaciones de poder, indiferente a la cuestión del sentido », a la vez que el legislador pretende aplicarlo precisamente a este tipo de relaciones sociales de los que se excluye. En segundo lugar, destaca cómo este intento se inscribe dentro de una suerte de racionalidad managerial –obediente a la ecuación coste-beneficio–, al servicio de un ideal de gestión y de control social. En tercer lugar, el sentido queda reducido así a sus variables utilitarias. En cuarto lugar, señala el alcance emancipatorio y subversivo de la cura sobre el sujeto, quien no recibe la cura pasivamente, sino que es su actor y autor. Y concluye: « no se ve muy bien por qué una formación en ciencias médicas o en ciencias psicológicas sería un paso obligado para practicar un tratamiento psicoanalítico, o incluso para cualquier tratamiento terapéutico marcado por la cuestión del sentido y del trabajo sobre el sentido. Una formación profesionalizadora por la Universidad en este campo es, como en muchos otros, una trampa. »
El segundo número de Le Forum des Psychanalystes, difundido en diciembre, vuelve sobre el tema. Yves Vanderveken sitúa el combate contra la reglamentación autoritaria en el contexto de la enseñanza de Jacques-Alain Miller, que en este punto resume con la frase: « ¡Al padre, ya hay quien lo aguante! »(Traducimos así, utilizando un efecto de lalengua castellana el francés: « nous n‘en pouvons plus du père!« ) En efecto, si el psicoanálisis es terapéutico, no es una psicoterapia como las demás, en el sentido de que exige que quien la dirige sea un psicoanalista, esto es, que sea alguien que haya pasado por la experiencia de un psicoanálisis. La formación que el Estado intenta regular no incluye esta cláusula y permite la práctica de una supuesta « psicoterapia de orientación psicoanalítica »a profesionales que no son psicoanalistas.
Anne Lysy parte de la denominación usual de « psicoanálisis profano » al psicoanálisis ejercido por alguien que no es ni médico ni psicólogo. Y vuelve al texto de Freud de de 1926 ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? donde podemos leer: « La preparación para la actividad analítica no es nada fácil ni simple, el trabajo es duro y grande la responsabilidad. Pero una vez que se ha pasado por esta instrucción, que uno mismo ha sido analizado, ha averiguado de la psicología de lo inconsciente lo que hoy puede saberse, conoce la ciencia de la vida sexual y ha aprendido la difícil técnica del psicoanálisis, el arte de la interpretación, el combate de las resistencias y el manejo de la transferencia, ya no es un lego en el campo del psicoanálisis. » Por eso Anne Lysy puede concluir: « Por tanto se podría decir que un psicoanalista es por definición ‘lego’, ‘profano’, en el doble sentido del término: no responde a una pertenencia a una creencia religiosa y opera a partir de una posición de no-saber. »
Dominique Holvoet apunta a la desconexión que mostraba este proyecto entre la vida política (los cargos elegidos) y la opinión pública (los electores). Los representantes del psicoanálisis son recibidos cortésmente por los políticos, escuchados con atención, pero siempre queda la incógnita de si han sido comprendidos. Aunque se habrá dado, eso sí, un paso importante con el reconocimiento explícito de la diferencia entre psicoanálisis y psicoterapia. Si eso es así, »se podrá seguir ejerciendo el psicoanálisis sin que se considere que esto es un ejercicio ilegal de la psicoterapia ». Protegido el título de « psicoterapeuta » por la ley, el de psicoanalista depende de una formación específica. « Un nuevo avance sería obtener que la formación psicoanalítica garantizada por una Escuela psicoanalítica reconocida fuera considerada del nivel requerido en la entrada en el cursus psicoterapéutico tal como lo organiza la nueva ley. Porque en efecto, si el psicoanálisis no es una psicoterapia, sería idiota deducir demasiado aprisa que no tiene ningún efecto terapéutico. Y concluye parafraseando una frase de Jacques-Alain Miller: « El psicoanálisis en este sentido no cura, pero décoiffe (despeina, destapa, echa p’alante). » De lo que se desprende que « el psicoanálisis sólo encuentra refugio en las verdaderas democracias. »
Wim Galle recupera en Freud el mismo significante que utiliza Lacan para referirse al psicoanálisis: Erfahrung, experiencia. Sólo así se entiende lo imposible del oficio del psicoanalista, habitante de un discurso propio. Y alerta sobre el peligro de subsumir al psicoanálisis en el campo de las psicoterapias. Eso sería tanto como reducir lo imposible a una tarea finita, cuyo resultado sería la desaparición pura y simple del psicoanálisis. Y Jean-Pierre Lebrun señala que, ya desde el diccionario mismo, el psicoanálisis es definido como algo más amplio que su dimensión terapéutica y que desborda ampliamente esta dimensión. Y añade: »es para que ese desbordamiento sea respetado y tomado en cuenta por el legislador que dirigimos esta demanda a las autoridades políticas ». Y destaca el valor que tiene el diagnóstico que el psicoanálisis puede pronunciar « eso en lo que vivimos », « el modelo social que es el nuestro », y « si está a la altura de los seres hablantes que somos ».
Estas publicaciones presentan también entrevistas con autores, artistas, creadores, como Stefan Hertmans o Jaco van Dormael, que muestran su solidaridad con los psicoanalistas, los cuales, tanto como ellos, se autorizan por sí mismos, y no ignoran el vínculo que esto tiene con lo real imposible de su profesión, u oficio.
Posteriormente, según informa Patricia Bosquin-Caroz, surgieron diferencias entre los freudianos y los lacanianos convocados a esa acción. El desacuerdo surgió en torno de la diferenciación entre psicoanálisis y psicoterapia. Para avanzar en este sentido, y tras el primer Foro de octubre de 2013, « se impuso un acontecimiento epistémico destinado a afilar nuestros argumentos y a convencer a la opinión de la utilidad pública del psicoanálisis, de su diferencia con la psicoterapia y de su necesaria posición de extraterritorialidad frente a toda reglamentación. » Entonces Eric Laurent fue invitado a dictar, el día 10 de diciembre, en la Universidad de Saint Louis, una conferencia con el título de « El psicoanálisis no es una psicoterapia, pero… », seguida de una mesa redonda con representantes de las dos Universidades de Bruselas, la Universidad Libre y la de Saint Louis, y de miembros de las Escuelas y Sociedades psicoanalíticas de Bélgica.
Eric Laurent tomó como punto de partida para su conferencia un término introducido por Gil Caroz en una nota publicada en el número dos de Le Forum des Psychanalystes, titulada « Nombrar lo éxtimo ». Gil Caroz lee agudamente las frases del comentario al artículo 31 del proyecto de ley que hemos citado más arriba. Con su especial fórmula denegativa, ese comentario designaba exactamente el lugar éxtimo del psicoanálisis. Más aún, en otro lugar del comentario, se podía leer: »el psicoanálisis no es nombrado »: frase cuando menos paradójica, en tanto que su negación no borraba el nombre, sólo lo tachaba. Esto corresponde exactamente al lugar topológico que Jacques Lacan reserva para das Ding, esto es, lo primero que el sujeto ha podido separar de la denominación y de la articulación.
Sobre la conferencia de Eric Laurent podemos leer una reseña amplia de Patricia Bosquin-Caroz en Lacan Quotidien 363 (http://www.lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2013/12/LQ-3632.pdf). Tomamos auí algunos puntos.
Nombrar lo psicoterapéutico, explica Eric Laurent, se puede hacer desde dos lados, desde la psicoterapia misma o desde el psicoanálisis. Freud nos legóuna tensión en el psicoanálisis, la que hay entre el psicoanálisis puro y el psicoanálisis terapéutico. Y tanto Freud como Lacan advierten sobre el furor curativo, que desembocaría en la rigidez de un método aplicado; para ambos, la curación, como solemos repetir, viene por añadidura. En « Variantes de la cura-tipo », Lacan se burla de los psicoanalistas que se mantienen apartados del deseo de curar, porque en el psicoanálisis « se trata de curar al sujeto de las ilusiones que lo alejan de la vía de su deseo ». Por tanto, la cuestión de la curación se plantea desde el psicoanálisis puro, y no desde el aplicado, supuestamente especializado en los resultados. Plantear la cuestión desde el psicoanálisis aplicado desemboca rápidamente en los efectos de obscurantismo provocados por los términos de la llamada higiene mental. En el « Acto de fundación » de 1967, Lacan enumera estos efectos por su nombre: « conformismo de los objetivos, barbarismo de la doctrina, regresión acabada a un psicologismo puro y simple y todo ello mal compensado por la promoción de una clericatura. » Ésta clericatura viene a « resultar « una variante de la burocracia de expertos terapeutas distinguidos así ».
Poner la cuestión de la curación del lado del psicoanálisis puro significa plantearla fuera de toda norma, en el dominio de lo singular. Sólo los psicoanalistas ponen en cuestión seriamente el valor de este término de cura. Y el argumento se amplía, no sólo a la cuestión de la curación, sino que el psicoanálisis tiene mucho que decir sobre el campo « psi », e incluso debe ejercer un derecho de ingerencia.
El punto de partida, sigue argumentando Eric Laurent, puede ser la distinción establecida por Michel Foucault entre la sociedad organizada por la ley y la sociedad organizada por las normas. La ley establece claramente un dentro y un fuera; las normas configuran un espacio del Otro en el que el sujeto nunca está ni del todo dentro ni del todo fuera. Es ahí donde se ejerce el derecho de ingerencia del psicoanálisis, con la introducción de la lógica del no-todo. El psicoanalista es responsable de las reorganizaciones de ese campo normativo; y su intervención es posible, no con la erección de un superyó de nuevo cuño, antes al contrario: como facilitador de esa lógica agujereada, puede recordar « las consecuencias funestas de la evaluación y de la protocolización del mundo ». La multiplicación de los criterios de evaluación y de protocolización, junto con la forma, no ideal, sino deliroide, de un sistema operativo único que dominaría al mundo, producen un efecto real (en el sentido lacaniano) de abandono que ningún sistema de vigilancia puede compensar, antes al contrario. Es ahí donde son convocados los profesionales psy, como instrumentos de control y vigilancia. La tarea del psicoanálisis es entonces la de « recordar a los sujetos la singularidad de su deseo, de su fantasma, de su síntoma. » Y concluía: « es esa ex-sistencia la que se trata en todo discurso de hacer valer. »
Nueve días después tenía lugar, en el nuevo local de la ECF de la rue Defacqz, en Bruselas, un Foro Relámpago, « para informar y finalmente dar a entender que el psicoanálisis se distingue de la psicoterapia, que la práctica del psicoanalista está garantizada por la demostración de su formación y no por standards, que reducir la autorización de la práctica del psicoanálisis a la obtención de un diploma es una aberración psicoanalítica, que los charlatanes quieren hacer garantizar su práctica por una ley, que la libertad de expresión implica el derecho a la ‘libre asociación’ freudiana al abrigo de todo control. » De ese Foro tenemos una reseña breve en el número 365 de Lacan Quotidien (http://www.lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2013/12/LQ-365.pdf). Tomaron la palabra Jean-Daniel Matet, presidente de la EFP, la ensayista Corine Maier, y representantes de numerosas asociaciones psicoanalíticas belgas. Aunque el redactado de la ley mantiene una distinción entre psicoanálisis y psicoterapia, los oradores insisten en el peligro que subsiste de una confusión. Jean-Pierre Lebrun insiste sobre ese peligro: « Los psicoterapeutas de orientación analítica están organizándose para que el psicoanálisis sea englobado en la psicoterapia, lo que es lo peor para el psicoanálisis. Los adversarios del psicoanálisis son aquellos que crean la confusión entre psicoterapia y psicoanálisis. » Jean-Daniel Matet recordaba que nuestro interés está en la garantía que aportan las Escuelas de Psicoanálisis, garantía que de bajo ninguna circunstancia debemos ceder al Estado. Los postfreudianos tienden hacia esta posición; más aún, algunos signatarios de la carta del 4 de noviembre se habían constituido en lobby para pedir que la ley que estaba en curso de elaboración pudiera garantizar, además, el ejercicio del psicoanálisis. Se echa de ver en esta operación, cuando menos, una falta de confianza en el valor de la formación que ellos mismos dispensan. O peor: se trata de obliterar la aparición de un trozo de real de nuestro tiempo. Más vale ponerlo de relieve y nombrarlo.
Toda esta acción encuentra su punto y aparte (no nos atrevemos a decir punto final) en el Comunicado de la Association de la Cause Freudienne en Bélgica, la Association Psychanalytique de la Cause Freudienne (Bélgica), la Sección Clínica de Bruselas y el Kring voor Psychoanalyse de la NLS, ampliamente difundido, y que reproducimos aquí:
« La proposición de ley que reglamenta las profesiones de salud mental, que legisla entre otros el campo de la psicoterapia, fue aprobado este miércoles 15 [de enero] en la Comisión de Salud del Parlamento Belga. En ocasión de estos trabajos y debates parlamentarios que tienen alcance jurídico, la señora Onkelinx, viceprimera ministra y ministra de Salud Pública, ha confirmado que el título y el ejercicio del psicoanálisis no compete a esta ley sobre la psicoterapia. De otro lado, todas las proposiciones y enmiendas presentadas que apuntaban a incluir al psicoanálisis en una ley sobre la psicoterapia han sido rechazadas. La ministra de Salud y los parlamentarios belgas han reconocido así la especificidad de la disciplina psicoanalítica. La aprobación de esta proposición de ley en estos términos es pues una victoria para el psicoanálisis, fruto de un combate que ha durado cinco meses. »
Firman el Comunicado: Sra. Monique Kusnierek-HIns (presidenta de la Asociación Psicoanalítica de la Causa Freudiana), Dr. Alexandre Stevens (director de la Sección Clínica de Bruselas y del Campo Freudiano en Bélgica), Sra. Lieve Billiet (Presidenta del Kring voor Psychanalyse de la NLS), Sr. Guy Poblome (presidene de la Association de la Cause Freudienne en Belgique).