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Eje 5 – Cuerpo y tecnociencia en el Siglo XXI
Contribuciones para el debate
Escriben Alejandro Daumas y Lúcia Grossi
La emergencia de lo real del cuerpo, tema central del próximo ENAPOL, ocupa a los dos textos que nos trae el boletín de esta semana.
Alejandro Daumas, en su « Nota », nos indica el camino abierto de un problema. Situando el cambio de perspectiva de la medicina actual con respecto al cáncer, retoma la relación entre este y el acontecimiento de cuerpo para proponer al ENAPOL una investigación.
Lúcia Grossi hace un recorrido que parte de las consideraciones de Freud sobre las convulsiones epilépticas en su texto sobre Dostoievsky y, vía la última enseñanza de Lacan, arriba a un interrogante para el debate.
¡Hasta la próxima!
Una nota
Alejandro Daumas – EOL (Bs. As.)
Las notas tienen el fin de indicar un camino abierto, una marca, tal vez el porvenir de un ensayo o una investigación en ciernes, podríamos llamarla también un problema, « un llamado al Otro, pero que no opera mediante el testimonio, sino que procede, cada uno es convocado para rehacer por su cuenta un encadenamiento demostrativo y, llegado al caso, invalidarlo o proseguirlo en el lugar que ocupa la evidencia » [1].
La nota problema. La relación entre el cáncer y el acontecimiento del cuerpo.
« …una antigua enfermedad antaño clandestina y solo mencionada entre murmullos, que se ha metamorfoseado en una entidad letal y de formas cambiantes, imbuida de una potencia metafórica, medica, científica y política tan penetrante que a menudo se caracteriza al cáncer como la peste definitoria de nuestra generación » [2].
Así comienza Una biografía del cáncer, un libro de más de 700 páginas, instructivo e informado, que mereció un Premio Pulitzer, entrelazando en él éxitos y fracasos de la ciencia y cómo estos repercuten en cada época. Para el autor este « emperador de todos los males » será la nueva normalidad [3] ya que Mukherjee concluye tajantemente: « El cáncer, lo hemos descubierto, está cosido a nuestro genoma » [4].
El cáncer ya se caracteriza así, cosido. Miles de pruebas, ensayos, y tratamientos se enredan para mostrar que se está entre el destino o el fatalismo.
Hay ocasiones en que recibimos a sujetos en que este « emperador » se les ha presentado, u otras, en que en el transcurso de una cura la presencia de un diagnóstico de cáncer se torna oscuro y confuso, siendo el porqué y el « qué he hecho » su núcleo [5]. Testimoniando la manera en que en los sujetos impacta el embrollo de un « accidente del cuerpo » y el sentido del destino y la fatalidad.
Así, muchos quedaran presos de la significación única de estar « cosido al gen » como ley y como imperativo.
Por ello considero necesario investigar las relaciones entre « accidentes del cuerpo » y destino ya que con el cáncer se despierta una demanda de trabajo sobre esa articulación, buscando preservar en la lengua un rastro de su separación.
« Que defina lo singular, es lo que yo he llamado por su nombre: un destino. Es eso lo singular, vale la pena haberlo obtenido: por suerte, una suerte que de todos modos tiene sus reglas. Y hay un modo de ceñir lo singular por la vía justamente de ese particular, ese particular que hago equivaler a la palabra síntoma. El psicoanálisis es la búsqueda de esa suerte, que no es siempre forzosamente ni necesariamente una buena suerte, una dicha » [6].
Allí la traza de singularizar el destino, tejido con las reglas del azar, vehiculiza el síntoma. De manera tal que cada uno encontrara una salida al « accidente » en tanto entre azares y causas podrá bordear los « acontecimientos discursivos que dejaron huellas en el cuerpo, que lo perturban y produce síntomas en él, pero solo en la medida en que el sujeto en cuestión sea apto para leer y descifrar estas marcas » [7].
Tal vez esa sea la manera que pueda encontrar un sujeto para hacerle frente a un real al que someterá su cuerpo, tanto al dolor como a todas las prácticas (algunas necesarias y suficientes) y otras donde el discurso de la ciencia pretende reabsorber lo real sin síntoma.
Investigar las forma de enredarse y desenredarse con el destino, alrededor del trauma y la trama, sin la oscuridad del determinismo. Siendo la investigación y construcción del « acontecimiento del cuerpo » un concepto muy propio de psicoanálisis. Y es ENAPOL un lugar para demostrarlo.
1. Miller, J.-A., Los signos del goce, Paidós, Bs. As., 1998.
2. Mukherje, S., El emperador de todos los males. Una biografía del cáncer, Taurus, Madrid, 2011.
3. Hunter, J., « Epidemiologia del cáncer » Ca. Journal, www.cancer.gov
4. Caldas, H., « Atormentados por la prevención », www.enapol.com
5. Considero que la nota de lectura propone interrogar solo un punto del problema ya que es necesario considerar tanto el caso por caso como la fórmula « tener un cuerpo » la cual nos orientara tanto en el diagnóstico como en los modos en que este accidente del cuerpo repercutió en el parlêtre y la relación que mantenía con ese cuerpo.
6. Lacan, J., « El placer y la regla fundamental », Scilicet 6/7, Ed. du Seuil, Paris, 1975.
7. Miller; J.-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Bs. As., 2003.
El « gran hombre » y el cuerpo convulsivo
Lúcia Grossi – EBP (MG)
Dostoievski es un escritor que al mismo tiempo agradó y perturbó a Freud. Para él Los Hermanos Karamazov es la más bella novela hasta ahora escrita. Reconoce en Dostoievski una percepción profunda de la dificultad para reconciliar las exigencias pulsionales del individuo con las reivindicaciones colectivas. « Él podría haberse tornado maestro y libertador de la humanidad pero se unió a sus carceleros. Su neurosis lo condenó al fracaso », afirma Freud.
Freud demuestra que el eje de la neurosis de Dostoievski sería el deseo parricida y su punición. Enumera varios rasgos sintomáticos: la simpatía por lo criminal, la generosidad con los rivales, la pasión por el juego, las deudas, la sumisión al Padre, el masoquismo moral. Son características frecuentes de la neurosis obsesiva, del conflicto entre el Yo y el Superyó. Se destaca un rasgo que concierne al cuerpo y que siempre estuvo más ligado al campo de la histeria: Dostoievsky era epiléptico. Apoyado en la presencia de este cuerpo convulsivo, Freud afirma que se trata de una histeria grave.
Freud distingue la epilepsia orgánica de la epilepsia afectiva y dice que la reacción epiléptica está al servicio de la neurosis, transformándose en un síntoma de la histeria. Él tiene una visión funcional de la crisis epiléptica: sería un mecanismo orgánico para la descarga pulsional anormal (exceso pulsional). Según él, los antiguos médicos describían el coito como una pequeña epilepsia. El acto sexual sería una adaptación del método epiléptico de descarga.
Esa aproximación entre el ataque epiléptico y las reacciones corporales durante el acto sexual nos recuerda un fragmento de la música de la artista brasileira Rita Lee, en su canción « Amor y Sexo »: « El amor nos torna patéticos, el sexo es una selva de epilépticos… »
Una convulsión sería entonces una forma de gozar del cuerpo. Tiene valor de descarga, pero no es como el acto sexual que pasa por el cuerpo del otro, y ni siquiera es como la masturbación que acciona a los genitales, o sea, que se localiza de algún modo. El ataque epiléptico es un fuera de sentido absoluto. Es la emergencia de lo real del cuerpo. Es un cuerpo puro descubierto de la imagen que debería recubrirlo y desprovisto de un sujeto que responde, es lo vivo del cuerpo sin la marca de la significación fálica.
El cuerpo convulsivo en Dostoievsky es pensado por Freud bajo la óptica de « Tótem y tabú ». Según Freud: « dentro del aura del ataque es vivenciado un momento de beatitud suprema, que muy bien puede haber fijado el triunfo y la liberación por la noticia de la muerte, a los que siguió en el acto el castigo tanto más cruel. Una sucesión así de triunfo y duelo, festividad y duelo, la hemos colegido también entre los hermanos de la horda primordial que asesinaron al padre » [1].
Así, en el mundo freudiano, la crisis epiléptica evocaría el goce y la culpa. Se trata de un régimen de goce que supone un Otro consistente en la figura del padre terrible, recompuesto por el Padre, el zar que castiga a Dostoievski y por eso es amado.
¿Cómo pensar hoy este cuerpo convulsivo, en el tiempo lacaniano de la destitución del Otro? [2] La sustitución del sujeto del significante por el ser hablante, trae la experiencia del cuerpo al primer plano. Lacan afirma que el ser hablante adora su cuerpo y ese Un-Cuerpo es su única consistencia. Consistencia mental, afirma Lacan, pues ese cuerpo sale fuera de todo tiempo, aunque él no se evapore [3].
Entonces, dejo una cuestión para nuestro debate, a partir de la noción del cuerpo del ser hablante. ¿La convulsión podría ser pensada como una forma de salir fuera del cuerpo y al mismo tiempo mostrar una presencia: absoluta, brutal, descontrolada, real?
Traducción: Cecilia Parrillo
1. Freud, S., « Dostoievski y el parricidio », Obras Completas, t. XXI, Amorrortu, Bs. As., 1994, p. 183.
2. Miller, J.-A., Perspecyivas do Seminário 23 de Lacan. O Sinthoma, Rio de Janeiro: Zahar, 2010, p. 110.
3. Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, p. 64.
Eixo 5 – Corpo e tecnociência no Século XXI
Contribuições para o debate
Escrevem Alejandro Daumas e Lúcia Grossi
A emergência do real do corpo, tema central do próximo ENAPOL, ocupa os dois textos que o boletim desta semana nos traz.
Alejandro Daumas, em sua « Nota », nos indica o caminho aberto de uma questão. Situando a mudança de perspectiva da atualidade da medicina atual, retoma a relação entre esta e o acontecimento de corpo para propor ao ENAPOL uma investigação a respeito.
Lúcia Grossi faz um percurso que parte das considerações de Freud sobre as convulsões epilépticas em seu texto sobre Dostoievsky e, via o último ensino de Lacan, levanta uma questão para o debate.
Até a próxima!
Uma nota
Alejandro Daumas – EOL (Bs. As.)
As notas têm o propósito de indicar um caminho aberto, uma marca, talvez o porvir de um ensaio ou uma investigação em elaboração, poderíamos chamá-la também uma questão, « um chamado ao Outro, mas que não opera mediante o testemunho, senão que procede, cada um é convocado a refazer por sua conta um encadeamento demonstrativo e, chegando ao ponto, invalidá-lo ou prossegui-lo no lugar que ocupa a evidência » [1].
A nota questão. A relação entre o câncer e o acontecimento de corpo.
« …uma antiga enfermidade outrora clandestina e somente mencionada entre sussurros, que se metamorfoseou em uma entidade letal e de formas mutantes, imbuída de uma potência metafórica, médica, científica e política tão penetrante que frequentemente caracteriza-se o câncer como a peste definidora de nossa geração » [2].
Assim começa Uma biografia do câncer, um livro com mais de 700 páginas, instrutivo e informado, que mereceu um Prêmio Pulitzer, entrelaçando êxitos e fracassos da ciência e como estes repercutem em cada época. Para o autor, este « imperador de todos os males » será a nova normalidade [3] uma vez que Mukherjee conclui de modo enfático: « O câncer, descobrimos, é atado ao nosso genoma » [4].
O câncer caracteriza-se assim, atado. Milhares de provas, ensaios, e tratamentos se entrecruzam para mostrar que se está entre o destino e o fatalismo.
Há ocasiões em que recebemos sujeitos em que este « imperador » lhes foi apresentado, ou outras em que, no transcurso de uma cura, a presença de um diagnóstico de câncer se torna obscuro e confuso, sendo o porquê e « o quê fiz » seu núcleo [5]. Testemunhando a maneira com que, nos sujeitos, impacta o imbróglio de um « acidente do corpo » e o sentido do destino e da fatalidade. Assim, muitos ficaram prisioneiros da significação única de estar « atado ao gene »como lei e como imperativo.
Por isso considero necessário investigar as relações entre « acidentes do corpo » e destino visto que, com o câncer, desperta-se uma demanda de trabalho sobre essa articulação, buscando preservar na língua um rastro de sua separação.
« Que defina o singular, é o que tenho chamado por seu nome: um destino. É isso o singular, vale a pena havê-lo obtido: felizmente uma sorte que de todo modo tem suas regras. E há um modo de cingir o singular justamente pela via desse particular, particular que faço equivaler à palavra sintoma. A psicanálise é a busca dessa sorte, que não é sempre forçosamente, nem necessariamente, uma boa sorte, uma felicidade »[6].
Ali a trajetória de singularizar o destino, tecido com as regras do acaso, veicula o sintoma. De tal maneira que cada um encontrará uma saída ao « acidente »: entre acasos e causas poderá bordear os « acontecimentos discursivos que deixaram marcas no corpo, que o perturbam e produzem sintomas nele, mas somente na medida em que o sujeito em questão seja apto para ler e decifrar estas marcas » [7].
Talvez essa seja a maneira que um sujeito pode encontrar para fazer frente a um real a que submeterá seu corpo, tanto à dor como a todas as práticas (algumas necessárias e suficientes) e outras onde o discurso da ciência pretende reabsorver o real sem sintoma.
Investigar as formas de enredar-se e desenredar-se em relação ao destino, em torno do trauma e da trama, sem a obscuridade do determinismo. Sendo a investigação e construção do « acontecimento de corpo » um conceito muito próprio da psicanálise. E é o ENAPOL um lugar para demonstrá-lo.
Tradução: Mônica Bueno de Camargo
1. Miller, J.-A., Los signos del goce, Paidós, Bs. As., 1998.
2. Mukherje, S., El emperador de todos los males. Una biografía del cáncer, Taurus, Madrid, 2011.
3. Hunter, J., « Epidemiologia del cáncer » Ca. Journal, www.cancer.gov
4. Caldas, H., « Atormentados pela prevenção », www.enapol.com
5. Considero que a nota de leitura propõe interrogar somente um ponto do problema visto que é necessário considerar tanto o caso por caso como a fórmula « ter um corpo », a qual nos orientara tanto no diagnóstico como nos modos em que este acidente do corpo repercutiu no parlêtre e na relação que mantinha com esse corpo.
6. Lacan, J., « El placer y la regla fundamental », Scilicet 6/7, Ed. du Seuil, Paris, 1975.
7. Miller; J.-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Bs. As., 2003.
O « grande homem » e o corpo convulsivo
Lúcia Grossi – EBP (MG)
Dostoievski é um escritor que ao mesmo tempo agradou e perturbou Freud. Para ele Os Irmãos Karamazov seria o mais belo romance já escrito. Reconhece em Dostoievski uma percepção profunda da dificuldade para reconciliar as exigências pulsionais do indivíduo com as reivindicações da coletividade. « Ele poderia ter se tornado mestre e libertador da humanidade, mas se uniu a seus carcereiros. Sua neurose o condenou ao fracasso », afirma Freud.
Freud demonstra que o eixo da neurose de Dostoievski seria o desejo parricida e sua punição. Ele enumera os vários traços sintomáticos: a simpatia pelo criminoso, a generosidade com os rivais, a paixão pelo jogo, as dívidas, a submissão ao Paizinho (Czar), o masoquismo moral. São traços frequentes da neurose obsessiva, do conflito entre o Eu e o Supereu. Destaca-se um traço que concerne ao corpo e que sempre esteve mais ligado ao campo da histeria: Dostoievski era epiléptico. Apoiado na presença deste corpo convulsivo, Freud afirma que se trata de uma histeria grave.
Freud distingue epilepsia orgânica de epilepsia afetiva e diz que a reação epiléptica está a serviço da neurose, transformando-se num sintoma da histeria. Ele tem uma visão funcional da crise epiléptica: seria um mecanismo orgânico para descarga pulsional anormal (excesso pulsional). Segundo ele os antigos médicos descreviam o coito como uma pequena epilepsia. O ato sexual seria uma adaptação do método epiléptico de descarga.
Essa aproximação do ataque epiléptico com as reações corporais durante o ato sexual nos faz lembrar um trecho da música da artista brasileira Rita Lee, na sua canção Amor e Sexo: « O amor nos torna patéticos, sexo é uma selva de epiléticos… »
A convulsão então seria uma forma de gozar do corpo. Tem valor de descarga, mas não é como o ato sexual que passa pelo corpo do outro, e nem é como a masturbação que aciona os genitais, ou seja, que se localiza de algum modo. O ataque epiléptico é um fora de sentido absoluto. É o real do corpo fazendo emergência. É um puro corpo descoberto da imagem que deveria recobri-lo e desprovido de um sujeito que responde, é o vivo do corpo sem a marca da significação fálica.
O corpo convulsivo em Dostoievski é pensado por Freud sob a ótica de « Totem e tabu ». Segundo Freud: « na aura da crise epiléptica, um momento de felicidade suprema é experimentado. Pode bem ser um registro do triunfo e do sentimento de liberação, experimentados ao escutar as notícias da morte, seguidos por uma punição ainda mais cruel …. é o triunfo e o pesar, a alegria festiva e o luto experimentados pelos irmãos da horda primeva que mataram o pai » [1].
Assim, no mundo freudiano, a crise epiléptica evocaria o gozo e a culpa. Eis um regime de gozo que supõe o Outro consistente na figura do pai terrível, recomposto pelo Paizinho, o Czar que castiga Dostoievski e por isso é amado.
Como pensar hoje este corpo convulsivo, no tempo lacaniano da destituição do Outro? [2] A substituição do sujeito do significante pelo falasser, traz a experiência do corpo para o primeiro plano. Lacan afirma que o falasser adora seu corpo e esse Um-Corpo é sua única consistência. Consistência mental, acrescenta Lacan, pois esse corpo sai fora o tempo todo, mesmo que ele não evapore [3].
Deixo então uma questão para nosso debate, a partir da noção do corpo do falasser. A convulsão poderia ser pensada como uma forma do corpo sair fora e ao mesmo tempo mostrar uma presença: absoluta, brutal, descontrolada, real?
1. Freud, S., « Dostoievski e o parricídio », Edição Standard Brasileira das Obras Psicológicas Completas de Sigmund Freud, Imago, Rio de Janeiro, 1979, p. 215.
2. Miller, J.-A., Perspecyivas do Seminário 23 de Lacan. O Sinthoma, Zahar, Rio de Janeiro, 2010, p. 110.
3. Lacan, J., Le Séminaire, Livre 23, Le sinthome, Seuil, Paris, 2005, p. 66.
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