Columna de FERNANDO MARTÍN ADURIZ (ELP), publicada en DIARIO PALENTINO el jueves 3 de octubre de 2013.
Dice Albert, un muchacho Asperger, que al margen de ser autista, es otras muchas cosas. Impresionante: se carga de un plumazo toda identificación ser/síntoma, o sujeto/enfermedad, y con ello toda consideración deficitaria del autismo. No es el primero que contempla su propio ser autista, en este caso un autismo de alto rendimiento intelectual, protagonista del documental ‘Otras Voces’, que se está presentado en multitud de ciudades. Hoy se estrena en Palencia con su director Iván Ruiz Acero al frente, coautor de No todo sobre el autismo (Gredos, Madrid, 2013).
La constancia del Alcalde de Palencia, Alfonso Polanco, en conseguir que nuestra ciudad albergue eventos de marcado carácter social, lo que denomina ‘ciudad de servicios sociales’, merece reconocerse y más aún en medio de las actuales dificultades. Tan dados como somos por estos lares a hacernos fuertes en las críticas, convendría para ser creíbles, reconocer los esfuerzos de los buenos políticos en las buenas causas. Y además, Palencia, su Ayuntamiento figura a la cabeza de las administraciones públicas que apoyan la causa del autismo, y un ejemplo es el apoyo a un documental elogiado por padres y profesionales que conversan con autistas, y que como consecuencia recibirá los galardones de los certámenes en los que se empieza a presentar.
La causa del autismo en Europa tiene especialmente el apoyo francés, cuyos psiquiatras y psicoanalistas más eminentes se desesperan explicando lo obvio, es decir, que un autista no es sólo autista, tal y como dice el joven Albert, y tal y como muchos les hemos escuchado quejarse tantas y tantas veces por la incomprensión de los demás; que nadie es autista las 24 horas del día, como nadie es hiperactivo, anoréxica o ansioso, siempre y en todo lugar, y que hay aristas, enunciados, huecos donde establecer puntos de diálogo y avances sustanciales en la cura que no pasan por aprendizajes y evaluaciones, ni por los forzamientos acostumbrados donde se privilegia la conducta frente a la diferencia, y el orden frente a la invención singular, y donde se les encasilla en la posición objeto antes que reconocer que son sujetos de pleno derecho; en definitiva que no existen dos autistas iguales, y que hay que luchar por leer e interpretar el diccionario particular de cada uno de ellos.
Frente al positivista mundo de la literatura anglosajona, lleno de aburridos y bizarros programas para autistas, en Francia, Éric Laurent ha escrito La batalla del autismo. Que es la batalla por una ciudad que nunca debe de dar la espalda a los más vulnerables. O más diferentes. Tanto que dicen, como Albert, “no es el Asperger, yo también tengo mi carácter”.