Entre el ideal y la culpa está el goce
Araceli Teixidó
La culpa es una brújula que señala la dirección del ideal con la manecilla del goce.
Algunos casos clínicos nos pueden ayudar a ilustrar esta idea. Una situación llamativa es la de los familiares que aducen la culpa cuando no se pueden separar de los pacientes ingresados en el hospital en el momento en que los profesionales se lo aconsejan: « Se sienten culpables si se van ». La respuesta de los profesionales está orientada por un universal: una identificación asegura que el cuidador que está muchas horas en el hospital cumple con el ideal de cuidar y, más allá de cierto límite horario queda eximido de continuar y de la culpa que pueda experimentar. Explicaciones insuficientes que no palian el sentimiento aún a pesar del propio deseo de los cuidadores de dedicarse a otros asuntos.
Montse
Cuida a su madre demente. No se puede separar de ella y pide poder hablar de ello. Es la cuidadora de la madre porque no tiene una hermana y los varones no están para estas cosas. Lo dice como tantas otras mujeres explican que son la única hija entre varios hijos, que se les adjudicó el lugar y aceptaron. Me atengo la trama significante sin comprender ¿qué significa que no tiene una hermana? La pregunta sobresalta a Montse que narra las condiciones infantiles: su hermana de cinco años murió cuando ella tenía uno. A partir de entonces la obsesión de la madre fue no separarse de ella.
Vuelve sensiblemente más tranquila a la segunda sesión y se pregunta por su situación personal cuando la madre muera dado que está tan vinculada a ella. La invito a continuar hablando: tiene una hija y se niega desde que la tuvo a seguir el patrón materno. Se niega a restarle libertad. Interpreto su posición: se puso en el lugar de obturar la pérdida de la hermana para la madre y ahora teme perder ella y no sabe qué hacer, sólo puede decir que no quiere repetir con su hija. Siente rabia, asumí un destino sin preguntarme y, dice ahora, no quiero vivir más así. Entonces, ha llegado el momento de plantar cara a su destino, es mi respuesta. Aparece el deseo, cede la culpa.
Paquita
Hace cuarenta años que convive con la suegra que ahora tiene la enfermedad de Alzheimer. Desea acudir a una fiesta que la obligaría a viajar y ausentarse dos días, decide ingresarla unos días en el hospital acogiéndose a la fórmula del descanso familiar; el marido opone resistencia. Ella quiere ir y va. Pero la culpa le impide disfrutar de la fiesta.
Paquita cree que si no fuese por la suegra las cosas irían bien en el matrimonio. Ella esperaba un reconocimiento del marido, otra respuesta. De nuevo podríamos recurrir a un lugar común. Pero no concluimos, le pido que continúe hablando. Él era el más guapo del pueblo, todas le querían, se lo llevó ella, pero venía con la suegra a quien nadie apreciaba. No tardó en sentirse desgraciada con ella.
La suegra ya no pide nada, ¿porque sigue teniendo ese sentimiento de obligación hacia ella? El marido ha visto que la suegra está bien atendida en el hospital y ha cedido, aceptará que sea ingresada en una residencia. ¿Por qué sigue la culpa? Añade que le duele que, en esta operación, el marido se salte el reconocimiento al cuidado que ella ha tenido con su madre durante estos años.
Indico que ella cree que los problemas en el matrimonio han sido por la suegra, sin embargo podría ser que ésta tan sólo hubiese ocupado demasiado espacio, evitando que se vieran otros problemas y que cuando mueve a la suegra y deja un espacio vacío, aparece el resentimiento hacia el marido. Afirma y añade ella misma que la cuestión merece un análisis serio que desea realizar.
Hace años resolvió con una actuación un lío amoroso del marido que se había prolongado durante cinco años sin ella saberlo. Resolvió el hecho, pero quedó como resto la pregunta por el amor ¿él la ama? Recuerda el nacimiento de los hijos, que él la dejó muy sola y que entonces ella empezó a arremeter contra la suegra.
La culpa se reduce. Ahora pide continuar un análisis puesto que hemos atajado una infección pero observa una tendencia personal que hay que revisar. Cede el goce, cede la culpa.
Conclusión.
Creo que la casuística muestra que no hay universal válido para remover la culpa, los cuidadores raramente siguen el consejo de marcharse sin más cuando se sienten culpables, y sólo la dirección del goce que se tramita en la narración singular les permite salir del callejón sin salida del ideal.