Eje 1 – Más lejos del inconsciente, más cerca de los cuerpos
Contribuciones para el debate Escriben Juan Pablo Mollo y María Elena Lora
Las normas, sus crisis, sus consecuencias son tema del TEXTOaCUERPO de esta semana.
Los artículos de Juan Pablo Mollo y María Elena Lora nos recuerdan la relatividad tanto de las leyes que construyen el delito como de los fantasmas que alojan la violencia para poder ubicar lo real, aquello que nos interpela como psicoanalistas en las coordenadas de nuestro tiempo: de qué manera cada ser hablante vive la pulsión.
El concepto de delincuencia, el concepto de enemigo y el concepto de femicidio, toman otra luz al ser explorados desde una perspectiva psicoanalítica, que incluye su dimensión histórica a partir de cómo estos han sido definidos socialmente. ¡Hasta la semana próxima!
El cuerpo del delito Juan Pablo Mollo – EOL (Bahía Blanca)
La noción de delito es una arquitectura socio-jurídica, subsidiaria de la noción de Estado, que actúa frente a los conflictos sociales mediante la creación, interpretación y la aplicación coactiva de normas. El delito es una abstracción jurídica que no existe en la realidad social; es decir, existen acciones conflictivas de diferente magnitud y daño social, que simplemente tienen en común estar descriptos como delitos en el código penal y que habilitan al poder punitivo a criminalizar ciertas conductas y personas, según su arbitrio selectivo.
No existen delitos castigados en todo tiempo y lugar: no hubo conducta delictiva que no haya sido permitida, ni comportamiento lícito que no haya sido prohibido (ni siquiera el homicidio ha estado siempre prohibido y castigado). El buen ciudadano y el reo o la virtud y el vicio, son intercambiables en la historia de los códigos penales. La imputación de un delito, la identificación del delincuente y las nociones de culpa, responsabilidad y castigo son relativas al contexto cultural y el poder punitivo de cada época. Por ende, no puede darse un salto desde un código penal hacia el mundo social; y mucho menos cristalizar al delito como un pecado religioso o una patología individual.
Si bien el delito no tiene cuerpo, ni puede tener orígenes biológicos, étnicos o morales, la psiquiatría positivista del siglo XVIII instituyó, con su falsa ciencia, la patologización del delito; es decir, « sustancializó » al delito con una concepción biológicamente determinada de la conducta individual (actualmente reflotada por las neurociencias a partir de la neuroquímica cerebral y la genética molecular). Y la reducción biologicista, legitimadora del poder punitivo, siempre ha pretendido hacer existir el delito en la realidad social, en contra de la autonomía de las personas y de la soberanía jurídica sobre sus cuerpos.
Asimismo, la historia de la penalidad verifica que el concepto de enemigo siempre está presente en los programas de criminalización de cuerpos humanos etiquetados como « riesgos sociales » y sin derechos. La materialización de esta ideología queda plasmada en el « derecho penal del enemigo », que legitima al Estado a quitar el estatuto de persona a sus enemigos (jóvenes marginales, negros, inmigrantes, subversivos, terroristas etc.), para salvaguardar la seguridad de los ciudadanos. Por esto, la enfermedad endémica del poder punitivo es el genocidio; es decir, un ataque fuera de discurso y animado por el odio al goce del Otro, dirigido hacia el objeto enemigo (el nazismo fue la elección de un enemigo a partir de un delirio biológico).
La pena simbólica y justificable, no es practicable; el « asentimiento subjetivo » de la pena es una fantasía del psicoanálisis con el derecho, el padre y la doctrina cristiana. La pena real se encarga de imponer censura a través de la degradación social del transgresor sometido a ser objeto de un sufrimiento humillante. Así, la « encarnación » del delito es un acto político, siempre racista, que produce un resto corporal rebajado a la animalidad en la hoguera, el campo de exterminio o la prisión.
Una lógica bulímica opera en el orden de seguridad del capitalismo avanzado y el discurso global de la ciencia: traga a sus miembros, consume masas de personas a través de la educación, los medios de comunicación y la participación en el mercado; y mediante el sistema penal, vomita los restos abyectos fuera del cuerpo político-social. En efecto, en la época de la crisis de las normas y la agitación de lo real, el poder punitivo ya no opera a partir del semblante universal de la justicia, sino con un fin político de utilidad social basado en la segregación.
Bibliografía
- Lacan, J., « El atolondradicho », Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012.
- Miller, J.-A., Extimidad, Paidós, Bs. As., 2010.
- Pavarini, M., El arte abyecto, Ad-Hoc, Bs. As., 2006.
- Young, J., La sociedad excluyente, Marcial Pons, Madrid, 2003.
- Zaffaroni, R., Zaffaroni, R., El enemigo en el derecho penal, Ediar, Bs. As., 2005.
Crisis de la normas, desborde de la violencia María Elena Lora – NEL (La Paz)
Si el siglo XX fue el siglo de lo real, de la amenaza nuclear, del pasaje a la certeza de la ciencia; hoy estamos ante la inminente amenaza biotecnológica, la alteración del genoma humano, las clonaciones y la consecuente perturbación de las leyes de lo real. Pero el real propuesto por Lacan no es el real de la ciencia y, por ello, « …en el siglo XXI se trata, para el psicoanálisis, de explorar otra dimensión: la de la defensa contra lo real sin ley y fuera de sentido » [1].
Las crisis de las normas han incrementado la desconfianza en los S1, que aluden a lo social, lo jurídico, lo político, produciéndose la emergencia de un mundo tomado por una agitación de lo real. Un ejemplo de este extravío se manifiesta en la negación de la muerte y el desborde de la violencia.
Así, discurrimos atrapados entre el capitalismo y la ciencia. La muerte parece ocurrir lejos de nosotros, en la televisión, en un hospital, la familia ya no acompaña el ataúd al cementerio, ¿se habrá perdido la capacidad de aceptar la muerte? O más bien, la vemos tan continuamente: personas golpeadas, mujeres asesinadas, cuerpos despedazados en explosiones. Pero, evidentemente no miramos los cuerpos torturados, golpeados, pues estos nos recordarían la muerte, nos concentramos eso sí en la escena del crimen, en las flores o las vigilias a la luz de las velas.
Por otra parte, frente a la dictadura del plus de gozar y sus consecuencias, expectamos el estallido y el desborde de actos violentos: violencia física, violencia sexual hacia las mujeres, feminicidios como expresiones de la agitación de lo real y del actual malestar en la civilización. Esta apreciación de la época nos interpela a los analistas y nos convoca a reflexionar ante las horrendas muecas de esta epidemia social.
El que la violencia contra la mujer haya pasado de estar ubicada en la esfera privada a situarse en la agenda jurídica y política de varios países, ha permitido conocer las cifras macabras de mujeres asesinadas. Por ejemplo, en Bolivia, en los dos primeros meses de 2013 se registraron 25 muertes violentas de mujeres, calificados de homicidios intencionados o feminicidios.
Para frenar este tipo de violencia se proponen nuevas leyes con condenas más duras y acciones drásticas como la castración química. Asimismo, se puede observar que la atrocidad a la que están expuestas las mujeres, es abordada por el discurso de género y desde allí se intenta explicar la razón de estos hechos, atribuyéndolos a la presencia de un machismo en la sociedad. Esta explicación reduccionista, vinculada a la existencia del machismo, evidencia la falta de interrogación sobre las causas de un acto violento y la ausencia de un tratamiento de la feminidad, del goce, del cuerpo, que permitan cernir lo real en juego.
La enseñanza de Lacan muestra cómo el discurso capitalista promueve un movimiento circular que intenta excluir lo imposible. Además, enfatiza el goce femenino como goce suplementario, que no cae todo él bajo la significación fálica e introduce en el mundo una diferencia radical; goce femenino que no se puede controlar, encuadrar. Esta perspectiva lleva a afirmar que, en el origen de cualquier rechazo y destrucción del otro, anida el intento de borrar del mundo esta diferencia perturbante.
El feminicidio, las formas de violencia en el siglo actual son actos que cobran una especificidad pues se presentan « sin vestiduras y muestran el desgarro del Ideal y la preeminencia del objeto » [2]. De esta manera, para el psicoanálisis estos actos están enraizados al « eso falla » [3], al no hay de la relación sexual y como dice Miller « son, ante todo, signos de la no relación sexual (…) son como puntos de interrogación en la no relación sexual » [4] que expresan de modo singular la falta de unidad entre el ser hablante y el goce.
Así, la inexistencia de la relación sexual y la presentificación en la mujer del no-todo, objetante a lo universal, habita en el núcleo de esta problemática –tan promocionada socialmente– de la erradicación de la violencia, con leyes contra el maltrato, contra el feminicidio, donde prevalece la evaluación. Se instala el control y se desconoce cómo en cada uno de estos actos, se trata del goce, del modo singular de anudar una relación particular con el cuerpo del otro. Es decir, se trata de leer la manera en que cada ser hablante vive la pulsión, un pedazo de real.
2. Tendlarz, S.E., Dante, C., ¿A quién mata el asesino?, Grama, Bs. As., 2008, p. 197.
3. Miller, J.-A., Punto Cenit, Diva, Bs. As., 2012, pp. 44-45.
4. Ibíd., pp. 52-53.
Eixo 1 – Mais longe do inconsciente, mais perto dos corpos
Contribuições para o debate Escrevem Juan Pablo Mollo y María Elena Lora
As normas, suas crises, suas consequências são o tema do TEXTOaCorpo dessa semana.
Os artigos de Juan Pablo Mollo e María Elena Lora nos lembram a relatividade tanto das leis que constituem o delito quanto dos fantasmas que alojam a violência para poder enquadrar o real, o que, nas coordenada de nosso tempo, nos interpela como psicanalistas: de que maneira cada ser falante vive a pulsão.
O conceito de delinquência, o conceito de inimigo, o conceito de feminicídio, adquirem outro sentido ao serem explorados desde a perspectiva psicanalítica, que inclui sua dimensão histórica a partir do modo como eles foram definidos socialmente.
Até a próxima semana!
O corpo do delito Juan Pablo Mollo – EOL (Bahía Blanca)
A noção de delito é uma arquitetura sócio-jurídica, subsidiária da noção de Estado. Atua frente aos conflitos sociais, mediante a criação, interpretação e aplicación coercitiva de normas. O delito é uma abstração jurídica que não existe na realidade social, isto é, existem ações conflitivas de diferentes magnitudes e prejuízo social, que, simplesmente, têm em comum estarem descritas como delitos no código penal. Desta forma, habilitam o poder punitivo a criminalizar certas condutas e pessoas, segundo seu arbítrio seletivo.
Não existem delitos que tenham sido sempre castigados em todo tempo e lugar: não houve conduta delitual que não tenha sido permitida, nem comportamento lícito que não tenha sido proibido (nem mesmo o homicídio foi sempre proibido e castigado). O cidadão de bem e o réu, ou a virtude e o vício, são intercambiáveis na história dos códigos penais. A imputação de um delito, a identificação do delinquente e as noções de culpa, responsabilidade e castigo são relativas ao contexto cultural e ao poder punitivo de cada época. Finalmente, não se pode dar um salto, a partir de um código penal para o mundo social, e, muito menos cristalizar o delito como um pecado religioso ou uma patologia individual.
Embora o delito não tenha corpo, nem possa ter origens biológicas, étnicas ou morais, a psiquiatria positivista do século XVIII instituiu, com sua falsa ciência, a patologização do delito, ou seja, « substancializou » o delito com uma concepção biologicamente determinada da conduta individual (atualmente resgatada pelas neurociências a partir da neuroquímica cerebral e da genética molecular). Além do mais, a redução biologizante, legitimadora do poder punitivo, sempre pretendeu fazer existir o delito na realidade social, contrário à autonomia das pessoas e à soberania jurídica sobre seus corpos.
Da mesma forma, a história da penalidade verifica que o conceito de inimigo sempre está presente nos programas de criminalização de corpos humanos etiquetados como « riscos sociais » e sem direitos. A materialização dessa ideologia fica plasmada no « direito penal do inimigo », que legitima ao Estado retirar o estatuto de pessoa a seus inimigos (jovens marginais, negros, imigrantes, subversivos, terroristas etc.), para salvaguardar a segurança dos cidadãos. Por isso, a doença endêmica do poder punitivo é o genocídio; isto é , um ataque fora do discurso e animado pelo ódio ao gozo do Outro, dirigido para o objeto inimigo (o nazismo foi a escolha de um inimigo a partir de um delírio biológico).
A pena simbólica e justificável, não é praticável ; o « consentimento subjetivo » da pena é uma fantasia da psicanálise com o direito, o pai e a doutrina cristã. A pena real encarrega-se de impor censura através da degradação social do transgresor, submetido a ser objeto de um sofrimento humilhante. Assim, a « encarnação » do delito é um ato político, sempre racista, que produz um resto corporal rebaixado à animalidade na fogueira, no campo de extermínio, ou na prisão.
Uma lógica bulímica opera na ordem de segurança do capitalismo avançado e o discurso global da ciência: engole seus membros, consome massas de pessoas através da educação, dos meios de comunicação e da participação no mercado; e mediante o sistema penal, vomita os restos abjetos para fora do corpo político-social. Com efeito, na época da crise das normas e da agitação do real, o poder punitivo já não opera a partir do semblante universal da justiça, mas com uma finalidade política de utilidade social, baseada na segregação.
Tradução: Elizabete Siqueira
Bibliografía
- Lacan, J., « O aturdito », Outros escritos, Jorge Zahar, Rio de Janeiro, 2003.
- Miller, J.-A., Extimidad, Paidós, Bs. As., 2010.
- Pavarini, M., El arte abyecto, Ad-Hoc, Bs. As., 2006.
- Young, J., La sociedad excluyente, Marcial Pons, Madrid, 2003.
- Zaffaroni, R., Zaffaroni, R., El enemigo en el derecho penal, Ediar, Bs. As., 2005.
Crise das normas, excesso da violência Maria Elena Lora – NEL (La Paz)
Se o século XX foi o século do real, da ameaça nuclear, da passagem à certeza da ciência; hoje estamos diante da iminente ameaça biotecnológica, da alteração do genoma humano, das clonagens e da consequente perturbação das leis do real. Mas o real proposto por Lacan não é o real da ciência e, por isso, « …no século XXI trata-se, para a psicanálise, de explorar outra dimensão: a da defesa contra o real sem lei e fora de sentido » [1].
As crises das normas incrementaram a desconfiança nos S1 que se referem ao social, ao jurídico, ao político, produzindo-se a emergência de um mundo tomado por uma agitação do real. Um exemplo desse extravio se manifesta na negação da morte e no excesso da violência.
Assim, discorremos presos entre o capitalismo e a ciência. A morte parece ocorrer longe de nós, na televisão, em um hospital, a família já não acompanha o caixão até o cemitério. Terá se perdido a capacidade de aceitar a morte? Ou melhor, a vemos tão continuamente: pessoas agredidas, mulheres assassinadas, corpos despedaçados em explosões. Mas, evidentemente, não olhamos os corpos torturados, golpeados, pois esses nos recordariam a morte, nos concentramos na cena do crime, nas flores ou nas vigílias à luz de velas.
Por outro lado, frente à ditadura do mais de gozar e suas consequências, assistimos a eclosão e o excesso de atos violentos –violência física, violência sexual contra as mulheres, feminicídios– como expressões da agitação do real e do atual estado de mal-estar na civilização. Essa avaliação da época interpela os analistas e nos convoca a refletir ante as faces horrendas dessa epidemia social. Que a violência contra a mulher tenha deixado de estar colocada na esfera privada e passe a situar-se na agenda jurídica e política de vários países, tem permitido conhecer as macabras cifras de mulheres assassinadas. Por exemplo, na Bolívia, nos primeiros meses de 2013, foram registradas 25 mortes violentas de mulheres, qualificadas como homicídios dolosos ou feminicídios.
Para frear esse tipo de violência propõem-se novas leis com condenações mais duras e ações drásticas como as castrações químicas. Além disso, pode-se observar que as atrocidades às quais estão expostas as mulheres são abordadas pelo discurso de gênero, a partir do qual tenta-se explicar a razão desses acontecimentos, atribuindo-os à presença de um machismo na sociedade. Essa explicação reducionista, vinculada à existência do machismo, evidencia a falta de interrogação sobre as causas de um ato violento e a ausência de um tratamento da feminilidade, do gozo, do corpo, que permitam cernir o real em jogo.
O ensino de Lacan mostra como o discurso capitalista promove um movimento circular que tenta excluir o impossível. Além disso, enfatiza o gozo feminino como gozo suplementar, que não está todo submetido àsignificação fálica e introduz no mundo uma diferença radical; gozo feminino que não se pode controlar ou enquadrar. Essa perspectiva leva a afirmar que, na origem de qualquer rechaço e destruição do outro, aloja-se a tentativa de apagar do mundo essa diferença perturbadora.
O feminicídio, as formas de violência no século atual são atos que carregam uma especificidade, pois se apresentam « sem vestimentas e mostram o rompimento do ideal e a preeminência do objeto » [2]. Dessa maneira, para a psicanálise, esses atos estão enraizados no « isso falha » [3], no não há relação sexual e, como diz Miller, « são, antes de tudo, signos da não relação sexual (…) são como pontos de interrogação na não relação sexual » [4] que expressam de modo singular a falta de unidade entre o ser falante e o gozo.
Tal que a inexistência da relação sexual e a presentificação na mulher do não-todo, opositor ao universal, habita o núcleo dessa problemática –tão promovida socialmente– da erradicação da violência com leis contra os maus-tratos, contra o feminicídio, onde prevalece a avaliação. Instala-se o controle e se desconhece como em cada um desses atos, trata-se do gozo, do modo singular de enlaçar uma relação particular com o corpo do outro. Isto é, trata-se de ler a maneira pela qual cada ser falante vive a pulsão, um pedaço do real.
Tradução: Jorge Pimenta
2. Tendlarz, S.E., Dante, C., ¿A quién mata el asesino?, Grama, Bs. As., 2008, p. 197.
3. Miller, J.-A., Punto Cenit, Diva, Bs. As., 2012, pp. 44-45.
4. Ibíd., pp. 52-53.
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