El pasado jueves 7 de junio a las 8 de la tarde se proyectó en la sala del Archivo del Reino de A Coruña el documental de Marie-Pierre Jaury, “La infancia bajo control” tras el cual se dio paso a la discusión con el público, tan animada que agotó el tiempo del que disponíamos para el local. Tras la presentación realizada por Liana Velado, tres psicoanalistas de la Escuela abrieron el debate aportando sus lecturas particulares de la cinta, durante las cuales las preguntas y comentarios del público se fueron entrelazando hasta producirse una fructífera conversación.
En primer lugar Maria Eugenia Insua destacó que en el documental la conducta es lo que se ve y lo que se registra y ahí se acaba para el experimentador todo el conocimiento. En la primera escena donde los observadores solo pueden ver la película de los niños en el jardín de infantes bajo el prisma del temor a la violencia, eliminan los conocimientos de la psicología evolutiva, no pueden ver que es un momento del desarrollo, un transitivismo. La obsesión por el registro supuestamente objetivo deja afuera la pregunta más inteligente que hace uno de los niños evaluados “esto…¿para que?.”
El niño como objeto de observación es abandonado a la más completa soledad, sin tomar en consideración la historia, el contexto y sobre todo: lo que el niño enuncia, sin posibilidad de realizar una subjetivación de lo que le ocurre, lo que podría dar lugar a la posibilidad de un cambio, no previsible de antemano. Se plantea una falta de respeto por el recorrido que cada ser humano ha de hacer a lo largo de toda una vida, pues la vida es construcción, cambio, elección, no está todo escrito desde el origen como insisten en mantener en las investigaciones que presentan. Se presenta un intento ilusorio de predecir sobre supuestos falsos y estrategias tramposas para segregar y medicar. O se está del lado del control o se está del lado del sufrimiento, creo que es lo que se desprende en las intervenciones que se van intercalando entre una y otra evaluación.
Almudena Collantes subrayó cómo algunas escenas del documental muestran de un modo indirecto lo que las tesis biologicistas niegan, el efecto de la palabra
del evaluador sobre el comportamiento infantil:
En el caso Thibault, su deseo por la tarea propuesta en la primera escena se convierte en desprecio cuando es interrogado desde el control. En el ejemplo del programa Dominique la negación del Otro es extrema. Lo que avala la supuesta objetividad es que la palabra del niño ingresa directamente en la computadora y no es interpretada por los profesionales, como si no hubiera una interpretación previa en el diseño del programa, como señaló un profesional de la informática asistente al
debate. Vemos ahí otra muestra de como acallar el deseo de saber cuando un niño
que pregunta ¿para que sirve la escala? recibe la respuesta del psicólogo.
Marta Maside hizo hincapié en la doble vertiente, ingenua y perversa, de esta nueva línea de acción política que se deduce de la posición de los profesionales entrevistados en el documental. Esta posición parte del desconocimiento de la pulsión agresiva que ya Freud advirtió en su carta Einstein que era imposible de erradicar en el ser humano. Por eso se habla de caridad freudiana: la palabra es la unica posibilidad de atemperar, de modular y canalizar la pulsión de muerte. La escena de los estudiantes tomando nota muy serios mientras dos pequeños se pegan resulta cómica para cualquiera que tenga un contacto habitual con los niños, ¡lo que apunta irremediablemente al absoluto desconocimiento de la infancia por parte de estos supuestos “expertos”! Pero esta posición ingenua en el mejor de los casos, se torna cruel y perversa cuando muestra su aplicación política: todos iguales, todos medicados. Podemos concluirlo nítidamente cuando el creador del programa Dominique se jacta orgulloso de que la “palabra” del niño ingresa directamente en la computadora, eliminando así la interpretación del observador. Uno se pregunta, si se trata de la subjetividad del ser humano lo que está siendo evaluado, ¿por qué habría de sernos útil eliminar la interpretación del profesional? ¿qué utilidad puede tener para un sujeto que su palabra sea “objetiva”?
Un agudo comentario por parte de uno de los asistentes al debate, informático de profesión, respondió rotundamente a esto: todos los programas de software están confeccionados por sujetos, por lo que no existe la pretendida objetividad que se le imputa a la informática sino que cada programa ha sido ideado por una persona y su forma de interpretar la realidad de la que se trate.
La discusión sobre la posición pseudocientífica de esta línea de intervención cerró la velada, que culminó con la petición de uno de los asistentes de crear un espacio de trabajo desde el cual debatir la posición del psicoanálisis y la ciencia. Una sugerencia que nos comprometimos a estudiar.