ANUDAMIENTOS 25 María Hortensia Cárdenas destaca el filo abierto por Freud y renovado por Lacan. Si el padre no estuvo a la altura de las circunstancias, sólo permite destacar que hay un real que escapa al orden simbólico y que hace del síntoma, imperecedero. Es lo que mantiene al analista en su práctica hasta hoy. Piedad Ortega de Spurrier
El psicoanálisis en el siglo XXI
El psicoanálisis trae una novedad siempre presente desde sus orígenes: la causa del sufrimiento se ubica en el acontecimiento traumático, que hace agujero. Freud lo articula a una experiencia sexual real o fantaseada y que inscribe un goce. Desde entonces la figura del padre no se ha encontrado a la altura de las circunstancias; su función, luego indicada por Lacan, es fallida: no está en su poder poner límite al goce. Por tanto, cuando falta el padre, ¿cómo hacer con lo real del sexo? El psicoanálisis tiene como condición el malestar producido por la inexistencia de la relación sexual y la represión del goce. Si seguimos con Lacan la tesis de que los síntomas son como puntos de interrogación por lo imposible de la relación sexual, entonces se nos plantea una política de tratamiento del síntoma que toma en cuenta su verdad pero también que su modo de goce no se reduce al sentido. El problema que se nos presenta hoy es lo que J.-A. Miller llama en « Una fantasía », la « pulverización del síntoma« , cuando este es tomado como un trastorno que ha sido clasificado en interminables categorías y es tratado con prácticas normativas y autoritarias. Contrariamente, el psicoanálisis busca preservar una relación nueva del sujeto con su síntoma por la vía del inconsciente transferencial. La posibilidad de existencia del psicoanálisis siempre estuvo del lado de lo real y del goce y continúa estándolo en el siglo XXI. En otras palabras, el psicoanálisis sigue encontrando en el síntoma, en un real que hace fracasar la relación sexual, su razón en el mundo. Del síntoma tomado entre verdad y goce, entre el orden simbólico y lo real. Ese es el lugar de la práctica lacaniana y la posibilidad de mantenerse en el discurso actual.
María Hortensia Cárdenas
El psicoanálisis en el siglo XXI
El psicoanálisis trae una novedad siempre presente desde sus orígenes: la causa del sufrimiento se ubica en el acontecimiento traumático, que hace agujero. Freud lo articula a una experiencia sexual real o fantaseada y que inscribe un goce. Desde entonces la figura del padre no se ha encontrado a la altura de las circunstancias; su función, luego indicada por Lacan, es fallida: no está en su poder poner límite al goce. Por tanto, cuando falta el padre, ¿cómo hacer con lo real del sexo? El psicoanálisis tiene como condición el malestar producido por la inexistencia de la relación sexual y la represión del goce. Si seguimos con Lacan la tesis de que los síntomas son como puntos de interrogación por lo imposible de la relación sexual, entonces se nos plantea una política de tratamiento del síntoma que toma en cuenta su verdad pero también que su modo de goce no se reduce al sentido. El problema que se nos presenta hoy es lo que J.-A. Miller llama en « Una fantasía », la « pulverización del síntoma« , cuando este es tomado como un trastorno que ha sido clasificado en interminables categorías y es tratado con prácticas normativas y autoritarias. Contrariamente, el psicoanálisis busca preservar una relación nueva del sujeto con su síntoma por la vía del inconsciente transferencial. La posibilidad de existencia del psicoanálisis siempre estuvo del lado de lo real y del goce y continúa estándolo en el siglo XXI. En otras palabras, el psicoanálisis sigue encontrando en el síntoma, en un real que hace fracasar la relación sexual, su razón en el mundo. Del síntoma tomado entre verdad y goce, entre el orden simbólico y lo real. Ese es el lugar de la práctica lacaniana y la posibilidad de mantenerse en el discurso actual.
María Hortensia Cárdenas