Anudamientos 22 El boletín Anudamientos reaparece a partir de hoy con este texto, en el que María Cristina Giraldo nos muestra por qué en la contemporaneidad el consumo ocupa el lugar del Otro que no existe, cuestión que en nuestro medio es puesta en acto en los enfrentamientos cotidianos entre los llamados « combos », que establecen en los barrios populares de Medellín un orden alterno al del Estado de derecho, que legítimamente debería mantener el monopolio de las armas y ejercer la regulación de los vínculos. Héctor Gallo NEL-Medellín Límites de la práctica y sujetos en el límite Un síntoma de las fragilidades del orden simbólico en el siglo XXI entre nosotros, es la guerra urbana por el control de tráfico de drogas. En muchos de los barrios de Medellín, los sujetos viven en el marco de un discurso que no se regula en el Estado de derecho e implica otras formas de dominación y del monopolio de la producción y del territorio. Los sujetos viven en el límite: o son el desecho de estas vertientes del mercado capitalista que los sume en la pobreza, o hacen parte de la servidumbre identificatoria a las mismas y se insertan en los distintos oficios del tráfico de drogas y del sicariato. Sin embargo, no todos los sujetos se alienan a este discurso ¿qué operación sinthomática les permite diferenciarse y arreglárselas en la connivencia con estos efectos de dominación y de servidumbre? En la contemporaneidad, el consumo ocupa el lugar del Otro que no existe. Esto se pone en acto en el enfrentamiento barrial entre combos, con sus métodos y jefaturas terribles, por el control del tráfico de drogas. Lo que Lacan llamó en el Seminario 21 « un orden que es de hierro »[1] organiza el submundo de estos proveedores de goce. El parlache es un neologismo que integra: parlar, parce y parche.[2] Hay un S1 que es el que se enuncia y un S2 que le otorga un significado que circula en el combo; hablar en parlache es signo de referencia y de pertenencia. Esta forma dialectal nombra clandestinamente las posiciones de poder en la organización y las modalidades del vínculo social: en el combo circulan los sujetos de la misma manera que circula la droga, el dinero, las armas y la muerte. En la guerra entre combos vemos en forma descarnada esos trazos de lo contemporáneo: la ruptura del ideal, el empuje al consumo, la marca del cinismo, la deconstrucción del vínculo social y el rasgo perverso que agrega el goce que falta al Otro. Estas comunidades agrupadas en torno a un modo de goce, a un punto de real fuera de todo sentido, no conllevan en sí, como consideraba Lacan de la comunidad humana, un límite al goce. ¿Podemos afirmar entonces que se trata de un discurso y, por tanto, de un tratamiento al goce? y, de ser así, ¿qué tratamiento sería? O por el contrario ¿están los combos en relación directa con el plus de gozar y esto no pasa por las vías del discurso? Los interrogantes que surgen, muestran los confines de la práctica analítica con estos sujetos que están en límite. En ese primer movimiento del análisis, que implica pasar del síntoma social al síntoma singular, nos encontramos con la dificultad para permearse a la división subjetiva y para construir síntoma analítico, en sujetos que se instalan en dispositivos de defensa imperturbables; o cuyo síntoma es fijación de goce que no hace demanda; ni hay sujeto del inconsciente; ni responsabilidad sobre el goce y que están encerrados en identificaciones catastróficas que los alienan en la pertenencia al combo, donde la protección está puesta en ese Otro y no en responder con su síntoma, al vacío angustioso. Son sujetos que se ubican en el lugar del desecho, o de la servidumbre identificatoria, en posición de objeto del Otro, y que desaparecen como sujetos. Los combos subsisten gracias a excluir de ellos la diferencia absoluta; la singularidad se paga con la muerte; no hacen síntoma, ni acogen el síntoma de sus integrantes. Eric Laurent dice: « …el tratamiento de un real por medio de un sistema simbólico, si éste no funciona de la buena manera, puede producir un real sin ley que, finalmente, escapa de las manos… ».[3] María Cristina Giraldo NEL-Medellín
[1] El seminario. Libro 21. Los no incautos yerran (Los nombres del padre). Clase 10. Del 19 de Marzo de 1974. Inédito.
[2] Parlar: Hablar; Parce (Parcero): compañero o cómplice; Parche: hacer parte de un combo. Tomado de: Castañeda, L. y Henao, J. El parlache. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2001.
[3] Laurent, Eric, Desencerrar, no predicar. En: El goce sin rostro. Buenos Aires: Tres Haches, 2010. p. 22.