INTRODUCCIÓN por Carmen Cuñat
Buenos días. Vamos a dar comienzo a las X Jornadas de la ELP que este año llevan por tema el cuerpo. « Cuerpos escritos, cuerpos hablados » es el título.
Pero para inaugurar estas Jornadas esta vez vamos a hacer algo diferente. Pues este año es un año especial. Este año celebramos la actualidad de la enseñanza de Lacan, 30 años después de su fallecimiento. Así que esta vez vamos a iniciar las Jornadas, y con ello no nos alejamos del tema, escuchando su voz, recordando su mirada, acercándonos a su decir y, también, atendiendo a la transferencia que su enseñanza suscitó y suscita cada día entre los que le siguen: 8 colegas de las diferentes Comunidades de la Escuela han querido testimoniar de su encuentro con la enseñanza de Lacan y lo que significó para ellas. Esa será la segunda parte del evento.
Y para terminar esta secuencia de inauguración, daremos la palabra a la Presidenta del Campo freudiano, Judith Miller. Judith es miembro de honor de nuestra escuela. Desde los inicios nos ha acompañado Jornada tras Jornada, unas veces orientando el camino, otras causando nuestro deseo, otras incluso alertándonos frente a las desviaciones. Tengo un recuerdo imborrable de la primera vez que me encontré con Judith. Íbamos a inaugurar la Casa madrileña de la Escuela Europea de psicoanálisis, y ella , la hija de Lacan, vino con sus posters debajo del brazo, son sus chinchetas incluso, para engalanar rápidamente nuestras paredes con las señas de identidad del Campo freudiano, los carteles de sus primeras jornadas. Para mi y creo que para muchos que hoy están aquí, Judith ha sido siempre un ejemplo, la muestra de que la Reconquista del campo freudiano no es posible si uno no pone el cuerpo, la muestra también de que se puede amar a un padre y ser fiel a su legado sin retenerlo para sí. Últimamente Judith ha tenido que enfrentarse con los « gestores de la opinión », y no precisamente de la opinión ilustrada. Quiero agradecerle en nombre de todos los miembros de la ELP su coraje, manifestarle nuestro apoyo y pedirle que nos siga engalanando el camino. Lo hará hoy también con su intervención que lleva por titulo « Un decir vivificante ».
VIDEO : « La actualidad del Lacan 30 años después » http://vimeo.com/32538113
Como habéis podido comprobar en los títulos de cierre, este video ha sido realizado por: Carmen Conca y José Manuel Granada. La voz es de Rafael Charlofé
Con la colaboración entusiasta de: Anna Aromí, José Manuel Álvarez, Rosa Mª Calvet, Teresa Colomer, Carmen Cuñat, Joaquin Guimbao Jr., Olga Montón, Vicente Palomera, José Ángel Rodríguez Ribas, Iván Ruiz y Gracia Viscasillas.
Encuentros con la enseñanza de Lacan
LALANGUE por Blanca Cervera (Madrid)
Psicoanálisis era un significante presente en mi familia y en sus dichos desde mi niñez.
En el año 1988, años después de la muerte de un entonces desconocido para mí Jacques Lacan, y contando con diez años, fui llevada por primera vez a la consulta de un analista. Si bien accedí a ir, no consentí a dicho tratamiento y un mutismo se apoderó de aquellas largas entrevistas, que la analista intentaba quebrantar con múltiples preguntas a las que yo únicamente respondía « no se ». No quería seguir yendo, sentía que aquello no iba conmigo. Demandé dejar de ir y quedé a la espera de que mi madre accediera, decidida a no decir una sola palabra.
Pero un acto de la analista, quizás el primer y único acto analítico de aquel recorrido, y que llamaré lacaniano porque fue la dimensión que tomaría para mí años mas tarde, marcaría mi vida. La analista señaló la repetición de esta única palabra dicha, « no se« , y me pidió que la repitiera… « nosenosenoseno… No se – seno ». Lo escuché muy sorprendida y conmovida, y un oportuno corte de sesión produjo efectos.
Desde entonces hasta hoy han pasado veintitrés años. Casi veinte años en análisis, con tres analistas distintos, en una elección que no podía ser otra, y cuyo recorrido está indudablemente marcado por la brecha que se abrió en aquel acto, imposible de sostener sin el giro, la verdadera revolución en el campo del psicoanálisis, que supone la enseñanza de Lacan.
En mi caso mi encuentro con el legado de Lacan viene desde el comienzo de mi experiencia en el análisis con analistas lacanianos, detalle no sin importancia porque puedo decir que nada de esto hubiese sucedido para mí sin esta orientación. Mas tarde vendrán la perplejidad ante sus textos incomprensibles, el estudio, el Instituto, la autorización, la Escuela.
Escribiendo esto me daba cuenta de por qué hace unos meses, leyendo Aún, me despertaba de madrugada para poder leer una y otra vez algunas clases del Seminario. Volver a leer de manera repetida ese Seminario en el que Lacan plantea el no hay La mujer. El no hay la mujer y aquel no se, no se – seno.
Mi relación sinthomática con el psicoanálisis es, sin poder ser otra cosa, con el psicoanálisis de orientación lacaniana.
Es éste mi pequeño homenaje a Lacan, pero también a la orientación lacaniana, posible en el acto, cada vez y sin garantías, de cada analista, que hace que la enseñanza de Lacan, y la práctica que supone, no desaparezca.
SUSPENSO por Rocío Cid (Andalucía)
Cuando Manuel Montalbán me propuso escribir este texto, me abrumé, me quedé en blanco. Entonces me vino un recuerdo.
Cuando estudiaba segundo curso de Psicología, llegó el momento de elegir las asignaturas optativas entre las que se ofertaba Psicología Dinámica, la única asignatura de Psicoanálisis de entre las 56 que componían la licenciatura. Hasta ese momento, el significante Psicoanálisis no me era ajeno, sabía que mi padre era Psiquiatra-Psicoanalista, aunque no sabía muy bien qué significaba. Esta asignatura estaba muy solicitada, a la gente le intrigaba el contenido y sobre todo la leyenda que pululaba por la facultad, toda una serie de dimes y diretes sobre la profesora: Que si te preguntaba por tus sueños y por tu sexualidad, Que te interpretaba cosas de tu infancia. Según mis compañeros: estaba un poco loca, como todos los psicoanalistas.
Elegí esa asignatura entusiasmada ante algo nuevo que me parecía bastante interesante, me propuse tomármelo muy en serio. En una de las clases, un significante resonó en mí, Jaques Lacan, un psicoanalista francés que se caracterizaba por un retorno a Freud y aplicaba las leyes de la gramática estructural y de la lógica matemática al psicoanálisis. El Inconsciente está estructurado como lenguaje… eso me sonaba. Me leí todas las lecturas obligatorias y recomendadas: Proyecto de una Psicología para Neurólogos, La interpretación de los sueños, Estudios sobre la Histeria incluso Los Complejos Familiares de Lacan. Después de un cuatrimestre entregada a estas cuestiones, en el que mis compañeros me pedían resúmenes y apuntes llega el examen. Veinte preguntas tipo test en formato verdadero o falso, en el que una pregunta que falles te resta una pregunta que tengas bien. Salen las notas y el resultado: SUSPENSO. Perpleja, me quedo mirando una y otra vez mi número del DNI al lado de un SUSPENSO, el único de la toda la carrera, en letras mayúsculas, cojo un folio para ponerlo en línea recta y comprobar, atónita, que el sobresaliente que hay abajo no es mío, el mío es el suspenso. Esto no podía quedar así, después de todo el verano estudiando, me presenté en Septiembre. Mismo formato: 20 preguntas a verdadero o falso. Una mal, resta una bien. Resultado: Aprobado. El interés que todo lo leído me había despertado, quedó tapado por ese primer encuentro con « un psicoanálisis » tan peculiar y académico, que asocié con un fracaso que me tocaba en algo muy íntimo.
Tres años tuvieron que transcurrir desde este espisodio hasta el momento en el que sitúo el verdadero encuentro con la enseñanza de Lacan. Tres años en los que tuve tímidos acercamientos a través de algún intento de lectura y la asistencia a algún seminario de la sede de Málaga, quizás movida por la intuición de que debía haber algo más.
Fue un año después de acabar la carrera, cuando una urgencia subjetiva, un momento de total desorientación en lo personal y lo profesional, me llevaron a iniciar mi análisis en París.
Los primeros años de análisis con un analista de orientación lacaniana me sirvieron, no sin dificultad, de impulso. Me dotaron de una brújula que me ayudó a resituarme. Esta experiencia del análisis me creó la necesidad de acercarme a la ELP un lugar de encuentro con la enseñanza de Lacan a otro nivel, un lugar donde la enseñanza de Lacan se mantiene viva. Un lugar donde para mí, el psicoanálisis pasa de ser algo evaluable a una experiencia completamente personal y única, singular para cada uno.
HACÍA FALTA UN LACAN por Mª José Freiría (Catalunya)
Si Nietzsche decía Así habló Zaratustra, Freud representaba al hombre capaz de escuchar a las mujeres de carne y hueso. En el caos de mi encuentro con lo imposible de la relación entre los sexos, Freud significó el soporte de la palabra femenina.
Pasé un tiempo con los de la IPA, aunque pronto estuvo atravesado por el encuentro con alguien que me hacía escuchar a los lacanianos. La vehemencia del discurso de Lacan, más que sus palabras, que no entendía, me producía un efecto de rebeldía. Me enfrasqué en batallas interminables, en las que defendía la libertad de propuestas terapéuticas. En verdad, lo que quería era reducir a Lacan, dominarle colocándolo dentro de un conjunto.
Después de 3 años, confiada como yo podía estarlo, siempre con alguna sospecha, mi analista kleiniano me abandona. No puede seguir atendiéndome porque los estatutos son muy claros en ese sentido. Me toca pasar a un análisis didáctico y él no está en la lista de los candidatos. Además, deberé analizarme todos los días de la semana, a razón de esos tres cuartos de hora interrumpidos por un timbre de despertador, que ya me había incomodado a lo largo de todo ese tiempo.
Descubro que lo que se paga no es otra cosa que un armazón, un chasis rígido inventado para todos. Hay que seguir los pasos, cubrir las etapas, obedecer las normas y al final estarán los méritos de adquirir el gusto de hacer pasar a otros por el mismo rasero.
Todos mis interrogantes, taponados a fuerza de interpretaciones sobre la transferencia, salieron a flote condensados en uno solo: ¿Por qué mi análisis se había convertido en un lugar de confesión y de perdón de los pecados, condenándome a no dejar nunca de verme como una impenitente?
Se trataba de una operación lógica, la misma que yo intentaba hacer con Lacan, desconocer su singularidad para seguir en una relación de desconocimiento con lo real. Qué mejor que cargar el goce con un sentido religioso para tapar lo real con la figura del gran Padre.
En esa senda, no había encontrado la fuerza que necesitaba para atravesar la oscuridad, en la que se tejía una angustia casi permanente. Hacía falta un Lacan para tener la oportunidad de decir más allá, incluso por fuera del ser mujer, decir más allá del sentido.
Lacan, el rompiente. El que puede romper consigo mismo y con su Escuela, y con La Mujer con mayúsculas. El que hace del deseo la brújula de la ética del sujeto. Pero también, el que sabe que se puede pasar del padre, solo a condición de servirse de él y que los no incautos, yerran.
Tardé tiempo en leerlo, porque no podía sin pasar por la experiencia analítica y tampoco sin leer antes a aquel que podía leerle. Pero sus frases, tan cifradas como contundentes, sus matemas, esas piezas colocadas en los extremos de lo simbólico, tocando lo real, hacían huecos en las ficciones que organizaban mi vida.
Con el soporte de una nueva transferencia, a través de cientos de sueños soñados para sobrepasar el sueño de Freud, tocar la lógica del goce, su infinitud, su falta de moral. Leer sobre un fondo de sentido, los signos del goce. Dejar de hacer consistir un Otro sin falta…
Hacía falta un Lacan en la historia del pensamiento moderno y en la mía para que existiera la posibilidad de no perder el gusto por la vida -con Nietzsche- de no quedar atrapados en el penis- neid y el complejo de castración – con Freud- y de no seguir pensando el goce como algo nocivo a eliminar sino como la condición misma de la existencia.MI ENCUENTRO CON LA ENSEÑANZA DE LACAN por Carmen Garrido (Galicia)
El primer día de clase de Filosofía en el Instituto, el profesor me preguntó con una sonrisa cínica que lo caracterizaba: « ¿señorita Garrido, qué es para usted la Filosofía? », yo le respondí algo así como que es un lío, un rollo, un embrollo, y él me dijo, « bien, entonces cuando usted tiene una madeja toda liada irá deshaciendo los nudos poco a poco ». Yo, en mi atrevida ignorancia y osadía adolescente le dije que no, que yo los cortaba.Esa era mi posición en la vida, coger el camino corto y retirarme cuando encontraba dificultades, lo cual sin saberlo, me liaba y me complicaba bastante la vida.
Después de dos años de terminar Psicología y hacer unos cuantos cursos de psicoterapias variadas, me encontré con un compañero del instituto, no habíamos tenido gran relación pero él ocupaba, en ese momento, un puesto que a mí me gustaría ocupar, por supuesto, sin pagar el precio y el trabajo de desliar la madeja. Me invitó a asistir a un curso de introducción al Psicoanálisis.
Freud y el descubrimiento en mí misma del inconsciente me parecieron fascinantes, por fin encontraba la formación que andaba buscando, pero no solo la formación, algo me había tocado personalmente.Después vino Lacan, con sus « palabrotas » enigmáticas, goce, deseo, falo, sujeto barrado,… que me hacían acudir jueves tras jueves a ver si entendía un poco más que el jueves pasado.Y la Escuela del Uno por Uno, cada uno según su deseo, que me permitía ocupar un lugar que no tenía que ser igual al de los demás.
Y el Cartel, el primer texto de Lacan que me permití trabajar por mí misma fue « Subversión del sujeto y dialéctica del deseo ». Era ininteligible para mí, como si fuese chino, pero al mismo tiempo enigmático y atrayente. Lo poco que podía entender me remitía a mí misma, podría decir en honor al tema de esta Jornada, que lo poco que podía entender lo sentía en el cuerpo. Y, por primera vez no me fui, no corté los hilos enmarañados y me quedé a deshacer los nudos poco a poco hasta encontrar un cabo por el que empezar a tirar. Algo me decía que no tenía que entenderlo todo y que yo podía llegar a saber. Y aquí sigo, después de 25 años, tirando del hilo y parándome pacientemente a deshacer los nudos de la madeja, que siguen siendo unos cuantos, aunque he de reconocer y agradecer a Miller y a muchos colegas de la Escuela, por no decir todos, cada uno a su nivel y manera, que me hacen esta tarea un poco menos complicada.LEER CON LACAN por Ángela González Delgado (Castilla y León)De mis primeras lecturas de infancia tengo un recuerdo entrañable, los cuentos de Andersen y los de Grimm bellamente ilustrados y los pequeños cuentos troquelados tomaban el valor de preciosos objetos esperados con anhelo, pues me proporcionaban muchos momentos de felicidad. ¡Que fácil soñar, imaginar, con ese pequeño objeto en las manos! Pero además y sobre todo, los libros, que me hacían compañía, que funcionaban como escudo protector frente a cualquier miedo, zozobra o soledad, pronto se convirtieron en compañeros permanentes, imprescindibles. Lo fueron en la infancia y aún lo son.Fue años después cuando comencé a leer a Jacques Lacan, acontecimiento que no fue por casualidad, pues fue precisamente así, con la lectura de uno de sus seminarios que comenzó mi formación analítica. Me fui acercando a ese primer texto con esa mezcla de temor y curiosidad que nos provoca la aureola de sabiduría que precede a los genios. Y, aunque pasé mucha desazón de inicio, me conquistó. Lacan llegó y orientó mi camino.
No hay mejor destino, pues, para un lector que encontrarse con Jacques Lacan. En sus textos un lector, solitario o advertido, se va topar con la belleza de un fragmento exquisito, con la sentencia que no va poder olvidarse ya nunca, con la pregunta que abre la llave de una puerta cerrada desde antaño, con las claves de un enigma largo tiempo acariciado o con lo abrupto de un bosque de palabras que sólo con tiempo va aclarándose. Podemos leer a Lacan y volver sobre los textos constatando que no es lectura de único sentido, que su lectura favorece e invita a nuevas interpretaciones, a otras implicaciones, a nuevos gozos y desazones. Lectura para seguir descifrando, esa del Lacan lector para lectores.
Continuaré leyendo a Lacan, sin duda. Proseguiré leyendo a sus lectores, comprometida con lo que en otros genera su testimonio y seguiré leyendo obras literarias, aunque ahora mi lectura ya no es en soledad, como en la infancia. Ahora mi lectura es advertida. Es lo que tiene leer con Lacan.UN ENCUENTRO EXTIMO por Patricia Tassara (Valencia)
Estábamos a finales de los 70, estudiaba Psicología en Argentina. ‘Psicoanálisis’ era para algunos una mala-palabra. Me dí cuenta de ello un día que me obstiné en forzar las cosas pronunciándola en clase ante una profesora muy ‘derecha’ de una asignatura que se llamaba Psicología Comprensiva. Se acercó lentamente hacia mí preguntando: « ¿Cuál es su apellido? ». La veo escribir mi nombre en un cuadernito. Por suerte, sólo pasó a ser la lista de los que no pensaba aprobar nunca por habernos atrevido de manera ‘incomprensible’, a pronunciar esa palabra prohibida. A pesar de ello, fui tras ese significante a los grupos de estudio ‘clandestinos’, fuera de las fronteras de la facultad. Digamos que fui a buscar fuera lo impronunciable en el interior.
Llegó el año 1983, las paredes de la facultad, blancas y asepticas por los años negros, se llenaron de democráticos y coloridos carteles. Fue entonces cuando me topé con la primera materia ‘lacaniana’. Digamos que conocí a Lacan en democracia, a través de aquellos profesores lacanianos que me enseñaron con gran entusiasmo.Eso caló en mi, caló el deseo vivo que advertí en ellos porque de lo que leía no ‘comprendía’ nada!. Eran tantos conceptos en solo un curso, que para mí convertía esa materia en una empresa muy difícil de atrapar. A día de hoy, sigo estudiando esos conceptos y siempre descubro algo nuevo.
No sé cómo, pero aprobé la materia. Por entonces desconocía ciertas diferencias entre parroquias. Es así que un día de gran entusiasmo, tras tumbarme en el diván en el que estaría 50 minutos a pesar de decir solo en 5 lo más importante, no tengo mejor idea que comunicarle al analista que yo quería estudiar a Lacan y si por favor me podía indicar a quién acudir. El analista dio un respingo en su sillón:
« ¿Lacan? » « Pero… pero… Ud qué quiere!, estudiar con Harari!? » Por entonces no tenía idea del tal Harari, ni de la IPA, ni de APdeBA, yo sólo quería estudiar a Lacan! pero advertí en su cuerpo y tono al hablarme que algo extraño había sucedido. Más tarde con Lacan, lo entendí. A pesar del susto analítico, encontré por mi cuenta con quien estudiarlo. Unos meses más tarde, se precipitó una conclusión. Me marchaba del país pero quise hacer dos cosas antes de partir. Me procuré la dirección del Círculo Psicoanalítico de Valencia, lugar al que escribí una carta pidiendo información para continuar mis estudios. Y gracias a que amablemente me respondieron sigo trabajando en esa comunidad hasta hoy. La segunda cosa que hice fue procurarme del nombre de un analista lacaniano en España. Me quedé con el nombre de uno, aunque lo desconocía la transferencia ya estaba allí, en un pequeño rasgo del nombre mismo.
Mi encuentro con Lacan no fue sin el deseo entusiasta de aquellos profesores, tampoco sin el buen encuentro con los analistas de mi comunidad y por supuesto no fue sin el deseo del analista que elegí. Tres años después de empezar mi análisis y sin sobresaltos, comunicaba al analista que había decidido apuntarme en la Sección Clínica de Barcelona. Al día siguiente de haber terminado de escribir este pequeño homenaje, vino a mi mente un recuerdo. Tenía 12 años cuando cae en mis manos una gran caja. Era un juego de mesa de preguntas y respuestas. Me recuerdo jugando con él y riendo con mis amigas del colegio en una tarde de verano. ¿Sabéis cuál era el nombre escrito con grandes letras en la tapa de esa caja?
¡El Psicoanálisis!.
HORROR AL SABER por Elena Usobiaga (País Vasco)Allá por 1980, en el marco de mi formación como analista, supervisaba mi trabajo clínico con un analista didacta de la IPA. Un día me dijo respecto del caso que le presentaba: « Debe ud. interpretar la envidia a esta paciente; su deseo de destruir al objeto envidiado ». Escuché esta indicación perpleja. Conocía bien el concepto de envidia en Melanie Klein, ya que asistía a un Seminario sobre su obra. Me pareció imposible para mí poder hacer tal interpretación a la paciente y así se lo hice saber a mi supervisor, quien añadió con delicadeza, pero tajante, que de no poder interpretar las manifestaciones de la pulsión de muerte en mi paciente, este tratamiento no iría muy lejos.
Mi rechazo a aceptar la manera de intervenir en la clínica que proponían los analistas Kleinianos, así como el propio concepto de envidia de Melanie Klein, me hicieron escuchar con atención « otros modos », que entonces llegaron a mí en relación al nombre de Jacques Lacan.
El primer texto que cayó en mis manos respecto a la enseñanza de Lacan fue un texto de Horacio Etchegoyen. Si mi memoria no me falla el texto se titulaba « Tres lecciones sobre el objeto en la obra de Lacan ». El texto me encantó, y mi recuerdo termina ahí. No recuerdo de aquel texto más que me abrió una nueva perspectiva y el deseo de conocer a Lacan y su enseñanza.Soñaba con analizarme con Lacan, absolutamente inasequible para mí. Poco después recibí con gran disgusto la noticia de su fallecimiento. No podría conocerle jamás, pero quedó en mí la convicción de que me analizaría con un analista lacaniano y de acercarme a su enseñanza. Las Jornadas que tuvieron lugar en Bilbao en el año 82 me dieron la ocasión de contactar con mi primer analista, y poco después estaba inscrita en el Seminario de lectura de Lacan, organizado por la Biblioteca de estudios freudianos de Bilbao. El primer contacto con la obra de Lacan fue la lectura del Seminario Encore, del que creo que poco entendí, pero que me hizo vislumbrar que en él se encerraba un saber sobre qué es una mujer, que despertó mi interés por estudiar a Lacan, siempre vigente.Durante los 18 años en que llevé la dirección médica de una Institución para autistas, mantuve abierto un espacio de lectura del Seminario III, que nos sirvió de brújula en la clínica de las psicosis.
En mi recorrido por la lectura de la obra de Lacan me encontré con gran sorpresa, el elogio que hacía sobre el artículo de M.K. « Envidia y gratitud ». Me produjo un efecto de chiste: aquello de lo que había huido, que me produjo horror a saber, volvía a aparecer en mi camino.
Ha sido en mi análisis dónde he podido enfrentarme a « verdades difíciles de soportar », asumir mi propia agresividad, así como las diferentes facetas de la pulsión de muerte. Un encuentro en mi análisis podría decir banal, me permitió desprenderme de la posición de « belle âme », bien resguardada de saber lo que no quería saber y que hacía obstáculo a mi deseo. Este paso, en un camino aún sin terminar, me permite asumir mi deseo con otra ligereza.Cuando recientemente cayó en mis manos el texto de J.A. Miller « Vie de Lacan », puede reconocer que en el encuentro con mi actual analista, ella sí analizada por Lacan, se me hace patente día a día, la transmisión de una relación particular y radical con el deseo, subrayada en este texto. El poder afrontar aquello de lo que escapaba, me ha abierto la posibilidad de encontrarme con un gusto por el saber que no hubiera sospechado. Siempre supe que fue la buena elección.
YO NO SABÍA por Gracia Viscasillas (Aragón)Llamaré « seducción » al primer tiempo. Fue aquel en el que, estudiante de Psicología, me encontré no con los textos sino con una palabra transitada de Lacan. Entonces, yo no sabía quien era Lacan. Durante mucho tiempo pensé que la seducción provenía del analista –analista que siguió otros derroteros que los de la Escuela- que conformaba los grupos y seminarios a los que acudía. Hoy sé que fue el impacto del encuentro con enunciaciones y aperturas nuevas, y agradezco la enunciación encarnada. Fue ese el tiempo en el que inicié mi primer tramo de análisis.Llamare « pasión » al segundo tiempo, el del encuentro con los textos de Lacan y con la Escuela. Entonces, yo no sabía lo que era la Escuela. En la historia de lo que hoy es nuestra Comunidad de Aragón de la ELP está lo que se llamaba el GEP-Aragón. Aunque antes ya había ido leyendo textos de Lacan, fue en el GEP donde se produjo para mí no el encuentro con la palabra enunciada sino el encuentro con los textos. Fue un encuentro inédito y apasionado, tanto que hubo un momento que temí enloquecer. Y fue entonces que le hice una propuesta algo extraña a Sergio Larriera: una supervisión de textos. Ese fue otro encuentro. Durante mucho tiempo él me orientaba hacia textos y yo leía, escribía sobre las lecturas, comentaba, conectaba… Por ese tiempo ya me había metido de lleno en el GEP; estábamos trabajando el Seminario 4 y yo fui directa a ocuparme del capítulo en el que se encuentra el grafo de la carta robada. Recuerdo que lo hacía y rehacía una y otra vez y no conseguía hincarle el diente. Sergio me « presentó » a Miller, me dirigió a los desarrollos del « Curso 1, 2, 3, 4 », y que traduje con mi francés de colegio -es decir, buscando en el diccionario tres de cada cuatro palabras (beneficio secundario: ahora leo tranquilamente los textos en francés). Fue en este tramo donde inicié de nuevo análisis con alguien que quiero nombrar aquí: Marta Glasserman, psicoanalista. Fue también en análisis y alrededor de la crisis del 98 que la Escuela empezó a existir para mí. Y tomé posición.Llamaré al tercer tiempo « el encuentro con lo real ». Y ahí si que yo no sabía. Tal vez fue la muerte abrupta de Marta Glasserman –que me llevó a pedir análisis a mi analista actual-, tal vez el pasaje por la experiencia de las entrevistas del pase a la entrada, pero sentía que se clausuraba un tramo del análisis: aquel que viene acentuado por la vía significante. El caso es que este último tramo abrió para mí la vía del objeto. Diré, simplemente, que la letra de Lacan se encarnaba y se encarna en mi propio análisis. Y también en la práctica -que esclarece los textos de Lacan, y a la inversa. Y es de este modo que Lacan no sólo se actualiza para mí, sino que me actualiza.
Que Lacan para mí está vivo, no es sólo una manera de hablar. Una anécdota: Tras una sesión de análisis que lo menos que puedo decir es que fue de impacto, me cabreé con Lacan, me cabreé mucho. Tal es así que olvidé sus Escritos en la « charcutería », algo que cuando me di cuenta, tras la perplejidad, me hizo reír de mí misma: había sido una manera de lanzarle un improperio, un « cerdo », en guiño a « Una cuestión preliminar… ».Estos tres tiempos, « seducción », « pasión » y « encuentro con lo real » siguen vigentes para mí de una forma renovada. Incluyen, y en cada vuelta de la Escuela vuelvo a encontrarlos, mi compromiso con la Escuela de Lacan.
Lacan fundó su Escuela sobre un agalma, su enseñanza. El 26 de enero de 1981, sobre la Escuela de la Causa Freudiana, Lacan escribe: « Esta es la Escuela de mis alumnos, de aquellos que me quieren todavía. Abro enseguida las puertas de la misma. Digo: a los mil. Vale la pena arriesgarse. Es la única salida posible, y decente ». Hay muchas cosas que sigo sin saber, pero sí sé que si hoy fuera esa fecha yo hubiera estado allí.
UN DECIR VIVIFICANTE por Judith Miller (París)
He preferido plantear las preguntas después, porque había leído todas las intervenciones de esta mañana y cada una fue una sorpresa y debe seguir siéndolo.
¿Qué decir? ¿A qué título? tanto más cuando se trata de un homenaje a Lacan en el que cada una habla necesariamente de sí mismo, del Lacan que cada una ha hecho suyo. No sé porqué, veo que somos todas mujeres, pensaba que había un hombre también, así que tengo que modificar un poco la traducción de mi texto realizado por la señora Julia Gutiérrez, a quien doy las gracias por su trabajo. Cada una habla de las consecuencias de haber encontrado la obra de Lacan, en la vida, profesional y personal.
Me preguntaba quiénes serían estos Lacan de cada uno de los ocho encuentros de este homenaje de hoy. A cada uno, no su cada una sino su Lacan, y entonces encontramos hoy ocho Lacan cuya diversidad me corresponde preservar, sin intentar colectivizarlos, normalizarlos o estandarizarlos. Esto me ha permitido concluir que esos diversos Lacan son el mismo. Ese Lacan único en su diversidad, yo lo caracterizaría así: permitió a cada una cernir el real del cual ella es la respuesta, o acercarse a él. Indujo en cada una de ellas una transferencia permanente y renovada. Existe una repercusión de Lacan sobre cada una, análoga a la que tuvo Freud. Pero hoy el discurso analítico corre el riesgo de no diferenciarse de los otros discursos, de verse reducido a un discurso del amo, o al de la universidad o incluso al de la histeria.
Entonces tomé el partido de extraer de cada uno de estos homenajes una pregunta para ser planteada a las Escuelas que se reclaman de Lacan. Y una de las direcciones de trabajo que me parece que les corresponde tomar en cuenta concretamente.
La transferencia de trabajo que suponen y que aseguran las Escuelas es un homenaje permanente, ¿Cómo podría no mencionarlo? ¿Repetirlo? ¿Citarlo? Con estos 8 homenajes, se pueden verificar el uno por uno de la diversidad, de la singularidad, de la contingencia, el precio a pagar, que implica esta transferencia.
Así, me he planteado a mí misma una pregunta que se puede plantear también delante de los otros, sin molestar a quienes han testimoniado. He elegido extraer de cada testimonio una « interrogación-enseñanza ».
La primera. ¿porqué un analista lacaniano llama « lacaniano » a lo que un analista manifiestamente no lacaniano ha hecho bien y lo eleva a la altura de acto analítico? Me parece que hablamos en la Escuela de este acto sin desarrollar lo que Lacan dice de él. Por ejemplo, me parece aún oscuro porqué el analista tiene horror de su acto… Cuando preparaba la ponencia para Zaragoza estaba leyendo el libro Freud y el enigma del goce de Armand Zaloszyc –les invito a leerlo–,buscando en él una respuesta a esta primera pregunta. Es decir, he encontrado esta pregunta leyendo este libro.
En una conferencia dada el 19 de junio de 1968, de la que Armand Zalozyc no conoce ni el título ni el lugar – quizás Jacques-Alain Miller los conozca –Lacan habría dicho: « es del fantasma del psicoanalista, a saber, lo que hay de más opaco, de más cerrado, de más autista en su palabra, de donde procede el choque con el que se descongela en el analizante la palabra »
La segunda. Los nudos, podemos cortarlos, desenredarlos, construirlos también. ¿No es esta la apuesta que cada analizante hace? ¿Permite un análisis desanudar su nudo y anudarlo de otra manera? Construirlo de una manera diferente. Tomar en serio que el análisis no es una terapia, que la curación viene por añadidura, no me parece que se pueda deducir de ahí que el análisis sea inoperante, como hacen el discurso del amo y el discurso universitario, esto no impide los efectos terapéuticos rápidos, de los que ya Freud desconfiaba. Recordar lo que Lacan nos enseña, que sin cernir el fin de análisis no hay escuela de psicoanálisis, no impide subrayar estos efectos rápidos, eso no reduce el psicoanálisis a una terapia. Es responder al discurso de la supuesta eficacidad de la rentabilidad.
Tercera. Leer con Lacan nos enseña que las escuelas lacanianas no tendrían que olvidar aquellos que en sus ámbitos respectivos se ponen las gafas de la enseñanza de Lacan para descifrar lo imposible con el que ese campo se encuentra. Quizás tendría que recordarse que los no analistas estaban « bendecidos » en la Escuela de Lacan.
Cuarta. Cuál fue mi alegría al leer, en uno de estos homenajes, que fue un texto de Etchegoyen, por el que tengo un gran afecto, el que le hizo descubrir al autor de este homenaje el psicoanálisis mismo y la importancia que para él tuvo la obra de Lacan. Esta alegría me interroga: como superar los obstáculos que Etchegoyen encontró. ¿Las Escuelas tienen que tratarlo? ¿Cuál sino La EOL? ¿La ELP? ¿La SLP?
Quinta. Que no es una pregunta sino un alivio. Sorpresa: psicoanálisis, ¡una mala palabra! ¡En Argentina! ¿Qué extraer de ahí? Que Argentina ha conocido años negros y que España ha sabido acoger a la colega. Es muy importante a mis ojos en lo que concierne a cada Escuela. Todas han hecho ruido por Rafah y pueden estar orgullosas de su liberación.
Seducción, pasión y encuentro con lo real: Trilogía original. No puedo hablar del homenaje de Gracia sin decir a Gracia y a toda la comisión organizadora que estamos muy que contentos de estar aquí en Zaragoza y de ser numerosos, y de disfrutar del affectio societatis que nos es propio, sabiendo que el « mal » esta en cada uno, como lo dice BHL, en su libro La guerre sans l’aimer.
La última: Cárteles, dispositivos lacanianos; les dejo deducir una orientación en nuestras escuelas. Les invito a sacar una lección del rechazo de los DIN (1) y de la evaluación cuantitativa. Nuestra época nos confronta con lo que en el primer Foro he nombrado una « elección de cultura ». Las lenguas están vivas; están amenazadas de empobrecimiento. ¡Las Escuelas llaman a la invención! Y a dar lugar a los jóvenes; tienen que ponerlo en acto.
Ya me he extendido demasiado, quería atenerme al tiempo al que se han atenido estos magníficos homenajes, en su estilo y sus maneras respectivas. Son una mina que aporta mucho a todas las Escuelas del Campo Freudiano. ¡Gracias a ellos y a la ELP!
Gracias también a Jacques-Alain Miller nombrado en dos homenajes. Jacques–Alain permite a los jóvenes y a los menos jóvenes encontrar a Lacan, estableciendo sus seminarios, componiendo los libritos de la colección « Paradoxes », editando los Otros Escritos, redactando Vida de Lacan, haciendo su curso la « Orientación lacaniana ».
Gracias también a Lacan por hacernos ex-sistir.
(1) Deutsches Institut für Normung, en español Instituto Alemán de Normalización. Remite a los ISO.