Jessica Bravo
Un cartel consiste en una serie de banquetes con cuartetos de convidados. Cada invitado se ha autorizado a sí mismo a asistir a este “banquete síntoma”. En el banquete no hay un único menú. En el cartel no hay amo que ordene cocinar, no se enseña al analizante a cocinar, no-se-les-cocina, no hay instrucciones previas y se busca no recocinar. El participante no requiere preparación especializada. Así, cada comenzal-cartelizante es chef, lleva sus ingredientes consigo y practica su propia receta para banquetearse el psicoanálisis. Hay en esta experiencia gastronómica un dejarse sorprender, un esfuerzo en la elaboración del plato con un toque inédito y un gusto singular. Aquí, el propio acto de preparación es parte del producto. Estos cuartetos de convidados no son de piedra y no hacen grupo, hacen colectivo sin que su articulación produzca una epidemia-histérica. El cartel requiere un más uno, un “anfitrión” -no necesariamente diligente-, alguien quién mientras dura la cocción sigue indicando que el pote de mostaza está vacío y evita -en lo posible- que se pegotee la olla. La última indicación de un experto en banquetes recogida por Miller, es que si este “se hunde en el mutismo o la melancolía, o, por el contrario, el tono sube excesivamente y amenaza un escándalo”, para poner a todos de acuerdo… hacer entrar a los payasos. Al final, la degustación se hará en la mesa de la Escuela Psicoanalítica. El resto de cada preparación es el motivo para otro banquete con otros. No sólo de pan vive el ser humano,también de una buena experiencia de cartel Luz Rosario Araujo Cartel “Temas varios”, experiencia enriquecedora analizada, o mirada, desde cualquier lado del prisma. Parió resultados positivos no sólo a nivel personal, que se refleja en la calidad y la acumulación del saber, sino también a nivel de la dinámica de grupo. En el ruedo se presentó el reto de tener que compaginar, inicialmente, con otros cuatro temas, todos diferentes, y prácticamente desconocidos. Haber podido compaginar cuatro intereses que proponían un espacio, que exigía la máxima atención de cada uno de los participantes, es un mérito compartido. Por suerte, nunca se perdió la mira que permaneció siempre puesta en un objetivo común: la supervivencia del cartel. Pero, el deseo de descubrir lo máximo posible sobre el inconsciente y el psicoanálisis, fue la brújula que nos guió hasta el final. Lograr involucrar al otro en el tema picassiano, sin que resulte agotador, fue difícil, tanto como para mí lo fue el comprender al Sujeto tachado, al S1, S2, o a las diversas A. Y eso, que no menciono “el resto”. El producto finalJuan de Althaus Hay una lógica en pasar a dejar de no escribirse. En algún momento el significante fálico se inscribe, aunque podría ser que no, y el goce del Otro irrumpe. Freud hablaba de la salida del Edipo con el superyo. Lacan inventa el dispositivo del pase para que el analista, que ha llegado a su final de análisis, de testimonio de su aporte singular al Otro de la escuela. Esto merece la pena remarcarlo en la época en que el Otro no existe. Por eso, escribir un producto al cierre de un cartel y presentarlo, contribuye a circunscribir el psicoanálisis en el Otro de la escuela o hacer existir la escuela. El cartelizante nota que algo cambió al atravesar este umbral. La modulación de su voz tendrá sus resonancias y su escritura sus impregnaciones. Se continuará en otra vuelta más, un poco diferente, en otro cartel con otros. Comisión de carteles de la NEL:Elida Ganoza, Beatriz García, Mayra de Hanze, Piedad de Spurrier, Ana Viganó.