Estimados colegas, Con el fin de rendir un homenaje a Jacques Lacan en el 30 aniversario de su muerte, el 9 de septiembre de 1981, el Gabinete de Prensa de la ELP ha enviado a los medios una Nota de Prensa (Elp-debates 8 de septiembre) para hacer llegar a la opinión pública el reconocimiento de los miembros de la ELP a su legado, a su enseñanza, y para insistir en el lugar indiscutible que ha tenido y sigue teniendo en la cultura contemporánea. Al mismo tiempo, se han puesto a disposición de los medios para su difusión estas breves semblanzas, escritas con rapidez pero no sin esmero por nuestros colegas: Miquel Bassols, Miriam Chorne, Gustavo Dessal y Fernando Martín Aduriz. Esperamos que a lo largo del mes de septiembre otros miembros y socios se añadan a este homenaje, que se inició con las intervenciones de Antoni Vicens y Araceli Fuentes (Los Debates de la Escuela nº4), realizando su propia contribución. Carmen Cuñat, Presidenta de la ELP
Lacan el oscuro, y a la vez de una claridad meridiana. Lacan citado sin parar, a favor y en contra, pero muy poco leído con el rigor que merece: —Es que parece ilegible. —Sí, como el inconsciente de tus sueños. Lacan el amo, excluido de la institución oficial psicoanalítica, creador después de una Escuela que formó a varias generaciones de psicoanalistas (1964), pero que él mismo disolvió cuando, al final de su vida (1981), vio que traicionaba sus propios principios. Lacan el maestro, cuyo nombre, hoy, tiene el honor de llevar una Universidad y cuyos Escritos y Seminarios siguen orientando la práctica de miles de psicoanalistas en varias lenguas y lugares. Lacan el clínico, de una docta precisión, heredero de una tradición psiquiátrica injustamente olvidada. Pero también Lacan el profeta, que vaticinó la alianza, degradante para el saber y para su función social, que la Universidad promueve hoy en día con el nuevo amo de las leyes del mercado. Lacan, que intuyó igualmente, cuando nadie lo imaginaba, las nuevas formas de segregación social a las que debía llevarnos la Europa de los mercados comunes. También Lacan el insurgente, el amigo de Picasso, de Dalí, del grupo surrealista de su época, con un anecdotario del que los historiadores no saben muy bien qué hacer más allá de alimentar la prensa rosa: —“Hagan como yo, no me imiten”. Y sobre todo, Lacan el psicoanalista. Los testimonios que conocemos de sus analizantes son siempre impresionantes, fuera de serie. Lacan psicoanalista, que puso la función del “deseo del analista” en el centro de una ética para el tratamiento de los síntomas y malestares del sujeto contemporáneo, un tratamiento que no ceda a las falsas sirenas de unos ideales higienistas cada día más funestos. Lacan, de una exigencia fuera de lo común para los propios psicoanalistas: “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época ». Treinta años después de su muerte, el sujeto Jacques Lacan, finalmente Otro —como le gustó nombrarse—, sigue tan presente y enigmático como su “duro deseo de durar”.
Y así, se prepara estos días la publicación en castellano de un admirable texto de Jacques-Alain Miller, “Vida de Lacan”, que demuestra lo que Baltasar Gracián podría muy bien calificar con un Lacan, hombre en su siglo: “Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos […] Pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno; y si este no es su siglo, muchos otros lo serán”.
Léanlo, simplemente.
Motivan estas reflexiones el hecho de que el pasado viernes 9 de septiembre se conmemoraron los treinta años de la muerte de Lacan, uno de los grandes del siglo XX. Su obra inmensa va mucho más allá del psicoanálisis, el terreno donde desarrolló sin embargo sus principales hallazgos. Recibió asimismo el reconocimiento de numerosos pensadores de su época y algunos también de la nuestra: por ejemplo Roland Barthes, el lingüista, Alexander Kojève, el filósofo especialista en Hegel, cuyos cursos siguió, Jacques Aubert, el estudioso de Joyce, François Cheng el poeta e investigador de la literatura china, Jean-Claude Milner, François Regnault y muchos, muchos más. Y sin embargo, cada vez que se hace referencia a él en los medios se acude a alguna particularidad curiosa, escandalosa o extravagante, buscando cierto interés ajeno a su valor, a su significado como pensador.
Y eso se hace aún ahora que contamos no sólo con los Escritos (su libro publicado en 1966), sino también con los Otros escritos, una recopilación realizada por Jacques-Alain Miller de todos los trabajos escritos tras la publicación del primero y con numerosos libros del llamado Seminario de Lacan, una enseñanza que mantuvo semanalmente, curso tras curso, a lo largo de treinta años.
Jacques-Alain Miller, su albacea intelectual, a quien Lacan confió el establecimiento de los textos provenientes de las transcripciones de su enseñanza, acaba de comunicar a los miembros de la Asociación Mundial de Psicoanálisis que este verano concluirá – con la preparación para su edición del Seminario 6 que lleva por título El deseo y su interpretación – el establecimiento de los textos de la totalidad de la enseñanza, 25 libros. Dos de ellos acaban de aparecer en Francia con una notable repercusión. Un periódico francés titulaba en un dossier dedicado al tema “La rentrée será lacaniana”.
¿Y en España cuál es la situación respecto de Lacan tras treinta años de su muerte? En mi opinión nunca se le ha hecho justicia. No sé exactamente porqué. ¿Porque venía de Francia? ¿Porque se lo asociaba al estructuralismo? Sin embargo aunque el estructuralismo no tuvo aquí la misma importancia que en otros lugares entró en la lingüística, por ejemplo, mejor que el psicoanálisis. ¿Fue porque tras tantos años de franquismo la reforma psiquiátrica se quiso anti-psiquiátrica y Lacan era crítico con ella?
Hoy en todo caso, en un movimiento que constituye un verdadero retroceso, se presenta al psicoanálisis – también a Lacan – como un saber superado por una concepción de la psicología que hace de una teoría y una práctica en verdad prefreudianas la culminación del desarrollo de la ciencia. Pero ¿cuál es la ciencia que este enfoque considera válido? Sólo la perspectiva positivista – con un retraso de un siglo – se considera científica y por ende válida. El enfoque positivista toma el procedimiento experimental de la ciencia física como el modelo para todas las ciencia. Promueve a un rango hegemónico sobre cualquier otro desarrollo con vocación científica lo que sólo es un desarrollo especializado de la experiencia. Desarrollo prestigioso, qué duda cabe, y sobre la base de éxitos prácticos, pero no por ello menos especializado.
No sin graves consecuencias, ya que esta vía para ajustarse a los criterios científicos que el positivismo impone, se debe oponer a la estructura de la vida psíquica y mutilar precisamente lo que se propone explicar, numerosos fenómenos deben rechazarse a la nada del desconocimiento o a la vanidad de epifenómenos. Nombremos sólo algunos: las alucinaciones o los delirios, las ideas obsesivas, pero también los deseos, las creencias, los sueños y … un largo etcétera.
Afortunadamente nos queda un refugio contra tanta ignorancia: Lacan. En estos años se ha creado y ha crecido, también en España, una Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, ligada a la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Para los analistas constituye, sin duda, un refugio intelectual, pero el psicoanálisis también lo es para todos aquellos que no se conforman con la reducción a la nada del desconocimiento, para los que consideran según la máxima de Jean-Claude Milner que “ninguna ignorancia es útil”. Para ellos queda la experiencia del análisis, que hace valer, caso por caso, la singularidad del sujeto.
Treinta años después de la muerte del psicoanalista francés Jacques Lacan (1901-1981), su pensamiento y su obra siguen abriendo innumerables caminos tanto en el campo de la terapia analítica como en los distintos ámbitos de la cultura.
Los conocimientos actuales sobre los mecanismos psíquicos de las psicosis y las posibilidades de su terapéutica son plenamente deudores de su labor como clínico. Continuador del legado de Sigmund Freud, persiguió los fundamentos inconscientes de la acción humana, demostrando su incidencia en los síntomas de los individuos y en la dinámica del discurso social. Su teoría sobre la relación entre el inconsciente y el lenguaje, y la aplicación de la lógica al estudio de las diferencias entre lo masculino y lo femenino, han renovado algunos de los principios decisivos del psicoanálisis.
Sus aportes a la comprensión de la subjetividad ya forman parte ineludible del pensamiento contemporáneo, uniéndose así a la tradición de los grandes nombres de la cultura y el saber universales.
Puedo disfrutar leyendo a Montaigne o a Foucault, y desde luego a Magris, a Freud, pero desde luego la ocasión de lectura placentera y siempre sorprendente me la proporcionan los textos de Lacan.
Ocurre que su erudición era tal que las referencias constantes a otros autores que hay en sus obras producen un deseo de ir a esas fuentes que él cita, incluso hay una revista que se llama así, ‘Referencias’, dedicada a presentar las citas de otros autores que hay a lo largo de la obra del psicoanalista Lacan. Uno se pregunta cómo pudo alguien haber leído tanto, alguien que era médico y psiquiatra, cómo dominar de ese modo la filosofía, la literatura, las ciencias naturales, las matemáticas, la lógica, cómo sin ser un genio. Ese rasgo de genio quizá sea lo que atrapa de su lectura y desde luego su discurso, que dirigido a todos, encuentra eco en cada uno. Y así, leer a Lacan, como ocurre con los grandes del pensamiento o de la novela es pensarse, es reconocerse, es como si se entablara un diálogo constante con el autor. Por todo ello, más allá de sus logros, del triunfo histórico de su enseñanza en el campo del psicoanálisis, del aumento de sus alumnos, del interés que despierta entre los intelectuales de todo signo, creo que su posibilidad de lectura es inagotable.
Estos días en Twitter, bajo la etiqueta #rififilacan, lectores y psicoanalistas de todo el mundo tuitean frases de Lacan, ‘sólo el amor permite al goce condescender al deseo’, ‘la angustia, un afecto que no engaña’, mientras en distintas ciudades se celebran lecturas, actos, se publican nuevos Seminarios, y se espera con ansiedad un libro titulado ‘Vida de Lacan’ escrito por Jacques-Alain Miller.
Un buen lector no debería prescindir de leer a Lacan, como no debería hacerlo ningún joven psicólogo, psiquiatra, filósofo, literato. Ni la opinión pública ilustrada.