Il manifesto – pagina 11. Domingo 3 de Julio del 2011(traducción)
Aquello que no sirve saber sobre el cerebro de McLuhan, por Martin Egge[*].
Si desde la antigüedad los seres humanos se han preguntado donde se sitúa el alma, el mismo interrogante continúa planteándose en la posmodernidad respecto del sujeto. La medicina, a partir de las investigaciones de Leonardo da Vinci, ha buscado una respuesta “en los pliegues del cerebro” mediante objetivas mediciones de cerebros y bóvedas craneales con el fin de alcanzar a los últimos estudios neurológicos y genéticos.
En esta dirección también fue orientado el libro de Douglas Coupland sobre Marshall McLuhan, revisado por Tommaso Pincio sobre estas paginas el 25 de Julio: una “patografía” del sociólogo y teórico de la comunicación. Coupland reconduce el complejo pensamiento del celebre estudioso al excesivo flujo sanguíneo que conduce hacia el hemisferio izquierdo. Por ahora, todas las investigaciones organicistas tendientes a explicar el autismo y la enfermedad mental no han logrado encontrar sus causas, a lo sumo han llegado con dificultad a componer un listado de las patologías orgánicas que podrían eventualmente favorecerlas. No obstante resta explicar por qué una gran parte de las personas afectadas por tales enfermedades orgánicas no son ni autistas ni psicóticos. ¿McLuchan un autista de tipo Asperger? ¿Cómo Einstein, Bill Gates, Glenn Gould? Lo cierto es que el mundo ha ido hacia delante también gracias a sujetos geniales, respecto de quienes otros pretendidos “normales” buscan su propia reivindicación, pensando que el cerebro de los primeros no tenga todas las tuercas en su lugar. La reducción del sujeto McLuhan y de su pensamiento profético al flujo sanguíneo es cuanto menos desconcertante: la biología no puede explicar el pensamiento del sujeto McLuhan porque, tout court, el sujeto no se puede deducir de la biología.
Como lo han explicado el psicoanalista y el neuropsiquiatra infantil François Ansermet y el neurocientista Pierre Magistretti en su libro A cada cual su cerebro, la plasticidad del cerebro contrasta con la idea de una base biológica del sujeto porque el cerebro puede ser modificado por la experiencia. Aquello que Freud había hipotetizado en Proyecto de una psicología ha sido reconocido científicamente por el neuropsiquiatra Eric Kandel, ganador del Nobel en el 2000. Con respecto al concepto de plasticidad es importante recoger las huellas dejadas por la experiencia, que a su vez se asocian para formar nuevas huellas y de ahí en adelante. Pero en esta cadena asociativa se pierde el vínculo con la experiencia inicial. La cuestión de la plasticidad plantea una paradoja según la cual la inscripción de la experiencia separa a la experiencia e introduce una discontinuidad. El sujeto no deriva de sus bases biológicas sino propiamente de tal discontinuidad. En esta abertura se sitúa la persona en toda su singularidad entre sus experiencias de satisfacción y sus inscripciones de lenguaje. Aquello que caracteriza al sujeto no es su normalidad o su desviación de la norma sino aquello que, excediendo a la norma, funda su unicidad. Sin embargo la plasticidad del cerebro también nos dice que las experiencias, las relaciones, pueden modificar completamente a una persona. De este modo McLuhan, quien no casualmente ha nutrido su pensamiento de una gran pasión por la literatura, un cierto tipo de literatura, como Finnegan´s Wake por ejemplo, ha conseguido afirmar que sus consideraciones sobre los media no eran mas que « Joyce aplicado ». Remitir las ideas de McLuhan – como lo ha hecho Douglas Coupland – a un cerebro enfermo no aporta nada a cuanto puede ser de común interés sobre sus profecías.
[*] Psicoanalista y neuropsiquiatra infantil.
Traducción de Gisela Baldini.