La salud para todos no sin la locura de cada uno (a la luz del psicoanálisis) 11 y 12 de junio, 2011 Rio de Janeiro Hacia el V ENAPOL Nº 16 Queridos colegas, publicamos en este número los interesantes aportes que nos enviaron Adriana Laion, Olga Molina, Adriana Testa y Francisco Hugo Freda . Como verán, un excelente cierre, ya que con este número 16 damos fin a la serie que comenzó en diciembre del año pasado, y que fue realizado no sin el apoyo y el entusiasmo de muchos colegas. Vaya a ellos nuestro agradecimiento, ya que con sus contribuciones han aportado, cada uno con su estilo, las resonancias que en cada uno ha tenido el tema que nos convoca, y que nos llevará a Rio de Janeiro, el próximo junio. Les recordamos visitar la web del ENAPOL (www.ebp.org.br/enapol) donde encontrarán toda la información relativa al Encuentro. Un saludo cordial, Fernando Vitale Secretaría Científica ENAPOL-EOL Marina Recalde Dirección Ejecutiva ENAPOL-EOL Comisión Organizadora en Argentina: Marina Recalde (Dir. Ejecutiva) Fernando Vitale (Sec.Científica), Alejandra Breglia (Tesorería e Inscripciones), Alejandra Glaze (Librería), Viviana Mozzi (Web). Enlaces con las Secciones: Roxana Chiatti (Sección Córdoba), Elvira Dianno (Sección Santa Fe), Daniel Perretta (Sección Rosario) Traducciones: Flávia Seidinger CONTRIBUCIÓN DE FRANCISCO HUGO FREDA La salud para todos no sin la locura de cada uno (a la luz del psicoanálisis) El título, muy bien elegido, evidentemente, merece una interpretación. Primer nivel de interpretación : ¿De qué se trata? De la tensión entre el « todo » y el « uno ». Es decir, de la tensión entre lo múltiple y lo uno. Dicha relación es muy antigua, ocupó una parte del pensamiento filosófico y fundamentalmente del religioso . Evidentemente, después de Descartes, la relación entre lo general y lo particular adquirió otra significación. Sin embargo, el título no se detiene en una reflexión general sobre esos dos polos, sino que la circunscribe para indicarnos que dicha tensión debe ser estudiada o entendida a « la luz del psicoanálisis » . ¿Cómo trató el psicoanálisis la tensión entre « lo universal » y lo « particular » (el todo y el uno) ? En primer lugar, dio lugar a conceptos que Freud llamó universales. Hay varios, pero retengamos tres : El complejo de Edipo y sus formas de articulación según los sexos ; la sexualidad como causa de todo síntoma y el orden pulsional como constitutivo e irreductible en el ser humano. Para el psicoanálisis, lo particular es la interpretación psicoanalítica. No hay « una teoría general de la interpretación ». El psicoanálisis no creó una hermenéutica, no produjo ningún estandar de la interpretación, sino que hace depender « el acto » psicoanalítico « del deseo del psicoanalista ». Segunda interpretación : el término « salud » a la luz del psicoanálisis. La salud no es un término propiamente psicoanalítico. Viene de la medicina y tuvo, en un momento dado de la Historia, una estrecha relación con la religión y el pensamiento filosófico. Una idea de la salud, como armonía entre cuerpo y alma, está presente desde los griegos y encuentra actualmente miles de formas de manifestación. El inicio del psicoanálisis está marcado por el tratamiento de síntomas físicos a partir de la palabra. Freud habla de la anatomía propia de la histeria y llega a afirmar que la mayor parte de los pacientes que se presentan al análisis padecen de problemas físicos ligados a la sexualidad (frigidez en las mujeres, impotencia y eyaculación precoz en los hombres). Definió al yo como una « superficie corporal » y ligó el orden pulsional a los orificios del cuerpo. Podríamos recorrer toda la teoría y podríamos decir, desde una cierta óptica, que para Freud el psicoanálisis trata el cuerpo, inventa un cuerpo, porque lo definió a partir de una ecuación : lugar del goce y de la satisfacción sexual, donde la diferencia anatómica de los sexos, es decir, la castración, lo significa. En efecto, la división cuerpo-mente fue destruida a partir de Freud, ya que a partir del psicoanálisis es el cuerpo y sus avatares lo que define al sujeto. El caso de Juanito lo demuestra. La salud para Freud, desde esta óptica, es el funcionamiento del cuerpo sin el peso del síntoma. Fue Freud el que liberó al cuerpo de la significación religiosa, haciendo de él un lugar de inscripción y de las posiciones sexuales una elección subjetiva. El trabajo analítico somete al cuerpo al trabajo de la significación para que cada sujeto pueda encontrar a partir de ahí « su nombre ». Lacan abundó en este estrecho pasaje que va del cuerpo al ser y retorno a partir del Seminario « Encore », que bien se puede leer « un – cuerpo » (un corp). El « un cuerpo » es una de las definiciones del ser. Y para terminar, no nos olvidemos de la Historia : los regímenes totalitarios lo primero que hacen es regular el movimiento de los cuerpos en el espacio. CONTRIBUCIÓN DE OLGA G. DE MOLINA “Lengua y estilo” Roland Barthes escribe sobre la lengua describiéndola como una naturaleza que se desliza a través de la palabra del escritor que intenta darle forma con su estilo. Las imágenes, la mitología personal, las homofonías olvidadas tras el cristal de la lengua forman parte del bagaje del que se viste el estilo, son su materia, lo que resuena en el cuerpo mismo del sujeto que asume el lugar de la palabra. Más allá de la forma y del estilo, aún el más refinado, con el que el autor penetre la lengua, hay algo en ella que resiste el sentido que el escritor espera rescatar en la estructura del texto. Con Lacan el psicoanálisis dio el paso al señalar que el verdadero troumatismo para el ser hablante es la lengua, no solo en tanto que ella, no alcanza a decir sobre lo real, sino precisamente porque ella, la lengua, no dice de la relación que no puede escribirse, la relación sexual. Por eso el inconciente, estructurado como un lenguaje, es una elucubración de saber sobre la lengua a la que un sujeto le aporta su estilo. Entre lo que viene de la lengua y el sujeto que la habita hay una relación, para R Barthes, esa relación se dibuja entre el horizonte de la lengua y la verticalidad del estilo y constituye un espacio en el que se ubica la realidad formal de la escritura. El psicoanálisis en cambio nos dice que entre lengua y estilo, se genera otra escritura, la del síntoma. El síntoma como función del escrito ocupa ese lugar porque es donde no deja de escribirse y donde se articula lo que viene de la lengua, mientras el estilo es aquello que le da forma amasando lo más singular del sujeto, lo que tiene de mas real, su goce. Freud buscada en sus neuróticos mas allá de los recuerdos olvidados el valor de la reminiscencia porque es allí donde toma cuerpo lo pulsional, en los bordes, en las marcas dejadas por otros tiempos del goce. Entre reminiscencia y estilo hay una relación de homología, ambos son tan intraducibles como el nombre propio y ambos hacen a lo singular de la locura de cada uno anudándose al síntoma. El estilo es el hombre, introduce así Lacan la Obertura de Escritos I, un poco mas adelante se pregunta si es el hombre al que nos dirigimos y se contesta que es el objeto quien responde a la pregunta por el estilo. El obsjeto, que escribe con una grafía diferente en el seminario 23, para mostrar que se trata del hueso mismo que reduce el objeto a una letra, a. Letra que muestra la intrusión de una escritura que viene de otra parte que el significante. Es la respuesta de la que se sirve el estilo para sostener un modo particular de escritura que para R Barthes, en la literatura, será El grado cero de la escritura.(1) Y en psicoanálisis es el modo singular de un sujeto de inventarse una nueva relación con su historia, con sus reminiscencias, con su sinthome, en nombre propio. Lo que queda como resto en un sujeto cuando los desechos del goce han escapado a la tiranía de la memoria y pasado por el tamiz del síntoma, lo que queda, es el estilo, como lo más singular de su síntoma, despojado de las huellas gozosas de la historia que habrá sido, para construirse un lugar en el lazo social. El estilo de un sujeto resiste al paratodos de la salud mental para refugiarse en el cada uno de la locura singular de su sinthome. (1) Roland Barthes El grado cero de la escritura Edit Siglo XXI CONTRIBUCIÓN DE ADRIANA LAIÓN “El ideal de la restitución del vinculo parental vs. la locura de cada uno” Una niña de 6 años, la menor de cuatro hermanos, se encuentra con el análisis a instancias de la derivación judicial. Ella ya traía una solución, su invención particular, en la que se orienta y sostiene su lazo social, “su familia son sus hermanos”. Esta niña mantuvo con firmeza y determinación esta solución de la que se pudo responsabilizar en el análisis y que le procuraba una satisfacción paradojal. Pero la insistencia judicial fue tal, que luego de varios años de análisis, encontró una posibilidad de colocar su voz: ir ella a explicarle al juez las razones de su decisión “no querer ver a su padre”. Así pudo a partir de su deseo “ubicar un decir particular en el campo del derecho”[1], convenciendo al juez para que no insista más en la restitución de una relación imposible para ella. Cada vez recibimos más demandas derivadas del campo del derecho para tratar la restitución del vinculo padre-hijo que la justicia misma ha interrumpido por causa de abuso, malos tratos, etc; pero que pasado un tiempo y habiendo “castigado” al culpable se presupone, que lo “mejor” que puede pasarle a ese niño es restablecer esa relación filial. Dicha presunción se sustenta en un ideal familiar y en los derechos del niño a tener una relación con su padre, un derecho para todos, que según este discurso conlleva beneficios para la salud mental del niño. Desde el psicoanálisis sostenemos como nos recuerda Eric Laurent que “la incidencia en el inconsciente del sujeto de la cuestión del padre no se agota con la consideración de su estatuto jurídico”[2]. Si entendemos la locura como un modo original de abordar el lenguaje, por lo cual el sujeto está condicionado a devenir inventor, la práctica del psicoanálisis implica escuchar cómo, teniendo en cuenta lo enunciado anteriormente, cada niño puede a partir del real en juego que implica el encuentro con un padre abusador, mal tratador, etc., sintomatizar esa contingencia. Esa solución devenida invención singular resulta un modo de goce que solo el discurso analítico puede alojar. CONTRIBUCIÓN DE ADRIANA TESTA “Notas sobre una experiencia de lo posible” En referencia al “hombre sin atributos” de Robert Musil, Juan José Saer definió la función del escritor como guardián de lo posible; ese es el lugar que le concierne en un mundo gobernado por la “planificación paranoica”. Saer mismo hace una comparación con la función del psicoanálisis al advertir que en toda construcción narrativa de un análisis, el sistema referencial en juego es lo que Freud llama “en el caso de las alucinaciones, el fragmento de verdad histórica que las fundamenta y las hace, para el enfermo, verosímiles” (El concepto de ficción, 1973). En las primeras décadas del siglo pasado, ante la vertiginosa ingeniería del mundo, Musil escribe: “Hemos conquistado la realidad y perdido el sueño. (…) Es exactamente como si la vieja e inepta humanidad se hubiera dormido sobre un hormiguero y la nueva se encontrara al despertarse con las hormigas en la sangre”. “Frenética comezón de la laboriosidad animal”. “La matemática se ha mezclado como un demonio en todas las facetas de la vida”. El psicoanálisis, su práctica, su función en el mundo de hoy, está en deuda con esta novela que profetizó el desencanto de un hombre reducido a cálculo estadístico bajo la dominación de la cifra Uno (significante-amo en su forma más pura pero también más estúpida)[1]. ‘Hormigas en la sangre’, ‘frenética comezón del trabajo incesante’, ‘matemática endemoniada’ son metáforas que hacen existir en la incesante escritura de Musil los sentidos posibles, que tratan “el sentido de la realidad” no en relación a una verdad auténtica sino como “problema y ficción”. Asimismo, el mito individual como una forma discursiva que rehúye de la verdad objetiva, fue la construcción que Lacan propuso, a partir de la novela familiar de Freud y la eficacia simbólica del mito de Lévi-Strauss, para tratar la verdad histórica (siempre fantasmática) de un individuo en relación a la experiencia actual y pasional con un analista. Sólo un encuentro de esta naturaleza puede resguardar una verdad posible sobre las condiciones de goce que encausan ese “drama”, “gesta” o “especie de corto delirio”[2] que resulta de la conjunción mito-fantasma. [1] Jacques- Alain Miller: “Verdad, probabilidad estadística, lo real”, pp. 155-164, en Revista Lacaniana de Psicoanálisis 2. Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Buenos Aires. 2004. 2 Jacques Lacan: “El mito individual del neurótico” (1953), en Intervenciones y textos. Manantial. Buenos aires, 1985, pp. 48 y 49.
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