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Publicado por la Colección Mundo Psicoanalítico con el apoyo de la ACP. La presentación, estuvo a cargo de S. Elena Tendlarz, psicoanalista miembro de la AMP, de la EOL y de la ECF y fue precedida por los comentarios de Noemí Cinader, Raquel Cors Ulloa y Johnny Gavlovski, miembros de la ACP-NEL Caracas. Comentario sobre « Clínica de las versiones del padre » Por: Raquel Cors Ulloa La lectura de éste libro recorre uno de los temas fundamentales para el psicoanálisis como es el padre: en su variabilidad, en sus versiones, es decir en su pluralidad. Lo simbólico del Nombre-del-Padre incide en la subjetividad actual. Vivimos una época donde el Otro no existe, una época que con Lacan llamaríamos « el pecado del padre » cuando el padre no ve, el padre no sabe, el padre está humillado, vale decir que el padre como operador simbólico va en declive. Y por si fuera poco, los sujetos hoy, vamos dejando de salvarlo, solo que ¡abruptamente! no subjetivamente… Así, es que hoy, ya no se trata de ese padre demasiado ideal, sino que lo que encontramos es un padre con la inclusión de sus pecados. De todas maneras y sin nostalgias, resulta que el salvataje paterno: por amor y por la necesidad neurótica de hacerlo existir, traza un recorrido que fluctúa por un largo terreno, de él resulta el reverso del amor, que se expresa en la culpa y el empuje del superyó, de esto, sabemos por sus efectos en la clínica, que es la encargada de enseñarnos las precipitaciones e incoherencias de nuestra época ya marcada por la metamorfosis familiar. En nuestra época la ciencia progresa y la familia se biologiza. Es una época en la que el declive de la figura paterna nos ha desbrujulado, y de repente estamos en un mundo de ciegos, como Edipo en Colona… Quizás por eso las sociedades hacen vanos intentos de Comités de ética ante el Otro inexistente. Quisiera leer un fragmento del libro de Silvia Elena Tendlarz en la p.43 “Lacan dice de Edipo, que el precio que paga por saber es la separación de su objeto. Los objetos no son ni de la madre ni del padre, puesto que en realidad son significantes. Se refiere entonces a sus ojos, que son su objeto a, que produce horror y el efecto de lo siniestro. Lacan comenta que en realidad se tiene ojos para no ver, y que no es necesario arrancárselos y concluye, entonces: Por eso el drama humano no es una tragedia sino una comedia ». Más adelante, en la p. 98 Tendlarz, recuerda que: “Lacan se propone ir más allá que Freud, ir más allá del Complejo de Edipo y hacer un examen del deseo del padre. Se trata de un padre que desea y no del padre todo amor, deseo del Otro que implica al S de A barrado. S(A¤ )”. De ésta manera, éste texto, nos invita a la lectura de las versiones del padre, esa referencia clínica que precisamos comprobar si fue inscrita, o no, en cada caso. Una época como la nuestra tiene la particularidad de carecer del manual paterno, esa versión del padre -efectivamente ideal- que sabía hacer semblante y nos permitía la posibilidad de un orden y la distribución de lugares, aunque a pesar de esto… nada nos dice del lugar que un hombre le da a una mujer, o, del lugar que una mujer le da a la palabra de un hombre. Y aquí entra el psicoanálisis, pues si algo cuestiona, o angustia a un sujeto es alrededor de los impasses entre un hombre y una mujer, o entre un hombre y un hombre, o una mujer y una mujer. El punto es, que si ambos sujetos están atravesados por la castración, para cuando llegue un hijo, ese niño se alojará precisamente en el punto donde no-hay unidad, y lo hará como síntoma de la pareja conyugal. Pero, si el niño no es tomado como sujeto sino como objeto del fantasma materno, se tratará de una psicosis. Esta, la lectura de Lacan en Dos notas sobre el niño. De esta manera el psicoanálisis, se interesa por las causas y consecuencias que hacen en cada uno de nosotros las diversas versiones del padre, esas que cada uno irá encontrando ante la no-proporción-entre-los-sexos. Algunas de esas versiones, escuchamos cuando un sujeto se refiere a su novela familiar, es decir a todas las modificaciones imaginarias que se suceden en un recorrido analítico. No es casual que cuando a una mujer: le toca, o decide ser madre, esa mujer a su vez tiene un padre, lo que implicará por su parte que ella transmita y posibilite, o no, la castración. Como podemos ver la lectura que hace el psicoanálisis de las versiones del padre, no es poca cosa. También sabemos que Lacan no se detuvo en el padre ideal, Lacan fue más allá de él, pero a condición de servirse de él, es decir que vectorizó la ley a través del deseo. A propósito de este deseo, cito a Tendlarz: “El padre tiene que poder encarnar este enlace entre la ley y el deseo, y la madre tiene que estar atravesada por la falta, de esta manera el deseo no es anónimo, esta incluido en una subjetividad, y eso da un nombre singular”. Cuando se toca la singularidad de una versión, esa versión que Lacan recorre como un “más allá del Edipo”, como un “pasaje del mito a la estructura”, e incluso como un “sinthome”, el tema se pone aún más interesante, pues hay una versión: que es encarnada por alguien que puede unir la ley y el deseo y hacer de una mujer la causa de su deseo. Con esto, se abre una puerta para quienes nos interesamos en la práctica clínica, coherente a la última enseñanza de Lacan. No me queda más que agradecer a Silvia Elena Tendlarz, por la generosidad en la transmisión de éste libro que invito a leer, pues -particularmente- me permitió apreciar y cuestionar, las versiones imaginarias, las versiones simbólicas (edípica) y muy especialmente la versión del padre que anuda, determina y no es dialectizable. Sin esta pauta, la clínica sería obsoleta. Comentario al libro Clínica de las versiones del padre de S.E. Tendlarz Noemí Cinader Decidí tomar como punto de partida para mi comentario el primer capítulo del libro, a saber Salvar al padre, no sin hacer una articulación más allá de este primer capítulo. Un sueño. Freud, sueña, en el período que circunda la muerte de su padre, que se encuentra frente a una pizarra o cartel anunciador, y en el cual se lee : Se ruega cerrar los ojos, o Se ruega cerrar un ojo. Cerrar los ojos, refiere Freud, tiene que ver con una obligación, deber familiar de cerrar los ojos del padre al morir. Y cerrar un ojo, es solicitar una especie de indulgencia, que la familia deje pasar el hecho de haber organizado un sepelio humilde, modesto, acorde con lo que el muerto pensaba al respecto. Sepelio este con el cual la familia no se hallaba de acuerdo. Este sueño permite a Freud introducir al complejo de Edipo como algo central en su teoría, afirma Lacan. El texto en este sueño presenta dos versiones, resaltando ambos aspectos: el deber y la culpa. Freud se siente en falta frente a su deber, faltó a su deber filial, y frente al padre que falta, siente reproches. La indulgencia que Freud necesita es por no haber hecho lo que debía en el sepelio del padre. Tanto el deber como la culpa están del lado de Freud, es él quien está en falta y no el padre. Silvia Elena finaliza esta idea afirmando: Así salva al padre, que queda sin pecado, y él es quien no hizo lo que debería haber hecho. Si para Freud el duelo por la muerte de un ser querido es explicado como el recuento de recuerdos que permiten la paulatina separación del objeto perdido mediante el retorno sobre el yo de la libido objetal que lo investía, Lacan explica el duelo mediante el amor. El sujeto al amar da su falta, y al morir un ser querido retorna sobre el sujeto la manera en que se encarnó la falta del Otro, que el sujeto subjetiva como sentimiento de culpa ya que ningún cuidado evita la muerte, y por lo tanto ningún cuidado evita los reproches. En este capítulo se desarrolla el salvar al padre, mencionando a Hamlet, un cuento de Jorge Luis Borges, Emma Zunz, La Eneida de Virgilio, y finalmente el relato de Freud, de 1937, en una Carta a Romain Rolland (Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis), en cuyo relato descubrimos a un Freud viejo, acabado, sin mucho para decir, y dando cuenta de su culpa por haber ido más allá del padre, al haber emprendido con su hermano ese viaje a Atenas, lugar al que el padre nunca había podido ir. Una forma de salvar al padre es vía la idealización frente a la falla del padre, tal y como sucede con Eneas. Salvar al padre no escapa del caso por caso presentándose diversas formas de salvarlo: idealizando, haciéndolo existir cuando ya no está (hay varios relatos de sueños en los que esto se escenifica) o haciendo existir a un padre que nunca estuvo, por ejemplo. Pero voy a retomar una frase del capítulo que visa al hecho de que al salvar al padre este queda sin pecado. ¿Cuál es el pecado del padre? Para ello debo ir más allá de este capítulo, y lo haré brevemente. Esto se refiere ya al padre muerto y no a la muerte del padre. En el seminario 11 Lacan afirma …pero la herencia del padre, Kierkegaard nos la designa: es su pecado. Se hereda el pecado, ¿cuál? La falta del padre, la falta en el Otro, que escribimos S(A/), y esa falta es transmitida de padre a hijo. Ya no es un Otro idealizado y por tanto es consistente, es un Otro inconsistente. Voy a terminar con una frase del libro: ¿Qué se hace con la falta? Esa es la verdadera pregunta de un hombre acerca de cómo ser padre, porque justamente hay un significante que falta, ¿cómo se transmite esa posición frente a la ley y al deseo? ¿Cómo se transmite la paternidad como función simbólica? El libro nos presenta un intento de dar respuesta a esta pregunta.