FERNANDO MARTÍN ADURIZ
Los hombres y sus semblantes es el lema de unas Jornadas que se van a celebrar la próxima semana en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. De suerte que llevamos dos meses investigando la actualidad del semblante masculino.
Un mundo más feminizado produce paradójicamente una creciente demanda: hombres. ¿Dónde están los hombres? se preguntan algunas mujeres. ¡Ya no quedan hombres! exclaman ellas y, lo que es sorprendente, también ellos. Se constata que ya no hay más hombres como los de antes, pero en la misma proporción en que ya se han terminado los niños de antes, los ancianos de antes, los pueblos de antes.
Ocurre que el hombre se encuentra en medio de una aporía, en medio de una indefinición, en una travesía incierta y sin mucha visibilidad. Exigido como siempre, pero en el punto de mira de una mujer actual que desea hacer de él un varón más acomodado a sus exigencias de realización, ora más servicial, ora auténticamente viril.
¡Ay, la virilidad! ¿Cómo desplegarla sin parecer demasiado femenina, tal cual precisamente cuando se muestra ostentosa?
Todo apunta a que buenos tiempos para los hombres no son. Descerebrados al margen, los hombres asisten perplejos al salvajismo criminal de unos, a la silenciosa violencia de otros, y a la posesividad celoso-patológica de no pocos.
Antes que por el ser, preocupado por el tener, repleto de miedo a perder, cuida de que su mujer siga siendo parte de sus posesiones, de su particular patrimonio, pero sobre todo tiene que disimular ese semblante de propietario. Y le cuesta encontrar el artificio adecuado, el relato correcto a transmitir a sus propios hijos, a su vez más pendientes del goce que del amor, y sin paciencia para el deseo.
Es entonces cuando entona dos discursos, uno, el entre-hombres, y dos, el ante-ellas. El primero, privado. El segundo, público. Ambos, semblantes masculinos bien caracterizados, pero aún resta un tercer discurso, el de la propia intimidad, misteriosa incluso para el propio sujeto, discurso que expulsado de otros lares, ya sólo parece ser bien recibido en un diván.
Ineliminable el malentendido entre los sexos, son apuestas del hombre actual la soltería, la aventura sin fin, el hombre femme, la adolescencia perpetua, o el varón domado.
Mientras, el hombre en función de padre, encima se topa con una época que declara abierta la veda: todos contra el padre, ningún privilegio, función plural, cerviz doblada. http://www.diariopalentino.es/noticia.cfm/Opini%C3%B3n/20101111/hombres/hombres/12DFE887-06A4-F23F-698DDE63D08EDDC7