Todos los miembros y asociados de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus textos, comentarios, notas y observaciones sobre los temas del debate. Moderadora: Clara María Holguín Beatriz Palacio, miembro de la NEL-Cali, nos presenta el testimonio de Marcela Almanza, miembro de la Delegación NEL-México D.F, realizado en el marco del Seminario de Intercambio de la ACP: “Transmisión en primera persona”, reseñado por Aliana Santana —————————————————————— Este es un valioso testimonio para la NEL sobre la ética en la formación del analista. Muestra el recorrido lógico de un analizante, quien sin tener el apoyo imaginario de un diploma ni en psicología ni en psiquiatría, (los ni…ni…) no cede ante su deseo de emprender una formación analítica. En el corte de un antes y un después que implica una modificación procedente del acto, Marcela Almanza testimonia de su autorización “íntima” y “pública” en dos tiempos: Escuela primero, psicoanalista después. Primero: Momento de entrada a la Escuela como miembro asociado que culminará con la homologación de miembro de la NEL y de la AMP. En el intervalo el encuentro con su primer paciente que la conduce a consolidar el ternario de la formación del psicoanalista con el control de casos, gracias a la ética que sostiene su formación y a la presencia de la Escuela. Después: Su autorización “pública” como analista practicante, AP. Hoy: el horizonte abierto hacia la garantía en cualquiera de sus dos formas. Beatriz Palacio Seminario de Intercambio de la ACP: “Transmisión del caso en primera persona” Invitada: Marcela Almanza de la Delegación NEL-México, D.F Mesa de discusión clínica: Aliana Santana N. “Antes y Después” “…de nuestra posición de sujetos somos siempre responsables, él (Aramburu) dice que la posición del analista no permite escapatorias. Se entiende, si uno cree en el inconsciente, no puede decir que tiene buena voluntad, no puede disculparse basándose en su buena voluntad. Cuando uno cree en el inconsciente debe asumir las consecuencias aunque sean no deseadas” J.A-Miller. (*) ¿Cómo empieza la práctica clínica un analista?, ¿Cómo se da el encuentro de un analista con su primer paciente? Parece tonto y un tanto inútil hacerse estas preguntas…pero para mí, las respuestas que he podido dar o más bien construir con relación a las mismas, son del orden del acto, representan un antes y un después. Un psicólogo, un psiquiatra, al graduarse en la universidad está autorizado para hacerse cargo del tratamiento psicológico o psiquiátrico de una persona, a quien se le da el nombre, en el mejor de los casos, de paciente. Para muchos es sólo un cliente. Esta autorización viene del Otro, un Otro que podríamos llamar el de la ley del ejercicio profesional. Esta ley no sólo autoriza, sino que también garantiza que el profesional a cargo del tratamiento cumplió con los requisitos académicos estipulados en ley y eso es suficiente para dar inicio a su carrera como psicólogo o psiquiatra. Pues no hay mucho secreto, ni enigma en las respuestas esperadas de parte de estos profesionales, a las preguntas que abren la presentación de este trabajo. Claro está que siempre habrá el que diga que antes de graduarse ya atendía pacientes como parte de sus estudios o al menos había atendido a uno. También habrá el que responda que una vez graduado no se atrevió a trabajar con pacientes en una consulta privada, pero sí en una institución pública. En fin, lo importante, lo que realmente quiero destacar es lo relativo a la autorización y a la garantía que rodean las prácticas clínicas egresadas de la académica universitaria versus la autorización y la garantía que se pone en juego en una Escuela de Orientación Lacaniana para la formación de un analista y más específicamente en la formación de un ni…ni, como bien ha llamado en alguna oportunidad Jacques A Miller (1) a aquellos analistas que no son ni psicólogos ni médicos psiquiatras. En la formación del analista no hay fecha de graduación, hay sí una fecha, que algunos recuerdan mejor que otros, cuando se inicia una experiencia que para muchos cambió su vida. Recordemos que el psicoanálisis puro representa la forma perfecta de psicoanálisis, siendo la finalidad propia de un análisis la transformación del sujeto en analista. Esta concepción del psicoanálisis deja abierta la posibilidad de que surja el deseo de analista en sujetos que provienen del mundo psi, como en aquellos que no. Autorización Escuela primero, psicoanalista después. Del Acto de fundación de la Escuela, donde todos son iguales, en tanto miembros, en tanto trabajadores, Lacan pasa a la proposición del 9 de octubre del 67, donde plantea un estado de desigualdad. Esta desigualdad se expresa en siglas: AP (Analista Practicante), AME (Analista Miembros de la Escuela), AE (Analista de la Escuela). A partir de entonces los nombres propios de los miembros de la Escuela se ven seguidos de cierto número de siglas, las cuales señalan las relaciones diferenciales con el psicoanálisis. Entonces, esos que mencioné como trabajadores…todos iguales en tanto todos trabajan, en tanto trabajadores decididos, en un segundo tiempo son clasificados según el lugar que ocupan en la experiencia psicoanalítica. Para mí, diez años después de haber dado inicio al análisis, se presentó la oportunidad de pedir la entrada a la Escuela por la vía del Pase. En otras palabras había ya un deseo de formar parte de la Escuela, en tanto una más de sus miembros. El resultado de esta experiencia fue la de ser nombrada, miembro asociada a la Escuela. Es importante recordar que fue Miller quien incluyó en 1981 la categoría de miembro asociado. Lacan no lo hizo en su Acta de Fundación. Un momento de entrada en la Escuela y un momento que lo sigue siete años después al ser aceptada la homologación como miembro de la NEL y la AMP, – dos momentos lógicos de conclusión, dos ciclos que terminan – (2) Y entre estos dos momentos el encuentro con el primer paciente se lleva a cabo. ¿Quién autoriza, cómo se da esta autorización? Según Lacan, “el analista sólo se autoriza a sí mismo”. (3) La Escuela no interviene en esa autorización, pero, si bien la Escuela no autoriza, sí se hace necesaria, pues es ella la que garantiza la relación del psicoanalista con el psicoanálisis. Entonces, en un momento dado, un momento marcado por la auto-declaración, sin necesidad de ser autentificada para empezar a ejercer, la joven analista se autoriza a sí misma y acoge el pedido de un sujeto que sufre y que pide hablar con ella. ¿Cómo se da este movimiento desde la posición de analizante a “otra posición” desde donde se cree se podrá dirigir una cura? ¿Por qué no coincide este momento con un momento de Pase conclusivo? Autorizarse a sí mismo implica que no hay garantía, que una se autoriza a sí misma arriesgándose. Pero a este riesgo no le falta cálculo, un cálculo que surge de la premisa de que la Escuela garantiza que un psicoanalista surge de su formación. Tal y como nos recuerda Miller, (4) “el analista que se autoriza a sí mismo fue formado por la Escuela”, y yo agregaría, y por su propio análisis. En el momento de mi autorización el trípode lacaniano de la formación – análisis personal, saber teórico, control – estaba en construcción, se mantenía en pie con dificultad, precariamente… en dos patas. Pero en este caso, mi caso, no habría podido ser de otra manera. No era posible partir del tres, se hizo preciso apostar a que se llegaría al tres, partiendo del dos. Y es justamente en esta apuesta, no siempre garantizada en su buen término, donde la Escuela se hace presente. Decir que la tercera pata del trípode –la del control de casos- faltaba, es lo mismo que decir que no había un saber clínico. ¿Cómo se controla un caso si nunca se ha trabajado con pacientes? Entonces, desde el momento de la autorización hasta el momento de colocar las siglas AP después del nombre propio, pasaron tres años; tres años durante los cuales la autorización – podría agregar el significante “íntima” y referirme a la autorización íntima, permitió a la joven analista ir construyendo la tercera pata del trípode de la formación – el control de casos – y fortaleciendo las otras dos patas hasta que le llegó la membrecía y con ella la exposición “pública” de la autorización de sí misma como analista practicante. Y qué es un AP. Un Analista Practicante. Un AP, es alguien que dice: ¡soy analista! y la Escuela le responde: muy bien, lo escribiremos en el anuario. Al escribir AP después del nombre propio en el anuario de la AMP o de la NEL, no se escribe que él o ella es analista, sino que afirma ser analista. Entonces, al yo soy psicoanalista, la Escuela responde: tú lo has dicho. Este es el nivel que se conoce formalmente como el autorizarse a sí mismo. Esto es el campo que Miller también llama de la autoproclamación. (5) En el caso que hoy expongo, la autorización como AP se dio, como ya fue expuesto, en dos momentos, uno íntimo y otro público. Garantía La Escuela no garantiza la práctica de los AP. Las garantías que formula Lacan en la “Proposición…” introducen una desigualdad, una disparidad, pasando del todos iguales del “Acto de Fundación”, todos iguales ante el trabajo, a tratar de tener un psicoanalista no de hecho sino de derecho a través de la comisión de garantía o del procedimiento del pase. En el primer tiempo (El Acto…) está el trabajo y la formación pero sin ninguna garantía que da cuenta para un sujeto, de la formación que le fue dispensada. En el segundo tiempo (La Proposición…), existe un estado de desigualdad de los psicoanalistas, manteniendo una igualdad en sus derechos asociativos como miembros. En la Proposición se distinguen dos tipos de garantías: la que se recibe sin pedirla y la que se pide sin garantía de recibirla. Ninguna de las dos representa una jerarquía. La que se da sin que se la pida es la de Analista Miembro de la Escuela, AME y la que se demanda es la de Analista de la Escuela. El título de AME no se pide. La Comisión de la Garantía lo da. El AME dio pruebas de su formación. Se consagra de derecho lo que siempre se hizo de hecho. El de AE se pide… se pide hacer el Pase. El Pase permite detectar a priori al psicoanalista. El Pase, dice Lacan, es el intento de definir una evaluación del psicoanalista, de un sujeto que antes de haberlo hecho y sobre la base de la transformación que sufrió en su propio análisis, sería capaz de ejercer el psicoanálisis. Sin duda, dice Miller, esto es del orden de la conjetura. Tanto el AME, como el AE reciben de la Escuela la garantía de que él es analista. Se trata entonces, en la formación de un analista, el ir desde la vertiente del autorizarse a sí mismo, desde el soy psicoanalista y la respuesta tú lo has dicho, a la vertiente del ser autorizado por otros – tú eres psicoanalista -. Esto es lo que se llama la garantía. Y esto pone en tensión el poder y el saber. El poder que todos igualitariamente tienen – el poder de la jerarquía, el poder del voto – y el saber que se le otorga a algunos y no a todos. Es otra voz, el sujeto de la enunciación es distinto. Se trata de la institución analítica en función de reconocer a los analistas. Para concluir: Antes… Un sujeto sufriente, un encuentro con el psicoanálisis de orientación lacaniana, un análisis personal de muchos años que conduce a la pregunta por la teoría que sustentaba la experiencia, luego a la pregunta por el deseo del analista, seguido de una decisión, una autorización íntima, una auto-declaración, una auto-proclamación. Después… Una llamada: Me gustaría hacer una cita con usted. No había alternativa y respondí: ¿Qué le parece el viernes a las 8:00 am.? Aceptó. Este primer paciente conduce a muchos otros y abre la posibilidad del control y con ello la consolidación del trípode, que ahora sí tiene tres patas. La confianza de la Escuela perdura, el respeto se gana y llega la membrecía y la autorización se hace pública. Hoy… Leonardo Gorostiza, en su Discurso como Presidente entrante, en la X Asamblea General de la AMP (6) realizada hace poco en Paris señaló que “el reclutamiento de los analistas, debe basarse en la relación de cada uno a su inconsciente, inconsciente que al no ser semblante no es otra cosa que la hiancia inherente al acto analítico y de la cual está suspendida la posición del psicoanalista.” Señaló también la importancia de no olvidar el riesgo que corre el discurso analítico, es decir los psicoanalistas, al vestir, velar, cubrir esta hiancia inherente al acto analítico con el “saber clínico”, o como él también lo llama, con el saber técnico de la época. Y nos advierte sobre otro riego, el de vestir esta hiancia con el sujeto, con la identificación del sujeto a la verdad, es decir con los testimonios en primera persona. Espero que la viñeta presentada?, el testimonio en primera persona? ilustre, dé cuenta, de cómo una analizante sin ninguna experiencia clínica, sin ningún saber clínico, distinto al de su propio caso, y obedeciendo a su relación, muy particular, con su propio inconsciente, forjado a lo largo de su análisis, decide no renunciar a su deseo, un deseo inédito y desconocido; y sin otro camino que tomar, sin poder hacer otra cosa, toma el camino de la formación, el cual la conduce a la autorización como Analista Practicante y la sigue conduciendo hacia la garantía en cualquiera de sus dos formas. Mientras tanto, sabemos que hay psicoanalistas que ejercen sin garantía de la Escuela y sus curas no se ponen en entredicho. Son, si se quiere, psicoanalistas de hecho. Una Escuela espera que los psicoanalistas de derecho obtengan o pidan la garantía que da cuenta de la formación que le fue dispensada. Termino con una cita de J-A. Miller de su trabajo ¿Por qué una Escuela? Publicada en el Caldero de la Escuela N° 12. “Por lo tanto, en adelante, será más difícil llegar a ser miembro de la Escuela sin no se es médico ni psicólogo (yo no lo soy más que ustedes). Precisamente esto nos permitirá admitir a los ni…ni… con talento, que serán necesariamente poco numerosos. Hacerse psicólogo no es el fin del mundo de todos modos. (*) Jaques-Alain Miller. Intervención en el Homenaje a Javier Aramburu. Revista Digital Consecuencia. Edición N° 4. Abril 2010. (1) El Caldero de la Escuela. N° 12, Año 2010 “¿Por qué una Escuela?”) (2) Lacan, Escritos, Tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma. (3) Jacques Lacan. Momentos cruciales de la experiencia psicoanalítica. La Proposición del 9 de octubre de1967 acerca del psicoanalista de la Escuela. (4) Jacques-Alain Miller. “El Banquete de los analistas”. Editorial Paidós. Año 2000 (5) Idem. (6) Leonardo Gorostiza, X Asamblea General de la AMP. “Discurso del Presidente entrante, Leonardo Gorostiza”. Abril 2010. Hotel Windsor House Calle 95 No 9-97 Bogotá – Colombia Mayores informes: [email protected] http://www.nel-amp.org/ http://nel-bogota.com/Home/Inicio.html
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