Todos los miembros y asociados de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus textos, comentarios, notas y observaciones sobre los temas del debate.
Moderadora: Clara María Holguín Gladys Martínez, miembro de la NEL-Cali, nos introduce en el texto de Laura Benetti, Asociada de la NEL-Lima, quien muestra cómo una identificación, hace obra.
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En este artículo Laura Bennetti nos adentra al mundo de un artista, el escritor húngaro Sandor Marai. Como todo artista, este escritor logra hacerse a un nombre propio bordeando el agujero de su falta en ser a través de su creación. En su juventud fue un sujeto felizmente ubicado en referencia a los ideales burgueses que prometían un universo sin desgarros.
Sin embargo, este mundo ideal se viene abruptamente abajo. Laura nos hace una travesía por la obra de este escritor indicándonos cómo logra hacer del desgarro de lo perdido una obra para el disfrute de muchos. Le da la palabra al escritor para que nos toque con el uso que supo hacer de una identificación.
Gladys Martínez
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Laura Benneti
El primer libro que leí de Sandor Marai fue: “El último encuentro”. La rivalidad imaginaria, y en el centro del florero una mujer evocada. No recuerdo exactamente cuáles fueron los títulos que siguieron,” La mujer Justa” desparrama una cinta violeta que se va gastando como la ilusión de ser la única. Es en” La extraña” donde Marai nos regala sus mejores insignias, la torpe y abrupta caída del semblante se escribe en el cuerpo del personaje, y ello sucede en lo que tarda para dirigirse al cuarto de una desconocida. Lo hacía “por aquella mujer”. Los muertos no tienen sexo. En “Confesiones de un Burgués” ratifica y confirma al significante burgués en su posición de S1. “Los diarios”, anotados antes de su muerte constituyen una de sus mejores piezas, verdaderas escrituras sobre el humor, que a la vez que va agotando su exterioridad, va encontrando la orientación hacia, los pasos inútiles. Un frase de su mujer: Por qué muero tan lento, lo mantiene alerta en los paseos que realiza en la calurosa tierra baldía que eligió para poder hacer aún más absurdo: el último adiós. En “Confesiones de un burgués” hace su entrada la identificación al spleen de Baudelaire. Para el poeta francés, artesano del ideal : spleen, se trata de crear la incondicional presencia de la nostalgia. Decisión prestada por la naturaleza al descomponerse en el sonido de los carruajes a caballo hiriendo los empedrados. Lo perdido había cobrado forma. La ciudad se abría para “concebir cada día hijos monstruosos”. La miseria y el alcohol son la ruina y el don reunidos en la ebrieta, “grandes esfinges recostadas en el fondo de sus soledades”. Para Sandor, el rasgo desestima la nostalgia y le ofrece el mapa del mundo, consigue estrecharlo en la voz del imposible. Es imposible “aprender el secreto”. Pero se pudo escribir en un grano de arena. Escribe Confesiones en 1934 a la edad de treinta y cuatro años, copio para ustedes un párrafo exquisito. “Aquella generación, la primera en la historia de las bellas letras europeas que habló de la traición de los escritores: la palabra del escritor había perdido el efecto, el respeto y la credibilidad, ya no era capaz de cambiar ni un grano de arena en el mundo. La escritura había perdido la credibilidad moral. Ni el poema más perfecto, ni el drama más revelador, ni la verdad épica podían ya cambiar el destino humano. El escritor no era capaz de influir en los designios de la época; se le escuchaba, se le aplaudía y se le olvidaba como cualquier otro espectáculo de feria. Los grandes espíritus de Europa-a pesar de desplegar todo un abanico de fuerzas visionarias y de discursos enardecidos e iluminados- ya no podían contrarrestar las oscuras intenciones de un banquero decidido, de un político corrupto o de un general con su espada desenvainada en la mano. Los escritores expresaban cada vez con más fuerza y genialidad el hecho de no tener fuerza, de haber fracasado. Participaban en la revolución como francotiradores espirituales, como miembros de un grupo de operaciones especiales; ya no lideraban ningún movimiento, obedecían. Eran tiempos favorables para las sectas. Se formaban movimientos de todo tipo, movimientos espirituales que se degradaban en experimentos políticos. La sombra que se proyectaba sobre su existencia era la manía de la securité, y el elemento que la infectaba era la manía del dinero. Una primavera viajé a Damasco” Espero hayan disfrutado de éste pasaje que es sólo un terrón de azúcar en la inmensa obra que éste hombre nacido en Kassa y muerto en California, nos legara. Espero se encuentren bien.