EDITORIAL
Preguntar por las identificaciones, poner en cuestión sus certidumbres, recorrer sus meandros hasta reducirlos a esa marca de la que es posible obtener un bien-decir fue el intento, no del todo logrado y en un contexto diferente de ponerle un nombre a este boletín, I?…Encontrarán en su mayoría contribuciones escuetas, que pretenden decir algo de lo que a cada uno le interesó y lo llamó al trabajo; todas ellas son disímiles pero articuladas por la misma causa: un modo de hacer Escuela en la preparación de nuestras jornadas en Bogotá. Estos trabajos muestran que nos podemos salir de una posición de espera o demanda silenciosa al Otro de la Escuela.
Cada uno de nosotros apostamos por estas jornadas, cuando nos arriesgamos a tomar la palabra y ponemos en juego nuestro deseo decidido por la Escuela para construirla. De esta manera, hacemos existir al Psicoanálisis en la región.La variedad de perspectivas de cada una de las aportaciones a este boletín muestran también de alguna forma, la desmasificación de la enunciación puesta en marcha por Miller, puesto que cada una de ellas nos dicen cómo sus autores abordan el tema desde su singularidad y a su vez, al transmitirlo al colectivo de la Escuela, dan lugar a una conversación que no se detiene sino que se enriquece en el debate; aquel que muestra las diferencias que constituyen un modo de tratamiento a su tendencia natural hacia la identificación.Estamos invitados todos a continuar contribuyendo a que la Nel pueda una vez más, hacer camino entre lo Uno y lo múltiple porque, como plantea Esthela Solano « Sin cada uno de nosotros no hay Escuela, y sin cada uno de nosotros no hay Psicoanálisis »Piedad Ortega de SpurrierLa orientación LacanianaEs bajo la forma de pregunta que abordaré el tema que nos convoca en las Jornadas. ¿Porqué elegir hablar sobre las identificaciones y el laberinto de las que son objeto? Anticipamos que la identificación es constitutiva de la estructura del sujeto, es según Freud, el modo fundamental de insertarse en el Otro, pero no por ello, garantizamos de sus logros y fracasos, lo que nos obliga a interrogar por la orientación a seguir, esto es, la orientación lacaniana. La tendencia natural del sujeto, nos dice Miller en los Signos del Goce, es intentar encontrar una respuesta al ¿Quién soy?, encontrar una respuesta a la falta en ser estructural: « la tendencia del sujeto es la de reconocerse en S1, modo en que logra hacerse Uno, pero también modo en que logra mantener su diferencia, su falta en ser » 1. Diferencia que justifica su existencia, en tanto es lo único que se tiene y por ende, la razón para mantenerla encarnizadamente. Esto es, precisamente, señala Lacan, ir en sentido de la orientación natural del sujeto que hace insignia, allí donde el sujeto consiente con las marcas que lo constituyen: « se complacerá en encontrar las marcas de respuesta que fueron poderosas a hacer de su grito llamada. Así quedan circunscritas en la realidad, con el trazo del significante, esas marcas donde se inscribe la omnipotencia de la respuesta. No es en vano si se llama insignes a esas realidades »2, como lo describe el famoso ejemplo de Lacan, sobre la transformación del grito en llamado, donde el grito que no es más que una descarga neuronal, requiere del acuse de recibo del Otro, su aceptación y reconocimiento, un « eres tú », para convertirse en llamado. Reconocimiento que da identidad del sujeto por parte del Otro. A falta de cualquier identidad que pueda serle asignada al sujeto (S/), está el S1, un Uno que puede ser algo, del cual se aferra el sujeto y se complace en él, aunque no sea -insistirá Lacan- mas que un rasgo (rasgo unario) completamente « despersonalizado, sin cualidad, sin variación y sin contenido »3, pero es lo que queda cuando todo se ha perdido. Puro uno contable, donde el sujeto encuentra la manera de ser reconocido por el Otro, donde le autentifica su diferencia subjetiva, valga decir, su diferencia es nombrada. Se trata pues de obtener – insiste Miller- algo del Otro, de que el Otro pueda cubrir y vestir la falta en ser, incluso al precio de la mortificación del cuerpo, de la anulación del goce, que reduce a casi nada la pulsión freudiana; aunque sea al precio de estar disyunto de su ser. Esta operación del Otro sobre el organismo, produce la extracción de una porción que Lacan ubica como líbido (órgano incorporal). El cuerpo se queda sin su libido, perdiéndose lo vital, mas sin embargo, sabemos, como nos enseña Lacan, que esta alienación, o mortificación dejan un resto.4 Así, el efecto mortificante del significante, que conlleva una pérdida de goce, deja abierto el camino de la recuperación, con la aparición del objeto a como plus de gozar, a partir de la operación de la separación. El objeto a, viene a completar al sujeto del cuerpo mortificado, y eso hace el sustrato del fantasma. Resto que hace juntura entre sujeto y cuerpo, apareciendo este objeto en el mismo lugar de la diferencia absoluta, lo que no quiere decir que el sujeto quiera reconocerse como tal, o que tienda naturalmente a buscar su equivalencia en a, pues mientras el sujeto esté enganchado en S1, no se vuelca hacia a; abrocharse en la insignia lo mantiene a distancia de su estatuto en a, de su estatuto de puro objeto, que confronta al sujeto al sentimiento de extrañeza y despersonalización del que la angustia hace certeza. Mantener las insignias, le permite sostenerse en el campo de la representación, obteniendo el espejismo propio de la identificación, a través de la cual tiene un yo a su agrado, en tanto el « yo es la forma que adquiere la investidura de la diferencia subjetiva »5 Un análisis, y su fin en la orientación lacaniana, nos colocan en las vías de ir en dirección contraria a la identificación, « en sentido contrario a la vida psíquica ». La orientación lacaniana « está más bien del lado que disgusta al sujeto; lo conduce al otro lado, no hacia la insignia sino hacia donde el sujeto tiene que reconocerse como vacío, como la Cosa más próxima », lo que implicará necesariamente el franqueamiento del plano de las identificación.6 Para ello será necesario que contrario a lo que el sujeto quiere, -que el Otro le dé un reconocimiento y que lo identifique con el rasgo que habrá tomado de éste -que el analista en su operación, es decir, en tanto deseo del analista, no suponga en modo alguno, reconocer, autentificar o nombrar ese rasgo, sino lograr que el sujeto abandone lo que para él hace las veces de significante amo. La operación del analista, consiste en « extraer esa parte de goce producida por el hecho de que un significante ha marcado un punto del cuerpo ». El deseo del analista es el deseo de obtener esa diferencia, « deseo de obtener el bien-decir de esa marca ».7Es precisamente lo que demuestra la maniobra del pase, que apunta a autentificar la destitución subjetiva, tal como lo señaló Gustavo Stiglitz en el reciente testimonio presentado en Lima y transmitido en la NEL, donde se da cuenta del movimiento producido en la operación analítica, movimiento que podemos situar como el « paso » del imperativo de goce – superyó amado- , al buen uso del superyó, que el autor califica como un cambio en el uso del goce.En ese sentido y retomando la cita de Miller, podemos decir, que la operación analítica apunta a disgustar la complacencia del sujeto en aquello que se sostiene, dirigiéndolo a reconocerse como vacío, como la Cosa mas próxima, que no es otra cosa que atravesar el fantasma y circunscribir el a como éxtimo. Si el sostén de toda identificación es en el fondo el llamado al Otro, la demanda de un consentimiento, o al menos, de una respuesta, un I que fije la respuesta del Otro, y que dé identidad al sujeto, de lo que se trata en la orientación lacaniana es ir contra esta identificación. Contrariar dicha identificación, implica no solo la subjetivación del significante que domina la identificación (el punto donde el sujeto se mira), allí donde el sujeto se toma por un Uno solo, lo que constituye su alienación, sino ir más allá, avanzar hacia la separación que no es posible sin la subjetivación del cuerpo.8Solo si se renuncia a su representación significante, si se renuncia a convertirse en significante, el sujeto será susceptible a convertirse en a, valga decir, levantar el velo, velo de las identificaciones. Es la operación que conduce al sujeto a aislarse del sentido que procura el Otro y apuntar a su ser.Clara María Holguin
Cada uno de nosotros apostamos por estas jornadas, cuando nos arriesgamos a tomar la palabra y ponemos en juego nuestro deseo decidido por la Escuela para construirla. De esta manera, hacemos existir al Psicoanálisis en la región.La variedad de perspectivas de cada una de las aportaciones a este boletín muestran también de alguna forma, la desmasificación de la enunciación puesta en marcha por Miller, puesto que cada una de ellas nos dicen cómo sus autores abordan el tema desde su singularidad y a su vez, al transmitirlo al colectivo de la Escuela, dan lugar a una conversación que no se detiene sino que se enriquece en el debate; aquel que muestra las diferencias que constituyen un modo de tratamiento a su tendencia natural hacia la identificación.Estamos invitados todos a continuar contribuyendo a que la Nel pueda una vez más, hacer camino entre lo Uno y lo múltiple porque, como plantea Esthela Solano « Sin cada uno de nosotros no hay Escuela, y sin cada uno de nosotros no hay Psicoanálisis »Piedad Ortega de SpurrierLa orientación LacanianaEs bajo la forma de pregunta que abordaré el tema que nos convoca en las Jornadas. ¿Porqué elegir hablar sobre las identificaciones y el laberinto de las que son objeto? Anticipamos que la identificación es constitutiva de la estructura del sujeto, es según Freud, el modo fundamental de insertarse en el Otro, pero no por ello, garantizamos de sus logros y fracasos, lo que nos obliga a interrogar por la orientación a seguir, esto es, la orientación lacaniana. La tendencia natural del sujeto, nos dice Miller en los Signos del Goce, es intentar encontrar una respuesta al ¿Quién soy?, encontrar una respuesta a la falta en ser estructural: « la tendencia del sujeto es la de reconocerse en S1, modo en que logra hacerse Uno, pero también modo en que logra mantener su diferencia, su falta en ser » 1. Diferencia que justifica su existencia, en tanto es lo único que se tiene y por ende, la razón para mantenerla encarnizadamente. Esto es, precisamente, señala Lacan, ir en sentido de la orientación natural del sujeto que hace insignia, allí donde el sujeto consiente con las marcas que lo constituyen: « se complacerá en encontrar las marcas de respuesta que fueron poderosas a hacer de su grito llamada. Así quedan circunscritas en la realidad, con el trazo del significante, esas marcas donde se inscribe la omnipotencia de la respuesta. No es en vano si se llama insignes a esas realidades »2, como lo describe el famoso ejemplo de Lacan, sobre la transformación del grito en llamado, donde el grito que no es más que una descarga neuronal, requiere del acuse de recibo del Otro, su aceptación y reconocimiento, un « eres tú », para convertirse en llamado. Reconocimiento que da identidad del sujeto por parte del Otro. A falta de cualquier identidad que pueda serle asignada al sujeto (S/), está el S1, un Uno que puede ser algo, del cual se aferra el sujeto y se complace en él, aunque no sea -insistirá Lacan- mas que un rasgo (rasgo unario) completamente « despersonalizado, sin cualidad, sin variación y sin contenido »3, pero es lo que queda cuando todo se ha perdido. Puro uno contable, donde el sujeto encuentra la manera de ser reconocido por el Otro, donde le autentifica su diferencia subjetiva, valga decir, su diferencia es nombrada. Se trata pues de obtener – insiste Miller- algo del Otro, de que el Otro pueda cubrir y vestir la falta en ser, incluso al precio de la mortificación del cuerpo, de la anulación del goce, que reduce a casi nada la pulsión freudiana; aunque sea al precio de estar disyunto de su ser. Esta operación del Otro sobre el organismo, produce la extracción de una porción que Lacan ubica como líbido (órgano incorporal). El cuerpo se queda sin su libido, perdiéndose lo vital, mas sin embargo, sabemos, como nos enseña Lacan, que esta alienación, o mortificación dejan un resto.4 Así, el efecto mortificante del significante, que conlleva una pérdida de goce, deja abierto el camino de la recuperación, con la aparición del objeto a como plus de gozar, a partir de la operación de la separación. El objeto a, viene a completar al sujeto del cuerpo mortificado, y eso hace el sustrato del fantasma. Resto que hace juntura entre sujeto y cuerpo, apareciendo este objeto en el mismo lugar de la diferencia absoluta, lo que no quiere decir que el sujeto quiera reconocerse como tal, o que tienda naturalmente a buscar su equivalencia en a, pues mientras el sujeto esté enganchado en S1, no se vuelca hacia a; abrocharse en la insignia lo mantiene a distancia de su estatuto en a, de su estatuto de puro objeto, que confronta al sujeto al sentimiento de extrañeza y despersonalización del que la angustia hace certeza. Mantener las insignias, le permite sostenerse en el campo de la representación, obteniendo el espejismo propio de la identificación, a través de la cual tiene un yo a su agrado, en tanto el « yo es la forma que adquiere la investidura de la diferencia subjetiva »5 Un análisis, y su fin en la orientación lacaniana, nos colocan en las vías de ir en dirección contraria a la identificación, « en sentido contrario a la vida psíquica ». La orientación lacaniana « está más bien del lado que disgusta al sujeto; lo conduce al otro lado, no hacia la insignia sino hacia donde el sujeto tiene que reconocerse como vacío, como la Cosa más próxima », lo que implicará necesariamente el franqueamiento del plano de las identificación.6 Para ello será necesario que contrario a lo que el sujeto quiere, -que el Otro le dé un reconocimiento y que lo identifique con el rasgo que habrá tomado de éste -que el analista en su operación, es decir, en tanto deseo del analista, no suponga en modo alguno, reconocer, autentificar o nombrar ese rasgo, sino lograr que el sujeto abandone lo que para él hace las veces de significante amo. La operación del analista, consiste en « extraer esa parte de goce producida por el hecho de que un significante ha marcado un punto del cuerpo ». El deseo del analista es el deseo de obtener esa diferencia, « deseo de obtener el bien-decir de esa marca ».7Es precisamente lo que demuestra la maniobra del pase, que apunta a autentificar la destitución subjetiva, tal como lo señaló Gustavo Stiglitz en el reciente testimonio presentado en Lima y transmitido en la NEL, donde se da cuenta del movimiento producido en la operación analítica, movimiento que podemos situar como el « paso » del imperativo de goce – superyó amado- , al buen uso del superyó, que el autor califica como un cambio en el uso del goce.En ese sentido y retomando la cita de Miller, podemos decir, que la operación analítica apunta a disgustar la complacencia del sujeto en aquello que se sostiene, dirigiéndolo a reconocerse como vacío, como la Cosa mas próxima, que no es otra cosa que atravesar el fantasma y circunscribir el a como éxtimo. Si el sostén de toda identificación es en el fondo el llamado al Otro, la demanda de un consentimiento, o al menos, de una respuesta, un I que fije la respuesta del Otro, y que dé identidad al sujeto, de lo que se trata en la orientación lacaniana es ir contra esta identificación. Contrariar dicha identificación, implica no solo la subjetivación del significante que domina la identificación (el punto donde el sujeto se mira), allí donde el sujeto se toma por un Uno solo, lo que constituye su alienación, sino ir más allá, avanzar hacia la separación que no es posible sin la subjetivación del cuerpo.8Solo si se renuncia a su representación significante, si se renuncia a convertirse en significante, el sujeto será susceptible a convertirse en a, valga decir, levantar el velo, velo de las identificaciones. Es la operación que conduce al sujeto a aislarse del sentido que procura el Otro y apuntar a su ser.Clara María Holguin
1 Miller, J-A., Los Signos del Goce, pág. 93
2 Lacan, Jacques., Escritos, pág. 658
3 Lacan, Jacques., Seminario de Identificación. Inédito.
4 Idem.
5 Miller, J-A. Los Signos del Goce, pág. 117
6 Brousse, Marie Helene. Posición sexual y finales de análisis, pág. 24 y 26
7 Miller, J-A. Los Signos del Goce, pág. 135
Noviembre 5, 6 y 7 de 2010
Hotel Windsor House
Calle 95 No 9-97
Bogotá – Colombia