– ACTUALIDAD EL FORO DEL AUTISMO
Hacia el Foro Lo que la evaluación silencia, Un caso urgente: el Autismo
martes 25 de Mayo, 20 horas
El Departamento de Psicoanálisis con Niños (Nucep),
el Grupo de investigación sobre Psicosis (Nucep) y
el Espacio Madrileño de Psicoanálisis con Niños (ELP),
le invitan a participar en este encuentro, donde podremos conversar sobre la necesidad y el interés de realizar este Foro que tiene como objetivo principal llamar la atención sobre el obstáculo mayor que supone el empuje de los metodos evaluativos actuales. La hipotesis a trabajar es que estos metodos están en el origen de los múlptiples síntomas que afectan a la subjetividad contemporánea por su empeño en querer silenciarla. El sujeto autista es aquel que nos muestra la máxima dificultad para acceder a esa subjetividad y aquel que padece de una manera devastadora los efectos de ese silencio.
Para iniciar el debate contaremos con las siguientes contribuciones:
Sobre la Guía de diagnostico y tratamiento de los TEA de la Comunidad de Madrid por Eva Rivás, Psiquiatra en el Programa Infanto juvenil del Centro de Salud de Moratalaz-Vicálvaro
¿Cómo acoger los objetos con los que se presenta el niño autista? María Regina Penna Firme, psicóloga
Un testimonio sobre « La practica entre varios » en la Antena 112 de Venecia, Ana Gimenez Medrano, educadora
Coordinan: Vilma Coccoz y Carmen Cuñat
Editorial
También para lo que de la evaluación no encaja del todo en política, sociología, educación, cultura, ciencia, literatura y arte; en definitiva, para lo que la evaluación silencia.
Cerca de cuarenta invitados de disciplinas diversas estarán acompañados por psicoanalistas provenientes de todas las comunidades de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis.
El próximo miércoles se inicia la cuenta atrás; tan sólo un mes para la celebración del Foro. Los lectores de este boletín dispondréis en los próximos días de los nombres de los invitados. Será una ocasión más para decidir inscribirse, quien no lo haya hecho todavía, y asegurarse así la presencia en el World Trade Center de Barcelona.
Por la comisión de organización
Día 21 de Mayo, viernes. A las 18 h.
Café ISADORA. C/ Divino Pastor, 14.
Academia del Cine de Francia y sus obras se han proyectado en los festivales más importantes del mundo, como el Festival Internacional de Cine de San Sebastián donde ganó la Concha de plata al mejor director, o el Festival Internacional de Cine de Moscú.
“Welcome” tiene un guión firmado por el director junto a Emmanuel Courcol y Olivier Adam. Se inspiraron en las noticias de los inmigrantes que desde Caláis tratan de entrar en el Reino Unido. Para documentarse, recurrieron a los testimonios reales de refugiados y de asociaciones humanitarias. Para subrayar el tono testimonial de la película, Lioret contrató a actores no profesionales para alguno de los papeles, especialmente para el protagonista, un kurdo de 17 años que pretende cruzar el canal de la Mancha a nado, interpretado por Firat Ayverdi. Junto a él, coprotagonizan la película actores profesionales como Vincent Lindon (como Simon Calmat) y Audrey Dana (Marion).
“Welcome” nos cuenta la historia de Bilal, un joven de 17 años procedente del kurdistán iraní, que cruza el Oriente Próximo y Europa para reunirse con su novia recién emigrada a Inglaterra. Pero su recorrido se detiene bruscamente cuando, en el lado francés, le impiden cruzar el Canal de la Mancha. Decide cruzar el canal a nado. Para cumplir su objetivo, empieza a entrenarse en la piscina municipal. Allí conoce a Simón, un profesor de natación en pleno proceso de divorcio. Simón está dispuesto a hacer lo que sea para recuperar a su mujer y lo arriesga todo ofreciendo protección a Bilal. Esta relación lo transforma y se transforma, será su ex mujer la que le pedirá luego que abandone esa protección y ayuda a Bilal.
La película podría resumirse en: un hombre pierde a una mujer y se desquicia; otro, muy joven, ama a una mujer y es capaz de cualquier cosa para reunirse con ella.
Lioret, impresionado por la juventud y los riesgos que corren estos jóvenes, teniendo en mente que a 200 km de Paris tenía esta frontera “mexicana”, decide hacer esta película sobre un tema que tenía ganas de tocar.
Algunas declaraciones del director son dignas de mención, dice: “En un tema tan fuerte, tan actual, la honradez tenía que pasar ante todo” o “Creo que hemos hecho este largo porque tenemos ganas de creer en los sentimientos y la inteligencia en vez del cinismo y el interés”. En El País « Me basta con ser un ciudadano que se enfrenta a lo que pasa en la realidad y reacciona porque no está de acuerdo con ello », explica Philippe Lioret, el realizador francés de 54 años. Rodada en los escenarios reales donde se ambienta la historia a pesar de resultarles más barato rodar en Rumania o Chequia, algo que se nota en la película, con actores no profesionales y buscados durante semanas en Estambul, Berlín, Londres y Suecia
A raíz del estreno de la película, el diputado socialista Daniel Goldberg presentó en la Asamblea Nacional francesa una proposición de ley para despenalizar el llamado delito de solidaridad (en francés, délit de solidarité, esto es, la penalización de aquellos que socorren a los extranjeros en situación irregular). La proposición fue debatida y rechazada en la Asamblea en 30 de abril de 2009.
Marta Mora
Moderación: Marta Mora. Coordinacion: Olga Montón. Comisión: Pilar Berbén, Carmen Cuñat, Mirta García, Marta Mora y Graciela Sobral.
París, 27 de Mayo de 2010 / Colegio de España CIUP
Con la participación de:
JACQUES-ALAIN MILLER
MARKOS ZAFIROPOULOS
JOSÉ LUIS PARDO
JORGE ALEMÁN
TEMA: La estrecha vinculación entre el individuo y el campo social, ya señalada desde las primeras elaboraciones filosóficas, fue radicalmente afectada a comienzos del siglo XX con la entrada en escena del inconsciente freudiano. Si bien el fundador del psicoanálisis dedicó parte de su obra a desentrañar este “mutuo” pertenecerse y afectarse del sujeto y lo social, su teoría accionó una nueva manera de pensar el espacio público y los mecanismos que aparentemente “insabidos” determinaban la manera de vivir-juntos-de-los-hombres. Desde la Escuela de Francfort hasta el llamado post-estructuralismo francés, pasando por la antropología y la lingüística, la premisa del inconsciente ha servido para reproblematizar desde distintos ángulos (muchas veces enfrentados), el creciente malestar que la cultura y su estructura económica imponían sobre el cuerpo tanto del sujeto individual como del sujeto colectivo. Es por ello el objetivo de estas jornadas retomar el análisis y las consecuencias que, en el pensamiento del siglo XX, se desprendieron de la emergencia del texto inconsciente y de sus distintas lecturas que han servido para pensar “de otra manera” lo político-ontológico propio del ser humano.
INSCRIPCIÓN
Enviar un email con nombre y apellidos a la dirección de correo electrónico:
[email protected]
Laura Suárez
Éste da a la luz la inexistencia de la relación sexual entre los límites del goce fálico y lo infinito del goce femenino. Ya no se trata sólo de pluralización. […] Jean-Claude Milner destacaba una imprevista consecuencia del principio de lo ilimitado en la sociedad, a la falta de un exterior posible, el sujeto se vuelve contra sí mismo. Si únicamente el cuerpo le da su consistencia al ser hablante, y ya no el discurso que se había soñado universal, la extracción del objeto a será siempre apremiante, para paliar los efectos del desencadenamiento de la pulsión de muerte. » (Eric Laurent)
Debemos decir que ser un inmigrante es el estatuto mismo del sujeto en el psicoanálisis. El sujeto como tal, definido por su lugar en el Otro, es un inmigrante. No definimos su lugar en lo Mismo porque sólo tiene hogar en lo del Otro. El problema del sujeto precisamente es que ese país extranjero es su país natal. Algo significa que el psicoanálisis haya sido inventado por alguien que tenía con el estatuto de inmigrante, de extimidad (ver aparte) social, una relación originaria. Y es que este estatuto pone en tela de juicio el círculo de la identidad de este sujeto, lo condena a buscarla en los grupos, los pueblos y las naciones.
Se nos reprocha ser antihumanistas, y es que el humanismo universal no se sostiene. No me refiero al humanismo del Renacimiento, que está muy lejos de ser un humanismo universal. Hablo de este humanismo contemporáneo que no encuentra más soporte que el discurso de la ciencia –del derecho al saber, hasta de la contribución al saber–, de este humanismo universal cuyo absurdo lógico (no hay otra palabra) sería pretender que el Otro sea semejante. Este humanismo se desorienta por completo cuando lo real en el Otro se manifiesta como no semejante en absoluto. Hay entonces sublevación. Entonces surge el escándalo. Ya no se tiene más recurso que invocar no sé qué irracionalidad; es decir que se supera singularmente el concepto del Otro aséptico que nos hemos forjado.
De hecho, este humanismo universal hace oír sus pretensiones justo cuando el Otro tiene una singular propensión a manifestarse como no semejante –a lo que se esperaba–. Esto desorienta al progresismo, que cuenta con el progreso del discurso de la ciencia como universal para obtener una uniformización, y especialmente del goce. El problema es que, en la medida en que la presión del discurso científico se ejerce en el sentido de lo uniforme, hay cierto disforme que tiende a manifestarse, sobre todo de un modo grotesco y horrible, y que está ligado a lo que se llama progreso.
La ciencia no debe quedar exonerada de racismo aun cuando haya una caterva de científicos que expliquen hasta qué punto es antirracista. Sin duda es posible hacer caso omiso de las elucubraciones seudocientíficas del racismo moderno, que, como se constata, no se sostienen. Resulta fácil constatar que en sus consecuencias técnicas la ciencia es profundamente antisegregativa, pero es porque su discurso mismo explota un modo muy puro del sujeto, un modo que puede llamarse universalizado del sujeto. El discurso de la ciencia está hecho para y por –potencialmente por– cualquier hijo de vecino que piense …luego soy; es un discurso que anula las particularidades subjetivas, que las echa a perder. Entonces, está la vocación de universalidad de la ciencia, que en este sentido es antirracista, antinacionalista, antiideológica, puesto que sólo se sostiene poniendo el cuantificador universal para todo hombre.
Aunque resulta muy simpático, en la práctica esto conduce a una ética universal que hace del desarrollo un valor esencial, absoluto, y hasta tal punto que todo (comunidades, pueblos, naciones) se ordena según esta escala con una fuerza irresistible. De resultas, es porque las comunidades, los pueblos y las naciones se encuentran bajo esta escala, por lo que hay enseguida un buen número al que se califica de subdesarrollado. En el fondo, todo está dicho en ese término, hasta tal punto que no hay más que subdesarrollados en esta tierra. Francia, por ejemplo, tiembla por saber si está en verdad suficientemente desarrollado en varios campos.
Se siente en la pendiente de la decadencia respecto de esta irresistible exigencia de desarrollo.
Debe admitirse también que esto se encarnó en la fachada –por otra parte, en general humanitaria– del colonialismo, del imperialismo moderno. En esa época no se decía: cada uno en su casa. Por el contrario, se iba a ver de cerca para imponer el orden y la civilización. Resulta divertido constatar que en nuestra época vivimos el retorno al interior de todo esto, el retorno de extimidad de este proceso. Y resulta tanto más sabroso cuanto que son los mismos que querían afrancesar pueblos enteros los que hoy no pueden soportarlos en el subterráneo.
Hay que reconocer que este desarrollo del discurso de la ciencia tiene como efecto bien conocido –y la protesta, llegado el caso, es reaccionaria– deshacer las solidaridades comunitarias, las solidaridades familiares. Como saben, el estatuto moderno de la familia es extremadamente reducido. Grosso modo, lo que resumimos como discurso de la ciencia tiene un efecto dispersivo, desegregativo, que puede llamarse de liberación, por qué no; se trata de una liberación estrictamente contemporánea con la mundialización del mercado y de los intercambios.
A quienes sólo son sensibles a la vocación de universalidad de la ciencia, mientras rezongan ante algunas de sus consecuencias económicas y hasta culturales, Lacan les señala el hecho de que a esta desegregación responde la promoción de segregaciones renovadas, que son en conjunto mucho más severas que lo que hasta ahora se vio.
El lo dice en futuro, de forma profética:
“Nuestro porvenir de mercados comunes será balanceado por la extensión cada vez más dura de los procesos de segregación” (los remito a la página 22 de la “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”).
Los procesos de segregación son justamente lo que se discute bajo el sentido común del racismo. En el fondo, esto implica que el discurso de la ciencia no es en absoluto abstracto, sino que tiene efectos sobre cada uno, tiene efectos significantes sobre todos los grupos sociales porque introduce la universalización. No se trata de un efecto abstracto, sino de una apuesta permanente.
El modo universal –que es el modo propio según el cual la ciencia elabora lo real– que parece no tener límites, pues bien, los tiene. Me encontraba junto a un biólogo encantador empeñado en sostener que desde el punto de vista de los genes no hay raza: reconozcamos que este tipo de fórmula, de discurso, es completamente inoperante. Se puede repetir tanto como se quiera “nosotros los hombres…”, y se constatará que no tiene efectos. No los tiene porque el modo universal que es el de la ciencia encuentra sus límites en lo que es estrictamente particular, en lo que no es universal ni universalizable y que podemos llamar, con Lacan, de manera aproximada, modo de goce. Soñar con una universalización del modo de goce caracterizó a toda utopía social, de las que fue pródigo el siglo XIX. Por supuesto, es preciso distinguir el goce particular de cada uno y el modo de goce que se elabora, se construye y se sostiene en un grupo, por lo general no muy amplio. Allí se está a nivel de cada uno. No de cada hijo de vecino, sino de cada uno en su cadaunería.
“Odio tu manera de gozar”
Dado el modo universal en que se desarrolla, el discurso científico no puede responder nada a la pregunta que se plantea como consecuencia de esta respuesta que es el imperativo de goce, del que cada uno es esclavo.
Se sabe que el discurso universal de la ciencia no tiene respuesta, aunque se trate de hacerlo responder. Se hacen, por ejemplo, manuales de educación sexual, lo que constituye una tentativa de actuar de modo que el discurso científico, que se supone tiene respuesta para todo, pueda responder al respecto, y se verifica que fracasa. Por su profesión, el biólogo cree en la relación sexual porque puede fundarla científicamente, pero a un nivel que no implica que ésta se apoye en el inconsciente. Y nada de lo que verifica a nivel del gen dice lo que hay que hacer con el Otro sexo en el nivel donde eso habla. Aun cuando el biólogo verifique el modo en que los sexos se relacionan uno con otro, lo hace en un nivel donde eso no habla.
Hacer responder a la ciencia paradojas del goce es un intento cuyo final no vimos. Estamos sólo al comienzo. Es una industria naciente. Pero quizá desde ya podamos saber que es en vano. En todo caso, por ahora el discurso universal no tiene siquiera la eficiencia que han tenido los discursos de la tradición, los discursos tradicionales, relativamente inertes, de una sabiduría sedimentada, que en las agrupaciones sociales anteriores permitían enmarcar el modo de goce. Nótese que estos discursos tradicionales –como el de la familia ampliada, según la llamamos, porque la nuestra es reducida–, que en determinado momento elaboraban cómo hacer con el otro, son los que el discurso de la ciencia objetó, arrasó; el discurso de la ciencia y lo que lo acompaña, a saber, el discurso de los Derechos del Hombre.
Me parece que esto es lo que debe captarse para situar el racismo moderno, sus horrores pasados, sus horrores presentes, sus horrores por venir. No basta con cuestionar el odio al Otro, porque justamente esto plantearía la pregunta de por qué este Otro es Otro. En el odio al Otro que se conoce a través del racismo es seguro que hay algo más que la agresividad. Hay una consistencia de esta agresividad que merece el nombre de odio y que apunta a lo real en el Otro. Surge entonces la pregunta que es en todo caso la nuestra: ¿qué hace que este Otro sea Otro para que se lo pueda odiar en su ser? Pues bien, es el odio al goce del Otro. Esta es la fórmula más general que puede darse de este racismo moderno tal como lo verificamos. Se odia especialmente la manera particular en que el Otro goza.
Cuando cierta densidad de poblaciones, de diferentes tradiciones, de culturas diversas, se expresan, resulta que el vecino tiende a molestarlos porque, por ejemplo, no festeja como ustedes. Si no festeja como ustedes, significa que goza de otro modo, que es lo que ustedes no toleran. Se quiere reconocer en el Otro al prójimo, pero siempre y cuando no sea nuestro vecino. Se lo quiere amar como a uno mismo, pero sobre todo cuando está lejos, cuando está separado.
Cuando el Otro se acerca demasiado, se mezcla con ustedes, como dice Lacan, y hay pues nuevos fantasmas que recaen sobre el exceso de goce del Otro. Una imputación de goce excedente podría ser, por ejemplo, que el Otro encontrara en el dinero un goce que sobrepasaría todo límite.
Este exceso de goce puede ser imputar al otro una actividad incansable, un gusto demasiado grande por el trabajo, pero también imputarle una excesiva pereza y un rechazo del trabajo, lo que es sólo la otra cara del exceso en cuestión. Resulta divertido constatar con qué velocidad se pasó, en el orden de estas imputaciones, de los reproches por el rechazo del trabajo a los que “roban trabajo”. De todas maneras, lo constante en este asunto es que el Otro les saca una parte indebida de goce. Esto es constante.
La cuestión de la tolerancia o la intolerancia no alcanza en absoluto al sujeto de la ciencia o a los Derechos del Hombre. El asunto se ubica en otro nivel, que es el de la tolerancia o la intolerancia al goce del Otro, en la medida en que es esencialmente aquel que me sustrae el mío. Nosotros sabemos que el estatuto profundo del objeto es haber sido siempre sustraído por el Otro. Si el problema tiene aspecto de insoluble, es porque el Otro es Otro dentro de mí mismo. La raíz del racismo, desde esta perspectiva, es el odio al propio goce. No hay otro más que ése. Si el Otro está en mi interior en posición de extimidad, es también mi propio odio.
Simplemente, se confiesa que se quiere al Otro siempre que se vuelva el Mismo. Cuando se hacen cálculos para saber si deberá abandonar su lengua, sus creencias, su vestimenta, su forma de hablar, se trata de saber en qué medida él abandonaría su Otro goce. Esto es lo único que se pone en discusión.
En esta línea me vi llevado a admitir la validez del término “sexismo”, que se construye sobre “racismo”. Hombre y mujer son dos razas –tal es la posición de Lacan–, no biológicamente, sino en lo que hace a la relación inconsciente con el goce. En este nivel se trata de dos modos de goce. Sabemos hasta qué punto nos ocupamos de contener el goce femenino: cómo se intentó taponar, canalizar, vigilar este exceso de goce. Saben el cuidado que se tomó –constituyó un tema filosófico, durante siglos– en la educación de las muchachas. Resulta divertido ver progresar las tentativas de uniformización del discurso de la ciencia. Podemos regocijarnos al ver la promoción femenina, mujeres a la cabeza de sociedades multinacionales norteamericanas, por ejemplo, que hoy ocupan lugares como el de tesorero general, lo que es bastante afín a la posición de la burguesa en la casa.
La tolerancia a la homosexualidad depende de la misma rúbrica. Se producen efectos de segregación, si no voluntarios al menos asumidos. Existen rincones reservados, en Los Angeles o San Francisco, donde se reúne una comunidad que ocupa un tercio de la ciudad. Se trata de una forma asumida, jugada, de segregación. Y como comunidad de segregación tiene derecho de palabra y de actuación en la conducción de la ciudad.
¿El antirracismo es negar las razas? Creo que es inoperante plantear que no hay razas. Para que no hubiera razas, para que se pudiera decir “nosotros los hombres…”, haría falta que hubiera el Otro del hombre. Se necesitarían seres hablantes de otro planeta para que pudiéramos por fin decirlo. De ahí el carácter finalmente tan optimista de la ciencia ficción, ya que da una especie de existencia fantasiosa al “nosotros los hombres…”. Para Jacques Lacan, una raza se constituye por el modo en que se trasmiten, por el orden de un discurso, los lugares simbólicos. Es decir que las razas, esas que están en actividad entre nosotros, son efectos de discurso, lo que no significa simplemente efectos de blablablá. Significa que estos discursos están ahí como estructuras, y que no alcanza con soplarlos para que se vuelen.
* Director del Instituto del Campo Freudiano. Texto extractado del libro Extimidad, de reciente aparición (Ed. Paidós).
Por Jacques-Alain Miller
Fuente: Página 12
Más información: www.pagina12.com.ar
5-6 de junio 2010
Centro Congressi Torino Incontra Via Nino Costa, 8
www.amp-nls.org
Fecha: 20 y 21 de noviembre de 2010.
Formas contemporáneas de la sexualidad masculina