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Domingo
La revista del diario « La República »
Lima, Perú, 9 de mayo de 2010
Entrevista al Dr. Alfonso Gushiken. Médico y psicoanalista de la Nueva Escuela Lacaniana en Lima
Es médico y psicoanalista, experto en salud pública, profesor de la Universidad Cayetano Heredia y consultor internacional en sistemas de información sobre eventos violentos. Alfonso Gushiken fue uno de los encargados de la investigación “¿Quiénes son asesinados en Lima? Cómo, cuándo y por qué”, publicada por la ONG Ciudad Nuestra. Aquí advierte que las autoridades (ediles, policiales y judiciales), carecen de información elemental para saber cómo mitigar la violencia urbana, señala el alto índice de crímenes perpetrados por personas cercanas a la víctima, y revela el deterioro de las relaciones cotidianas entre los limeños.
Por María Isabel Gonzales
Después de ver un noticiero, cualquiera de la noche, donde el 60% de contenidos son crímenes o hechos policiales, queda la sensación de que Lima es una ciudad sangrienta. ¿Su investigación confirma esta impresión?
–Nosotros encontramos en las estadísticas policiales que en principio el país no está entre los más violentos de América Latina: la tasa anual es de 8.8 homicidios por 100 mil habitantes, menos que Brasil, México, Colombia, entre otros, que llegan al 17.2. Lima tampoco tiene índices muy altos en comparación con otras ciudades del interior y de América Latina. Lo que sí encontramos como un hecho curioso es que a partir del 2004 hay un incremento en la tasa de homicidios en la capital: de 4 por 100 mil habitantes en Lima en 1999, a 9.2 en el 2007. Luego la tasa bajó un poco: 7 por 100 mil habitantes al año. Llama la atención porque ya no vivimos la violencia terrorista. Pero aquí debo resaltar que los datos son un primer acercamiento que no pueden extrapolarse a toda la población limeña.
–Si no podemos hacer una lectura de lo que sucede en Lima con estos datos, ¿qué importancia le atribuye a esta investigación?
–Sucede que en general la información está dispersa. Suponíamos que íbamos a encontrar el 100% de la información en un solo lugar –la Dirección de Investigación Criminal de la Policía Nacional del Perú (Dirincri PNP)– pero esa dependencia solo cubre el 27% del total de homicidios ocurridos en Lima entre el 2000 y el 2008. El resto está distribuido en varias dependencias de la Policía. La ventaja o la importancia de este trabajo es que tenemos una primera aproximación a un tema poco conocido para la sociedad y las mismas autoridades.
–¿Tener la información fragmentada le impide entender lo que sucede en la capital?
–Quienes manejan los datos son la policía, el Instituto de Medicina Legal, el Ministerio Público y en menor medida el Ministerio de Salud. Todos generan información, pero las tres primeras deberían validar y consolidar sus datos según su especialidad. Porque suele suceder que al cruzar la información se producen contradicciones. Eso como primer punto. Lo siguiente es que las políticas públicas de seguridad están enfocadas en lo que se publica en primera plana de los periódicos o lo que sale en los noticieros. Si se dice que hay una ola de secuestros, atacamos eso, pero no lo real, lo que sucede en la ciudad. La idea de este estudio es cómo generar información. No se puede atacar lo que no se conoce.
– ¿A qué se debe el incremento de los homicidios a partir del 2004?
–Hay comportamientos de violencia en la ciudad que contradicen el sentido común. Por ejemplo, teníamos el prejuicio de que ese incremento tenía que ver con la delincuencia pero no es así. Resulta que son las riñas entre personas que pueden ser amigos, vecinos, conocidos o familiares las que terminan en un desenlace fatal (30,62 %). No quiere decir que la delincuencia común no sea un móvil significativo (18,2%), pero también ahí se cae otro prejuicio. Más muertes causan los delincuentes “carteristas”, esos que te arranchan tus cosas en la calle, que la delincuencia organizada. Otro porcentaje que causa alarma es el de la violencia intrafamiliar (10.22%), que comparado con otras ciudades de América Latina es alto. La investigación nos dice que los asesinatos se dan por cuestiones cotidianas y no solo por la delincuencia. Entonces, hay que preguntarnos qué está pasando en la capital, hay un obvio deterioro de las relaciones entre las personas que no puede ser atacado con medidas represivas. Aquí debe haber un trabajo en conjunto de instituciones que actúen en las relaciones entre las personas y dentro de la familia.
–Existe otro prejuicio sobre las víctimas. Se suele pensar que la mayoría son mujeres.
–Es cierto. Pero el estudio encontró que de cada cinco personas asesinadas, cuatro son hombres –representan el 80,5 % de las víctimas– y es un dato constante entre el 2000 y 2008. Lo otro que me parece relevante, es la distribución de las muertes según edades. Encontramos que hay un desplazamiento de los homicidios: el 58% de las víctimas tienen más de 29 años, son personas con una actividad económica, con responsabilidades familiares. Entonces sus muertes tienen repercusiones económicas y sociales para los sobrevivientes. En el caso de las mujeres, los homicidios se concentran en rangos menores a la edad de los hombres –25.7% de las víctimas tienen entre 20 y 29 años– y aquí lo llamativo: en 39.3% de los casos el victimario fue la pareja.
–¿Qué otros hallazgos se deben resaltar en esta investigación?
–No hay que perder de vista que 45.7 % de los victimarios son personas conocidas –19.2% son familiares y 26.5% son personas del entorno– y que el otro 45.5% de victimarios son desconocidos. Esto significa un 50/50 de posibilidades de identificar a los victimarios. Sobre las circunstancias, aunque hay predominio de la vía pública, donde ocurre el 46.7% de los homicidios; la vivienda se posiciona con un 24.9% que no es nada desdeñable. Y aunque lo normal es que los homicidios se concentren en horas de la noche y de la madrugada, hay una tendencia desde el 2004 a que los homicidios se distribuyan a lo largo del día. Si seguimos el hilo de estos datos llegamos a la tendencia semanal: un 22.26% de homicidios suceden los domingos. Pero hay dos días, lunes y miércoles, que llegan a representar 13.57% y 13.17% respectivamente. Es decir, los datos nos dicen que los asesinatos no tienen que ver con la juerga de fin de semana. Al menos es una primera deducción.
–En Lima el 47.7% de las víctimas fueron asesinadas con arma de fuego. Comparado con otras ciudades como Medellín o Cali, donde el 82.6% de homicidios ocurren bajo esta modalidad, nuestro porcentaje aún es bajo. ¿Qué debemos interpretar de ese dato? ¿Debe restringirse más el uso de armas para evitar que la estadística se dispare?
– La propuesta de esta investigación es dejar que el dato hable, no atribuirle nada. Lo que alarma de este dato es que aunque solo 5.7% de los homicidios son cometidos por pandilleros, 37.7% de estos delincuentes juveniles utilizó un arma de fuego. Es decir, cada vez tienen un mayor uso y acceso a las armas, y eso debería ser un motivo de preocupación.
–¿Quiénes deben actuar sobre esos datos?
–Además de la Policía, deben actuar entidades como las alcaldías, el Ministerio de la Mujer, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Salud. Y en la sociedad civil, las universidades, las ONG y otras asociaciones. Una de la conclusiones más importantes es que debe haber investigación permanente, registrar continuamente más datos, de otro modo no se podrá actuar en los núcleos de la violencia y mucho menos en sus consecuencias. Los comportamientos son diferentes en cada país, por lo tanto una estrategia que funcionó en otro lugar no necesariamente es una buena receta para aplacar los problemas de Lima. Primero se debe comprender qué sucede aquí para inspirarnos en algún modelo que haya resuelto un problema similar. Incluso, no pueden aplicarse medidas que hayan servido en otras ciudades del Perú.
–Dice que hay un deterioro en nuestras relaciones. En su experiencia en salud mental, ¿qué puede estar sucediendo entre los limeños para acabar una pelea asesinando al otro?
–Tengo una hipótesis. Se desprende de esta investigación y de una actitud que veo desde siempre en la capital. Por ejemplo en el tránsito: siempre estamos buscando la forma de ganarle al otro. Apuramos al que está adelante y no respetamos al que está detrás. La idea es ser el más vivo. En el caso del limeño existe el predominio de la ‘cultura combi’. No tenemos respeto por quién camina en la vereda con nosotros, ni respetamos el lugar en las colas. Nos especializamos en violar las reglas. Generamos un malestar continuo entre nosotros. Entonces, esta investigación nos dice que las causas de violencia y sus desenlaces son las relaciones entre las personas y la pobre valoración que le damos al otro.
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Quiénes
80.5% de las víctimas de homicidios son hombres, es decir, cuatro de cada cinco.
58.2% de las víctimas eran adultos mayores de 29 años seguidos por el grupo de 18 a 29 años (34.3%), de adolescentes (4%) y de menores de 10 años (3.6%).
77.8% de las víctimas no tenían antecedentes policiales.
Cuándo y dónde
59.3% de los homicidios ocurrió durante la noche. El 31.2% entre las 18:00 y las 24:00 horas; y 28.1% entre las 0:00 y las 6:00 horas).
46.7% de los homicidios ocurrió en la vía pública y el 24.91% en la vivienda.
El victimario
45.7% de los homicidas era conocido de la víctima. En el 45.5% era un desconocido. El 6.1% de muertes restantes los cometen agentes de las fuerzas de orden.
Por qué
30.6% de los homicidios se deben a violencia interpersonal (riñas y peleas). Le siguen los actos de delincuencia común (18%) seguida por la delincuencia organizada (13.41%) y la violencia intrafamiliar (10.22%).
Cómo
47.7% de los homicidios investigados fueron ejecutados con un arma de fuego y en 21% se usaron armas punzocortantes. Les siguen la asfixia (14.4%) y el golpe con objetos contundentes (8.62%).
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Perfil
•Nombres: Adolfo Gushiken Miyagui
•Lugar y año de nacimiento: Lima, 1962
•Profesión: Médico, psicoanalista, investigador, docente y consultor en temas de violencia.
•Especialidad: Magíster en Salud Pública con énfasis en salud mental. Magíster en Ciencias Sociales.
•Publicaciones y estudios:
-“¿Quiénes son asesinad@s en Lima? ¿Cómo, cuándo y por qué?”, Alfonso Gushiken, Gino Costa, Carlos Romero y Catherine Privat. Ciudad Nuestra. 2010. -“Salud Mental y Derechos Humanos: supervisión de la política pública, la calidad de los servicios y la atención a poblaciones vulnerables”. Informe Defensorial 140, Lima 2008.
Leer en: http://www.larepublica.pe/archive/all/domingo/20100509/6/pagina/1558