Resumen del reportaje realizado por INMACULADA DE LA FUENTE publicado en EL PAIS.com el 06/04/2010
Los antidepresivos se convierten en el principal recurso para pacientes con malestar emocional
Nadie le ha pedido explicaciones, pero prefiere estar ligeramente enferma a confesar que se siente infeliz. Sara entró hace unos días por la puerta de la consulta diciendo al doctor que se encontraba cada día más triste sin saber por qué y salió de allí con la receta de un conocido antidepresivo. No es algo excepcional. Sara forma ya parte de la estadística. Son muchos los pacientes aquejados de malestar emocional que, gracias a una medicación controlada, son capaces de asumir los claroscuros de su vida. Aunque lo suyo no sea una depresión. Por fortuna para ellos, porque la depresión clínica, endógena o exógena, es un mal profundo del que cuesta salir. Los antidepresivos más usados, desde la fluoxetina (el célebre Prozac) a los de última generación, se diseñan pensando en los enfermos reales. Sin embargo, la gran paradoja es que también se benefician de este arsenal farmacológico personas con leves cuadros depresivos o con dificultades emocionales. Personas que no deberían tomarlos en sentido estricto, pero que de hecho los consumen porque se los recetan. Sólo el 20% de quienes toman antidepresivos sufre la enfermedad. La psicoterapia sería más eficaz, pero es cara para muchos pacientes. Sabemos muy poco de lo que pasa en la cabeza de la gente que se agobia. Uno de cada 10 adultos consume ansiolíticos de modo aislado o habitual. « No me importa hacer autocrítica: no siempre los recetamos para los verdaderos enfermos, sino para pacientes con otro tipo de sufrimiento. Y lo hacemos así porque funcionan », reconoce el psiquiatra del hospital Clinic de Barcelona Víctor Navarro. « No sabemos bien por qué les ayuda, porque es algo que no está avalado por estudios ni por la literatura médica, pero de hecho atenúa su situación », añade. Pese a todo, hay especialistas que consideran que para una mayoría de pacientes esos fármacos o son inútiles o actúan como meros placebos. El debate está ahí: ¿deben los médicos exigir que se padezca una profunda depresión para recetar antidepresivos o debe extenderse su influencia a los que sufren una tristeza inexplicable o en algunos casos lógica por haber sufrido una pérdida real? En muchos malestares subyacen problemas adaptativos. Todo el mundo se está adaptando a algo, a una nueva responsabilidad o relación, a un nuevo jefe. Pero junto a esa realidad, Eudoxia Gay, ex coordinadora de Salud Mental de la provincia de Córdoba, sostiene que crece también la sensación de que el sufrimiento o la excesiva dificultad resultan ya intolerables. « Falta mucho aguante. En vez de afirmar: ‘Me siento hecho polvo porque me han traicionado o mentido, o porque he fracasado, o me han prejubilado’, la tendencia es que se recurre a la enfermedad para borrar con un analgésico nuestros resentimientos, odios, inseguridades », argumenta. « En parte, los responsables somos los sanitarios, al medicar ese malestar », admite Gay, miembro del patronato de la Fundación Castilla del Pino. La psiquiatra piensa, sin embargo, que este culto al dios medicamento, esta atracción fatal por las farmacias, no es inocente. « Las mismas compañías aseguradoras no quieren hablar de tristezas y desánimos, por hondos que sean, y si se produce una baja al trabajo tiene que haber una enfermedad que la justifique », continúa. Aunque no dispone de datos contrastados, el psiquiatra del Clinic calcula que sólo un 20% de los que toman antidepresivos sufren la correspondiente enfermedad, mientras que a un 80% se les prescribe por distimia (ánimo bajo o trastorno depresivo leve) y problemas adaptativos. ¿Qué está pasando? A las consultas llega cada vez más gente cargada de problemas existenciales. « El riesgo es que no se elaboren los conflictos, y que surja una cronicidad en el cuadro depresivo. Y que al buscar la solución, surja la dependencia », advierte la psiquiatra Eudoxia Gay. La gama de psicofármacos, clasificados por familias, es amplia: antipsicóticos, ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos, antiepilépticos… De ellos, los más consumidos son los antidepresivos y los ansiolíticos. En una década, el uso de los ansiolíticos por excelencia, las benzodiacepinas, se ha duplicado. Aunque las benzodiacepinas no se recetan sólo para trastornos de ansiedad, ese es el uso más extendido de este tipo de fármacos cada vez más democrático. En uno de los últimos estudios facilitado por la Agencia Española del Medicamento, se menciona que uno de cada diez españoles adultos reconoce haber tomado algún medicamento de esta familia de forma esporádica o continuada. Entre los antidepresivos, uno de los principios activos más recetados en estos momentos es escitalopram. Pasada la fiebre inicial por el Prozac que aún subsiste, uno de cada tres pacientes a los que se les prescribe ahora antidepresivos toma probablemente un preparado de escitalopram. De cualquier modo, los más usados son los antidepresivos ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina), de los que según los últimos datos disponibles se venden al año más de 15 millones de envases. Si a estos se suman los de otros antidepresivos, el consumo anual sobrepasa los 24 millones de cajas. Sabemos muy poco de lo que pasa en la cabeza de la gente que se agobia. No sabemos bien qué alteración hay, sólo se ha visto que mejoran… Hasta que no se conozca bien la causa es arriesgado pensar en otras alternativas ».A veces el psiquiatra lo que hace es poner nombre al malestar. Ansiedad, depresión, son palabras de dominio público, alteraciones que le pasan a uno y también al tendero. « Lo fácil es caer en la automedicación. Para Eudoxia Gay, psiquiatra destinada ahora al hospital Carranque de Málaga, uno de los problemas de hoy es que. se está promocionado un tipo de valores, sobre todo a través de programas de televisión para adolescentes, en los que no se va a lo hondo, ni se acude a la introspección, a preguntarse quién soy yo. No se valora la inteligencia, ni al maestro, ni al que trabaja »En muchos casos esto se produce porque no nos tomamos el tiempo de ver cuál es el problema. Hay que asumir que tenemos que pasar por etapas de tristeza, de pérdidas. ¿Por qué anestesiar ese estado? Hay que afrontar los duelos y aprender determinadas técnicas que nos van a ayudar a sobrevivir » »Es necesario también aprender a conocerse »