MITOS SOBRE EL AUTISMO
Neus Carbonell
Es un lugar común que va tomando cuerpo entre algunos movimientos acusar al psicoanálisis de haber culpabilizado a los padres de niños autistas. Cabe decir que no fue el psicoanálisis quien situó la etiología del autismo en los problemas afectivos entre padres e hijos sino el psiquiatra austríaco establecido en Estados Unidos Leo Kanner, a quien se le debe la primera descripción médica del autismo. Por otro lado, es una ironía o quizás se arraiga en un fuerte desconocimiento de lo que el psicoanálisis es, que se le atribuya “culpar” a alguien. Ningún otro discurso en la modernidad ha desculpabilizado más y ha estudiado mejor el lugar de la culpa en la subjetividad que el psicoanálisis. No es parte ni de la terapéutica ni de la experiencia analítica culpar al sujeto, sino más bien acompañarlo en un recorrido por el cual se pueden situar las coordenadas vitales que han causado el malestar o la angustia y así ofrecer al sujeto una nueva oportunidad. Sin embargo, cuando se trata de la culpa tampoco hay que ignorar que se está considerando un sentimiento profundamente complejo y crucial que resulta de haber integrado de una cierta manera la relación con los demás. Al fin y al cabo, un sujeto sin culpa no percibe el límite de su dominio sobre los otros y, de ese modo, puede llegar a ejercer su poder cínicamente hasta cometer las mayores atrocidades. Por otro lado, en nuestra cultura judeo-cristiana, la culpa ocupa el centro de la creencia religiosa. Es más, quien se haya dedicado a escuchar el sufrimiento de los seres que hablan, sabe que asegurar a alguien de que la causa de los problemas de su hijo se debe a un error biológico puede que no alivie ni la culpa ni la angustia. El psicoanalista no culpabiliza ni a la familia, ni al niño, ni al analizante. El psicoanalista permite que quien quiere enfrentarse a sus propias visicitudes vitales pueda seguir un camino ético que le lleve hasta las raíces en su mayor parte inconscientes de la culpa.
Por otro lado, el origen del autismo continua siendo desconocido. Así lo afirma Simon Baron-Cohen, profesor de psiquiatría y psicología del Trinity College en Cambridge donde dirige el Centro de Estudios del Autismo. Asimismo afirma: “aún desconocemos los factores hereditarios exactos que intervienen y sus mecanismos”. Las investigaciones científicas están muy lejos de ser concluyentes. Por ejemplo, Thomas Bourgeron, del Instituto Pasteur de París, ha identificado mutaciones genéticas en un 6% de los casos estudiados ¡Un 6%! Que haya mutaciones genéticas no supone nada de entrada, además haría falta estudiar si estas mutaciones se dan o no en personas no autistas para que fueran científicamente determinantes. Una de las dificultades para establecer las causas yace en la dificultad del diagnóstico mismo, por eso se habla del “espectro autista”. Ninguna terapéutica, ni ninguna investigación seria, humilde y rigurosa, como lo es la verdadera ciencia, puede actuar de espaldas a estos impasses.
En cualquier caso, sea cual sea la causa y el destino de un organismo humano, éste está habitado por un sujeto que responde de manera singular y única a los avatares de su cuerpo. De este sujeto se ocupa el psicoanálisis. Tanto si su “trastorno” se debe o no a mutaciones genéticas, desconexiones neuronales o desequilibrios hormonales, igualmente el sujeto debe responder a todo ello. El psicoanálisis se ocupa de la respuesta que es, finalmente, lo propiamente humano del ser. Una respuesta única e irrepetible marcada, sin duda, por las contingencias vitales de cada uno. La cura del niño autista desde el psicoanálisis de orientación lacaniana parte de aquí.
Hace más de 30 años que el psicoanálisis lacaniano se ocupa del autismo en centros europeos. Cuenta con una amplia bibliografía desplegada también en numerosos congresos en los que los profesionales –psiquiatras, psicólogos— dan cuenta de su práctica y la someten a discusión y debate. A todo ello remito a quienes quieran saber más de cómo se orienta el psicoanálisis lacaniano y a quienes no deseen repetir tópicos, a veces injuriosos, que no reflejan nada más que un profundo desconocimiento.
Neus Carbonell
Psicóloga psicoanalista – Atención precoz