Debate de la Escuela Una en la EOL – 6 – En esta ocasión publico una serie de contribuciones de cinco colegas -Debora Nitzcaner, Luis Tudanca, Beatriz Udenio, Marina Recalde y Lucía Blanco- que aportan al debate una perspectiva que va desde poner a la pregunta una vez más qué es la Escuela Una, pasando por los avatares locales de nuestro pase, hasta una breve propuesta sobre el funcionamiento de la misma. Dudy Bleger Por el Consejo estatutario 23 de marzo 2010 Enviar contribución a: [email protected] Un debate día a día Debora Nitzcaner En esta gran conversación de la Escuela Una se ubica, a mi entender, un real en juego de nuestra comunidad: lo imposible de una identidad del psicoanalista, lo imposible de establecer un discurso colectivo. Esta cuestión resulta crucial ya que remite directamente al dispositivo del Pase. La experiencia del Pase es la vía por donde una Escuela admite el deseo de un analizante. Un deseo de demostrar lo producido en un análisis; el pasaje de analizante al de analista vinculado a una Escuela. ¿Qué supone el binomio analizante-analista como orientación? Supone el debate sobre la salida de un análisis; la reflexión sobre el deseo de pase y la perspectiva política de la nominación. Entiendo que encontrar los resortes del pase en tanto orientación, surge como programa de trabajo para la Escuela Una, es decir, estar advertidos de no ser abatidos en el universal imperativo de “todos al Pase”. Creo entender que ahí se dirige nuestro debate hoy, a despertar el tipo de compromiso que cada Escuela sostiene respecto de su lazo y creencia en el Pase. Entonces, una lectura posible es pensar que se trata mas bien de cernir la enseñanza que da un pase, como perspectiva de trabajo para la Escuela Una. En el JJ Nº 78 J-A Miller define el ser de una Escuela y dice “la Escuela es un cálculo sobre el porvenir’’. ¿Donde se ubica la EOL en este debate? No hay duda que el pase en la EOL continua, y que es parte de su apuesta. Nuestra Escuela viene demostrando un lazo fecundo y decidido, por el que se debate día a día, en su esfuerzo por sostener una Escuela con Pase. Los avatares de su historia indican el movimiento por donde una y otra vez se inscribió el lugar del AE como extraterritorial, lugar desde donde se sostiene el discurso del psicoanálisis puro. La Escuela Una es el nombre de lo que tienen en común sus miembros: sus referentes teóricos, su cuidado por la formación del analista, su estilo en la práctica del psicoanálisis, su doctrina del final de análisis. En la EOL la creencia en el Pase existe porque los AE así lo demuestran. Entonces, ¿Se podría pensar este momento de la Escuela Una como un franqueamiento, como un momento de pase? Como un momento por donde se formaliza su real en juego, y al que una por una de las Escuelas deberán responder con su singularidad. Con respecto a la política de la enunciación Luis Tudanca Parto de dos afirmaciones y me apoyo en ellas para contribuir a esta… conversación, término que prefiero al de debate. Una es de nuestra colega Hebe Tizio. Ella ubica la Escuela Una del lado de un “vacío e instrumento para luchar contra la inercia de las escuelas”[1]. Se podría rescatar, por ésta vía, la idea de Comunidad como communitas (lo común pero como lo que no es propio, lo impropio, más el munus que indica lo social) oponiéndola a la de Institución. Oponerlas no es exacto: no sin. El pase es de la Escuela Una no sin las escuelas. Otra es de nuestro colega Leonardo Gorostiza. El afirma que lo que comenzamos a llamar la “política de la enunciación es la política de la Escuela Una”[2]. Que se sostenga en la función de extimidad en su diferencia con la de mediación reafirma las ideas anteriores. Mi idea en esta coyuntura la formulo bajo la forma de una pregunta ¿Qué sostiene esta conversación? Un decir. Que se requiera del sujeto de la enunciación no debe opacar que eso está sostenido en un “había que decirlo” (lo que estaba pasando) y eso tiene consecuencias (las que ya están, las que se vislumbran, las incalculables). Muy rara vez en los dichos subyace un decir. Pero cuando eso “pasa”, ese decir es acontecimiento. Vale la pena aclarar que Lacan piensa el acontecimiento no exactamente de la misma manera que como lo piensa la filosofía política. Se puede pensar que un acontecimiento lo es porque revela un vacío de situación. También se lo puede cercar en una definición pensándolo como intervalo, instante, momento. Podría agregar: ruptura, corte, discontinuidad. Si J.A. Miller lanza a andar una orientación cómo, cada uno, uno por uno como nos gusta decir, desde la singularidad, contribuimos a ese hacer sostenido en un decir. A revisar: en qué en el decir hay que “poner el cuerpo” y eso atañe al síntoma de cada cual. Si hay decir es como un golpe de lo que nos determina: como singularidad, pero también como comunidad. Para concluir: la política de la enunciación, tan importante hoy, está sostenida en un decir, el de la Escuela Una que mantiene en su centro vacío el pase, independientemente de las variaciones circunstanciales en su dispositivo. Una cuestión de tiempo verbal Beatriz Udenio Diez años atrás, en ocasión de la creación de la Escuela Una, recuerdo haber escrito un breve texto, que fue publicado en La Quotidienne, al que titulé “¿Cómo entrar a la Escuela Una?” Esta nueva vuelta sobre la E.U. -10 años después- me lo recordó, lo busqué y lo releí. Oponía en él, el entrar con el nombre del fantasma, al entrar por la vía del propio síntoma. Decía allí: No sería con el nombre del fantasma, que llevaría consigo la inercia de una misma y repetida respuesta ante lo que suponemos que el Otro *nos* quiere. Entrar con ese nombre no haría sino dejarnos sin la posibilidad de sorpresa alguna, repitiendo lo ya conocido, lo ya experimentado. Ninguna sorpresa del lado del sujeto, ninguna sorpresa del lado del Otro. (…) uno podría entrar a la E.U. un poco desacomodado respecto del extraño confort que el fantasma otorga y que con frecuencia halla su lugar en un grupo, y algo vacilante respecto de las marcas de lo que aparece como promesa en perspectiva, que tiene más que ver con el síntoma, es decir, lo que nombra lo particular, la diferencia, la capacidad creativa (…) elemento heterogéneo, siempre algo inoportuno para el establishment; a distancia del confort grupal, porque no se presta al agrupamiento, porque sorprende si el sujeto se deja sorprender por él, y por ello provocador al trabajo, a la invención. Y porque, tomado en esta dimensión de artificio de un sujeto, está en relación con el significante del Otro barrado. (…) Si cada uno entra *uno* a la E.U., cada uno formará parte de esa acción, de ese movimiento que se anhela como provocador y siempre *antídoto* antiburocrático. Cada uno, uno por uno, formando parte y poniendo su *grano de arena*, su artificio, al servicio de una acción de Escuela. Cuando volví a leerlo, lo encontré lógicamente correcto, pero algo ingenuo. Quiero explicar esto. Deténganse en la mayoría de los tiempos verbales, en los giros de ese texto: representan un anhelo, una condición de posibilidad deseada –el condicional se impone allí- que tiene, como trasfondo, condiciones de imposibilidad que no estamos mencionando. Solemos hablar (y escribir) mucho utilizando ese tiempo verbal. Damos lugar así a alocuciones y textos muy bonitos. Pero escapamos a lo que realmente hay, a aquello con lo que contamos (o no), lo que tenemos que enfrentar día a día, en la actualidad de cada escuela: en general, rasgo repetido, inercia. Pensaba en ello, hace unos días, mientras leía unos capítulos del Curso de Miller, que datan de mayo de 1998, El partenaire-síntoma. Me ubico en la página 345 del texto, donde Miller comienza a desglosar la Operación Reducción: cuanto más diversidad aparente de la narración, en un movimiento que va de lo múltiple a lo uno, más vemos emerger lo mismo: se trata de UN rasgo El primer plano de la reducción es la repetición. Lo que se desprende de esta concepción problematiza lo Una de la E.U.: precisamos probar que ese Una no es simplemente el rasgo repetido, la repetición de lo mismo. El uso del condicional abre esto como anhelo pero no prueba nada a nivel real. Diez años después, estamos de estamos de nuevo en un tratamiento de lo que se repite año tras año, vez por vez, que ahora, por ejemplo, denominamos “masificación de la enunciación” o “empuje a la enunciación generalizada”, pero que implica exactamente el punto de repetición de un rasgo Uno masificante. La enunciación generalizada implica engolosinarse con un discurso de posibilidades que deja indemne el problema central de lo que se repite y resiste a su reducción. Si un intercambio se instala en la escuela de la que formamos parte- la EOL-, su singularidad, su realidad local, involucra admitir que existe la repetición del mismo rasgo masificante y probar que eso puede cambiar requiere de algo distinto al uso del condicional y los discursos alusivos. Probar si los diez años que pasaron, no pasaron en vano. Es decir, probar que se produce el pasaje de un modo de decir que se ampara en el condicional, a un uso de un tiempo verbal, más “presente”, real. El pase, un debate en curso Marina Recalde Primer tiempo Corría 2005 y hacía meses que no contábamos con el dispositivo del pase en la EOL. Sin embargo, el pase seguía en pie. Es decir, lo suspendido por algunos meses fue el dispositivo, no así el pase, que seguía su marcha en la subjetividad de la Escuela: en los análisis, en el debate y, finalmente, en una nominación de un colega que, no habiendo dispositivo, se había presentado en carteles de otra Escuela. En plena suspensión fui convocada a presentar en una Noche de la Escuela sobre un tema candente: la desidealización del pase. Comencé mi intervención con un cuento extraído de un libro de Marx Haddom[3] (1) y agregaba: “si nos subimos por un momento a un imaginario tren, podríamos jugar un poco y decir: -En la EOL, hay un pase, un costado del cual parece ser… idealizado”. Si hablábamos en ese entonces de desidealización es porque hubo un momento primero, en que el pase estuvo idealizado, con pasantes, pasadores, nominaciones y testimonios. Conforme a ello, del AE se esperó –entiendo- mucho. Tal vez demasiado. Demasiado que pienso hizo que lo esperado se transformara en una exigencia que para algunos se volvió un obstáculo y finalmente devino superyoico. Muchos colegas habían concluido sus análisis. Sin embargo, habían decidido no presentarse al dispositivo. Las razones esgrimidas seguramente eran variadas, que atañían no solo al dispositivo sino también a los análisis y sus finales. Sin embargo, al menos era mi lectura, ese costado idealizado para algunos había devenido una exigencia feroz, que había resultado finalmente un escollo, y que en lugar de impulsar el desafío de sortearlo, había detenido el empuje. Segundo tiempo Meses después, el dispositivo se reinstalaba. En un doble movimiento. Por un lado, una reducción: de dos carteles se pasó a uno. Por el otro, una ampliación: se extendió la posibilidad de designar pasadores ya que no eran solo los AME de los carteles los que podían designarlos, sino que se extendía a todos los AME de la Escuela. En esta nueva apuesta, el Secretariado del pase de la EOL recibió 26 pedidos y hubo nominaciones. Esto permite constatar la libidinización del pase. El presente momento implica una renovación del reglamento para la EOL para los próximos dos años. Es un tiempo de hablar en nombre propio. Pienso que es una invitación que debe leerse en tanto se trata de poner en juego la posición analizante de cada uno. Preferiría (es un gusto personal) reservar el término “testimonio” para el AE. Y hacer hincapié en la posición de analizante para los miembros de una Escuela. El pase A lo largo de estos años, hemos escuchado y leído varios y variados testimonios, de colegas nominados AE por diferentes carteles. De todos ellos hemos extraído una enseñanza. Enseñanza que al menos para mí hoy funciona como un interrogante: ¿qué esperar de un AE? No hay un pase igual a otro. Tampoco hay una nominación que alcance el nec plus ultra. Por suerte, ya que caeríamos en una nueva idealización, esperando un testimonio “que lo diga todo”. Esto implica que no hay EL pase, así como no hay El AE. Cada uno de ellos, con su estilo, con su lógica, me ha permitido apre(he)nder algo del modo en que se las ha arreglado para librarse de aquello que lo tenía preso en la neurosis. Cada uno, con mayor o menor resonancia, me ha transmitido su propio modo de hacer con su sinthome, tan singular como precioso. Cada uno de ellos me ha permitido captar ese “algo” del deseo del analista, que en cada uno ha tomado su modo singular. Quizás este debate permita poner a cielo abierto las consecuencias clínicas (como practicante y como analizante), políticas y epistémicas que el pase ha tenido y tiene en cada uno de nosotros. Carteles del Pase Lucía Blanco Graciela Brodsky propuso una manera diversa de configuración de Los Carteles del Pase, no locales. Acuerdo con eso, se puede probar. [1] Tizio, Hebe: “Un debate abierto que vivifica la ELP” en “El debate de la Escuela Una Nº8”
[2] Gorostiza, Leonardo: “Médiation et extimité” en “Journal des journées Nº 95”.
[3] Hay tres hombres en un tren. Uno de ellos es economista, el otro lógico y el tercero matemático. Acaban de cruzar la frontera para entrar en Escocia y ven una vaca marrón en un campo desde la ventanilla del tren (la vaca está paralela al tren). Y el economista dice: -Mirad, en Escocia las vacas son marrones. Y el lógico dice: -No. En Escocia hay vacas de las cuales una, por lo menos, es marrón. Y el matemático dice: -No. En Escocia hay por lo menos una vaca, un costado de la cual parece ser marrón (Haddom, M. El curioso incidente del perro a medianoche, Buenos Aires, Salamandra, 2005)
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