– SEMBLANTES DE OCCIDENTE
Rosa López
Directora de la Comunidad de Madrid de la ELP
Viernes 26 de Marzo, 19,30 h.
“Del diván a la Escuela”. Encuentro con Patrick Monribot (exAE)
Coordina: Pilar González.
El próximo día 26 de Marzo estará en la Sede de Madrid, Patrick Monribot, psicoanalista en Burdeos. Fue nominado Analista de la Escuela, y es miembro de la Escuela de la Causa Freudiana en Paris, de la New Lacanian School y de la AMP.
Este encuentro con Monribot se realizará en un momento en que el debate sobre el pase y los finales de análisis tiene una especial relevancia en el conjunto de la Escuelas de la AMP. Para el debate contaremos también con Estela Paksvan, más uno del cartel del pase de la FEEP, que nos ha confirmado su asistencia a la reunión.
Con la idea de aprovechar lo mejor posible este encuentro con Patrick Monribot hemos planteado la siguiente modalidad de trabajo:
1.- Contando con su autorización, el texto que tenía previsto leer en la reunión será enviado previamente por las listas CDM y Nucep. Se trata de una intervención que lleva por título “Del Diván a la Escuela” Así mismo, distribuiremos el texto publicado recientemente “Desinflar el superyó”. Apostamos porque la lectura previa de los dos textos de lugar a una amplia y fecunda discusión, tanto en el plano epistémico como político.
Para aquellos que quieran ampliar la lectura de textos sobre su testimonio recomendamos que lean también el texto: ¿Qué curación del cuerpo en psicoanálisis? Publicado en Freudiana nº 37.
2.- Con el fin de darnos el tiempo suficiente para la discusión hemos previsto que la reunión se inicie a las 19.30 horas.
3 -La Comisión responsable del Espacio se ha reunido el 8 de marzo con otros colegas y alumnos del Nucep interesados en el tema para, una vez estudiados los textos, formalizar una serie de preguntas por escrito que se le han enviado al ponente traducidas al francés. Las respuestas a estas preguntas abrirán la conversación.
Comisión del Espacio del Pase: Santiago Castellanos (responsable), Carmen Cuñat, Araceli Fuentes, Pilar Gonzalez, Rosa Navarro
Fecha: 20 y 21 de noviembre de 2010.
Formas contemporáneas de la sexualidad masculina
Editorial
Francesc Vila escribe un texto que hace las veces de S2 de otro primero que hizo para Scilicet. De allí que el mismo se llame « Suplencias 2 » y sea una nueva vuelta sobre la construcción del primero agregando un caso de su práctica.
Andrés Borderías aborda el tema del « Sinthome y semblante en las psicosis ordinarias« , haciendo referencia a Joyce y al caso M. la mentalidad.
Los dos textos, además de tratar cuestiones centrales, permiten hacer un ejercicio de lectura poniéndolos en relación con algunos términos del Scilicet por ejemplo, « Psicosis », « Psicosis ordinarias » o el mismo « Suplencias », etc. El Scilicet no es solamente un instrumento de trabajo preparatorio del Congreso sino que es una herramienta que, pasado el mismo, queda como glosario y permite consultar términos psicoanalíticos desde la orientación lacaniana. Esta es su novedad. Al mismo tiempo es un documento que da cuenta de un momento de la producción anudada por la AMP y se ubica en serie con los distintos volumenes preparatorios de anteriores Congresos.
Por eso tiene todo su interés leer Scilicet y ponerlo al trabajo, en este caso, con los textos que se vayan publicando.
El Debate de la ELP-Nueva Serie (43)
continúa en la Web de la ELP: http://www.elp-debates.com/
Teatros del Canal, del 10 de marzo al 4 de abril de 2010
Reconocemos en los trabajos de Gustavo Tambascio un rasgo singular que comparte con Mary Shelley y con el padre de la singular criatura que ella inventara una noche de 1816, esto es: la valentía ante el riesgo de la creación y la fidelidad a un cometido, cueste lo que cueste.
Afrontar el desafío de reeditar este mito, hoy en día, en la ciudad de Madrid, merece que nos interroguemos. ¿Qué nos ha querido mostrar? ¿Cuál es el mensaje que Tambascio nos arroja a la cara, directo, descarnado?
A través de las intrincadas y pasionales relaciones que se establecen entre la Criatura y su Creador se revelan tantas lecturas posibles que los personajes parecen multiplicarse a medida que avanza el drama. El espectador, en ascuas, descubre, paso a paso, en la emoción de quien va descartando velos, que, en su intimidad, despiertan sentimientos encontrados, en pugna sutil, tramados en imperceptibles preguntas acerca de las razones que rigen nuestras acciones, y nuestras palabras.
Gustavo Tambascio no sólo ha decidido concederle voz a la Criatura. La ha duplicado. Nadie lo había hecho antes; ni lo uno, ni lo otro. Presenta, en un duelo sin contemplaciones, a las dos criaturas que son una, -como cada uno de nosotros-, debatiéndose, ansiosas, sin un arreglo sostenido. Vence la lucidez sobre el candor a medida que la Criatura avanza hacia su destrucción, hurgando en el corazón y en la conciencia del doctor Frankestein, que la ha creado.
¿Acaso no se reencuentra ahí el descrédito abismal para el Creador, que se extraña, rechaza y condena lo que él mismo concibió como perfecto? El Creador, al ver, separada, a su Criatura, sin conseguir nombrar el lazo que les une, se estremece y huye, la abandona, sin más, al desamparo: No admite las consecuencias de su acto febril en nombre de la ciencia y de su más secreta ambición, inconfesable. No quiere responsabilidades. Se esconde.
Pero la Criatura vive y quiere la Vida que ha intuido en los humanos. La Criatura nada sabe de conveniencias y busca el calor del abrazo. La Criatura entra en el mundo de las palabras y conoce, entonces, su maldición: el amor puede ser letal si se resiste a la posesión insensata. Aún así, se muestra dispuesta a perdonarle al Creador su creación impura, si le concede una compañera de un destino absurdo. La Criatura ya es un ser de lenguaje y explica sus razones, que son las nuestras, porque hablamos.
Una nueva Eva surge de las manos del doctor Frankestein, esta vez, fruto de la decisión y del cálculo. Es perfecta, pero, promesa de una raza increada, despierta en el Creador de la Criatura, el temor por un futuro indómito y, desata en él, el peor de los castigos: matándola, condena a la soledad a la Criatura. Fulminada Ella en el mismo momento, con el mismo rayo que debía otorgarle la vida, desata en la Criatura el furor de la venganza: el destino del Creador está sellado. Es el destino de su Criatura.
El final de la pieza, aún habiendo despertado en nosotros el aristotélico saldo del temor y la compasión por estos desgraciados destinos, -el de la Criatura y el de su Creador, no acaba, sin embargo, con la conmoción que se ha suscitado en nuestra subjetividad, por haber sacudido nuestro inconsciente con un efecto de verdad que nos concierne, como Criaturas, como Creadores, como Creados.
Hace falta tiempo para llegar a algunas conclusiones, un tiempo personal que el gran teatro suscita, el gran teatro, el clásico y el moderno. La puesta en escena realiza esta conjunción de lo intemporal y del tiempo: vemos tejerse y entrelazarse, con el hilo de la historia, con una maestría y un arrojo plenos, a los estupendos actores, realzados por la magnífica escenografía, el vestuario, las luces y la música. La magia de las voces, de su presencia viva, consigue transportarnos, durante unas horas, al país en el que, aún, las palabras exigen de nosotros, espectadores de esta maravilla, que estemos a la altura de este acto de creación.
Por favor, no perdais esta ocasión de conocer la genial versión de Frankestein de Gustavo Tambascio. En ella vais a encontrar un dilema tan viejo como el mundo y tan nuevo, radical y moderno en su forma, que sólo puede resumirse así: es asombroso, por ser, esencialmente, humano.
VILMA COCCOZ
Europa creó el humanismo en Grecia, lo continuó el republicanismo cívico romano que el Renacimiento recogió. El libro juega con el sabor de la historia para ilustrar cómo los discursos, las estructuras del imaginario colectivo han ido formando los síntomas desde la Antigüedad hasta la actualidad. Un recorrido indispensable para “estudiar cómo los hombres trataron su desdicha –su síntoma– desde la antigüedad judeo-greco-cristiana, hasta hoy”. Profundiza la investigación en la Antigüedad para pensar el síntoma, que no es sin los modos de pensar y de actuar en las sociedades.
González Táboas se dirige a la cuna de Occidente, que no es otra que el mundo griego anterior a Cristo. Pitagóricos, presocráticos, neoplatónicos, aristotélicos; el antiguo Egipto, Grecia, Siria, la majestuosidad del magno Imperio romano y sus conquistas, el mundo heleno. Traza el origen del síntoma desde que se habla, porque el lenguaje divide al sujeto. El tratamiento de los temas implica la cercanía de los significantes del psicoanálisis.
Con rigor, parte de donde debería partir. En sus páginas iniciales leemos: “Este libro trata sobre los usos que los hombres, en la cultura de Occidente, han hecho y hacen del lenguaje, y de lo que el lenguaje ha hecho y hace con ellos, en la Antigüedad lo mismo que hoy. Implica cierta manera de entender lo que llamamos síntoma” La primera parte teje su trama en el ámbito de ciertas preguntas: ¿Cómo confluyeron dos corrientes tan diferentes como son la helena y la judía? ¿Cuál fue el secreto de la expansión inédita del cristianismo y de su posterior incidencia en la cultura de Occidente?
Desde Hegel, la cultura occidental ha escrito su historia en el trazado que va de Jena a Jonia, sin pasar por Jerusalén. Nuestra autora toma nota de lo que ha supuesto esa ausencia y presenta lo no dicho en esa ausencia; además, traza las consecuencias, una de ellas, el holocausto nazi. Jerusalén, la cristología, San Pablo y el judaísmo, introducen semblantes de la tradición judeocristiana que resonaron en el sujeto.
En el trazado que realiza, hallamos lo que se tramó en el encuentro del politeísmo con el monoteísmo y el cristianismo, sin pasar por alto las consecuencias de este encuentro en el modo, por ejemplo, como se traman las segregaciones actuales. La investigación incluye a los místicos, para indicar de qué modo las palabras inauguran una manera de padecer el cuerpo. En este contexto están las referencias a los escritos de Santa Teresa de Ávila, para ilustrar un decir y un cuerpo. No se trata de lo que nos enseña la vida de la santa, sino de indicar cómo sus palabras inauguran una manera de padecer el cuerpo; el siglo XVI español le permite a Teresa una escritura que no fue posible antes.
Se abren los tiempos de la Edad Media, en los que la Iglesia romana se ocupa de la salvación de las almas y se corrompe. Tiempos de Inquisición, Reforma, de Barroco; son las condiciones políticas para la rebelión de Lutero que dividirán a Europa en católica y protestante. En esta trayectoria, González Táboas se acompaña de destacados pensadores e investigadores, entretejiendo el psicoanálisis en el cruce de disciplinas que amplían la lectura a los contextos en los que se inserta; es su manera de situar el núcleo sintomático que emerge en Occidente; va a las costuras, obliga a pensar, obliga a ir a los pliegues.
La segunda parte, “El sujeto de la modernidad”, permite asomarse a la torsión radical que introdujo la ciencia moderna: Galileo, Descartes, Pascal; y autores que reflexionaron sobre los semblantes de la modernidad: Agamben, Rorty, Levinas, Dussel y Kusch; para concluir con una lectura poética de Tarkovski.
Su libro trata de los semblantes de Occidente, de los discursos que fueron determinando a los sujetos occidentales; y sitúa las consecuencias de esos discursos, desde los que nos precedieron hasta los discursos del Amo moderno, cuyos semblantes inestables y cambiantes modifican la vida política, las costumbres, las modas, y determinan nuestros modos de ver, sentir, gustar afectando al ser que habla en los modos de gozar.
En palabras de la autora, “si bien es cierto que la ciencia moderna cambió la faz de la tierra y que los fundamentos de la civilización anterior ya no son creíbles ni interesantes para muchos, Occidente no ha cesado aún de desprender de la suela de sus zapatos la antigua tierra natal, muchas veces removida, roturada, mixturada. Con sus rarezas de ignotos sedimentos, de espíritus de toda índole”.
Semblantes de Occidente es la reescritura de La salvación por el síntoma; sin embargo, se trata de una obra diferente. Esta edición sitúa con un nuevo capítulo las coordenadas que, surgidas en el contexto medieval, propician que emerja una nueva ciencia; la que más tarde, en su alianza con los mercados, empujará a la desaparición del sujeto. Por esta vía presenta una idea precisa de la gestación de la Modernidad.
La empresa de este magnífico ensayo cautivará al lector que se adentre en sus páginas. Capítulo aparte merece la amplia bibliografía, que destina a este libro a servir de consulta permanente.
En los tiempos en que estaba fresco el caudal de las creencias, la salvación vino del cristianismo. Hoy, cuando no creemos, ¿cómo nos salvamos? En ese sentido, nuestra autora deposita en el lector que quiera hacerla suya, la tarea de la salvación por el síntoma, a partir de que el sufrimiento sintomático haga surgir alguna pregunta y se pueda construir una palabra que sea propia. Será al precio de responsabilizarse por el propio goce. En vísperas de la inauguración de la Universidad Popular Jacques Lacan, es bienvenido este libro en el que se puede encontrar un decir singular de una psicoanalista que escribe en el marco de la Orientación lacaniana del psicoanálisis.
La felicidad intelectual, tal como fue descripta por Roland Barthes, es lo que desearía para los lectores de Semblantes de Occidente.
Laura Arias
Para él, la fama era « una cabronada » y amenazaba con « sentar plaza de energúmeno inabordable y encerrarse en una torre de marfil ». Sería faltar a la verdad no reconocer que a veces por la calle apretaba el paso, pero en el fondo disfrutaba del calor de sus vecinos. No se podía reclamar más exposición al público a alguien a quien la sola idea de vestirse de monaguillo le desazonaba en la infancia. En su descarga diré que nunca dejó de responder una carta de sus admiradores, gran parte escolares extasiados con El camino.
Siete hijos, 18 nietos y dos bisnietos. Él era el patriarca de una extensa familia con un arraigado sentimiento de clan. Somos un poco peculiares. El veraneo es conjunto en Sedano (Burgos), se entregan oscars a los mejores del año en Nochebuena y una expedición de los más valientes explora nuevas tierras. El último verano fue por Groenlandia y en kayak. « ¡Alguno se mata! », alertaba el abuelo, horrorizado. Aunque todo había cambiado desde que desapareció Ángeles, la abuela, su « equilibrio ». Sin ella no se entiende su carrera literaria. Fue quien le engolosinó con la literatura, quien le animó a presentarse al Premio Nadal que le dio a conocer, y gracias a la cual vio mundo. Él era retraído, hurón, y ella unas castañuelas. Su fallecimiento en 1974 le hundió. « Se ha ido la mejor parte de mí mismo », confesó en su entrada a la Academia Española. Pero no le quedó otra que levantar cabeza. Aún tenía tres hijos menores de edad.
Pero no quiero acordarme de ese abuelo lleno de amargura y melancolía, sino del divertido y cariñoso. « Trabajé en Explosivos Río Tinto », nos mintió de pequeños a sus nietos mientras el cielo se cubría con fuegos artificiales en las fiestas de Sedano. « Ese que estalla se llama la palmera y ése de ahora, la bomba… », señalaba, atónito de nuestra supina ingenuidad. Era un apasionado del deporte. Me viene a la cabeza su pesada bicicleta con un asiento que más que un sillín parecía un trono, o mi pescuezo rojo de la fuerza con la que me asía del cuello en nuestros paseos con un cuentapasos en la mano y a veces en compañía de algún perro: el Grin, Perdigón, la Fita o el Cóquer. El ciclismo le proporcionó tardes de gloria ante la tele. Durante el Tour, entre risas, cantaba de pie La Marsellesa, maldecía a Fignon o daba saltos de alegría con las machadas de Indurain y Perico. Los escándalos por dopaje mermaron su afición. ¡Él, que cruzó en bici de Cantabria a Burgos y vuelta para ver a su novia con unos huevos con chorizo como única droga!
A diferencia de otros de mis primos, soy una iletrada en el campo. No me instruyó en cómo reclamar la codorniz, no sé sacar los grillos de sus huras cosquilleándoles con una paja y ni en una vida distinguiría las huellas de un jabalí de las de un corzo o a un cuco de un arrendajo. Me enternece pensar en las bolitas de miga de pan que cada sobremesa estival preparaba con mimo para los hambrientos petirrojos o el placer con el que fumaba sus tres cigarrillos diarios. Y quiero pensar que habremos heredado un ápice de su absoluta integridad y dignidad, su compromiso con el prójimo, su rechazo al consumismo feroz y su independencia de unos y otros.
13/03/2010 elpais.com
LO QUE LA EVALUACIÓN SILENCIA
Barcelona, sábado, 19 de Junio de 2010
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