Los tres textos publicados en esta ocasión comienzan a mostrar la forma que va tomando el Debate en la EOL. Estos trabajos en particular –los de: Claudia Lazaro, Eduardo Benito y Catalina Guerberoff– se dirigen a cuestiones relativas al pase. La manera personal y en primera persona en que están escritos nos ofrecen la diversidad de su enunciación. Dudy Bleger Por el Consejo estatutario, 18 de marzo de 2010 Envío de contribuciones a: [email protected] El factor local Claudia Lazaro ¿Cuál sería la especificidad de un debate local sobre en pase en la EOL? Es cuestión de situar nuestros problemas y nuestras soluciones. Espero la participación en este debate de los ex – pasadores, AEs, ex AEs y miembros de los carteles de la EOL que hayan trabajado en el dispositivo. Pero también de todos los miembros – es mi caso- que no hayan participado (salvo como miembros de la Escuela) del dispositivo. Entonces, el pase, “…esta obra que no puede ser realizada a solas”[1]. Dado el rasgo de la EOL de ser muy extensa y diversa, la articulación Escuela y “secciones” es siempre un punto álgido. Una política del pase debe contemplar por ejemplo una cierta distribución de los testimonios de los AE en el “territorio” de la EOL. Considero que a veces nos “identificamos” a los debates europeos. Son nuestros, ya que somos parte de la Escuela Una, y de la AMP pero creo que también es un rasgo “local” reparar menos en nuestra particularidad. Sin embargo, prefiero lo “global” a los regionalismos, en nuestra escuela no imagino ninguna declaración de “autonomía”. Entre carteles “locales” o “deslocalizados”, sin duda estos últimos tienen un elemento de “otredad” que enriquece el procedimiento. La buena solución local y de la EBP, con el éxtimo o el Mas-Uno (no local) trabajando con el cartel ya lo contempla (tal vez esto explica el éxito del dispositivo del pase en nuestra Escuela). Estoy convencida de que los testimonios de los AE deben publicarse más asiduamente en nuestras publicaciones on line o en papel. A veces en los Congresos o Encuentros tenemos oportunidad de escuchar algunos testimonios de AE que luego ya no podemos volver a encontrar (respecto de los AE de las otras Escuelas). Multiplicar entonces el acceso de los miembros a los testimonios. En el debate al que vamos asistiendo de la ECF y de la ELP subrayo: articulación AE y eje de la política. Acuerdo a que es el punto de la función del AE más difícil: Interpretar la Escuela. La serie de preguntas que plantea Monribot es para detenerse: ¿se deja interpretar la Escuela?, ¿lo consiente?, ¿lo espera?, ¿pueden todos los AE asumir esa tarea?, ¿deben? Para terminar mi pequeño subrayado: me gustó la idea de que se aumente la cantidad de pasadores y de la “frescura” (responsable) de estos. Lo evidente: que sean analizantes, esto es que lo jueguen en su función. En contadas ocasiones los carteles -cuando transmitieron sus enseñanzas- han puesto al acento en los pasadores. Tal vez no ha sido un problema en los carteles del pase de la EOL Puede ser buen momento de integrarlo a las enseñanzas. Del fracaso de un éxito al éxito de un fracaso Eduardo Benito ¿Alguna vez el psicoanálisis basó su sobrevivencia en el número de personas que adhirieran a él? ¿Acaso el mismo no podría permanecer como una suerte de botella en el mar (véanse los escritos de Lacan) a la espera de nuevas generaciones sin que ya nadie lo acompañe? Al contrario podemos imaginarlo abarrotado de gente, colapsadas todas sus formas de consultas, sus dispositivos, privados, públicos y aun más con los secretariados del pase desbordados de pedidos en todas las escuelas y sin embargo por completo extinto en cuanto a su espíritu (véanse los resultados de “la peste” freudiana en América). Si como dijera J.-A. Miller” no se trata de aplastar tal espíritu bajo el pretexto de extenderlo”, tampoco se trata de aplastarlo bajo el pretexto de reducirlo a su sola intensión. “El pase sin el Foro, dice Miller, es un semblante”. De todas formas entre las antípodas del psicoanálisis aplicado y el puro, pareciera que algo, más allá de toda cifra, impensado y común compromete a cada instante su sobrevida. Del primero recordemos que tal riesgo corrido exigió, a su pesar, una interpretación de J.A. Miller (Jornadas de la ECF) que derivara en un intento por revisar una posible pragmática psicoanalítica. Tal debate aguarda, entiendo, su oportunidad. ¿O ya se ha dado por zanjada la cuestión? De todas formas se puede extraer de tal momento la siguiente fórmula sencilla e iluminante: Según Miller se trató “del fracaso de un éxito”. Éxito, entiendo, para el amo moderno por la cantidad (el número le es muy afín). Fracaso para el psicoanálisis (en su espíritu “indescifrable”). En el otro extremo del arco, otra vez J.A. Miller, a partir de la contribución de S. Gayard pone en el tapete “el lugar del pase en la escuela” que continua con la mencionada “batalla a cada instante” por hacer existir el psicoanálisis. Lo sabemos, el psicoanálisis no es necesario, proviene de una contingencia y en consecuencia es posible que deje de existir. A la inversa, Miller hace de un fracaso de número, los pocos o nulos pedidos de pase, un intento de revisar el pase mismo y reformularlo. Soportar y poner en el tapete tal cuestión propició, entiendo, el alivio de una serie de enunciaciones personales “a cielo abierto” que han aireado y aligerado las posiciones. ¿Es esto de por si un éxito? Seguro, pero… Es que la EOL, a la que pertenezco, también ha pasado por el éxito de un fracaso. El pase, su suspensión y retorno, permitió, creo, resguardarlo como dispositivo respecto de las personas. Sobre todo de aquellas que pudieran corromper su espíritu. Por supuesto el testimonio de M. Tarrab introdujo un inédito bálsamo de desidealización del pase cuyos efectos, creo, perduran a la fecha. Como se dice en la EOL, el buzón del secretariado del pase no se presenta vacío y no por casualidad. De todas formas y por lo planteado hasta aquí, dichos números: ¿importan? Es Lacan quien nos advierte que la verdad desencadenada, lo que ha hecho Miller con el pase, no siendo ella semblante, (pues puede llegar a lo real), tiene sin embargo por destino reforzarlo. En consecuencia opino que no podemos descuidar, como el mismo Miller no lo hace, el texto de Gayard que se completa del siguiente modo:” una batalla de cada instante, homóloga a la batalla sobre el lugar del psicoanálisis en el mundo”. Es decir ¿cómo se explica que gente formada psicoanalíticamente en el intento por extenderlo, termine en el riesgo de parecerse a aquello que dice combatir? Y en el otro extremo, ¿”cómo, es Miller quien lo dice, un colegio del pase pueda ponerse fuera de juego siendo sus miembros excelentes colegas, y tan pronto se han liberado de sus imposiciones han tomado con premura su lugar en el debate”? ¿No se capta que se trata de algo que trasciende el plano de las personas, que involucra a todas las escuelas y que tal vez evoque con naturalidad el misterioso espacio de la Escuela Una donde conversar al respecto pues es evidente que no posee nacionalidad especifica, color local alguno ni lengua particular? Tal vez convenga a la manera de Lévi-Strauss dar razón a los antiguos sobre donde localizar el infierno, e intentar como dice Gayard “tomar las cosas por otro lado”, aquel que permita volver sobre los fundamentos del discurso analítico, o en todo caso sobre el riesgo permanente de ser (tanto en su aplicación al Otro social, como en sus intentos por verificar el fin de un análisis) coaptado en tanto un saber expuesto a otros fines. Lugar donde, sin lugar a dudas, las cifras imperan. El pase, modelos para armar Catalina Guerberoff La confianza en el dispositivo del pase se produjo, en mi caso, después de escuchar los primeros testimonios, que dieron vida a los términos opacos de la “Proposición…” aunque no sin los sobresaltos de un saber puesto siempre en cuestión. Un solo ejemplo: hace alrededor de catorce años un compañero de la EOL, Aníbal Leserre, fue nominado AE. El recorrido de su exposición me resultó sorprendente en el punto de que su análisis había proseguido durante el dispositivo del pase, una vez finalizados los encuentros con su analista, en contraposición con la idea circulante de que un final de análisis lacaniano era de una vez y para siempre. Estamos a punto de discutir la reconfiguración del pase, y esto excede los dispositivos y los pone en cuestión, así como los efectos del pase pusieron en el banquillo, sucesiva aunque no ordenadamente, los saberes dominantes en la Escuelas. Es indudable, también, que el pase ha producido sus propias ideologías, y que la presentación de un testimonio a la comunidad –de una Escuela, de la AMP, o a la ciudad– implica siempre la tensión entre lo que se quiere decir, lo que es escuchado en lo dicho y desde dónde, y el resto. Están en juego los análisis de cada uno, las referencias textuales, los saberes imperantes en determinados grupos, impensables por fuera de la diacronía y los matemas de cada época. Eric Laurent recuerda unas palabras que Lacan le había dirigido: el análisis realiza, sobre la novela que cada uno escribe de su vida, una contracción del tiempo que la transforma en un cuento en el que se descubren efectos de estilo. En relación a los testimonios del pase, no todos los sujetos son afectados de la misma manera al escucharlos por primera vez. Por eso me parecía apropiado sumar otra metáfora para oponer lo que se dice en un análisis hasta el final, y los testimonios –con la operación de reducción, sorpresa y transmisión inmediata que éstos comportan–. Cortázar comparaba al cuento y la novela con un combate de box: decía que las novelas son matches que se ganan por puntos en el último round, y los cuentos peleas que se ganan por knock out en el primero. Metáfora temporal y de constricción del sentido, pero también de impacto y emoción, que deja restos, caminos abiertos, modelos para armar.
[1] Lacan, Jacques, Proposición del 9 de octubre de 1967 acerca del psicoanalista de la Escuela.
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