Se trata de familias enteras que se encuentran hoy ante una situación sumamente traumática que los deja sumidos en la incertidumbre, la angustia y la desesperanza.
A la manera del trauma, la catástrofe irrumpió de forma imprevista en sus vidas, sacudiendo violentamente el entramado imaginario simbólico que les servía de referencia y de soporte, arrebatándoles así repentinamente, su estabilidad, su seguridad, su lugar en el mundo.
Si bien desde el punto de vista del psicoanálisis, cada persona responderá a la situaciones traumáticas conforme a su historia subjetiva, los sentimientos que aparecen en mayor o menor medida frente a una situación traumática son: el enojo, la tristeza, la culpa, la soledad, la impotencia, la confusión, la incredulidad y hasta pueden aparecer sensaciones físicas como opresión en el pecho, falta de aire o fatiga.
Freud, nos explica el trauma desde una perspectiva económica, como la irrupción de una gran cantidad de energía en el aparato psíquico, para la cual el sujeto no posee recursos de respuesta suficientes. Se trata de una experiencia no programada, no esperada, absolutamente imprevista, fuera de todo cálculo posible, que deja al sujeto sin palabras, sin recursos simbólicos suficientes. Esta falta de “apronte”, produce estupor, perplejidad y su inseparable compañera, la angustia. Agrega Freud, que se requerirá luego de un trabajo elaborativo del aparato para poder inscribir el suceso traumático, pero nos advierte que dicha inscripción tendrá un límite que él mismo denominó de diferentes maneras, “lo que no cesa de no inscribirse”, “roca viva”, “restos sintomáticos”, “castración”.
Jacques Lacan, para dar cuenta de esto, utiliza un neologismo “trou-matisme”, haciendo un juego de palabras entre agujero (trou, en francés) y trauma. Ubicando así, en ese agujero el sin sentido, el fuera de sentido del trauma, y a su vez al sin sentido que habita a todo hablante. Agujero con el que cada uno se ha encontrado y ha bordeado a su manera inventando sus propios recursos elaborativos, dándose así una respuesta singular y necesaria para mantener la homeostasis subjetiva.
La clínica psicoanalítica, nos enseña que cada nueva irrupción, cada nuevo encuentro traumático, con aquello que es del orden del sin sentido, de lo inexplicable, de lo insoportable, reenvía al sujeto a este mal encuentro originario que lo habita y lo orienta a reencontrar la combinación, la fórmula que originariamente “eligió” para responder a ese mal encuentro
Sabemos también, a partir de Lacan que esa combinación elegida no funciona más que como “muletas imaginario simbólicas”, que muestran su carácter de puro semblante, dejando al sujeto “inerme” ante cualquier nuevo encuentro con lo real del trauma.
Desde el psicoanálisis de orientación lacaniana, y, sin dejar de lado lo que Freud nos enseñó sobre el trabajo elaborativo del aparato psÍquico, que funciona como una máquina productora de sentido, coincidimos con él en que es absolutamente necesario rearmar la escena del mundo que se ha sido conmovida por el trauma, pero consideramos imprescindible situar, en cada caso particular, las respuestas que el mismo sujeto se ha dado y que le han permitido obtener “un saber o no saber hacer con su propio agujero”, ya sea para que pueda restablecerlas o, en el mejor de los casos, modificarlas cuando éstas hayan demostrado su insuficiencia, estando advertidos de que hubo responsabilidad del sujeto en esa elección y que es justamente por tratarse de una elección, que la misma tendrá alguna posibilidad de ser modificada, pero, por supuesto, sin desconocer su límite.
[1] Psicoanalista .Directora Centro de Estudios e Investigación en Psicoanálisis Lacaniano de Santiago de Chile (CEIP).
Miembro Escuela de la Orientación Lacaniana de Buenos Aires. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis