Seleccioné, en esta oportunidad, algunos textos del conjunto de la brochure intitulada « Conferencia del Pase », Jornada que se realizó en Paris el 16 y 17 de enero de 2010. Su publicación se encuentra en el Journal de Jounée N° 90. La amplitud de textos que se encuentra en la brochure solo permitió elegir algunos. Los tres primeros pertencen a testimonios de miembros de diversos carteles del pase. Le suceden dos textos relativos a la función de miembros que han sido pasadores, y por último un texto que nos habla sobre qué esperarían las Escuelas de un AE. El conjunto de esta selección con el acento puesto en lo testimonial permite abarcar los pilares que constituyen el procedimiento del Pase. Cinco de estos textos fueron traducidos al español por Viviana Fruchtnicht. El texto de Enric Berenguer-Nel Bogotá, lo seleccioné del « Boletín en primera persona » N° 3, publicado también en « El debate de la ELP »-Nueva serie (31). Dudy Bleger Presidente de la EOL Febrero de 2010 La conclusión del cartel del pase, es una cuestión de tiempo intersubjetivo Estela Paskvan La cuestión: «¿Los carteles deben decidir por unanimidad?”, me hace reflexionar sobre mi experiencia. Formé parte en el pasado de un cartel del pase, luego – actualmente – de otro. En los dos casos, las decisiones (nominar o no) fueron tomadas por unanimidad. Pero, hasta ahora, nunca me pregunté cómo es que se hizo. El cartel del pase responde a la lógica del pequeño grupo, el cartel tal como lo propuso Lacan. Dicho esto, es un cartel especial porque se debe arribar a una conclusión común. Debo decir que en una única ocasión decidimos muy rápido, no encontramos argumentos para decir “si”. Pero pasamos mucho tiempo para decidir como haríamos para transmitir esta decisión al pasante: ¿Por escrito o no? ¿Cómo decirle? etc. Era necesario ser muy prudente. Brevemente, fue claramente más difícil transmitir la decisión que tomarla. Pero debo decir que, en todos los casos, es necesario encontrar la buena manera de trasmitir esta decisión. El pasante ha dado su confianza y esta, la confianza, es una cosa preciosa para el pase. En la experiencia, después de haber escuchado a los pasadores, cada miembro del cartel puede decir sus primeras impresiones. Alguno puede ser muy contundente, cortante: “En mi opinión, no hay ninguna posibilidad”, otro responde: “¿Te parece? Es interesante, muy interesante porque…”. Hay también alguno que duda, otro que queda en silencio, etc. Es de esta manera que el tiempo para comprender comienza. ¿Qué tiempo? Como se puede adivinar, el que se juega es el tiempo lógico en tanto que tiempo intersubjetivo. Sí, los miembros del cartel son como los prisioneros del sofisma que deben encontrar la salida y llegar a salir todos juntos. Cuando esto se produce, es en la prisa, y el tiempo se precipita: los argumentos se ordenan rápidamente. Yo no tuve la experiencia de llegar a un impasse en la decisión. De todos modos debo recordar la función del Éxtimo de la AMP. El Éxtimo no puede ser llamado solamente en el caso de nominación, sino también a fin de resolver un impasse. Pero es necesario decir que él no interviene como un árbitro, para decir “si” o “no”, o incluso dirimir. En mi opinión, él puede intervenir precisamente cuando la lógica intersubjetiva se detuvo, se paralizó y se estancó, cuando no hay más cuatro más uno (4+1) sino cinco pegados o divididos. Entonces, el Éxtimo tiene la función de retomar esta lógica, de impulsarla. Es la razón por la que la función del Éxtimo es indispensable, sea porque hay una decisión unánime o sea porque no la hay. Traducción: Viviana Fruchtnicht El deseo de nominar[1] Marie-Hélène Brousse Para el journal me he valido de una experiencia para mí memorable en un cartel de la EEP. No voy a volver sobre la misma, simplemente subrayaré que ahí he descubierto el odio de nominar bajo el manto de la aplicación de la teoría analítica interpretada a la manera formalista de un protocolo, o sea el grado cero de lo universal reducido a lo general (si no hay testimonio de neurosis infantil entonces psicosis, si psicosis entonces no nominación). Cuando recibí el programa, inmediatamente flashé sobre el deseo de nominar. La atención al deseo de nombrar es, en efecto, uno de los principios esenciales que reglan mi escucha en la experiencia analítica. Hacer un análisis es desear nombrar precisamente lo que es innombrable. En el testimonio de los pasantes se puede seguir este esfuerzo tenaz hecho para nombrar lo que escapa a la cadena significante, aunque eso fuera hablado, eso que el nombre del padre y la metáfora no alcanzaron a sublimar en semblantes. En el cartel del pase, sucede escuchar esos nombres encontrados y decir sí a esos encuentros, que si son tales escapan precisamente a nuestra doxa. Acordándome sin mis notas de algunos pases que dieron lugar a la nominación de un AE, o que según mi opinión deberían haber dado lugar a la misma, esos son los nombres que me vuelven a la memoria. Me impactaron. Puesto que M. Bassols está aquí y que tuve que escuchar elementos de su pase, me acuerdo de la mancha blanca. Me acuerdo de la mirada rasgada. Podría, a la manera de G. Perec hacer una lista de: “yo me acuerdo de esos nombres que me impactaron”[2]. Esas nominaciones implican una extracción, mismo si son diversas. Para una, una imagen indeleble, para otra un elemento de la lalangue, para otra aún un sueño condensando un imposible, o aún una experiencia de la cual la banalidad no tiene equivalente más que la ajenidad que se devela de repente. El cartel nombra: pero me parece que no nombra colegas, porque todos lo que entran en el dispositivo del pase son, para mí, entrada de analistas comprometidos con y en el psicoanálisis. ¿Qué nombra entonces, me dirán? La primera formulación que me viene en mente es que nombra formaciones del inconsciente. Pero es una aproximación. Puede ser más exacto decir que busca que aquellos nombres que le permiten a un sujeto engranar el resto de las formaciones del inconciente, producto de la alianza del desciframiento con la transferencia, pasen la barrera de la intimidad de la cura. Este nuevo inconsciente, artefacto del análisis, raíz cuadrada del inconciente, él decide hacerlo escuchar como otros tantos productos de esta modalidad particular del discurso que es el discurso analítico. El deseo de nombrar del cartel es para mí el deseo de catalogar y difundir los síntomas, como otros tantos nombres puestos en el lugar de la relación. El deseo de hacer avanzar el inconsciente como saber en los puntos donde la teoría se estanca. Perfil del AE La feliz expresión de Catherine Lazarus-Matet para mí vino a poner un punto de capitón sobre un cuestionamiento muy concreto producido por mi último pasaje por un cartel del pase, del que yo había intentado mal o bien hablar en el Congreso de Roma. Y después lo dejé de plano porque no había encontrado respuesta al nivel práctico en el que yo situaba el problema. Lo voy a retomar hoy más bien a nivel de la estructura. Hipótesis: el pase en todos sus aspectos es resistente o heterogéneo a todo proceso de universalización, sea ligado a la aplicación de criterios, la perennidad de las tradiciones, la procedimentación[3] administrativa. El pase ha tomado partido por lo inclasificable. Como no puede tener lugar más que en una institución y en el interior de un dispositivo, hay una tensión estructural que produce regularmente explosiones o implosiones. En este sentido es un barómetro del nivel de influencia del discurso analítico en la institución. Los AE salen uno por uno. Su único punto común es ser síntomas. La Escuela, ella, para funcionar a favor de la defensa de la causa analítica, es regularmente calculada en su trayectoria. Hay pues una tensión entre el AE definido por su funcionamiento en la Escuela, su valor de uso, y el AE producido por su cura y por el cartel. Éste lo nombra, en efecto, si se empujan las cosas a sus límites, por su costado de solución inédita. El perfil del AE es el resultado del funcionamiento de los AE en esta institución, o sea del uso que se ha hecho del mismo desde hace varios años. Este uso y este funcionamiento son, tal vez, a repensar regularmente. Esta semana, hacía cartel con jóvenes analistas en formación. Trabajamos sobre los testimonios de pase. Esta tarde, estaba el texto que C. Mangui pronunció en Buenos Aires y que está publicado en la revista de la Escuela. Uno de los cartelizantes se ofreció a presentarlo. Estaba desorientado. No encontraba orden, determinación, el movimiento se le escapaba. Lo trabajamos. Su precisión apareció, pero no donde se lo podía esperar. De hecho este testimonio no releva una lógica demostrativa, quizás es más del orden de la mostración. Pero lo más evidente era que era un escrito: ni demostración, ni relato, ni poema, ni obra literaria, un texto inclasificable. Los textos de las Jornadas también eran escritos, lo que los diferenciaba de los testimonios del pasante a los pasadores. Me pregunto si el escrito no es más dócil a lo inclasificable y a la innovación que la palabra. La poesía lo prueba y también todas las lenguas técnicas que de hecho son sobretodo escritas. Me pregunto si para escapar a lo que se puede pensar del AE en téminos de perfil, el trabajo de los AE nominados no podría relevar esencialmente del escrito. Tengo bastante el sentimiento de no ser muy ortodoxa al hacer esta proposición, pero uno de los cambios de la época es la modificación del lugar de lo escrito y de la letra en el lazo social. SMS, mail, Chat, etc. han modificado ya las modalidades de la carta/letra[4] y también, en consecuencia, las de la vida amorosa. ¿Por qué no extraer también las consecuencias en el psicoanálisis? Traducción: Viviana Fruchtnicht El deseo de nominar AE. Usos del AE. Rose-Paule Vinciguerra “Deseo de nominar” Estar en un cartel del pase es creer en el pase. En todo caso creer que se puede llegar a saber lo que es. A este respecto, el deseo de “no nominar” daría cuenta de una posición elitista o de una posición cínica más o menos ignorada de sí mismo. Pero ¿el deseo de nominar? Mi experiencia de los carteles del pase me lleva a pensar que deseo de nominar y reticencia a nominar son como el derecho y el revés de una misma posición, de una posición de la cual la brújula estaría orientada por lo que podía decir Jacques-Alain Miller el año pasado: “En tanto que ustedes no hayan encontrado vuestro “es esto”, no vale la pena jugar a hacer el pase”. Me parece que a la hora de escuchar el testimonio de un pasante, lo que atraviesa el cartel es un deseo de saber… aún, hasta alcanzar un “es eso” esperado; o sea, escuchar una demostración hasta la mostración del límite mismo de la demostración, es decir hasta la mostración de un punto de opacidad, percibido por el pasante mismo, mas allá de la significación. Hasta la constitución de un síntoma. A veces, sin embargo, el testimonio del pasante se detiene en la demostración sin que sea mostrado ese punto límite y el cartel queda rasado con su deseo. Es ahí donde la reticencia a nominar AE al pasante se pone en juego: el cartel se demanda el por qué de esto y se percibe frecuentemente en el testimonio del pasante un resto de goce ignorado por él mismo, que puede dar lugar a tentativas de forzamiento diverso, incluso a un acting out. Con esta brújula creía, hasta aquí, saber lo que era el pase. Pero hoy, dada la escasez de las demandas de pase, me llego a preguntar si estas referencias no son demasiado delicadas, y si el pase-sinthome no se ha constituído para nosotros en modelo. Tal vez se esperaba demasiado de los testimonios y puede ser que sea necesario quedarse con lo que precedentemente era considerado como suficiente, por ejemplo el atravesamiento del fantasma. Formulo en todo caso una queja: que la enseñanza de los carteles de pase no haya tenido lugar y no haya permitido exponer los puntos sobre los cuales habíamos debatido entre nosotros y sobre los cuales se estaba apoyando una nominación o una no nominación. Se hizo un mínimo en las tardes del pase pero lo que se transmitió ahí no tenía el tenor de lo que debería y pudo ser una verdadera enseñanza del cartel. Observaciones sobre los usos del AE En Buenos Aires, en una sesión consagrada a los carteles del pase, yo planteaba la cuestión: “¿El AE debe ser investigador, polemista, constructor, artista? ¿Debe estar ahí donde se lo espera?”. En efecto, otras modalidades de intervención distintas de la enseñanza de los AE pueden ser consideradas. La única condición es que un AE pague de su persona y que no “se duerma en los laureles”. Ser AE no es una posición de prestancia, decía Lacan. Sea como sea, la duración de la enseñanza de los AE (tres años) es, sin duda, demasiado larga. Sobre todo cuando no hay más que uno o dos en ejercicio. Por lo demás, el hecho de que las veladas de enseñanza no hayan tenido lugar más que en Paris los confina a un público restringido. En fin, es necesario notar que lo que parece sobretodo interesar al público es el testimonio en sí mismo de los AE – más que la enseñanza elaborada inmediatamente en las veladas. Pero hablar más de dos o tres veces de su testimonio en la Escuela se puede tornar cansador para un mismo auditorio, por más concernido que esté por el pase. Esta cuestión parece poder encontrar una salida interesante en las sesiones como las iniciadas en Gand por lo que propone el Kring de la New Lacanian School. Este grupo trabaja primero asiduamente el testimonio de un AE y lo invita enseguida a prestarse a responder una batería de preguntas: este puede entonces relatar su experiencia de manera necesariamente menos velada que como lo ha hecho en su testimonio inicial y transmitir allegro risoluto lo que él ha podido aprender en el mismo, lo que vivifica la enseñanza. En este momento, en que el lazo de la Escuela Una con sus múltiples tiene vocación de estrecharse, ¿no se podría imaginar que otros grupos del Campo freudiano, incluso los ACF, pudiesen experimentar el mismo interés que el grupo del Kring ha iniciado en Gand? Lo que se elabora, en efecto, en estos encuentros es una enseñanza alerta, suceptible de devolver a muchos el gusto por el pase. Traducción: Viviana Fruchtnicht El pasador Enero 2010 El pasador, entre secretario y analizante Serge Cottet La experiencia de los pasadores traduce un obstáculo. ¿Deben ellos retranscribir todo lo que han escuchado e informarlo en el orden en el que se les ha comunicado con el temor de olvidar algo, o bien deben encontrar un hilo, operar una selección, privilegiar una articulación lógica con el riesgo de pasar los límites de su función? ¿Escribas o intérpretes? Es bajo este binario que se pueden reagrupar numerosas comunicaciones de los JJ sobre los pasadores, de la misma manera que las últimas intervenciones del Colegio del pase sobre este tema. La distinción de roles está ciertamente prevista por el dispositivo: el pasador no es miembro del cartel al cual se dirige; transmisión de un mensaje para el primero, interpretación y construcción para el cartel. Es el pasante mismo sobre quien recae la carga de formalizar su cura, de operar una reducción, de hacer sensible al pasador el agalma de su experiencia. Sucede que el pasante tome el cuidado de puntuar él mismo el mensaje a transmitir con el temor de no tener que ver más que con un secretario. Se ve a veces al pasante insistir hasta en el modo de enunciación del mensaje:”Usted hará hincapié en… aunque…” para evitar justamente una narración histórica. Inversamente, un pasador se inquieta por el hecho de que el pasante reduce su mensaje al punto de no decir una palabra de su cónyuge durante toda la duración del testimonio. Por más que la distinción de los roles esté definida, se constata que el cursor que va de secretario a intérprete escapa a la reglamentación y a toda reforma institucional. Si llega a ocurrir que el pasador olvida que es un analizante, entonces el sentido de su función se le escapa, así como sus límites. Esto está señalado por los colegas, en particular por M.-Cl. Sureau y Ph. La Sagna, que recuerdan que el pasador es un analizante y que es en tanto tal que recoge el testimonio. Decir que “él es el pase”, en mi opinión, designa un punto en el que él es afectado por una experiencia singular que es de la naturaleza del instante o del momento de ver, donde la cuestión de la transferencia está aún presente para él, donde el inconsciente transferencial es tocado; los pasadores deberían ser designados en consideración del “desanudamiento de su experiencia personal”, a fin de que su testimonio surja “de lo vivo mismo de su propio pasado” (“Proposición sobre el psicoanalista de la Escuela”, Autres écrits, p. 255). Existe entre pasante y pasador una discordancia de tiempo esencial en el valor de la transmisión. Ser el pase se ilumina desde una cierta posición subjetiva del pasador. Se lo ve de hecho cuando el pasador se implica en tal testimonio, el cartel retoma colorido después de estar identificado también al rol de escriba. Frecuentemente un afecto de aburrimiento atraviesa el cartel que es levantado en esta coyuntura: lo “uniano” propio de la cantinela del relato de la cura deja lugar al acontecimiento de la cura (como dijo alguien ayer). El eco en el pasante de estos momentos de franqueamiento se ha hecho hoy todavía más actual, en razón del desbrujulamiento sobre el concepto de fin de análisis. Y así pues, es suficientemente fugaz y esto no puede durar, sobretodo si la experiencia del pasador le sugiere presentarse él mismo al pase. En todo caso, en el pasante, es un momento dejado atrás y son las consecuencias y el après coup que él extrae del acto analítico los que constituyen el punto curcial. Como Ph. La Sagna lo dijo en su texto de los JJ, el pasante está más allá de ese momento: él ha asumido para devenir analista y dramatiza eventualmente, en el semblante, su relato. El pasador está pues a la vez de este lado, como no asumiendo todavía el de-ser al que responde el acto analítico. Pero se puede decir también que está al abrigo de la ficción, a la que está expuesto el pasante en su “hystorización”. Es porque hay entre los pasadores además “novatos” que idealizan al pasante que ellos todavía no son, y que darían el gradus sin confesión, así como los desengañados o no incautos que invierten los roles y hacen un informe de caso como una observación de clínica analítica. No se si este recuerdo de los roles es de naturaleza tal como para modificar la composición de los carteles a fin de reforzar ahí el rol de los pasadores, como se sugiere, el desfasaje que se acaba de describir sobre todo será sensible por las formas de transmisión y de enseñanza de la cual la Escuela tomará la iniciativa. Esta actualidad debería retener la atención de los AME en el modo de selección de los pasadores: más numerosos y más jóvenes. Traducción: Viviana Fruchtnicht Memorias de un pasador Enric Berenguer Me sorprende que sorprenda que la Escuela invite a hablar en primera persona de la experiencia que cada uno ha hecho del inconsciente y de su relación con el dispositivo del pase. De hecho, esta llamada al testimonio no debería resultar chocante, si tenemos en cuenta que no hay enseñanza, ni transmisión, que merezcan ese nombre si no se hacen hablando en nombre de la experiencia analítica de cada uno. Cierto que parece más fácil ampararse bajo otros nombres, ya sea el de Lacan o el de Miller, pero, al fin y al cabo, lo sepamos o no, estamos siempre testimoniando cada vez que hablamos. Aunque sea testimoniar de la incapacidad, o la negativa, a hablar en nombre propio. Eso también se constata y marca un estilo, por ejemplo de denegación. El compromiso de cada uno de nosotros, contraído el día, a veces lejano, en que manifestamos nuestro deseo de pertenecer a la Escuela, heredera de la de Jacques Lacan, era entre otros el de sostener – frente a otros discursos que pueblan el mundo – que consideramos que el análisis mismo es lo esencial en la formación de los psicoanalistas. ¿Qué impediría hablar de ello? El testimonio, hasta hace poco, asociado a un pase idealizado, quedaba como algo lejano. En esta revisión del lugar del pase, el testimonio se acerca y está al alcance de cada cual, como la aportación que cada uno puede hacer al avance del psicoanálisis. Por otra parte, una inhibición con respecto al pase y el testimonio (mayor en unos ámbitos de la AMP, alcanzando la dimensión de un verdadero síntoma) sólo en parte puede explicarse por la idealización del pase. Otra parte de la cuestión concierne a si de verdad se confía en los análisis que se llevan a cabo, a si de verdad se ha apostado por ellos lo suficiente como para que se pueda transmitir algo sobre sus resultados. En el dispositivo, ciertamente, pero también en otros dispositivos, como los que ahora inventa la Escuela, al llamar por ejemplo a testimoniar de la experiencia de cada uno en jornadas o congresos. El pase no debería ser tan lejano, porque los análisis no deberían serlo. A veces hay una comodidad en la lejanía, que fácilmente se disfraza de impotencia y que produce una versión específica del análisis infinito. Pero el pase siempre está más cerca del análisis de lo que parece. Y esto se entiende mejor si no se considera el pase únicamente desde la perspectiva de la nominación del AE. La mayor parte de pedidos de pase no han conducido a una nominación, pero ello no impide que hayan sido, para todos aquellos que han intervenido en el dispositivo, una enseñanza sin igual. Lo dice alguien que fue pasador – tuvo esa fortuna – y que recuerda muy bien cómo aquella experiencia transformó su relación con el psicoanálisis, su forma de desempeñar su función como analista. Pero que recuerda igualmente cómo cada una de las personas que solicitaron el pase obtuvo un beneficio claro de la experiencia del testimonio ante los pasadores, así como de la respuesta del cartel. En efecto, una no nominación puede ser también una enseñanza que relance el deseo de análisis en una buena dirección, o que impida que tal deseo se agote en una dirección sin salida. Pero me centraré algo más en mis recuerdos de pasador. En primer, lugar, el entusiasmo, el sentimiento de haber sido elegido para acoger lo más íntimo de la Escuela y lo más íntimo de la aventura de un sujeto: sus deseos, sus apuestas, el modo en que para él se plantea la cuestión fundamental de cómo autorizarse en su experiencia analítica para ocupar de la mejor manera el lugar. Luego la lógica preocupación por estar a la altura, como depositario, de tan precioso depósito. El reto que constituye encontrar la mejor manera de transmitirlo llegado el momento. La emoción también de transmitir ese mensaje precioso a los colegas del cartel, que son capaces de escucharlo con el mayor respeto, con una atención infinita al detalle, apuntando siempre, más allá de lo universal, incluso de lo particular, a la verdadera singularidad de un sujeto, sus soluciones, sus invenciones. Puedo decir, pues, como un recuerdo concreto de la influencia del mecanismo del pase en mi formación como analista, que puedo situar el día – una fría mañana, en París, tras una carrera extenuante por los pasillos del Charles de Gaulle para no llegar tarde – en que conocí de verdad, por primera vez, no de una forma teórica sino eminentemente práctica, ese borde en el que algo de la singularidad empieza a trazarse a partir del modo particular en que un sujeto trasciende las posibilidades, siempre limitadas, de aquello que podemos situar como modalidades del síntoma. In statu nascendi… un poco más allá de lo que el propio pasante podía situar. Pero no me cabe duda de que algo del dispositivo le ayudaría a él a recuperar su brújula. Deflacionar el superyó Patrick Monribot Tres misiones esperan al AE recientemente nominado: clínica, doctrinal y política. Esta triple función puede inquietar a numerosos candidatos potenciales al pase, y aún desalentar la empresa. El superyó, si bien flexibilizado por una cura llevada hasta su término, puede hacer estallar el deseo del pase, no siempre es fácil escapar a esa carga residual. A favor de la reforma del procedimiento y del cambio esperado del espíritu del pase, la Escuela puede favorecer el alivio de tal obstáculo estructural. A este fin, una de las apuestas de la mutación actual es la de redefinir los contornos de las tres funciones prometidas al futuro AE. ¿Cuáles proposiciones? La función clínica El AE debe testimoniar públicamente de su recorrido analizante. Las últimas Jornadas de la ECF han mostrado que una puesta a cielo abierto de su propio caso está lejos de ser anulatoria, ¡por el contario! La satisfacción al operar este tipo de ejercicio deja pocas dudas, mismo si conviene distinguir el testimonio directo y el que pasa por los enredos menos inmediatos del procedimiento. En efecto, el AE debe exponer la coherencia de una ficción que la cura ya ha desarticulado en su término. La construcción es el reverso de una deconstrucción. Este resto de “hystorización” vela y muestra a la vez un real que no se relata. Es, sin embargo, un agalma muy escuchado por un público extendido más allá de los miembros de las Escuelas. La proposición siguiente presenta el pasaje al gran público, después de un pase reducido. Para afinar de entrada el testimonio sin repetirse demasiado, para conseguir una quintaescencia más rápido y a fin de no ajustar indefinidamente su diseño, no es ilegítimo que el pasante “pasado” pueda encontrar el jury que lo ha nominado (sea cual sea la forma futura) a fin de obtener diversos anclajes clínicos, diferentes de los que pudo percibir solo. Es una modalidad del “algunos otros” del cual el analista se autoriza, según la fórmula de Lacan. La colaboración entre el AE y el jury tendría así un post-scriptum después del veredicto. La función doctrinal Es sin duda la más temida para un joven AE que no es un “viejo veterano” de la teoría – situación altamente deseable. Terminar la cura con pertinencia es una cosa, estar apto para enseñar es otra. ¿Cómo no romper un ímpetu tan precioso sobre el muro de una tarea presentida como colosal por el interesado? ¿Cómo “de-superyoizisar” el asunto? Tres puntuaciones: Primero, me parece que la nominación alivia après coup esta dimensión superyoica. Difícil saberlo por adelantado… Queda confiar en los efectos reales de la nominación como “empuje al concepto”. Inmediatamente, el AE puede siempre pedir una opinión en forma de control a un analista supuesto poder ayudarlo a este fin: despejar un hilo rojo epistémico a partir de su fin de la cura (experiencia del procedimiento incluída). Es otra modalidad del “algunos otros”. En fin, los habitos y el reglamento de la Escuela pueden ser modificados en la materia. ¿Un mandato de duración fija es siempre pertinente? La capacidad inventiva del AE es intermitente y recurrente. Esta forma de permanencia no es infinita ni reconducible de forma lineal durante tres años. En el fondo, esto depende de la contingencia de los encuentros y de los acontecimientos institucionales. Hay aperturas y cierres. Ciertamente, el AE puede decir “no” a ciertas solicitudes, pero no es deseable que la Escuela vuelva a añadirlas exprimiéndolo a través de la programación ritual de veladas institucionales que, al final, dicen más del automaton que del deseo. El crecimiento esperado del número de AE permitirá la repartición de las cargas, pero esto no resolverá en nada el fondo de la cuestión. La función política El AE tiene como tercera y última perspectiva la de interpretar la experiencia de la Escuela como si se tratase de un sujeto. ¿Fracasó esta misión? Ciertamente, los AE hacen y dicen lo que quieren. Sin duda, algunos de entre ellos se suben a la almena cuando les ha parecido bien hacerlo. ¿Pero tienen algún impacto? En otros términos, ¿el AE es un sujeto supuesto saber en la Escuela en cuanto a la política? ¿Hay en esto la misma oreja que la que le está acordada en su misión clínica y doctrinal? No es seguro… Por lo demás, ¿el desempeño de la experiencia analizante prejuzga una excelencia en materia política? Ejemplo: antes de que Jacques-Alain Miller atrajera nuestra atención, ni un solo AE – incluyendo a los antiguos – supo interpretar la deriva posible de la Escuela frente a las exigencias del discurso del amo implicadas por la expansión de los CPCT. ¿Cómo pensar esta carencia? ¿Cómo remediarla? ¿Es necesario concebir de otra forma la incidencia política del AE? Todo esto es una cantera en forma de cuestiones abiertas… En el fondo, deflacionar el superyó inhibidor de los futuros candidatos es una manera de objetar al pase ideal, favoreciendo el gusto por el riesgo. La Escuela puede contribuír a ello. Traducción: Viviana Fruchtnicht
[1] N.de T.: del original francés nommer, traduzco en algunos casos como nominar, y en otros como nombrar.
[2] N.de T.: el encomillado está agregado por esta traductora.
[3] N. de T.: neologismo producto de la verbalización de procedimiento. En el original francés: procédurisation.
[4] N. de T.: lettre: se puede tomar en este caso en su doble acepción carta y letra
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