No. 1 Enero 24 del 2010 Debate en torno a: El pase en la NEL La política de desmasificación de la enunciación La relación Escuela-Escuela Una Moderadores Lizbeth Ahumada ( [email protected] ) Juan Fernando Pérez ( [email protected] ) Todos los miembros y asociados de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus textos, comentarios, notas y observaciones sobre los temas del debate. Éstos pueden ser enviados a uno de los moderadores.
En este número • Editorial • El pase: otra cara de la espera por Lizbeth Ahumada • Algunas tesis de J.-A. Miller en el debate • De antiguos y nuevos semblantes por Leonardo Gorostiza *** Editorial Les presentamos En primera persona, el boletín que viene al lugar del Scilicet de la NEL. Éste, su primer número, indica que se trata de una nueva serie, o si se prefiere, de un relanzamiento del trabajo a partir de un cambio de tono o de énfasis; se trata, como su nombre lo indica, de hacer comparecer la enunciación propia con miras al debate actual en el que se encuentra la Escuela Una, a través del movimiento gestado en Europa, de la mano de Jacques-Alain Miller. Así, se trata del intercambio posible entre el Uno irrevocable de la primera persona, con el Uno de la orientación al que aspira la Escuela. Freud consiguió remover los cimientos de la civilización occidental a partir de un discurso sustentado en su propio caso. También, desde luego, en el de otros. Y a partir de allí, ni el ejercicio de la sexualidad (con las consecuencias que ello conlleva para los humanos), ni la significación de la infancia, ni la comprensión de la vida colectiva, ni muchos otros hechos volvieron a ser para Occidente lo que eran, después de Freud. La referencia primaria para éste poder transmitir la significación de tales hechos fueron sus sueños, sus lapsus, sus recuerdos, el análisis de los rasgos de su singularidad. Se supo entonces que el inconsciente es una estructura con consecuencias en la vida humana; que la sexualidad va más allá de la genitalidad y que ello importa para la vida de un ser humano; que la infancia es un período decisivo en la existencia y que en el mismo la sexualidad cuenta en no poca monta; que el sujeto en tanto nace prematuramente, depende y se construye como tal en función del Otro; que el sujeto goza y que ello prima sobre el pensar y sobre muchas cosas más de las que se creía;… Y la sustentación de todo ello le exigió a Freud hablar por tanto de su propio inconsciente. La AMP propone hoy a sus analistas y a aquellos que encuentran en la AMP y en sus Escuelas una orientación para su formación, que retomen la lección freudiana en su discurso sobre el inconsciente, en sus discusiones acerca de éste, en su trabajo de formación. Propone así hablar de la clínica, en primera persona; construir su propio caso, aquel que resulta de la propia experiencia analítica, y someterlo a la discusión en la Escuela. La perspectiva es evidente: se trata de hacer del pase un hecho de actualidad para todos aquellos que se forman en las Escuelas de la AMP y por tanto también para aquellos que lo hacen en la NEL. Pero ello exige un debate, tanto para esclarecer sus fundamentos, como por los medios propuestos para hacerlo, como por los fines buscados. Es a ello que les invita la Escuela a través de En primera persona . Las Escuelas de la AMP adelantan, cada una de ellas, un debate sobre los 3 temas básicos que proponemos para discutir en este boletín. Por tanto, en especial en las Escuelas europeas se vienen produciendo una serie de planteamientos a través del JJ, del Debate de la ELP y de otros medios, para esclarecer múltiples puntos acerca de lo que este boletín propone. La NEL requiere debatir, como problema propio, el pase. Es ya el momento de salir de la posición contemplativa en que muchos de los analistas de la Escuela hemos estado frente la propuesta de Lacan relativa al final de análisis, y en ello la política de la enunciación debe contribuir eficazmente para pasar a una posición activa, en la que asuntos como el del dispositivo en la NEL, por ejemplo, serán asuntos a debatir. Allí la relación de la Escuela con la Escuela Una será fundamental. Invitamos entonces a todos los miembros, asociados y amigos de la NEL a hacer de En primera persona un instrumento que nos permita darle un nuevo impulso a la Escuela y lograr hacerla avanzar en su condición de lugar de formación en la orientación lacaniana, merecedora de la forma en que se nombra. Lizbeth Ahumada Juan Fernando Pérez *** El pase: otra cara de la espera Lizbeth Ahumada Y En efecto, en la NEL no hay Analistas de la Escuela, no tenemos de primera mano, “en primera persona”, el testimonio del que llevó al extremo su experiencia como analizante y vio emerger la flama del deseo del analista ocupando el lugar vaciado de un goce singular. Podemos preguntarnos por qué no los hay. De hecho, es una pregunta que nos hacemos de tanto en tanto, al menos en conversaciones informales de café, entre nosotros. Hoy me interesa más que la pregunta por el hecho mismo de esta inexistencia, la pregunta por el resorte que animaría esta posibilidad: la pregunta por el deseo del pase, bien como dispositivo cercano a la realidad de la Escuela, bien como lugar que formaliza el final de una cura para alguien. Va de suyo, lo uno no es sin lo otro. Me pregunto entonces: ¿Anima a nuestra comunidad el deseo de pase? Es una pregunta que implica, al menos, dos consideraciones: Primero, hay que asegurar una comunidad consolidada como tal, que pueda alojar en su seno, un cierto empuje animoso hacia el pase. Segundo, el análisis personal se lleva tan lejos como para abonar ese deseo. No parece segura la existencia del deseo como tal, pero tampoco parece segura la existencia de una vivencia de comunidad, específicamente alrededor del pase. Bueno, es verdad, podemos hacer de ello una consigna (tal vez la hemos hecho): pobre Escuela, mientras no tenga un AE en sus filas, no sabrá de lo que se trata, no podrá hablar, no podrá estar a la altura del importante debate que se gesta en la AMP ¡La pobre muda parca!. Pero resulta más interesante, al menos a mí, saber por qué no ha habido una producción formal, seria y regular, sobre la experiencia que sí está a la mano: la experiencia de los pasadores, la experiencia de quienes se han acercado al procedimiento, los que han tenido en algún momento alguna implicación directa con el procedimiento a través de los carteles del pase de la EOL, por ejemplo. De otra parte, hay una falta con relación a la producción epistémica y clínica que el tema puede causar; tal vez, se piensa que no es asunto nuestro porque los predestinados no han llegado y no podemos usurpar ese lugar. Es decir, creo que en la NEL nos hemos hecho un nombre alrededor de esta inexistencia, todo un semblante funcional por cierto, que llega a obturar la pregunta por el saber humilde que se puede extraer de los elementos en juego que, para nosotros, surgen de la experiencia. De hecho, como lo testimonian otras Escuelas, tenemos una historia cercana al pase como dispositivo antes de la NEL; claro, no de mucho tiempo. Solo para recordarlo, en su momento lo que Jacques-Alain Miller llamó el Colegio Colombiano de Psicoanálisis, contaba con pasadores ciertamente ratificados por la AMP para la ocasión, y de hecho tenía un secretariado del pase, simple e incipiente, poco funcional: se centraba en mi persona. Pero lo que sí tenemos desde esa fecha (finales de la década de los 90, principios del 2000), es la posibilidad de contar con los carteles del pase de la EOL (por supuesto, se entiende que con los carteles del pase de cualquier otra Escuela, pero la EOL está presente como primera posibilidad para la NEL y esto desde la experiencia de la entrada a la Escuela por el pase). Así, ahora desde la NEL, los avatares por los que ha atravesado el pase en la EOL nos conciernen, es una discusión que nos ha costado (sigue costando) hacer propia aún si se trata de un dispositivo que se pone en marcha para la NEL, que está a nuestro alcance. En este sentido es extraterritorial. Si vuelvo a la idea de esa vivencia de desconocimiento y lejanía del pase para la NEL, pienso que esta promesa –legítima por demás- por venir de un AE, ha mostrado otra cara, la cara de la espera de aquel que sabe y del que salva; sabemos lo que es la otra cara: encapsulamiento del deseo, inercia y esterilidad. Así entonces, es fundamental preguntarnos por lo que está en nuestras manos como una posibilidad fecunda: hay un saber a producir que haga las veces de marco de la contingencia de una nominación como AE, no lo contrario. Es decir, no podemos seguir pensando que el hecho de que no haya un AE nos dispensa del movimiento que causa el pase en el corazón del psicoanálisis lacaniano. No podemos seguir haciendo de nuestra Escuela la tabula rasa del pase, ni podemos ignorar que este tema nos divide en cuanto analistas y analizantes. Desde luego es una división que debe ser puesta a trabajar. Es hora de preguntarnos si de verdad creemos en los ángeles… *** Algunas tesis de J.-A. Miller en el debate Hace diez años que estamos entre nosotros en la AMP. Hemos conquistado nuestra identidad. En adelante la AMP nos aprisiona, a nosotros. Se creería que la AMP se ha convertido en una comunidad de propietarios. Por lo tanto, nuevo giro didáctico: abrir, no completamente sino lo bastante para dar una perspectiva a los jóvenes y también para renovar las maneras y el estilo de nuestros intercambios que, en los últimos tiempos, han envejecido seriamente. Pedir que se tome en cuenta el factor temporal. Ningún reglamento es válido para siempre. En un principio produce los efectos positivos que motivaron su promulgación; después, pasado un tiempo Tx, llegan los efectos negativos. La apertura se convierte en caos, el rigor se hace mortífero. Jacques-Alain Miller JJ 68 * ¿Cómo un psicoanalista que no puede orientarse en la sociedad en la que vive y trabaja, en los debates que la convulsionan, estaría preparado para tomar a su cargo los destinos de la institución analítica? Nada más actual que la gran idea que Lacan se hacía del psicoanalista en 1953 (antes de tener que empequeñecerla dada su experiencia con los psicoanalistas existentes) y el requerimiento que les dirige (Escritos p. 309): “Que conozca bien la espira a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su función de intérprete en la discordia de los lenguajes”. Podíamos desatenderlo en la época en que los poderes públicos se preocupaban poco de las actividades de los “psi” (lo que, por lo demás, Lacan deploraba). Puesto que, en el siglo XXI, el psicoanálisis es un problema de la sociedad, un problema de la civilización, la elección es forzosa: el pase sin el foro sería la Escuela convertida en secta, el pase hecho semblante. Lo que no quiere decir: tomar partido. Quiere decir: hacer demostración en acto de nuestra posición como psicoanalistas, no sólo en “la cura” sino en “la ciudad”. Jacques-Alain Miller, JJ 78 * ¿Por qué una Escuela? Se trata en suma de crear y hacer perdurar una institución que satisfaga plenamente las exigencias del Estado y de la sociedad, aunque albergando en su seno una práctica subversiva del sujeto llamada psicoanálisis puro. ¿Por qué dar pruebas, recibir asentimientos? ¿Por qué ese gran despliegue de semblantes? A fin de alojar el pequeño alveolo imprescindible para la formación de los analistas y su acreditación por otros analistas. Jacques-Alain Miller, JJ 78 * Toda “Massenpsychologie” incluye (…) [el] “unanimismo”, mejor dicho “seguidismo”. Es un aspecto de las cosas. Privilegiarlo no conduce lejos: o bien se retira uno en el despecho, la envidia, o la cólera, incluso el humor; o bien se afana uno incesantemente en desanimar, en desmoralizar, a los “seguidistas”. En ambos casos se juega, como usted señala, al non-dupe [no-engañado]. Con poco gasto se siente uno superior a la masa. Jacques-Alain Miller, JJ 78 *** De antiguos y nuevos semblantes Leonardo Gorostiza En su texto “El pase-deseo”, publicado en el primer número de este boletín, Éric Laurent concluía: “La desmasificación de la enunciación que está en marcha entre nosotros, según la expresión de Jacques-Alain Miller, ayudará al conjunto de los analizantes a tomar la decisión (franchir le pas). Los prisioneros de la identidad de la Escuela (JJ nº 69) podrán salir de sus antiguos semblantes, uno por uno, para poder inventar mejor otros nuevos”. ¿Qué son, entonces, esos antiguos semblantes? ¿Cómo entender los nuevos, aquellos que sólo podrán ser inventados, si de los antiguos se ha salido, uno por uno? ¿Y qué decir de la desmasificación de la enunciación, instrumento que sostiene esta salida posible de los prisioneros (Cf. “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada…”)? La desmasificación de la enunciación no es sino la puesta en acto de una política animada por el deseo del psicoanalista. En este sentido se opone al deseo de dominar y no quiere producir semejantes. Busca, como el deseo del psicoanalista “obtener la diferencia absoluta” (Cf. Seminario 11). Es por eso que “le repugna proceder por identificación” y tiene “horror al confort de los grupos” (Cf. JAM, Intervención del 11 de octubre 2008 en la ECF: “Perspectivas de política lacaniana”). Resulta claro entonces, que los antiguos semblantes son aquellos que hacen masa, incluso en la Escuela (lo que Éric Laurent llama “la identidad de la Escuela”) favoreciendo el confort grupal. Mientras que los nuevos semblantes son aquellos que cada uno podrá inventar cuando, despegado de los antiguos, se confronte con su real, absolutamente singular, nunca universal. Como se percibe, la desmasificación de la enunciación no es más –si puedo decirlo así– que el “espíritu del pase” expandido al conjunto de los miembros de las Escuelas y a la comunidad analizante que la rodea. Pero además, y como contrapartida, el dispositivo mismo del pase habrá de revitalizarse por dicha expansión. Ahora bien, ¿por qué no interrogar entonces –ya que la homología lo permite– la diferencia que puede haber entre los antiguos y los nuevos semblantes en el interior de la experiencia analítica? Jacques-Alain Miller da una pista en su presentación del tema para nuestro próximo Congreso de la AMP (Cf. Scilicet, Semblantes y sinthome, pag. 21/22). Allí, siguiendo a Lacan, indica que el análisis, refinando la oposición entre goce y sentido, recurre a éste para resolver el goce, y que esto no puede “lograrlo más que haciéndose incauto del… padre”. Es decir que el análisis se sirve del padre, de un significante Uno, de un “antiguo semblante”, que permite avanzar algo en la lectura de esa opacidad que es el goce del síntoma y volverlo –no todo- transparente. Así, el síntoma como mensaje significado por el Otro (es decir articulado al inconsciente transferencial hecho de semblantes, como un conjunto cerrado) es un efecto del análisis que, por la vía del sentido-gozado, puede circunscribir el goce opaco del sinthome que, en tanto tal, excluye el sentido. ¿Y que sería entonces ese S1, “antiguo semblante”, que vale como nombre del padre? Un semblante particular, producido en el análisis, a partir del cual el sujeto elucida cómo, por ese significante, es representado ante el Otro. Es el significante amo que permite la lectura del inconsciente como sujeto supuesto saber y que además comanda la repetición, para cada uno, presente en su síntoma. Tendríamos, hasta aquí, en la experiencia, la elucidación de un “antiguo semblante” y el desciframiento del sentido inconsciente que esto posibilita. Pero para que se produzca –en sentido estricto- un “nuevo semblante”, es necesario un paso más. Porque se trata de producir aquello que Lacan anhelaba: “Un significante nuevo que no tuviera ninguna especie de sentido, eso es quizás lo que nos abriría a lo que (…) yo llamo lo real” (Cf. Seminario 24, 17 de mayo de 1977). Es decir, un nuevo semblante ya no particular sino singular, un semblante que indique o evoque el goce opaco del sinthome para un sujeto que ya no es poema (sólo efecto de significación) sino poeta. Poeta por haber inventado un nuevo semblante, una nueva forma que no estaba ya en el Otro y que tiene la función de indicar lo absoluto de un goce singularísimo fuera de sentido (Cf. Encore, “S1, el significante del goce”). Así, un nuevo semblante no sería otra cosa que la palabra del final (le fin mot), la palabra de la diferencia absoluta que ha surgido a partir de la mayor soledad, aquella cuando el sujeto –habiendo hecho la experiencia de su propia abolición como sujeto de la representación– se ha confrontado con lo irreductible del inconsciente real. Es por todo esto que la política de la enunciación tiene como horizonte, pero también como punto de partida, una misma e inclaudicable decisión: el pase. Buenos Aires, 27 de diciembre de 2009.