Primero, la Presidenta de la ELP, Lucía D’Angelo, plantea en el JJ nº 21, el estado de la cuestión en cuanto a la llamada a estas Jornadas. Después, las primeras respuestas durante el fin de semana. Contamos ya con cuatro propuestas de intervención, dos de ellas, la de Miquel Bassols y la de Mercedes de Francisco eran enviadas por los autores sin saber del todo si se trataba de un texto para la VV o de una propuesta de intervención. Serán las dos cosas. Sus propuestas han sido aceptadas. Se añaden a la de Carmen Cuñat que me ha dirigido una propuesta formal de intervención sobre el análisis de un sujeto de tres años. La soledad comienza pronto. Carmen Cuñat me pregunta ¿cuál es la fecha límite para enviar el texto definitivo ? Son 7500 signos (contando los espacios) y la fecha límite es el 15 de octubre. Margarita Bolinches, de Valencia, justamente, nos hace partícipe de un excelente “exemplum” de un momento en un psicoanálisis que hace crack….Una pregunta: ¿Ha propuesto una intervención? Lamentaríamos que no fuera así. Fernando Martín Aduriz nos hace partícipes de dos situaciones en las que fue confrontado al hecho de que el inconsciente no conoce el tiempo del reloj sino el tiempo lógico. Una deuda de hace diecisiete años, una llamada de teléfono angustiante. Se sintió verdaderamente solo. Pero no es el analista el que está de guardia. Es el inconsciente el que no cesa de trabajar, siempre en guardia. He recibido también un extracto musical de Julia Moro de Valencia, que podría ser la música que ambiente las Jornadas. La pueden escuchar en el attach, formato mp3. También le he propuesto que lo cuelgue en el blog de la ELP. La llamada realizada para comunicarse por Internet a través de la VV, parece juntarse con la puesta en cuestión de la necesidad de los comités científicos en el JJ (Journal des Journées). Este acercamiento me valió para poder recibir un testimonio de una colega de Laussane, Daisy de Avila Seidl. No es fácil participar en un Comité científico (CC) Si no se toca el texto que hay que revisar, uno cae bajo la sospecha de no hacer nada. Si se toca el texto, se nos reprocha de hacer demasiado y de formatear el texto. El Comité científico, entonces, está también bastante solo. Cada uno de los consejeros científicos que se sienta interpelado puede responder en la VV, que sea miembro del CC por Valencia o no. También me preguntan si se puede enviar una comunicación en francés aunque no se sea miembro de la ELP. Esto es un poco raro y entonces he respondido: ¡envíelo ya! Luego veremos. El texto de Miquel Bassols utiliza el cristal de la lengua española para hacer valer que hay muchas maneras de estar sólo. En español no es lo mismo “estar solo”, con o sin acento, que “estar a solas” Esto me hace pensar en el cristal de la lengua inglesa. Melanie Klein había escrito un bello artículo que llevaba por título “On solitude” Donald Winnicott le respondía con “On being alone”, para subrayar que la soledad no es un estado sino un proceso: un devenir y no un modo de ser. Bassols hace oír en el après-coup translingüístico las particularidades del “seul” francés. Mercedes de Francisco hace resonar la soledad del sujeto frente al Otro. Otro que introduce al sujeto en el orden de la letra. Y también en el del escrito, la palabra, la cifra. En el momento en el que ciertas corrientes de las neurociencias quieren aislar circuitos neuronales especializados en la palabra, la escritura o las matemáticas, ella nos hace oír que para nosotros, el lugar del inconsciente es aquel donde la letra se manifiesta en todas sus dimensiones, en su más amplia diversidad. He aquí un empiece. Uno se siente ya menos solo. Para animar a los demás, publicaré este martes este segundo número de VV. ¡Hasta el viernes! Eric Laurent Lunes 28, a las cinco de la tarde Punto de llamada Una comunidad de soledades El afiche de las Jornadas reproduce un cuadro de Malevich que tan bien supo plasmar la soledad compartida, en la que cada uno, para ocultar su secreto, ha escondido la llave. El tema « La soledad del analista. La práctica analítica » lejos de dramatizar la soledad como experiencia existencial, intenta subrayar que el analista está tan solo como el analizante ante las sorpresas del inconsciente. Sin embargo, hemos de constatar que no ha logrado el efecto de causar el deseo del « uno por uno » de nuestra Escuela. Esta contigencia debe ser interpretada, de manera que abra las vías de una reorientación política, epistémica y clínica del trabajo de la Escuela. Lo que se trata de reanimar entre nosotros es el deseo del analista, que es el recurso más legítimo que tenemos contra la soledad. El analista siempre está solo. Faltaba encontrar el resorte entre nosotros que nos lleve a estar con los otros, en la Escuela y en las Jornadas ? . Sin dudas, es necesario un tiempo preliminar a las Jornadas, antes de ponerlo en acto. VVV : El enigma será desvelado el próximo viernes. Barcelona, 23 de septiembre de 2009. Lucia D’Angelo
Propuestas de intervención Soledades ¿Soledades? ¡Las de Luís de Góngora, sin duda alguna! Un analista debería leerlas alguna vez, Una al menos. Parecen incomprensibles, pero qué soledades no lo son… En realidad, son del mismo estilo que los escritos de Jacques Lacan, “el Góngora del psicoanálisis, según dicen, para servirles”, (Escritos, p. 448). Debían ser cuatro Soledades, sólo que Góngora no llegó a escribirlas todas, se quedó en las dos primeras y de hecho no llegó a concluir la segunda. Así que, en realidad, es cierto que sólo podemos leer Una, una sola soledad entera. De la Otra, la segunda, nos faltarán los versos finales para siempre y será mejor consentir a darlos por perdidos. Pero hay también la dedicatoria, que empieza con los muy conocidos versos: Pasos de un peregrino son, errante, cuantos me dictó versos dulce Musa, en soledad confusa, perdidos unos, otros inspirados. Los “perdidos unos” son los pasos del peregrino protagonista de las Soledades y de sus versos, que son los “otros inspirados”. El argumento explícito no parecería en realidad lo más importante, más bien una excusa para el desarrollo de la preciosa lengua de las Soledades, aunque podrá evocar hoy múltiples coyunturas: un joven, rechazado por su amada y exiliado de sí mismo, ha naufragado, todo perdido, y llega a un lugar utópico – valga la paradoja de “un lugar sin lugar” – donde es acogido por campesinos e invitado a una idílica boda; todo ello, dicen los críticos, para oponer las delicias del amor y de la vida campesina al negro mundo cortesano. Triste por tantas pérdidas, el peregrino va así a la búsqueda de un nuevo amor. ¿Habrá que rechazar la utopía por demasiado ideal? ¿O más bien encontrar en su imposible lugar lo más real de la lengua del sujeto peregrino? Por nuestra parte, no nos costará seguir el argumento como si de un verdadero pasante se tratara y cambiar los unos por los otros: ya que se han perdido versos, inspirarnos en sus pasos. Es el pasante quien debe hablarnos, en efecto, de otro amor, del amor por la Escuela como lugar del encuentro con la soledad de cada uno. Pero ¿de qué soledad se trata? El peregrino en cuestión, antes de ser pasante, no parece en sus Soledades muy solo en realidad, más bien demasiado acompañado por todos sus fantasmas. ¿De qué soledad se trata entonces en estas soledades? Habría que distinguir aquí entre “quedarse solo” y “estar a solas”. Y hay, en efecto, muchos lugares multitudinarios en nuestra civilización donde uno puede estar muy solo sin poder estar a solas fácilmente. (Un aeropuerto, por ejemplo, es un lugar idóneo para estar solo sin poder estar a solas). En esta perspectiva, la experiencia analítica es más bien una experiencia de estar a solas sin saber muy bien con qué, pero no podría llevar al sujeto, menos al analista, a una satisfacción en su soledad. Mejor ahora Paul Valéry: “Un hombre solo está siempre en mala compañía”, es decir, en compañía de su Yo o en compañía de unos otros en los que buscará entonces encontrar el reflejo de su Yo. Difícil así estar a solas. “¿Y una mujer?”, preguntará enseguida. ¿Una mujer sola está en mejor compañía, más a solas en su soledad? En todo caso, si seguimos le idea de Lacan en su Seminario XX, la mujer parece estar mucho más a solas con el Otro en la medida que está en relación más directa con la radical alteridad de su goce. Y es por ello que dirá, años después, que “las mujeres son las mejores analistas, o las peores”, cuando este estar a solas se puede volver insoportable… sin el Otro. Sería interesante sostener que es únicamente formado en un estar “a solas” como alguien llega a ser analista y a sostener su acto. Y a sostenerlo en una Escuela. ¿Cómo podríamos traducir entonces aquella otra frase de Lacan en la que su famoso aforismo aparece modulado por otra soledad que la autosuficiente: Seul l’analyste, soit pas n’importe qui, ne s’autorise que de lui-même (Autres écrits, p. 308)? Dado que este seul condensa en francés nuestro “solo” (el de la soledad, sin acento), el “sólo” (con acento, equivalente a “solamente”), pero también el “a solas” que hemos introducido aquí, proponemos la siguiente versión: “Sólo a solas el analista, es decir no cualquiera, se autoriza en él mismo”. Entonces, estimados colegas… no sólo “un esfuerzo más…” sino: un poco más de “gaya ciencia” para saber estar a solas, con los otros, en la Escuela… También en las próximas Jornadas. Miquel Bassols 26 de Septiembre de 2009
Querido Eric, su texto anima la fiesta, aunque sea para replicarle, con un rap por ejemplo: La Vanguardia, la Vanguardia….¡no hace falta hacerle decir sus preferencias!
Y, ahora, una copla bien conocida: el comité científico y el consejo que lo eligió, se duermen en los laureles.
Para terminar, un viejo lamento: « Nos han dejado solos, a los de la Escuela, por eso cantamos de cualquier manera… » La música, muchos la conocen.
No sólo para replicarle: me gustaría, si es posible, intervenir para hablar de cómo una niña de 3 años y medio intenta , bajo transferencia, salir de la soledad en la que se encuentra, soledad marcada por un dejar caer del lado de un Otro, demasiado confundido por un ideal de autonomía o de libertad.
El acto del analista siempre puesto en cuestión por esta niña, quizás demasiado despierta, se ve obligado a diferenciarse bien del acto educativo o, también, del que procede de las buenas intenciones. Ella puede ser muy agresiva con los otros y consigo misma.
Poco a poco se vislumbra que la presencia de un Otro perseguidor es lo que le impide separarse de ese Otro del abandono.
Por otro lado, la presencia, no tanto del inconsciente, como Vd. bien dice, sino del inconsciente analizado, en el acto analítico, permite también dar pistas sobre lo que está en cuestión.
¿Cuanto tiempo hay para dar el texto definitivo? Carmen Cuñat
“Sin ton” ni “son” Retroactivamente, puedo decir que comencé a devenir analista en el año 1962 cuando con cinco años, mi mirada sobre el mundo se encontró con la violencia, el amor, el duelo. Esta niña cuyo afán por desentrañar las letras enigmáticas de los carteles de la calle la llevaban a querer leer a toda costa y experimentaba con ello una satisfacción inédita que comprometía su cuerpo; se sostuvo y se sostiene en esos signos a los que dar un sentido. Contrariamente a Joyce, necesitaba que las cosas significaran algo para soportar lo real del goce en la familia, la patria, la religión, las marcas de la guerra bajo la forma del secreto y el silencio. Coincidieron la pérdida del abuelo, su primer amor, y el aprendizaje de las letras. ¡Inolvidable aquél banco de colegio en un sótano (años todavía marcados por la posguerra), aquél cuaderno y aquél olor a lápiz y en primavera a estiércol, que entraba por los ventanucos de la clase a la altura del jardín! Amor, odio, duelo, castración imaginaria, letra…nombre…matemáticas…Siempre interesada en los problemas algebraicos cuya incógnita, otra vez letra, podía tener una respuesta una significación a manera de cifra. Freud llegó a la vida de la adolescente como el que introducía una enunciación en el mar de enunciados “infelices”, el inconsciente era ese otro pensamiento desconocido para uno mismo que abría a lo inédito. Y, transitando por Freud apareció Lacan y la posibilidad de encarnar la transferencia en un significante cualquiera. Y si con Freud la significación y el sentido tenían claramente las marcas del Edipo, era en realidad Jacques Lacan el que abría una puerta para salir definitivamente del determinismo. Su escritura no favorecía el sentido y se necesitaba de otros para poder avanzar. Letras que quedaron referidas desde el comienzo al goce y al amor. El amor presidiendo su nacimiento, pura contingencia plagada de sentido, nombres propios también llenos de sentido. Se trataba de recorrer el camino al revés, volver al sinsentido de la letra, al puro rasgo, que como un hilo invisible marca “su” condición de amor que cumplen “al pie de la letra” los hombres encontrados. Letra sin sentido, azar, contingencia, coincidencia, y la certeza de que el goce que se siente en el cuerpo es posible a condición de experimentar un amor que se arraigue a este sinsentido del comienzo cuyos emblemas son la cifra y la grafía pero ya no marcadas por un afán de sentido, siempre religioso, sino por un “sin ton” ni “son”. Un “sin ton” ni “son” muy del siglo XXI, pero radicalmente diferente. Mercedes de Francisco Madrid, 18 de septiembre de 2009.
Usos posibles del psicoanalista a lo largo del tiempo y sus consecuencias para él o la figura del ‘psicoanalista de guardia’ De entre los usos posibles que la práctica del psicoanalista puede dar cuenta, siempre me han llamado poderosamente la atención los episodios en los que tras el paso de los años alguien me llama o me visita de nuevo, por múltiples motivos, o simplemente me encuentro con alguien en la calle. Freud se encontró y atendió a Catalina, aquejada de ataques de angustia, en medio de una excursión a la montaña que emprendía para “olvidarse de la Medicina”, y nos legó esa pieza como un historial más. En los encuentros casuales en la calle o en actividades para ‘olvidarme del psicoanálisis’ a veces he visto la perplejidad en los ojos del otro, como si se extrañara de verme fuera del consultorio. Y he tenido la idea de que me imaginan como parte del decorado de la consulta, una pieza inmutable e inmóvil. Es lo que he pensado cuando alguien acude o llama para contar algo después de muchos años. ¿Suponen acaso que he de seguir aquí, como un punto fijo, y de acordarme exactamente de nombres, situaciones, historiales, haya pasado el tiempo que haya pasado? ¿Acaso pasa eso mismo en la práctica pública y se da por descontado que el profesional que atendió hace años va a segur allí como depositario de la memoria de todos y cada uno de los pacientes que ha tratado? En estos casos en que alguien llama no dejo de alarmarme. Noto que algo extraordinario va a ocurrir. Dos episodios recientes dan cuenta de este fenómeno donde un síntoma transitorio me visita: un estado de hipertensión que cursa con un ‘subidón’ y una veloz búsqueda de archivo memorístico junto a mi fastidio porque reprocho ¡se piensan que soy psicoanalista de guardia! El primero de ellos aconteció hace un año aproximadamente. Una señora se presenta para pagarme una deuda que tenía conmigo desde hacía ¡diecisiete años! Era debida al tratamiento de su hija adolescente de quince, a la que atendí a comienzos de los noventa y durante dos años, de los que sólo había pagado unos pocos meses. La madre, recordaba la cifra exacta –aunque inexacta con ‘lapsus’ incluido-, y aprovechó para contarme en unos minutos la razón de la tardanza en pagarme, la situación familiar del momento, y lo contenta que estaba con su hija, ahora triunfando en Inglaterra en la profesión artística que había elegido. ¡Habían pasado diecisiete años y me hablaba como si yo no hubiera obtenido más información de otros durante esos años! Como si fuera permanente ‘psicoanalista de guardia’….(en realidad guardia, guardia civil, era la profesión del padre de esta adolescente). El segundo episodio ha sucedido este mes. Recibo una llamada que me sobresalta especialmente. En la soledad de la consulta cuando oigo el nombre de la persona que llama siento que algo malo va a empezar a suceder. Noto que mi corazón da un vuelco. Y el tono de mi voz debe de transmitir algo porque inmediatamente mi interlocutora me tranquiliza: “¡Esta vez te llamo para darte buenas noticias!” Menos mal, respiro aliviado. Me voy hacia la cocina del consultorio teléfono en mano y sigo escuchando, más calmado, pero a la expectativa. Todo iba bien –en septiembre de 2009- para esta mujer. Pero en los últimos diecinueve años me había llamado por el asesinato –violencia de género diríamos hoy- de su hermana y el subsiguiente traumatismo de su sobrina de tres años, que vio la escena de su criminal padre, el accidente mortal, mientras cazaba, de su marido, y su depresión posterior, el accidente doméstico posterior de ella y sus secuelas físicas graves, o la desestabilización psicológica de su reciente novio, justo en el momento en que la vida empezaba a sonreírle de nuevo, sin olvidar el último asunto que me había encargado, que su hijo, desorientado, se autorizara a aprobar unas oposiciones. Si ahora todo iba bien, parece que había decidido volver a llamar para contarlo. Mi alegría da paso a mi taquicardia. Pero cuando cuelga el teléfono, en mi soledad, de nuevo pienso en esa expresión de ‘psicoanalista de guardia’…(en realidad me llamaba para decirme que su hijo ya era guardia civil). Fernando Martin Aduriz
Propuesta de tema musical
Julia Moro – Escuchar próximamente en el blog de la ELP Traducción : Carmen Cuñat Reflexión sobre el comité científico Estimado Eric Laurent, Su llamada a los españoles a pasar del blues al rock, al rap o al flamenco me hace reaccionar, ya que difícilmente puedo resistirme cuando entra en juego lo musical. A partir de su intervención se me han ocurrido varias preguntas: – Conociendo de antemano la buena opinión que tengo de los comités científicos, me he preguntado por el destino de las cinco comunicaciones rechazadas por ese comité, cuando no había más que trece en total. ¿A usted no le parece que, de entrada, el significante “científico” es extraño, viniendo de una escuela que desconfía, quizá con razón, de la ciencia? – ¿No hay una paradoja entre la soledad del psicoanalista y la transferencia a la escuela? La escuela hace grupo, y usted dice que la suma de soledades puede hacer serie, pero no grupo. Por lo demás, después del final de mi análisis pensé que yo no podía pasar de la transferencia al analista a la transferencia a la escuela. Quizá por haber sido hija única no me gustan demasiado los grupos. Es por esto que yo tampoco considero la soledad como un factor de tristeza. Además, ¡el blues tiene swing! – La función LSD, indispensable, ¿no le parece un significante más apropiado, incluso necesario, para una escuela de psicoanálisis? Porque llama a la psicodelia, al delirio, y sin esto las interpretaciones pierden su sal. Ver las correspondencias entre Freud y Jung y entre Freud y Ferenczi, donde las interpretaciones ardían, con frecuencia al borde del delirio, y sin embargo ellos fundaron tres escuelas de psicoanálisis. Le digo esto porque mi experiencia con uno de estos comités me enseñó una cosa completamente inesperada: después de algunos arreglos realizados con mi interlocutor mi texto se había vuelto buenísimo. Pero yo ya no me reconocía en ese bien decir, del que me sabía incapaz. De la misma manera, cuando leo ciertos textos publicados de ciertos colegas a los que conozco muy bien, reconozco que han sido escritos a cuatro manos, porque estos colegas no hablan un lacaniano tan bueno, y además sin acento. Sin arrugas, sin michelines ni celulitis, ¡pasados por photoshop! No poder expresarse libremente, eso sí que es un poco triste. ¡Cuando se quiere hacer demasiado bien, se acaba matando toda creatividad! Gracias a JAM por haber dado vuelta el curso de los acontecimientos y por habernos liberado de las cadenas de los CPCT. Gracias también a usted por incitarnos a continuar danzando. Daisy de Avila Seidl Traducción : Anna Aromí