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Fabian Naparstek en GuayaquilPor Elena Sper
Queremos ante todo agradecer la presencia y participación de nuestro colega Fabián Naparstek,con quien tuvimos el gusto de compartir una excelente conferencia titulada: « El pase de ayer y de hoy », en el marco de las actividades de Escuela.
Con respecto al pase en los destinos de la repetición, Fabián aborda el tema por el lado de lo que deja de ser lo que era, es decir, lo que a partir de la repetición pasa a ser otra cosa, o que en todo caso cobra nueva forma. Entre lo incurable y lo reversible, toma el aspecto de lo irreversible del pase como una operación que deja atrás algo y que supone a su vez algo nuevo.
Nos dice: « el pase no es el de antes ». Ubica como la primera versión del pase, un pase lógico, el que proviene de la lógica del fantasma y del acto analítico. Es un pase que a su vez es sostenido sobre un inconsciente bajo la forma de la verdad, que Lacan llamó, en 1976, « el espejismo de la verdad », haciéndose una crítica a sí mismo. Una formalización de la verdad, presentada en términos de algoritmos, con el afán de obtener al final un matema. Es decir, que la novela del sentido quedaba reducida a una formalización lógica. Se trataba de acceder a lo real por la vía de lo simbólico.
La idea de que el sujeto se encuentra alienado al Otro en tanto significante, y debe separarse de ese Otro con el operador del objeto a, era la cuestión de ese momento: cómo salir de la indeterminación subjetiva.
Naparstek pone la alienación del lado de un impas, lo que se detiene en una misma posición, ubica aquí la repetición, la cavilación, la detención, la repetición de lo mismo: y del otro lado el paso en el sentido de un atravesamiento, el acto, la separación, solución. Lo que frena esa repetición de la indeterminación subjetiva está del lado del acto.
Queda, del lado del analista, el des-ser; quitar las vestiduras que el analista representó como objeto del fantasma para un analizante. Es decir, que el analista debe dejar caer ese objeto. Aparece la presencia del analista que tira abajo la transferencia. El sujeto supuesto saber finalmente cae, lo que se llamó liquidar la transferencia, lo engañoso de la transferencia. Hay un paso, un acto, un atravesamiento, que quita al sujeto de su antigua alienación con el Otro y por eso Lacan lo llama pase. Pero aquí es donde Naparstek ubica un enganche problemático con el Otro, y el atravesamiento o el acto es pensado en Lacan como un desenganche del otro.
La soledad del acto se refiere a ese desenganche, y lo llamaría a este final: « el final por desenlace ». Es decir, que el momento del pase en el análisis muy bien podría hacer de un sujeto un desengañado, un desenganchado, finalmente un cínico.
Es esto lo que realmente va a preocupar a Lacan más tarde, el punto del cinismo, y Napasrtek ubica esto como un punto central para la transformación del pase.
Lacan plantea esto desde tres aristas: Cito: » La primera una arista clínica, no dejar al sujeto en esa posición. Lacan tenía la idea desde muy temprano que la salida no es sin el Otro. Se ve claramente en su discusión con Sartre. La segunda es epistémica: si cada uno encuentra en su salida la soledad de su acto y a eso lo deja allí, mal podríamos hacer avanzar al psicoanálisis o aportarle a los temas cruciales, como decía Lacan. Aquí sería cada uno con lo suyo. La tercera es una arista política: no se entiende como se podría hacer una escuela con todos cínicos, cada uno en su tonel consultorio sin salir de allí. Al menos –dice Miller en una indicación que siempre me sorprendió- Diógenes salía con su linterna a buscar un hombre. Eso mismo hacía Lacan, salía con su linterna a buscar un analista; el dispositivo del pase es eso. Así entiendo el gusto de los carteles por nominar, cuando se puede alumbrar con esa linterna a un analista. Es decir, que el pase, aquí, es una manera de convocar a esos desenganchados a que lleven lo suyo al campo del Otro nuevamente. El pase hace que esos analizados – analistas no se transformen en « slínicos » – lo dije así en un testimonio -, que es una condensación entre clínico y cínico ».
Entonces hay un cambio que va del pase lógico al pase como poesía (creación), un pase realista. Una poesía, dice Miller, como algo que en psicoanálisis no es más que un chiste. Esto es interesante, porque aquí lo que se escribe sobre lo incurable y eso logra pasar al Otro –no solamente a través del pase-, eso se hace irreversible.
Ya no se trata más del relámpago, del despertar, de lo que es de una vez y para siempre, de un golpe, ya no es el desenlace, sino que es un reenlace. Es un final por reenlace, de algo que se mantiene en el tiempo, el saber hacer allí cada vez con la ocasión, es algo que tiene una continuidad.