Boletín ENAPaOL 9
Viernes 15 de mayo de 2009 Estimados colegas:
Para este noveno número del Boletín ENAPaOL, el texto elegido fue el enviado por nuestra colega Frida Nemirovsky, quien -bajo el título « La dirección de la cura »- nos hizo llegar sus reflexiones acerca de la vigencia del diagnóstico en la dirección de la cura.
LA DIRECCIÓN DE LA CURA
En respuesta a la invitación de participar en este debate, es que escribo este breve comentario, poniendo el énfasis en la dirección de la cura, pero sin dejar de articularlo al trabajo que se está realizando en el Cartel sobre Transferencia y pulsión, que considero fundamentales para tratar la cura. Sobre todo la cura analítica hoy.
Ya Lacan sostenía, en el Seminario 11, en el capítulo “Presencia del analista”, que la transferencia, como concepto, está determinado por la función que tiene en una praxis. A la inversa, la manera de tratarlos rige el concepto. Este seminario se presenta crucial en la perspectiva de lo que va a ir configurando la presencia del analista y su lugar en la cura, sobre todo porque en este Seminario, Lacan separa transferencia de repetición, ambos conceptos fundamentales. Esta separación es esencial en la dirección de la cura, puesto que si nos quedáramos sólo con el aspecto transferencial y en relación al inconsciente, sería muy difícil definir al psicoanálisis como una práctica diferente de cualquier psicoterapia y esa no es la cuestión. Justamente Lacan nos enseña a que se trata de “una terapéutica que no es como las demás.” Es a partir de ubicar la pulsión en el desfiladero del significante, que se abre la orientación que va a permitir el cernimiento del objeto “a”. Estos aspectos se van tornando cruciales en cuanto al modo de dirigir la cura, puesto que Lacan agrega la definición de sujeto supuesto saber y de puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente en este mismo Seminario, lo cual no deja de incidir en cómo introducir en la cura la posición del analista.
Al estar trabajando al mismo tiempo para el Encuentro Americano y leyendo los últimos cursos de Jacques-Alain Miller, me parece que las puntuaciones de éste último tienen una incidencia en mí, como lectora, que iluminan más aún –no sin dejar algunas sombras– lo fundamental del Seminario 11. Miller , en el curso 2006-2007, da lugar a un texto que saca la Revista Freudiana 52 que se llama “El envés de Lacan”. Él dice allí “que no es una cuestión de azar que el último texto de Lacan publicado sea el « Prefacio del Seminario 11« , cuyo título inicial fue Los fundamentos del psicoanálisis y que los oyentes lo transformaron en el intitulado Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, y Lacan lo adoptó. Me interesa subrayar esto dado que de la cura se trata, porque Miller agrega: “Los fundamentos se tambalearon pero nos permitieron ver la experiencia analítica bajo una luz inédita de lo que se experimenta, a un lado y a otro”. Agrega también que Lacan los alineó y los trató de manera sucesiva, pero que en el último Prefacio se deben tomar de dos en dos y re-articularse para poder extraer la oposición entre el inconsciente transferencial – inconsciente y transferencia – y el inconsciente real. La conexión de la repetición con la pulsión gira alrededor de la noción de lo real. Sabemos que el término inconsciente real no se ha retenido de la enseñanza de Lacan y es porque la marca freudiana sobre el término inconsciente es demasiado poderosa para que se la califique de real. El inconsciente freudiano es un inconsciente que tiene sentido. Miller intuye que como Lacan llegó a un callejón sin salida con el inconsciente real, al año siguiente propuso algo que vaya más lejos que el inconsciente. No nombró ese algo, para el que reservamos este seudónimo: inconsciente real; y agrega: es lo real al que apelan los laberintos, los torbellinos, los embrollos de lo que se presenta como búsqueda en un análisis. Yo agrego, en una cura, de la que trataré de dar cuenta como trabajo en el cartel, que enfrentó a mi analizante con lo real, y al analista con la búsqueda de los recursos necesarios para remontar la cura.
Frida Nemirovsky