Boletín ENAPaOL 5
Viernes 1 de mayo de 2009
EL PSICOANALISTA Y LAS DEMANDAS INSTITUCIONALES Si el Psicoanálisis entró en los distintos dispositivos de salud mental bajo el amparo de la Psiquiatría y la Psicología, fue a través de una propuesta de “higiene mental” cuyo objetivo es hacer desaparecer las anomalías que impiden la consecución del proyecto “salud para todos” como un paradigma de las democracias actuales. El psicoanalista no debe desconocer que en un principio fue llamado para reeducar esos errores que impiden que los “usuarios” de esos servicios funcionen “adecuadamente”. Sin desconocer nuestros orígenes, no estamos obligados a sumarnos al imaginario que los acompaña. Podemos servirnos de el si nos mantenemos desde una escucha para lo inesperado, la sorpresa. Según Ana Ricaurte,1 en “La intervención del Psicoanálisis en la ciudad”, señala que el Psicoanalista en la intervención institucional se encuentra con 3 ejes en tensión. El Psicoanálisis aplicado a la terapéutica, la institución y los ideales que son su razón de ser. Para esto, hay que mantener la diferencia para sostener la dirección terapéutica del Psicoanálisis, sin que se reduzca a la psicoterapia, afín a la demanda de adaptación a las normas de la institución. Para sostener la dirección terapéutica del análisis sin que se convierta en una psicoterapia como la versión de un tratamiento que promueve la adaptación a los fines de la institución será necesario, no solo mantener los tres ejes por separados, sino también sostener su tensión para estar atentos a lo real en juego. De lo que se trata es que exista una oportunidad fecunda, que la forma institución, a través de sus ideales y objetivos tienden a velar lo real. La posibilidad de la invención sólo se verifica cuando se crean articulaciones entre los tres ejes. Es común pensar que es la exigencia del deber cumplido frente a los objetivos y metas institucionales lo que constituye el ideal máximo para su “buen funcionamiento” y en efecto, es por las fallas de sus engranajes para lo que en muchas ocasiones somos convocados. Curiosamente Lacan nos propone encontrar otros modos de acción para incluirnos en el malestar. Lacan2 nos invita a ubicarnos desde la hiancia del saber, entre la exigencia a cumplir y la amenaza en su contra. Frente a esa exigencia radical, se puede sostener el punto justo donde el analista puede intervenir para inconsistirlo y descompletarlo. Es la oportunidad de la emergencia del sujeto del deseo en sus particularidades irreductibles, sobre la base de la existencia de un agujero que se torna fecundo. Esta acción posible del Analista, también promueve nuevas posibilidades, en tanto cada uno se hace responsable de lo que pasa en el y en las instituciones a las que se adscribe. También es posible incidir en esos discursos tan en boga en la actualidad como los de la víctimización de los que se sienten maltratados o segregados, a los que rápidamente se los convierte en objetos de cuidados con la consiguiente exclusión de aquellos otros a quienes se les adjudica la posibilidad de gestarse un porvenir. La existencia de todo tipo de evaluaciones se ponen al servicio de una forma de “selección de las especies”, que nos evoca de alguna forma al holocausto, por la anulación mortífera que puede producir en los sujetos. Tampoco los Analistas podemos pensar que pueden existir instituciones sin ideales, ya que sin estos todo su proceder sería pura burocracia. No estamos en la posición de combatirlos ni de suplantarlos por otros. Es posible intentar substraernos de ellos para que nuestra escucha y acción se dirija a todo aquello que se presenta con la marca del síntoma, con lo que no marcha. De esa manera no estamos “borrados” de la institución en una supuesta neutralidad que favorece el sostener a otro ideal, el de la marginalización social del Análisis. Tenemos que inscribirnos en una institución bajo la política del síntoma. Lo que tratamos de obtener mediante nuestras intervenciones en los distintos malestares que se introduzca en la institución una forma de hacer diferente con el síntoma, que aquel que lo padece sea capaz de transformarlo en palabras para que sea capaz de volver a elegir y en el caso de los niños, de crear ficciones que le permitan hacer algo con lo real. De esta forma podemos brindar la opción de que los sujetos puedan afrontar de una manera diversa la vida y su modo de goce. Desde luego, esta experiencia marcha por una vía diferente a la de la adaptación. Sabemos que en ocasiones las instituciones nos demandan a escribir todo tipo informes, algunos que determinan puntos cruciales en la posiciones de sujeto. Es necesario reflexionar sobre los efectos de dichas formulaciones y el deseo que las habita. El Analista debe de saber restringirse de tomar ciertas posiciones. Por supuesto que no es en relación al tipo de cuadro clínico que pueda atender, frente a estos tal como lo propuso Lacan “no hay que retroceder”3 Se trata de probar que el Analista es útil porque puede recibir a todo tipo de sujeto y demandas y también puede inscribirse en instituciones donde su escucha y quehacer le permite en muchas ocasiones, reconducir demandas inadecuadamente planteadas que hacen desaparecer la dimensión de sujeto a aquellos que sufren para rebajarlos a la condición de fichas en los centros o instituciones de salud mental. Piedad Ortega de Spurrier
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