Boletín ENAPaOL 3
Domingo 19 de abril de 2009
Estimados colegas: para esta tercera entrega de las contribuciones enviadas por algunos colegas de la EOL, y bajo el título « ¿Nuevos síntomas? La neuro-economía y la química del amor femenino », nuestro colega Ernesto Sinatra nos hace llegar su aporte sobre las nuevas formas del síntoma y lo singular del síntoma.
¿NUEVOS SÍNTOMAS?
La neuro-economía y la química del amor femenino
¡A rociar… a rociar!
Hoy sería posible, a partir de la neuro-economía (audaz cruce de la neurobiología con la economía), que la ciencia mire el cerebro como quien mira lo que sucede en una empresa –por supuesto: para incidir en los consumidores y sus hábitos. ¿De qué manera? se habría comprobado que la substancia de la confianza es producto de una hormona: la oxitocina[1] . Por ello se ha ideado un spray nasal que aumentaría la confianza en los otros (sic.), al par que disminuiría el sentimiento de peligrosidad causado por extraños; empleada como ‘técnica de mercadeo serviría para aceptar riesgos sociales que surjan de las interacciones personales (sic.)’. En una palabra, este invento -de aplicarse- serviría para domesticar al consumidor en tiempos de caída libre de los mercados (afectados por un efecto dominó: inseguridad generalizada, cierre de fronteras civiles y económicas, etc.).
Más allá de lo humorístico de la noticia periodística, se comprueba hasta qué punto la localización de un real neuronal lleva a algunos al sueño de desplazar la función real del acto como eje de la elección subjetiva, promoviendo una ideología del consumo que rechaza la responsabilidad del ciudadano.
Un amor químico
Hace ya algunos años[2], a partir de síntomas paradigmáticos de la sexualidad masculina, intenté demostrar hasta qué punto el ensañamiento de los hombres con el falo determina el costado macho del malentendido de los sexos (elemento central de los desajustes con el Otro sexo, pivote del rechazo al goce femenino en nombre de la castración); luego de haber reincidido en mi investigación [3] nunca imaginé que aquella pregunta -encarnada tradicionalmente como queja por las mujeres- encontraría su respuesta desde las neurociencias.
A través de una resonancia magnética nuclear se habría detectado que la amígdala del cerebro es uno de los centros primarios de la actividad emocional; y a partir de ello algunos científicos afirman que las emociones tendrían género, pues se habría corroborado que la mayor presencia de oxitocina en las mujeres que en los hombres las encausa a ellas decididamente hacia el amor (especialmente en las madres, ya que es una hormona más activa en ese estado). Deberíamos entonces responder que los hombres ‘son como son’ a causa del predominio de testosterona y –aquí viene la novedad–, especialmente por su escasa capacidad para emplear la otra hormona de referencia, la oxitocina –presentada en varias notas como una suerte de abanderada química de la liberación femenina del nuevo siglo. A los hombres les falta (o no tienen suficiente) lo que las mujeres producen sin inhibición (la oxitocina, inhibida por la testosterona).
Hace algunos meses los periódicos han publicado, alarmados, índices crecientes de daños cardíacos producidos en las mujeres de nuestro país a causa de su agitado nivel de vida. Al mismo tiempo, otras experimentaciones dicen haber comprobado que ‘las caricias y los abrazos cumplen una función terapéutica en el corazón de la mujer’, literalmente[4]. Aquí también –como no imaginarlo– es la oxitocina la encargada de bajar la presión sanguínea y el ritmo cardíaco. Ergo, hay que abrazarse más, lo que lleva a una indicación orientada desde la industria del comportamiento: conseguir partenaires (masculinos o no) que las abracen más.
Ahora comprobemos otras cualidades terapéuticas y funcionales atribuidas a la nueva panacea química, supuesta base real de la industria del amor aplicadas al género femenino: ‘estrechan el vínculo entre madres e hijos’; nos hace ‘mejores personas, más confiadas y confiables; pero, atención, sobre todo ayudaría a que las mujeres logren partenaires estables, ya que esta hormona: lograría ‘determinar el partenaire sexual por su capacidad de estimular a las mujeres para formar vínculos emocionales fuertes’. Se desprende así una ideología del amor reintroducida por la química del sexo; ella permitiría desde influir en la elección del partenaire, hasta controlar el amor-pasional limitando sus efectos contingentes.
Pero aún hay algo más, salida especialmente dedicada para aquellas mujeres que no han tenido demasiado éxito en la elección del partenaire sexuado, ya sea por desinterés o por neurosis: se habría demostrado que “shopping y sexo dan la misma satisfacción” ya que ambas actividades estarían “reguladas por la misma área cerebral, el sistema límbico”[5].
Mis queridas señoras, señoritas, por si no lo entendieron aun: si no tienen partenaire, tienen tarjeta de crédito. El shopping las espera, y él sí, no las va a defraudar.
Comprobamos hasta qué punto se pretende colocar en el lugar vacío en el que habitaba el buen Dios-padre, un Dios químico–neuro-económico como pretendida causa de lo humano, en una nueva –y audaz– pantomima de lo real. Mientras tanto, por supuesto, las causas reales que sostienen sus síntomas singulares ¿también pueden esperar?
Ernesto S. Sinatra
[1] Artículo del matutino Clarín del 02.06.2005 “Experimentos de científicos suizos: Un spray nasal con una hormona aumenta la confianza en los otros”.
[2] ¿Por qué los hombres son como son?, Atuel editores (1993)
[3] Nosotros los hombres –un estudio psicoanalítico-, Tres Haches (2004)
[4] “Las caricias y abrazos le hacen bien al corazón de la mujer”, Diario Clarín (27.03.2005)
[5] « Shopping y sexo dan la misma satisfacción », Diario Clarín (21-9-08)
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