NEL-Lima
Noches de Escuela
Preparación hacia el Congreso 2010 de la AMP
François Leguil
Reseña
« La invención del psicoanálisis reposa en una nueva práctica de la palabra, en una concepción inédita de los síntomas, en un tratamiento nuevo de la palabra. Esta práctica cambia como cambian las épocas en las que debe operar. Lo que la amenaza es a menudo el riesgo de confundirla con otros discursos. Lo que la preserva es la formación del psicoanalista. Esta formación es específica y no se parece a ninguna otra. El futuro del psicoanálisis depende de los medios que se da para mantener, profundizar y promover la especificidad radical de la formación de los psicoanalistas. » F. Leguil
Reseña del Seminario “La naturaleza del Psicoanalista y su Futuro”
François Leguil inició su conferencia recordándonos que Lacan, en su Nota a los Italianos señaló que el psicoanalista es el que lleva una marca reconocida por sus congéneres. Hablar de “congéneres” alude a la naturaleza, y es que Lacan al final de su vida tenía esta idea de instalar al psicoanalista en un estatuto real. Si hablamos de la naturaleza del psicoanalista, la cuestión de la formación del analista cede el paso a la cuestión de su producción: ¿Cómo se “fabrica” un psicoanalista? Hablamos de synthome como el síntoma reducido a su estatuto real, ya no es un mensaje sino algo que es tan real como un partenaire. Este resto irreductible a la palabra es lo incurable.Para Lacan el psicoanalista es un synthome; es lo que queda del síntoma una vez que se ha exprimido el inconsciente; teniendo en cuenta que Freud afirmaba que en el fondo el inconsciente no se seca. Igual, para Lacan, el inconsciente es irreductible. Tomando como ejes conceptuales para el desarrollo de su conferencia los conceptos de síntoma, semblante y synthome, tema del próximo Congreso de la AMP, François Leguil desplegó las bases del psicoanálisis desde la invención freudiana, como una práctica que escucha y acoge la palabra del sujeto.
Para los comportamentalistas, que devalúan la palabra del sujeto, los síntomas son meros semblantes, son errores con respecto a la norma. En la actualidad se aprecia una confusión entre la terapéutica y la clínica y esta confusión es la partida de defunción de la clínica; hay una asimilación del cuidado a la terapéutica, ambos no tienen límites hoy en día.
Un semblante es diferente a un síntoma, que para el psicoanálisis tiene el estatuto de un sufrimiento real que está en el cuerpo. Freud y Lacan partieron de esta premisa, que considera al síntoma como real, es decir, algo que no es del orden del semblante. Haciendo un recorrido por la primera y la segunda tópicas freudianas, François Leguil puntualizó que, si bien Freud concibió el inconsciente como algo que está hecho de representaciones, éste tuvo para él un estatuto real. Es por eso que Freud en cierto momento abraza la teoría de la pulsión. Toda la segunda tópica de Freud se basa sobre el hecho de que lo real perturba sin tregua la articulación de los semblantes. El superyó vigila al yo, pero informa al ello, y así, cuanto más elimina el goce sexual de las representaciones, tanto más el ello reclama sus derechos. Uno mismo tiene la idea de que la verdad de su síntoma tiene que ver con el goce, y de ahí el sentimiento de culpa, y por eso desculpabilizar a los pacientes es un error de los psicoterapeutas. La terapéutica no permite saber la naturaleza misma del psicoanálisis, que es modificar algo del sujeto. La terapéutica como ideal de Bien no permite al sujeto sentir lo que él es en lo real; lo que sólo es posible si se aleja de toda idea del bien. El psicoanálisis permite a un sujeto sanarse de la idea de que puede haber una cura posible; por eso no se puede asimilar el psicoanálisis a la terapéutica.Un psicoanálisis puro produce un psicoanalista real. Un psicoanalista ocupa un lugar real cuando es capaz de hacer hablar a alguien –que no es lo mismo que dar sentido– para que sepa qué sentido le ha sido dado: a→$. Es entonces cuando a un psicoanalista le es posible, por su silencio, provocar la palabra del Otro. No se trata de que el psicoanalista no hable, sino de que su propia palabra sea un silencio con respecto a sus propios ideales.Amar a los semblantes que están en la palabra del sujeto, amar los semblantes con un amor que es un deseo, el deseo del analista, es la naturaleza del psicoanalista. Y, respecto de la época, ocupar un lugar real donde uno se pone a amar los semblantes por los saberes que podrían hacernos conocer el “espíritu del tiempo”, el goce de la época. Un psicoanalista es también alguien que se interesa en el semblante político y social para saber del goce.
Patricia Tagle Barton
Directora NEL-Lima