Lima, 12 de diciembre de 2008Apreciados colegas, participantes y amigos de nuestra comunidad de trabajo:Esta ceremonia de clausura del año lectivo 2008 marca una escanción; es a la vez cierre y apertura. En ese sentido debemos inscribir esta ceremonia dentro del movimiento global de la Escuela Una, y en la nueva política de Orientación dada por Jacques-Alain Miller en sus Entrevistas de Actualidad, y en su Curso Cosas de Finura en Psicoanálisis, que marcan un antes y un después, e introducen un necesario tiempo de comprender en lo que atañe al lugar del psicoanálisis puro, y su relación con el psicoanálisis aplicado. Es también un tiempo de comprender lo que atañe al buen lugar de la Escuela de Lacan –como refugio y como enclave- frente al malestar contemporáneo y frente a lo social actual -que no hace lazo- ; y el buen lugar del analista y del discurso analítico como una forma de lazo social inédito.Puedo pensarlo, hoy, como la búsqueda de una re-ubicación de la Escuela, y del psicoanalista lacaniano, en una eutopía; es decir, el buen lugar.Evoco para situar la cuestión -en este momento de elucidación del tiempo de la experiencia de la Escuela Una, de la NEL, y de nuestra sede-Lima-; la función de las Escuelas de la antigüedad Griega, incluso previo a ellas, el ánimo indescriptible que propició con los pre-socráticos el advenimiento de una era inédita, acogedora del pensar solícito; que se hizo patente antes aun que en una episteme, en un estilo particular de vida, que ellos mismos dieron en llamar el bíos theorétikós. Y que propongo para pensar esa eutopía, que hoy buscamos, y que pienso además en la vía de una posible “bíos analitikós”; fuerzo aquí los términos, en el que radicaría el estilo propio en que un psicoanalista lacaniano podría situarse ante la Escuela y la ciudad.La esencia de este estilo de vida, el ánimo mismo que la inspira, fue recogida a manera de anécdota, y nos fue transmitida por Aristóteles. Se trata de un hecho recogido en torno a uno de los pensadores más evocadores de la era llamada pre-socrática, Heráclito; quien, por su estilo aforístico, fue apodado “El oscuro”. Se las relataré tal como ella es vuelta a recoger por Heidegger:“Se cuenta de Heráclito de una palabra que él había dicho a unos forasteros que habían querido tomar contacto con él. Viniendo viéronle cómo se abrigaba junto a un fogón. Se detuvieron sorprendidos, y esto sobretodo porque él les daba ánimo a los vacilantes y los llamaba para que entraran, con las palabras: también aquí se presentan los dioses…” (Aristóteles: De Part. Anim. A 5,645 a 17).“La historia habla por sí misma, pero algo ha de ponerse de relieve.La multitud de visitantes extranjeros en su impertinencia con el pensador se desilusionan y se desorientan a la primera vista de su estancia. Ella cree que debe encontrar al pensador en las circunstancias que, contra el vivir corriente de los hombres, llevan los rasgos de la excepción y de lo raro, y por eso de lo excitante. La multitud tiene la esperanza de encontrar, en su visita al pensador, cosas que –al menos por un corto tiempo- dan materia para una charla divertida. Los forasteros que quieren visitar al pensador esperan tal vez verlo precisamente en el momento en que él piensa, sumido en la profundidad. Los visitantes quieren “vivir” esto, no quizás para llegar a ser tocados por el pensar, sino únicamente para poder decir por ello que han visto y oído a uno de quien, por otra parte, sólo se dice que es un pensador.En vez de eso, los curiosos encuentran a Heráclito junto a un fogón. Ese es un lugar ciertamente bien cotidiano y modesto. Ciertamente, aquí se cuece el pan. Pero Heráclito no está junto al fogón ocupado en la panadería. Él se detiene allí para abrigarse. Así delata en este lugar evidentemente cotidiano toda la estrechez de su vida. El panorama de un pensador aterido ofrece poco interés. Los curiosos pierden, pues, también ante este panorama desilusionante hasta las ganas de entrar más cerca. ¿Qué tienen que hacer allí? Este suceso cotidiano y sin atracción de que alguien tiene frío y se pone junto al fogón lo puede encontrar todo hombre y en todo tiempo en su casa. ¿Para qué, entonces, buscar a un pensador? Los visitantes se preparan sencillamente a marcharse de nuevo. Heráclito lee en sus rostros la curiosidad desilusionada. Él conoce que en la multitud ya la falta de una sensación inesperada basta para hacer volver en acto a los recién llegados. Por eso les da ánimo. Él les pide que entren con las palabras: también aquí se presentan los dioses.Esta palabra para la estancia (éthos) del pensador y de su quehacer da una nueva luz. Si los visitantes entendieron, en el acto, y si entendieron siquiera esta palabra, y así, lo vieron todo en la otra luz de otra manera, esto no lo dice la narración. Pero que esta historia se cuenta y aún nos es heredada a los de hoy descansa en el hecho de que lo que ella informa proviene de la atmósfera de este pensador y la caracteriza. También aquí, en el fogón, en este lugar habitual donde toda cosa y todo quehacer, toda circunstancia y todo pensar es familiar y corriente, es decir, sólito, “también aquí”, en el círculo de lo sólito, es así pues, “que los dioses se presentan”. Dice Heráclito mismo: “éthos ántropo daimon”, “La (sólita) estancia es para el hombre la apertura para la presentación de Dios (de lo insólito).”La presentación de las actividades y los espacios de trabajo de la NEL-Lima para el año próximo, están todos ellos diseñados e inspirados por este ánimo evocador; e inscriptos en el marco de nuestras nuevas políticas de Orientación. A nombre mío, y de quienes me acompañan en este Directorio –María Hortensia Cárdenas y Elida Ganoza- les damos las gracias por habernos acompañado durante el año 2008 con su presencia, su participación y su trabajo; y los invitamos a sumarse el próximo año a este nuevo proyecto de trabajo.Cordialmente,Patricia Tagle BartonDirectoraNota: HEIDEGGER, Martin: Carta sobre el humanismo(1947).Madrid: Taurus, 1970. (Ps. 55-56)
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