28 de noviembre de 2008
Este movimiento, que J.A. Miller ha descrito en alguna ocasión, respecto de la enseñanza misma de Lacan, es la brújula que nos orienta en el momento actual, en los tres niveles de la política que él mismo ha considerado: la política en general, la política para el psicoanálisis lacaniano y la política de la cura, que tiene consecuencias en la vida institucional y en el lazo asociativo que se entreteje en la comunidad analítica que configura la Escuela.
La estrategia de la transferencia, la táctica de la interpretación y la política del síntoma, son la buena vía que nos hará progresar en el camino ya iniciado de la elaboración colectiva en nuestra comunidad de trabajo, que nos recuerda que el analista lacaniano no retrocede frente ante lo real, ya que lo real no depende del analista, sino más bien, en hacerle la contra, a condición de que estemos advertidos de que la subjetivación de la Escuela, requiere en cada momento histórico, cernir ese real e interpretarlo.
La ELP puede y por ende debe, porque se trata de un deber ético, sumarse a este debate y tomar a su cargo la orientación en lo que nos concierne, con nuestras particularidades, de manera seria, que haga serie, siendo rigurosos y argumentando nuestras posiciones, uno por uno, a partir de la historia reciente de la experiencia en los CPCT en España, y de lo que esta experiencia de laboratorio nos enseña en el nivel institucional, epistémico y clínico.
La ELP está y estará a la altura de este debate, no sólo en el nivel político, sino en la episteme y la clínica que nos es propia, desde todos los dispositivos en los que los miembros de la Escuela intervienen, en nombre propio o en los lazos asociativos que se configuran dentro y fuera de la Escuela.
La actualización de la clínica, en la perspectiva de la última enseñanza de Lacan, nos orienta a acentuar la vertiente del sinthome como referencia clínica principal, aunque no la única.
La orientación de la clínica por el sinthome no sólo permite distinguir el hecho de que el psicoanálisis no es una terapia como las otras, sino abordar de otra manera que la distinción operatoria entre el psicoanálisis puro y el psicoanálisis aplicado a la terapéutica, no es tan esencial, sino en lo que concierne al psicoanálisis aplicado al síntoma y a sus vertientes. A condición de que el analista esté advertido que su acto, el acto analítico, está orientado por lo real a cernir en cada caso y desde los dispositivos desde los que interviene.
Tomar a nuestro cargo este debate, recupera la vida de la Escuela como enclave y nos responsabiliza en el uno por uno, a ocuparnos como se nos supone, como analistas lacanianos, de subjetivarla e interpretarla para preservar el vacío topológico de la Escuela que aloja la pregunta ¿qué es un analista?.
Invito a participar en el debate de la ELP, a todos aquellos que deseen enviar sus contribuciones para difundir por la lista elp-debates,”Debate de la ELP”, cuya moderación tomo a mi cargo, enviando sus textos a mi dirección electrónica.
Lucia D’Angelo