par Jacques-Alain Miller
(à paraître jeudi dans Le Point)
Jacques-Alain Miller : Parce que ce sont les plus « technicisées ». Le sociologue Ulrich Beck l’a montré, la technique donne naissance à une « société du risque » : quand vous vous déplacez à cheval, tout dépend de votre habileté à vous, et de votre connaissance de la bête en question ; quand vous prenez l’avion, votre sécurité est hors de vous, car votre vie dépend d’un réseau de systèmes complexes, auxquels vous devez vous fier a priori. Mais la société du risque devient une société de la peur dès que la science cesse d’inspirer confiance. C’est le cas aujourd’hui : chacun est intimement persuadé que le grand « sujet supposé savoir » ne sait pas tout, qu’il est troué comme un gruyère, et qu’il avance et produit à l’aveugle.
Nos sociétés n’acceptent le risque qu’à condition de le quantifier : on se demande combien de cancers seront provoqués par les pesticides ou les téléphones portables…
En effet. Le sujet supposé savoir est maintenant mis au défi de prévoir l’avenir. Demain, vos maladies, on n’en fera plus seulement le diagnostic une fois que vous les avez, on vous les prédira à partir du décryptage de votre génome. D’où l’émergence de nouvelles peurs, inédites, purs produits du calcul statistique.
Notre santé, et en particulier notre alimentation nous préoccupe le plus. Comment expliquez-vous cette peur ?
C’est ce qui résulte de la « mise en sécurité » comme attitude fondamentale de l’homme contemporain. Chacun est à lui-même son bien le plus précieux. Chacun se rapporte à soi-même comme à un objet, à un avoir, non à un être. L’impasse, c’est que la santé est parfaitement aléatoire. Il n’y a pas de science de la santé, disait Canguilhem, l’épistémologue de la biologie. La santé, c’est un mythe.
On parle d’individus peureux, peut-on aussi parler de sociétés peureuses ?
La peur est la passion des sociétés marchandes. Il y a des sociétés où l’on tue ou se tue pour un rien, où la vie compte peu au regard de la vengeance, où domine le mépris de la mort. Une fois que le commerce a effacé le sens du sacré et le point d’honneur, quel est le seul souverain bien qui vous reste ? C’est le bien-être. Ce qui domine, c’est désormais le désir de chacun de se mettre à l’abri, en sécurité. L’insécurité devient le mal absolu. Le culte du bonheur engendre le règne de la peur. On ne comprend plus la mort, on récuse même le vieillissement, on rêve de faire descendre l’éternité sur terre, et au profit de l’individu.
L’homme joue-t-il à se faire peur ?
Oui, ce carnaval des peurs a certainement une dimension ludique : une peur en chasse une autre, il y a des peurs à la mode, on invente des peurs, le public demande de la peur. Mais ce qui n’est pas un jeu, c’est, en deçà de ces peurs multiformes et toujours renaissantes, ce qu’elles expriment et camouflent à la fois : une angoisse sociale diffuse, et dont l’objet est voilé.
Et d’où provient cette angoisse ?
De la technicisation généralisée de l’existence. Elle pollue désormais les sources mêmes de la vie, elle est en passe de remanier la nature de l’espèce. On soupçonne que l’avancée irrésistible de la science est à son insu au service de la pulsion de mort. La peur de la bombe atomique n’est plus ce qu’elle était, mais la dernière en date de nos peurs médiatiques est plus subtile, s’insinue au plus intime : récession alarmante de la production spermatique, croissance indue des cancers du testicule et des malformations masculines. Eh bien le voilà, l’objet caché de l’angoisse. SOS – phallus !
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El carnaval de los miedos
Por Jacques-Alain Miller
(se publicará el jueves en Le Point)
Le Point: Pesticidas, polución del aire, antenas de relé, teléfonos celulares, recalentamiento climático, recesión…¿Por qué en nuestras sociedades occidentales el miedo parece progresar más que en otros lugares?
JAM: Porque son las más “tecnicizadas”. El sociólogo Ulrich Beck lo ha mostrado, la técnica da nacimiento a una “sociedad del riesgo”: cuando usted se desplaza a caballo, todo depende de su propia habilidad y de su conocimiento del animal en cuestión, cuando usted toma un avión, su seguridad está fuera de usted, puesto que su vida depende de una red de sistemas complejos, en los cuales usted debe confiar a priori. Pero la sociedad del riesgo se vuelve la sociedad del miedo desde que la ciencia deja de inspirar confianza. Es ese el caso en nuestros días: cada uno está íntimamente persuadido que el gran “sujeto supuesto saber” no sabe todo, que está agujereado como un queso gruyère, y que avanza y produce a ciegas.
Le Point: Nuestras sociedades no aceptan el riesgo más que a condición de cuantificarlo: se preguntan cuantos cánceres provocarán los pesticidas o los teléfonos celulares…
JAM: En efecto. El sujeto supuesto saber está siendo desafiado a prever el futuro. Mañana no se hará solo el diagnóstico de las enfermedades una vez que las tengan, se las predecirá a partir del desciframiento del genoma. De allí la emergencia de los nuevos miedos, inéditos, puros productos del cálculo estadístico.
Le Point: Nuestra salud, y en particular nuestra alimentación es lo que mas nos preocupa. ¿Cómo explica usted este miedo?
JAM: Es lo que resulta del “tener seguridad” como actitud fundamental del hombre contemporáneo. Cada uno es para sí mismo su bien más preciado. Cada uno se relaciona consigo mismo como con un objeto, con un tener, no con un ser. El impasse es que la salud es perfectamente aleatoria. No hay ciencia de la salud, decía Canguilhem, el epìstemólogo de la biología. La salud es un mito.
Le Point: Se habla de individuos temerosos ¿Podemos también hablar de sociedades temerosas?
JAM: El miedo es la pasión de las sociedades mercantiles. Hay sociedades donde se mata o se matan por nada, donde la vida cuenta poco frente a la venganza, donde domina el deprecio por la muerte. Una vez que el comercio borró el sentido de lo sagrado y el punto de honor, ¿cual es el único soberano bien que le resta? Es el bienestar. Lo que domina, es de ahora en más el deseo de cada uno de ponerse al abrigo, tener seguridad. La inseguridad se vuelve el mal absoluto. El culto de la felicidad engendra el reino del miedo. Ya no se comprende la muerte, se rechaza incluso el envejecimiento, se sueña con hacer descender la eternidad a la tierra, y en provecho del individuo.
Le Point: ¿El hombre juega a provocarse miedo?
JAM: Sí, el carnaval de los miedos tiene ciertamente una dimensión lúdica: un miedo caza a otro, hay miedos de moda, se inventan miedos, el público pide miedos. Pero lo que no es un juego es que más acá de esos miedos multiformes y siempre renacientes, lo que expresan y camuflan a la vez: una angustia social difusa, y cuyo objeto está velado.
Le Point: ¿Y de donde proviene esa angustia?
JAM: de la tencnicización generalizada de la existencia. Produce polución de ahora en más de las fuentes mismas de la vida, va en camino a modificar la naturaleza de la especie. Se sospecha que el avance irresistible de la ciencia está, sin que lo sepa, al servicio de la pulsión del muerte. El miedo a la bomba atómica ya no es lo que era, sino que el último de nuestros miedos mediáticos es más sutil, se insinúa en lo más íntimo: recesión alarmante de la producción espermática, crecimiento indebido del cáncer de testículo y de las malformaciones masculinas. Y bien, ¡aquí esta! El objeto escondido de la angustia. ¡SOS – falo!
Traducción: Silvia Baudini