Por Manuel Montalbán Peregrín
He hecho de este libro varias lecturas ya. La palabra y la escritura de Jorge Alemán no dejan indiferente.
La primera de éstas ha sido la lectura emocionada del amigo que es invitado a adentrarse en un viejo jardín agreste, frondoso, imantado en sus claros, a la búsqueda de una flor singularísima. Hacía 33 años que Jorge Alemán no publicaba poesía “canónica” a pesar de que comenzó su vasta relación con la palabra impresa a través de la poesía. Publicó en Argentina, entre 1972 y 1976, « Invasiones y leyendas », « Sobre hospicios y expertos navegantes », por el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía del Fondo de las Artes, « Iguanas » y « Patética ». Para mí ésta fue una condición clara, reveladora, casi luminosa, en las coordenadas de mis afinidades electivas en la dupla vital poesía-psicoanálisis. Sergio Larriera, a través del propio Jorge, me ofreció en 1992 la generosa posibilidad de publicar algunos poemas en Emboscaduras, una revista esencial de psicoanálisis, filosofía, poesía, literatura y arte. En ese mismo número, Jorge Alemán firma un artículo, realmente una desgrabación no corregida por su autor de una intervención en el Centro Cultural Galileo, titulado Símbolo, cosa, olvido. En sus apretadas siete páginas a dos columnas Jorge se detenía en la palabra retorno, y el retorno del propio Heidegger al Hölderlin de la tierra natal, que por entonces era para mí una referencia clave como inspiración y objeto de investigación. Pocas líneas más abajo, Jorge nos asalta con una propuesta, singularizar dos vectores en el quehacer poético: poemas del retorno y poemas del atravesamiento, que más que definir dos estilos antitéticos, designan un anverso y un reverso que se copertenecen como retorno de lo nuevo. Jorge va más allá y establece un paralelismo del proceder del poema con la experiencia analítica, teniendo ambos como soporte las operaciones del agujero y el corte. Para mí no había vuelta atrás en los umbrales de la experiencia del límite.
En un diálogo reciente sobre el ser y la existencia con Miguel Repiso en Página 12, Jorge conecta el “no saber” con la experiencia, y dice “por experiencia entiendo pasarse bastante tiempo sin comprender. La experiencia no es algo que se entrega de inmediato de manera diáfana, existe un tiempo de comprender en donde de golpe una intuición fulgurante se toma su tiempo para después finalmente sedimentar y caer, precipitarse y entregar su donación”.
Otra lectura del poemario No saber es la que deriva del trabajo del discípulo frente al trabajo de producción del maestro. Llevo casi veinte años escuchando, digo ahora esto y me suena paradójico, a Jorge Alemán en distintos espacios de formación que han ido sucediéndose. Jorge ha seguido la práctica lacaniana también en el formato de la enseñanza oral a través de diferentes seminarios que han formado a distintas generaciones de psicoanalistas en nuestro país. Algunos de sus libros, hay que recordar que es el autor lacaniano más citado en castellano, han tenido su origen en la enseñanza periódica de estos seminarios, grabados, desgrabados, distribuidos, leídos, trabajados, comentados, por sus alumnos. Una verdadera enseñanza donde el psicoanálisis desde sus implicaciones clínicas, éticas y políticas conversa con los discursos contemporáneos.
Una producción extensa plasmada en títulos publicados en España, Iberoamérica, Italia, donde yo me atrevería a distinguir un giro poético más acusado a partir de Derivas del Discurso Capitalista: Notas sobre psicoanálisis y política, que sorprendió a algunos de sus lectores habituales por su desprendimiento retórico, su concreción apabullante que se reflejaba en la presentación formal de varios capítulos a manera de notas, flechazos directos al asunto sin prolegómenos, texto despoblado de referencias bibliográficas y concesiones, clarividencia y rigor en estado puro. A éste le siguen, entre otros, El Porvenir del Inconsciente, y sobre todo Exsistencia y Sujeto, escrito conjuntamente con Sergio Larriera, que profundiza en la trama Lacan:Heidegger y en su recorrido por la analítica existenciaria y el psicoanálisis parte del defecto ontológico de la exsistencia y arriba al claro de conciencia: “En el bosque, el claro (die Lichtung) se abre en la espesura (die Dickung)”.
Aquí arribo también yo a una tercera lectura del poemario, una lectura que se entretiene con el resto que han dejado las otras dos, y quizá por ello, más intensa e impredecible. Más allá de la impotencia o la mera humildad ante el reconocimiento de la propia ignorancia No saber tiene carácter de testimonio, testimonio y orientación a la vez, pues los poemas cifran una imposibilidad, la totalidad hendida y descompletada, y dictan un tratado de lo inmombrable. En el poema XIX escribe el poeta: “Quise escucharla/pero no supe dejar de ofenderla con mi historia”. Y en el poema dialogado XXXIII puede leerse: “No puedo escribir/la palabra llega siempre rota”.
El choque entre la totalidad y el “no” inscrito de la exsistencia hace necesario el testimonio que lleva del estado abierto al estado resuelto del “sí-mismo” ya alterado por la imposibilidad. Este testimonio se abre a la experiencia de la encrucijada. “¿Y por qué escribe así…? (…) Es el artefacto intrascendente de quien ya no/ logra sentir poesía-poema-poeta y sin embargo quiere continuar con el juego de los nombres”.
Los poemas aparecen no con una denominación lingüística sino con una cifra como reflejo de una voluntad de suprimir cualquier connotación adyacente que pudiera remitir con subtítulos a una dirección extrapoética. Nos topamos con una escritura original, enigmática, decididamente hermética en una apariencia clara, desprovista, y a veces rotunda. Más bien una verdadera labor de des-escritura. Encontramos ecos de versos órficos que suman No saber, y a la vez lo diferencian, de una serie descompleta donde arribaron Hermes, Filón, Plotino y otros autores del mundo antiguo, atravesaron también los místicos, el extraño anónimo inglés del siglo XIV, La nube del no-saber, Poliziano en el renacimiento, Blake y todos aquellos empeñados en criticar la condición desarraigada de la modernidad, y ya en el siglo XX Yourcenar, Del Valle, Lezama y Blanchot.
En el origen fue la Poesía, y el propio Blanchot enuncia que escribir comienza con la mirada de Orfeo (…) y esa mirada es el movimiento del deseo que quiebra el destino. Mirada que más que por su objeto se define por la corta distancia en la que se produce que determina una radical imposibilidad de la que nace el canto. El esfuerzo de poesía penetra en el misterio de la muerte y testimonia del rasgo humano de los condicionantes de la naturaleza en su doble sentido, penetrar con vida donde sólo se penetra muerto y regresar de donde no cesa el retorno. En estos umbrales, la primera sensación de los lectores es la de encontrarse de pronto en la frontera, no de la tierra natal, sino de un país nuevo fuera del atlas ya sabido.