« Siempre hemos sido agresivos, pero han variado las formas de expresión »
Psicoanalista y sociólogo, Ramírez reflexiona sobre la violencia como modelo de identificación y de socialización, el placer de someter al otro, el goce sin ley y la satisfacción pública que ofrece Internet.
Agustina [email protected]
Con motivo de ofrecer una charla sobre « Subjetividad y violencia urbana », el pasado 6 de setiembre, estuvo en la ciudad el psicoanalista Mario Elkin Ramírez. Luego de la conferencia, realizada en el marco del Taller de Psicoanálisis Aplicado a cargo de Jorge Yunis, el especialista dialogó con El Litoral sobre los nuevos modos de violencia.
Vino a Santa Fe a dar una charla sobre violencia urbana, una problemática que conocemos muy de cerca porque tenemos una de las tasas de homicidios más altas del país…
Vengo de Medellín que fue durante muchos años la ciudad más violenta del mundo, debido a razones históricas que unieron movimientos de extrema izquierda configurados en guerrillas, de extrema derecha configurados en grupos paramilitares y el narcotráfico. En la época de Escobar, los ejércitos de sicarios encontraron una oferta de dinero fácil al servicio del narcotráfico. Poca ideología, entrenamiento militar y dinero fácil hicieron que en los ’80 y ’90, el sicariato estuviese en la cúspide de las causas de mortandad.
¿Cuál es el aporte que realiza el psicoanálisis frente a esta problemática?
El psicoanálisis tiene una teoría de lo social: desde que nacemos estamos rodeados de la familia, la escuela y eso es lo que constituye nuestra estructura psíquica. Si insertamos un sujeto en una sociedad violenta, las formas de relación primerísimas que va a encontrar van a ser violentas. Un trabajo de investigación que hicimos en el barrio Comuna 13 de Medellín, donde hubo milicias que sometieron a la población, mostró que los niños veían que los grupos armados tenían prestigio porque era respetados, tenían éxito sexual con las chicas y una buena situación económica. Es un ciclo social, pero también psíquico, de lo cual se derivaron programas municipales para terminar con la violencia, gracias a que el psicoanálisis pudo esclarecer que no eran sólo condiciones desfavorables de educación y de pobreza, sino también una dimensión psíquica, donde los modelos de identificación de esos jóvenes eran violentos, entonces conformaban su psiquismo de acuerdo a esos modelos.
¿Por qué la violencia seduce, atrapa, da rating?
No somos solamente seres racionales provistos de lenguaje, sino que también somos seres provistos de pulsión. Dentro de esas pulsiones, además de la de sexualidad, está la pulsión de muerte. En principio es autodestructiva, por ejemplo el fumador o el alcohólico saben que lo que consumen les hace mal, pero no les importa porque sienten placer. Eso se renueva en muchas actividades sociales, como los deportes extremos o actividades que ponen en riesgo la vida, como las carreras de autos ilegales o la droga. Eso tiene una expresión social que ya no es solamente matarse a sí mismo, sino agredir al otro, quitarle sus bienes, usarlo sexualmente sin su consentimiento, explotar su fuerza de trabajo sin retribuirlo, humillarlo, torturarlo y finalmente matarlo. Por eso, se dictan las leyes y normas para controlar esas pulsiones que cada uno tiene, pero no cubren todo: a pesar de que hay religión, educación e instituciones que garanticen la convivencia, siempre hay algo que se escapa, en Freud es la pulsión de muerte, en Lacan el goce. Hay una fascinación porque inconscientemente hay un placer en poseer al otro, los bienes del otro, someterlo. Conscientemente lo revestimos de los mejores ideales y propósitos, con un discurso racional, que encubre esa tendencia inconsciente de ejercer un poder sobre el otro.
En Internet, se pueden ver videos en los que chicos y adolescentes golpean a los compañeros de escuela, le queman el pelo a la maestra o torturan animales. ¿Estos casos indican que ahora hay más violencia o es la difusión mediática la que da esa sensación de mayor violencia?
El inconsciente se estructura a partir de lo social, entonces no es lo mismo el inconsciente de hace 100 años, el que analizó Freud en la Viena victoriana que el actual: la sociedad y la configuración familiar, de la escuela, del ejército y de la política han cambiado. La ciencia y la tecnología han contribuido a eso y tenemos otras formas de configuración de nuestro inconsciente, pero la misma disposición pulsional. Las personas eran muy agresivas hace 100 años, pero de otra manera; la carnicería de las dos guerras mundiales da cuenta de eso, además de la guerra fría, las revoluciones rusa y cubana… el siglo XX fue el más sangriento. Siempre hemos sido agresivos, pero varían las formas de expresión. Cuando somos chicos, somos crueles, pero la sociedad se encarga de canalizar esa crueldad hacia otros lugares, por ejemplo el deporte o los valores de la cultura: el amor al prójimo o el ecologismo. Se construyen diques contra esa agresividad infantil, como la moral, la vergüenza y el pudor. No siempre se logra; con la cultura contemporánea, hay un declive de las instituciones y su capacidad de control de esas pulsiones.
¿Por qué?
Depende de factores macro como la transición del capitalismo mercantil al globalizado, que nos muestra Internet… el goce que nos oferta, con sociedades de pedófilos, masoquistas, anoréxicos, alcohólicos, drogadictos, que no están construidas para regular esas tendencias, sino para promoverlas. Todos los síntomas que vemos en los jóvenes actuales se promueven en Internet. Si tortura a los animales o le prende el fuego a la profesora es porque no hay una represión de la crueldad infantil, pero además hay un goce suplementario en mostrarlo en ese ojo virtual universal que es Internet, que es Youtube. No solamente da un placer maligno y absolutamente terrible hacerle eso al compañero o la profesora, sino que se vuelve público: hay quien lo ve y disfruta viéndolo. Hay quien disfruta con las cirugías que se hacen en los realities por televisión, que son operaciones invasivas, donde el sujeto está reducido a la carne. Eso vende, da rating. Es un goce que no es privado, sino que está puesto en el mercado, porque hay gente que gana dinero con eso. Hay un goce suplementario y esa oferta está ante los ojos de todos y vamos constituyendo formas de relación que escapan a la regulación, la sociedad y los valores.
Hace algunas décadas, la violencia estaba aceptada en algunos ámbitos, como en la escuela donde se podía dar un castigo físico o dentro de la familia. Considero que con el avance de los derechos se han reducido esos espacios socialmente aceptados para la violencia, con lo cual la violencia estalla con más fuerza. ¿Qué opina?
Es muy acertada esa hipótesis. Cuando el maltrato intrafamiliar no era una conducta reprochable jurídicamente porque no estaban valorizados los derechos de la mujer ni del niño, no significaba que fuera menos cruel que ahora. Con los derechos del niño, esas conductas pasaron a ser condenables, pero se inventaron otras más sofisticadas. Los maestros ya no golpean a los niños porque pueden tener una demanda o recibir violencia por parte de los chicos, pero les dan una droga. Como no se les puede pegar, se los medica bajo la idea de que son niños hiperactivos. Hay que ver la « paliza química » que implica la ristalina, que es un derivado de la cocaína. En Estados Unidos, hay generaciones de cocainómanos levantados con una contradroga en la escuela y tenés maestros que dicen que si no toma la pastilla no lo recibe en clase. Son formas sofisticadas de violencia social. Lo mismo pasa en la familia, donde hay derechos, pero también muchas ambigüedades. Muchas veces no se denuncia al maltratador porque si lo encarcelan, pierden el sustento económico. Entonces se da esa aceptación de que me golpea o viola a mi hija, pero nos mantiene. Es un logro de la civilización que haya derechos de la mujer y equidad social, pero al mismo tiempo que surge el derecho, viene la forma de trasgredirlo. No basta con legislar porque siempre está lo indomable, el goce sin ley que no se deja regular. Tu hipótesis es cierta en la idea de que la represión aumenta otras formas sintomáticas de aparición de la agresividad, pero también hay un reverso. Por ejemplo, la educación liberal quiere que los chicos se expresen, no castigarlos, y si no quieren ir a clase que no vayan y que se trepen a los árboles. Pero eso resultó en una generación de inadaptados, porque si viviste toda tu vida en una burbuja donde todo es posible, no te han dado las herramientas para conquistar el mundo laboral, que es muy duro. Fracasaron los criterios de educación tanto represiva como liberal; necesitamos nuevas invenciones y descartar la utopía de que alguna vez vamos a encontrar una receta absoluta para que no seamos agresivos. Siempre vamos a tener que inventar modalidades sublimatorias: el arte, la ciencia, la religión y el deporte son algunas de ellas.
Trayectoria
Es miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela lacaniana, sede Medellín. Sociólogo, con una maestría en psicoanálisis en la Universidad de París VIII (Francia), se desempeña como profesor del departamento de psicoanálisis de la Universidad de Antioquía y profesor invitado de varias universidades de Latinoamérica. Es autor de « Ensayos sobre psicoanálisis e historia »; « Psicoanálisis con niños y dificultades en el aprendizaje »; « Aporías de la cultura contemporánea »; y « Develamientos del fantasma », entre otros libros.
Es miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela lacaniana, sede Medellín. Sociólogo, con una maestría en psicoanálisis en la Universidad de París VIII (Francia), se desempeña como profesor del departamento de psicoanálisis de la Universidad de Antioquía y profesor invitado de varias universidades de Latinoamérica. Es autor de « Ensayos sobre psicoanálisis e historia »; « Psicoanálisis con niños y dificultades en el aprendizaje »; « Aporías de la cultura contemporánea »; y « Develamientos del fantasma », entre otros libros.